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miércoles, 7 de enero de 2015

1610 - en Italia, Galileo Galilei observa cuatro de las lunas de Júpiter a través de su telescopio.

Probablemente la contribución más significativa que Galileo Galilei hizo a la Ciencia fue el descubrimiento de los cuatro satélites que giran alrededor de Júpiter que actualmente reciben este nombre en su honor. Galileo observó por primera vez las lunas de Júpiter el 7 de Enero de 1610 a través de un telescopio casero. En un principio pensó que se trataba de tres estrellas cercanas a Júpiter, que formaban una línea que atravesaba el planeta. La siguiente noche, estas estrellas parecían haberse movido en la dirección errónea, lo que llamó su atención. Galileo continuó observando a estas estrellas y a Júpiter durante la siguiente semana. 

El 11 de enero apareció una cuarta estrella (que luego resultaría ser Ganímedes) Después de una semana, Galileo había observado que las cuatro estrellas nunca abandonaban la vecindad de Júpiter y parecían moverse con el planeta, cambiando su posición respecto a las otras y a Júpiter. Finalmente, Galileo determinó que lo que había estado observando no eran estrellas, sino cuerpos planetarios que estaban en órbita alrededor de Júpiter. Este descubrimiento confirmó la validez del sistema Copernicano y demostró que todas las cosas no giran alrededor de la Tierra. Galileo publicó sus observaciones en Sidereus Nuncius en Marzo de 1610:
"Debo revelar y hacer público al mundo la ocasión del descubrimiento y observación de cuatro Planetas, nunca vistos desde el principio del mundo hasta nuestros días, sus posiciones, y las observaciones hechas durante los dos últimos meses de sus movimientos y sus cambios de magnitud; y yo convoco a todos los astrónomos que se apliquen en su examen y determinen sus períodos, que no me ha sido permitido conseguir hasta la fecha. El séptimo día de Enero del presente año, 1610, en la primera hora de la siguiente noche, cuando estaba yo viendo las constelaciones de los cielos a través de un telescopio, el planeta Júpiter se presentó ante mi vista y como quiera que yo me había preparado un instrumento excelente, observé una circunstancia que nunca antes había sido capaz de ver, a saber, tres pequeñas estrellas, pequeñas pero muy brillantes, estaban cerca del planeta; y aunque yo creí que pertenecían al conjunto de estrellas fijas, hicieron sin embargo que reflexionase, porque parecían estar situadas formando una línea recta perfecta, paralela a la eclíptica, y ser más brillantes que el resto de las estrellas, igual que ellas en magnitud . . . Cuando el 8 de Enero, guiado por una cierta fatalidad, volví a mirar a la misma zona de los cielos, encontré un estado de las cosas muy diferente, ya que las tres pequeñas estrellas estaban todas al oeste de Júpiter, y más cercanas entre sí que la noche anterior."
"Y por tanto yo concluí, y decidí sin dudarlo, que existen tres estrellas en los cielos que se mueven alrededor de Júpiter, como Venus y Mercurio lo hacen alrededor del Sol; lo que fue establecido de largo tan claro como la luz del día por otras numerosas observaciones posteriores. Estas observaciones también establecieron que no sólo existen tres, sino cuatro, cuerpos sidéreos erráticos que hacen sus revoluciones alrededor de Júpiter."
Simon Marius proclamó que había observado ya las lunas de Júpiter en Noviembre de 1609 (unas cinco semanas antes que Galileo) y que había empezado a registrar sus observaciones en Enero de 1610, aproximadamente al mismo tiempo en que Galileo realizaba sus primeras observaciones. Sin embargo, como no publicó sus observaciones inmediatamente como había hecho Galileo, sus aseveraciones eran imposibles de verificar. Dado que el trabajo de Galileo era más extenso y fiable, suele recibir el crédito por el descubrimiento de las lunas de Júpiter. En 1614, Marius dió los nombre a las lunas de Júpiter con los que estamos familiarizados en la actualidad, basados en una sugerencia de Johannes Kepler:
"Júpiter es mucho más culpado por los poetas debido a sus irregulares amores. Tres doncellas son mencionadas especialmente por haber sido cortejadas clandestinamente por Júpiter de forma exitosa. Io, hija del Río, Inachus, Calisto de Lycaon, Europa de Agenor. Luego fue Ganimedes, el guapo hijo del Rey Tros, a quien Júpiter, habiendo tomado la forma de un águila, transportó en su lomo hasta los cielos, tal como los poetas narran de una forma fabulosa . . . . Yo pienso, por lo tanto, que no hago mal si a la Primera le doy el nombre de Io, a la Segunda Europa, a la Tercera, de acuerdo con su majestuosidad y luz, Ganimedes, y a la Cuarta Calisto . . . ."
"Este relato, y los nombres tan particulares, me fueron sugeridos por Kepler, Astrónomo Imperial, cuando nos reunimos en la Feria de Ratisbon en Octubre de 1613. Por tanto, como gesto y en memoria de nuestra amistad que comenzó entonces, yo le saludo como padre conjunto de estas cuatro estrellas, y de nuevo creo que no estoy equivocado."
Galileo llamó originalmente a las lunas de Júpiter "Planetas Medicianos", en honor de la familia Medici y se refirió a las lunas de forma individual mediante los números I, II, III y IV. El sistema de Galileo se emplearía durante un par de siglos. No sería hasta la mitad del siglo XIX que los nombres de las lunas Galileanas: Io, Europa, Ganimedes y Calisto, serían oficialmente adoptados, y sólo después llego a ser evidente que identificar las lunas mediante números podría ser bastante confuso a medida que fuesen descubriéndose nuevas lunas adicionales.

  • Ganímedes: Es el satélite más grande de Júpiter y también del Sistema Solar, con 5.262 Km. de diámetro, mayor que Plutón y que Mercurio. Gira a unos 1.070.000 Km. del planeta en poco más de siete días. Parece que tiene un núcleo rocoso, un manto de agua helada y una corteza de roca y hielo, con montañas, valles, cráteres y rios de lava.
  • Calisto: Tiene un diámetro de 4.800 km., casi igual que Mercurio, y gira a 1.883.000 Km. de Júpiter, cada 17 días. Es el satélite con más cráteres del Sistema Solar. Está formado, a partes iguales, por roca y agua helada. El océano helado disimula los cráteres. Es el que tiene la densidad más baja de los cuatro satélites de Galileo.
  • Io: Io tiene 3.630 Km. de diámetro y gira a 421.000 Km. de Júpiter en poco más de un día y medio. Su órbita se ve afectada por el campo magnético de Júpiter y por la proximidad de Europa y Ganímedes. Es rocoso, con mucha actividad volcánica. Su temperatura global es de -143ºC, pero hay una zona, un lago de lava, con 17ºC.
  • Europa: Tiene 3.138 Km. de diámetro. Su órbita se sitúa entre Io y Ganímedes, a 671.000 Km. de Jupiter. Da una vuelta cada tres días y medio. El aspecto de Europa es el de una bola helada con líneas marcadas sobre la superficie del satélite. Probablemente son fracturas de la corteza que se han vuelto a llenar de agua y se han helado.
Así como Galileo en el siglo XVII, nuestra búsqueda en los cielos continúa. Recién comienza, se podría decir. Primero fueron telescopios cada vez más grandes; seguimos con los radiotelescopios para luego salir de la tierra con las misiones de exploración de la Nasa, tales como la misión Galileo a Júpiter. Galileo seguramente hubiera estado muy feliz de haber podido conocer sus descubrimientos.

La nave espacial Galileo lanzada el 18 de octubre de 1989, fue diseñada para estudiar Júpiter. Después de seis años y alrededor de 4 mil millones de kilómetros, llegó a Júpiter el 7 de diciembre de 1995. La distancia entre las órbitas de la Tierra y Júpiter es aproximadamente 624 millones de kilómetros. Estaba programada una encuesta del sistema de Júpiter de 23 meses de duración. El costo total de la misión fue de aproximadamente 1,6 mil millones de dólares.


Programada originalmente para ser lanzada desde el transbordador espacial en 1985, habría estado a Júpiter en 1987. Retrasos en el lanzamiento, el desastre del Challenger en 1986, y el movimiento de los planetas, la puso en un camino mucho más lento y más tortuoso hacia Júpiter.

Galileo ha sido impulsada durante su viaje por maniobras asistida por la gravedad alrededor de Venus en 1990, alrededor de la Tierra en 1990 y 1992, y alrededor del asteroide Gaspra en 1991. También tuvo un sobrevuelo cercano al asteroide Ida, en el que se descubrió una pequeña luna de Ida, de cerca de 1,6 kilómetros de diámetro.

En 1994, Galileo fue el único instrumento en posición de ver los impactos reales del Cometa Shoemaker-Levy 9 contra la superficie de Júpiter.

El viaje de Galileo estuvo plagado de dificultades como el fallo en el despliegue de la antena principal. Esto obligó a la reescritura del software de a bordo de la nave espacial, para hacer uso de la antena de seguridad. Una grabadora de a bordo tuvo que almacenar información durante la transmisión más lenta a la Tierra por esa antena más pequeña.

La sonda Júpiter se separó de la nave espacial en julio de 1995, en preparación para el encuentro con Júpiter en diciembre. Galileo entró en órbita alrededor de Júpiter el 7 de diciembre de 1995.

Muchas otras misiones nos van maravillando con sus descubrimientos. Las hermosas imágenes del telescopio espacial Hubble nos llenaron de asombro, el que se vio empequeñecido por los sensacionales hallazgos del telescopio espacial Kepler, gracias al cual hoy conocemos la existencia de una gran cantidad de planetas orbitando otras estrellas. Tal conocimiento enciende la imaginación de cualquiera.

Esta imagen, tomada por el Telescopio Espacial Hubble en 1995, es probablemente la foto más celebrada de todas cuantas ha obtenido a lo largo de su dilatada fase de operatividad. Muestra una zona de creación estelar en la Nebulosa del Águila (también conocida como M16). Por su estética, además de por su interés científico, se ha dicho de ella que es una obra maestra.
El telescopio espacial Kepler fue lanzado en 2009 y finalizó su misión primaria el 12 de noviembre de 2012. La misión extendida debía prolongarse hasta 2016. Originalmente, estaba previsto que Kepler pudiese detectar una exotierra -un planeta del tamaño de la Tierra situado en la zona habitable de una estrella de tipo solar- durante su misión primaria, pero desgraciadamente las estrellas del campo de visión del observatorio resultaron ser más ‘ruidosas’ de lo previsto. En cualquier caso, debemos recordar que aún no se han analizado los últimos datos recogidos por el observatorio, así que todavía es posible que Kepler pueda descubrir la primera exotierra una vez se procesen todas las observaciones de estos cuatro años.


Kepler ha sido posiblemente la misión más ilusionante de los últimos años. Ha cambiado radicalmente nuestra visión del Universo y ha inspirado a millones de jóvenes de todo el mundo. Son noticias tristes, muy tristes, pero lo que sí podemos decir es que Kepler ha sido todo un éxito rotundo, quizás uno de los mayores éxitos de toda la historia de la NASA. Una misión que pasará sin duda a la historia. Esta maravilla de la tecnología ha descubierto nada más y nada menos que 2740 candidatos a planetas, con 132 de ellos confirmados hasta el momento. Y la búsqueda continúa…


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