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jueves, 22 de diciembre de 2016

Georges Lemaître y el "Big Bang"

La teoría del Big Bang es la mejor explicación científica que tenemos de cómo se creó el Universo. Lo que es menos conocido es la historia de un hombre al que apenas ahora se le está dando el crédito que merece como el científico que nos dio esa teoría.

En 1923, un joven de un pequeño pueblo de Bélgica llegó a la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, para llamar a la puerta de uno de los científicos más conocidos de la época, Arthur Eddington.

Este astrofísico, quien fue quien verificó la teoría de la Relatividad de Albert Einstein, estaba acostumbrado a recibir estudiantes de todas partes del mundo.

Sin embargo, el joven belga que lo visitó era distinto: llevaba un atuendo de sacerdote católico. Su nombre era Georges Lemaitre y ese año que pasó en Cambridge no sólo cambió su vida, sino también nuestra visión del Universo.

Georges Lemaître nació el 17 de julio de 1894 en Charleroi, Valonia (Bélgica). Desde muy joven, Lemaître descubrió su doble vocación de religioso y científico. Su padre le aconsejó estudiar primero ingeniería, y así lo hizo, aunque su trayectoria se complicó porque se pasó a la física y además porque, en mitad de sus estudios, estalló la Primera Guerra Mundial. A la edad de 17 años entró en la Escuela de Ingenieros de la Universidad de Lovaina y estudió ingeniería civil. Después sirvió como voluntario en el ejército belga durante la Primera Guerra Mundial,

Hoy en día, a Lemaitre se le conoce como el padre del Big Bang. Él fue quien empezó a hablar del "huevo cósmico" o la "teoría del átomo primigenio". Fue el primero en proponer la teoría de la expansión del Universo que hoy en día se conocen como las leyes de Hubble, por el físico estadounidense Edwin Hubble.

Es por esto que muchos expertos lo consideran ahora como uno de los científicos y físicos más importantes del siglo XX.


Ciencia y religión

Es imposible entender quién era George Lemaitre y cómo cambió lo que sabemos del mundo, sin reconocer que su ciencia y su fe fueron una parte integral e inseparable de su vida. Su vocación por las dos cosas empezó al mismo tiempo y evolucionó en paralelo.

Desde muy temprano mostró que era precoz en matemáticas y antes de que cumpliera 10 años le dijo a sus padres que quería hacerse sacerdote, pero fue su experiencia en la Primera Guerra Mundial, que lo que convenció de convertirse en sacerdote.

Se cuenta que entre batallas, Lemaitre leía una copia del génesis y el trabajo del físico francés Henri Poincaré. "Conocí a varias personas que coincidieron con Lemaitre en las trincheras", contó el filósofo científico Dominic Lamberth. "Y me dijeron que era muy extraño ver a un soldado que estudiaba ecuaciones con el libro de Poncaré".

Después de la guerra, el joven Lemaitre siguió sus estudios de matemática y física, y completó su preparación para ordenarse como sacerdote. El mismo año que fue ordenado, en 1923, ganó una beca para estudiar con Arthur Eddington, (quien jugó un papel importante para traer al mundo la teoría de la Relatividad de Einstein), en el observatorio de la Universidad de Cambridge.

Según los expertos, el año que pasó en Cambridge fue crucial para que Lemaitre diera una respuesta a la que quizás es una de las preguntas más importantes sobre el Universo: ¿cómo se originó? Un año más tarde viajó a Harvard y al MIT, en Massachusetts, EE.UU., para terminar su doctorado. Cuando regresó a Bélgica, Lemaitre era una de las pocas personas en el mundo que tenía un conocimiento profundo de las nuevas ideas "esotéricas" de Einstein sobre física.

Teoría del átomo primigenio

Lemaitre fue pionero en ofrecer una concepción nueva del cosmos. Y llamó a su idea la "teoría del átomo primigenio", lo que hoy conocemos como la teoría del Big Bang. La idea estaba enterrada en una de las ecuaciones de Albert Einstein, pero disentía de las conclusiones que el científico alemán había sacado de su propio trabajo.

"Einstein descubrió las ecuaciones de la relatividad general que definen cómo se comporta la gravedad", explicó para el programa de radio de la BBC "Stories in Sound" el sacerdote y científico John Polkinghorne. "Pero pensó que el Universo debía ser estático, que no podía cambiar. Mientras que Lemaitre concluyó que el Universo estaba cambiando todo el tiempo, que se estaba expandiendo".

A partir de esa premisa el Universo tenía una historia, no era eterno. Esto contradecía la Teoría del Estado Estacionario, que también se formuló en el siglo XX.

"De acuerdo con este modelo, el Universo siempre ha existido", explicó Wilkinson. "Y si bien el Universo se expande, lo hace con la creación de pequeños pedazos de materia entre las galaxias, al contrario del Big Bang, donde todo empezó a partir de una gran expansión".

Con el descubrimiento de radiación en el Universo, considerada como el eco del Big Bang, el trabajo de Lemaitre allanó el camino para tener una mirada alternativo del espacio.

Fue el primero en demostrar que la idea original de Einstein sobre que el Universo no se expande, es imposible. 

Lemaitre coincidió con Einstein en varias ocasiones y este se mostró impresionado con las ideas del cura belga. En una ocasión, se cuenta que después de que Einstein ofreció una clase, un miembro de la prensa le preguntó cuántas personas en la audiencia pensaba habían entendido lo que había dicho. "Casi seguro que solo una", respondió el científico alemán.


Lemaitre estaba en la audiencia, pero esto no quiere decir que Einstein aceptara con los brazos abiertos que estaba errado en sus conclusiones.

Sin embargo, quizás el mayor opositor a la hipótesis de Lemaitre fue el astrónomo inglés Fred Hoyle, uno de los arquitectos del modelo del Estado Estacionario. De hecho fue Hoyle quien le dio su nombre a la teoría del Big Bang en una entrevista de radio para la BBC.

Si bien Lemaitre era tan apasionado de la ciencia como de la religión, siempre fue contrario a mezclar estas dos disciplinas en un mismo proyecto. Se resistió a la idea de que la religión jugara un papel en el desarrollo de la ciencia, incluso cuando las teorías hablaban del origen del Universo como el Big Bang. Este sacerdote pensaba que era importante mantener una separación entre las ideas científicas y las creencias religiosas sobre la creación.


Falleció en Bélgica, el 20 de junio de 1966.


El "Big Bang"

La teoría del Big Bang propone que el universo se encontraba inicialmente en un estado de gran densidad y tras una gran explosión habría entrado en un proceso de expansión y enfriamiento en el cual nos encontraríamos en la actualidad y creando lo que conocemos como nuestro Universo.

Inmediatamente después del momento de la "explosión", cada partícula de materia comenzó a alejarse muy rápidamente una de otra, de la misma manera que al inflar un globo éste va ocupando más espacio expandiendo su superficie.

Los físicos teóricos han logrado reconstruir esta cronología de los hechos a partir de un 1/100 de segundo después del Big Bang. La materia lanzada en todas las direcciones por la explosión primordial está constituida exclusivamente por partículas elementales: Electrones, Positrones, Mesones, Bariones, Neutrinos, Fotones y un largo etcétera hasta más de 89 partículas conocidas hoy en día.

En 1948 el físico ruso nacionalizado estadounidense George Gamow modificó la teoría de Lemaître del núcleo primordial. Gamow planteó que el Universo se creó en una explosión gigantesca y que los diversos elementos que hoy se observan se produjeron durante los primeros minutos después de la Gran Explosión o Big Bang, cuando la temperatura extremadamente alta y la densidad del Universo fusionaron partículas subatómicas en los elementos químicos.


Cálculos más recientes indican que el hidrógeno y el helio habrían sido los productos primarios del Big Bang, y los elementos más pesados se produjeron más tarde, dentro de las estrellas. Sin embargo, la teoría de Gamow proporciona una base para la comprensión de los primeros estadios del Universo y su posterior evolución. A causa de su elevadísima densidad, la materia existente en los primeros momentos del Universo se expandió con rapidez. Al expandirse, el helio y el hidrógeno se enfriaron y se condensaron en estrellas y en galaxias. Esto explica la expansión del Universo y la base física de la ley de Hubble.

Después de la gran explosión

Según se expandía el Universo, la radiación residual del Big Bang continuó enfriándose, hasta llegar a una temperatura de unos 3 K (-270 °C). Estos vestigios de radiación de fondo de microondas fueron detectados por los radioastrónomos en 1965, proporcionando así lo que la mayoría de los astrónomos consideran la confirmación de la teoría del Big Bang.
La evidencia científica para confirmar la idea de que el universo estaba inicialmente en un estado muy denso, surgió en octubre de 1965, con el descubrimiento de un débil fondo de microondas en todo el espacio. La única explicación posible para este fondo de microondas es que sea radiación proceda de un universo primigenio muy denso y caliente. A medida que el universo se expandía, la radiación se iba enfriando, hasta que quedó el débil remanente que podemos detectar hoy
Uno de los grandes problemas científicos sin resolver en el modelo del Universo en expansión es si el Universo es abierto o cerrado (esto es, si se expandirá indefinidamente o se volverá a contraer).


Un intento de resolver este problema es determinar si la densidad media de la materia en el Universo es mayor que el valor crítico en el modelo de Friedmann. La masa de una galaxia se puede medir observando el movimiento de sus estrellas; multiplicando la masa de cada galaxia por el número de galaxias se ve que la densidad es sólo del 5 al 10% del valor crítico. La masa de un cúmulo de galaxias se puede determinar de forma análoga, midiendo el movimiento de las galaxias que contiene. Al multiplicar esta masa por el número de cúmulos de galaxias se obtiene una densidad mucho mayor, que se aproxima al límite crítico que indicaría que el Universo está cerrado.

La diferencia entre estos dos métodos sugiere la presencia de materia invisible, la llamada materia oscura, dentro de cada cúmulo pero fuera de las galaxias visibles. Hasta que se comprenda el fenómeno de la masa oculta, este método de determinar el destino del Universo será poco convincente.

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miércoles, 14 de diciembre de 2016

Yakuza

La reunificación del Japón fue posible después de la batalla de Sekigahara, en la que venció Ieyasu Tokugawa en 1600 imponiendo al país una paz duradera que después de incontables guerras civiles dio un duro golpe a la casta de los guerreros. Medio millón de Samurai expertos en el arte de la guerra se vieron privados de empleo.


Los que tuvieron más suerte se convirtieron en comerciantes en los centros urbanos en ciudades como Osaka, Nagoya y Edo, la antigua Tokio. Otros se transformaron en funcionarios, filósofos, literatos, jugadores o actores ambulantes. Pero hubo otros, una gran mayoría, que iban por libre rumbo, frecuentando desafíos y vendiendo su espada al mejor postor. Estos hombres se conocían con el nombre de "kabuki-mono" (los locos), nombre que se hizo conocido por las autoridades locales. Su estilo de vestir raro, los cortes de pelo distintivos y el mal comportamiento, al mismo tiempo llevar la espada, hizo que rápidamente llamaran la atención de todos. Muchos se transformaron en bandidos, los “Hatamoto-yakko” saqueando ciudades y aldeas mientras que erraban por todo el Japón. Unidos por la necesidad, se convirtieron en clanes que controlaban territorios convirtiéndose en mafias que cuidaban de negocios poco originales como la prostitución y el juego, ampliando luego sus miras en el pasado cercano a las drogas y la “protección” a restaurantes, bares y pequeñas empresas no muy santas. 

Los Kabuki-mono tenían la mala costumbre de acosar y aterrorizar a todos en sus alrededores. Podían hasta apuñalar a la gente por placer. Kabuki-mono eran samurais distintivos, que le daban nombre a sus bandas de miedo y hablaban en jerga vigorosa. Algo que fue notable fue, su lealtad entre sí. Se protegían entre sí independientemente de la amenaza, también si eso significaba ir en contra de sus propias familias.

Los Kabuki-mono eran de los samurais con principio (caballeros) que durante el tiempo de paz entre reinos se han visto obligados por el desempleo. 

Eran conocidos como “Ronin” (samuráis sin señor), y varios de ellos comenzaron a pasear por el Japón como bandas de ladrones, saqueando aldeas y pequeñas ciudades. Los Yakuza, sin embargo, no quieren ver a los kabuki-mono como sus "antepasados". En su lugar los Yakuza ven a los Machi-yakko (servidores de la ciudad) como sus antepasados, como su origen. Estos servidores se levantaron en armas defendiendo las aldeas y las ciudades del abuso y el dominio de los "Hatamoto-yakko". Naturalmente, estas milicias populares, no tardaron en transformarse en pequeños feudos organizados jerárquicamente, tomando a su vez el control del juego, la prostitución y extorsión. 

El origen de los Yakuzas se remonta muy atrás, rondando al año 1612. La palabra Yakuza significa 8-9-3. Ya significa "8", ku "9", za "3". No se trata de Black Jack, sino de su equivalente japonés  "Oicho-Kabu". La diferencia general entre los dos juegos de cartas es que en Oicho-Kabu el objetivo de las tarjetas debe ser 19 en lugar de 21 como en el Black Jack. Como se ve, la suma de 8, 9 y 3, es 20, que no tiene ningún valor en el Oicho-Kabu. Es a partir de allí el nombre Yakuza, personas que de alguna manera no encajan en la sociedad "los inadaptados de la sociedad".

Casi todos los miembros de la yakuza tienen el mismo tipo de pasado: los delincuentes pobres y marginales. La Yakuza se convierte en una familia para ellos. Reciben ayuda con sus problemas, llaman la atención y pueden sentir una cierta seguridad. 

La costumbre de cortarse un dedo fue utilizado como acto de compensación ante el "Oyabun" por un error cometido. También fueron los que comenzaron la tradición de los tatuajes.

Los Yakuza entonces comenzaron a organizarse en familias o clanes, adoptando un lazo de obediencia conocido como "Oyabun-Kobun" (rol/padre-rol/hijo) ,así como el estricto respeto por el secreto y el reconocimiento de una jerarquía, copiado todo ello de las cofradías de los Bakuto. El Oyabun es el ”padre“, proporcionando consejo, protección y ayuda; el Kobun actuaba como el ”hijo“, jurando lealtad absoluta y sirviendo siempre que el Oyabun lo necesitara. Este sistema feudal otorga el control total e incuestionable al Oyabun. Las promociones dependen de la conducta de los miembros del clan especialmente en las luchas entre familias. La habilidad y la lealtad hacia el Oyabun cuentan enormemente, siendo entonces la promoción interna del Kobun algo muy difícil de lograr. El Kobun comienza corrientemente por prestar servicio al Oyabun, haciéndole de recadero, haciendo sus compras y cuidando de sus hijos. Como puede verse una relación muy parecida a la de un joven "Bushi" con su "Sensei".

A finales del siglo XIX, la Yakuza comenzó a salpicar a la política, introduciéndose a través de ciertos políticos y funcionarios. Cooperaron con el gobierno para conseguir cierto reconocimiento oficial, o por lo menos una cierta libertad del hostigamiento al que se les sometía. Las cosas cambiaron, cuando el puerto de Pearl Harbor fue bombardeado en las islas Hawaii. Los miembros del Yakuza trabajaron a favor del gobierno, vistiendo como enfervorecidos patriotas el uniforme. Otros, los menos comprometidos con la causa, ingresaron en cárcel.

Tuvieron que caer las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki para que apareciera el verdadero mentor de la Yakuza moderna, el Oyabun Yoshio Kodama (1911-1984). Este verdadero primer "padrino" japones se hizo fuerte en 1950, después de haber tenido un misterioso pasado como agente de su país en el sudeste asiático, y de haber sellado un pacto de cooperación entre algunas bandas mafiosas y las autoridades que surgieron en Tokio una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Durante los años de la ocupación las cuadrillas podían actuar con total impunidad puesto que la policía civil estaba desarmada. A partir de Kodama todo fue diferente, la Yakuza no olvidaría sus métodos criminales pero su objetivo estaría en la mimetización de sus intereses con el mundo legal de los grandes negocios. La Yakuza comenzó a tomar otra forma durante este período, "el gurentai", que se aprovechó del vacío de poder en el gobierno, pues la ocupación americana barrió lejos a las capas sociales altas de control del gobierno y los negocios. Durante este período, la Yakuza llegó a ser muy violenta, tanto a escala individual como colectiva. A principios de los 60 la Yakuza tenía 184.000 miembros -más que el ejército japonés- Entonces comenzaron a salir fuera de sus territorios habituales, teniendo como resultado guerras sangrientas y violentas.

Un verdadero especialista en estos temas, el periodista Takano Hajime, de la revista Business Week, considera que la verdadera infiltración de la Yakuza en las actividades corporativas y financieras del sistema se registra a partir de la década del 80, cuando en Japón se pusieron de moda las grandes especulaciones en los mercados inmobiliarios y de valores. Primero crearon fondos de inversión y luego se dedicaron directamente a la construcción y comercialización de propiedades de lujo. Las autoridades japonesas y las agencias de seguridad norteamericanas y europeas estiman que la Yakuza está involucrada en por lo menos sesenta grandes conglomerados empresarios y bancarios, y que maneja miles de millones de dólares provenientes de actividades desplegadas en Japón, los Estados Unidos y otros países. 

En los años 50 y 60, el cine japonés los convirtió en héroes con aire legendario, bellos gansters que sacrificaban sus vidas por los valores tradicionales del Japón. Sin embargo se dice que si esto fue así, se debió a que fueron ellos mismos quienes financiaron dichos filmes.

La Yakuza y las artes marciales

La practica de las artes marciales tradicionales es inherente en muchos de los miembros Yakuza. Especialmente la instrucción en el manejo del sable japonés (Katana) es parte de la base formativa de un miembro de relevancia. El Kendo/Kenjutsu, Iai-Do/Iai-Jutsu y el Batto Do/Batto Jutsu así como Ju-Jutsu, Karate (especialmente este último en estilos de “contacto pleno”) Otras, han sido practicadas para conseguir una eficacia real de combate.

En sus luchas internas era bastante normal el uso de la Katana para resolver sus deudas, aunque actualmente se tiende cada vez más al uso de armas de fuego, menos “caballerescas” pero más efectivas.

Por supuesto la práctica que realizan estos miembros no se efectúa en un Dojo tradicional. Se buscan lugares afines donde el instructor y afiliados compartan una misma ideología. El objetivo primordial de estas prácticas incide en demostrar el Valor y la Fortaleza además de obtener un elevado nivel de eficacia. El desprecio por la debilidad, el miedo o el dolor es patente en todo entrenamiento kendo.

Algunos Maestros de Artes Marciales Tradicionales actuales con renombre, pero especialmente de los años 50 y 60, han mantenido y mantienen contactos con la Yakuza, especialmente dentro de su carácter nacionalista. Asimismo, la Yakuza tiene a su vez instructores propios y Maestros de alto nivel, alguno de los cuales no se quedan tan solo en conocimientos “teóricos” en su sistema de combate.

Existen también numerosas historias de Maestros de Artes Marciales que se enfrentaron en algún momento a la Yakuza, como el desaparecido Maestro de Karate Seikichi Toguchi, el cual se negó a pagar “protección” a la Yakuza local, por abrir un negocio y que fue atacado una noche por varios integrantes de la mafia japonesa. Dieciocho resultaron heridos 


La Yakuza hoy

Antes Bushi errantes caídos en desgracia, luego mercenarios y hoy día gansters ligados a sus tradiciones, los Yakuza se dividen en unos 24 clanes con un total de 90.000 miembros. El "Yamaguchi-gumi" es hoy en Japón el mayor sindicato y con mayor poder. Los otros dos sindicatos importantes son "Ichiwa-kai" y "Sumiyoshi-kai" en el área de Tokio. 

Kamon de Yamaguchi-gumi
Al principio de los años 80, el Yamaguchi-gumi controlaba cerca de 2500 negocios, los casinos de juego, las inmobiliarias, e invirtió económicamente en los deportes y en sociedades y empresas privadas. En la actualidad también se dedican al narcotráfico, el contrabando y la pornografía. En 1983 un alto cargo de la jerarquía se separó del clan Yakuza del Yamaguchi-gumi y creó su propio sindicato, el Ichiwa-kai. En 1985 asesinaron al jefe fundador del Yamaguchi-gumi, originando una sangrienta guerra por el poder del clan. Durante este conflicto el Yamaguchi-gumi saltó a los EE.UU. para financiar su guerra. Es por aquella época que la mayoría del mundo occidental conoció el nombre de la Yakuza, ya que Hollywood comenzó a explotar el miedo por la Yakuza.

Es en Hawaii, al final de los años 70, que los Yakuza fueron detenidos por vez primera fuera de Japón. Desde esa fecha, no han cesado de tener contactos con los traficantes de droga americanos. Pero el fenómeno Yakuza no se limita tan solo a la actividad criminal, sino que su aspecto más inquietante es su militancia política. Admiradores incondicionales del Emperador, nostálgicos de los valores guerreros del Japón feudal, los Yakuza mantienen lazos con los medios extremistas ultra-nacionalistas. En algún sentido y tal como ellos lo entienden, se consideran los últimos herederos de los Samurai.

A la Yakuza se le acusa hoy de desempeñar un papel importante en crear la ”economía de la burbuja ” de finales de los años 80. Aprovechándose de la fiebre de la especulación de la época, especialmente en el negocio de las propiedades inmobiliarias, los clanes encontraron mucho campo de acción. Los implicados en el negocio de la "jiegeya", por ejemplo, visitaban una pequeña comunidad antigua de propietarios cuyas casas y apartamentos estaban concentrados a la sombra de los rascacielos del centro de la ciudad y "persuadían" a sus propietarios para que vendieran sus casas y terrenos. 

Estos clanes contactaban entonces con las compañías importantes de las empresas inmobiliarias, a quienes ellos vendían las propiedades a un precio muy superior al que las habían adquirido. Estas compañías inmobiliarias conseguían los terrenos para construir sin el trabajo de echar a los inquilinos y a un precio que les permitía un buen negocio, así que comenzaron a comprar inmuebles a cualquier persona o entidad fuera o no Yakuza o tuvieran relación con ella. Una vez que las conexiones fueran establecidas con las instituciones financieras, la Yakuza, conociendo perfectamente el negocio de la jiegeya comenzó a introducirse en el negocio de las propiedades inmobiliarias, edificando y construyendo campos de golf que explotaban ellos mismos. Esto les permitió blanquear el dinero conseguido por otros medios ilegales, a la vez que les daba cierto aspecto de legalidad mediados los años 80.

En la actualidad la Ley japonesa los ha convertido poco más que en invisibles ya que en 1992 el Gobierno declaró una Ley antibandas que los sitúa fuera de la legalidad. Se le prohibió exhibir la insignia y el nombre de su clan así como cualquier otro símbolo. Sin embargo no se les ha erradicado, ni hecho desaparecer del todo.

Siguen controlando el juego, la droga y la prostitución, además pujan en la bolsa, son los secuaces de la extrema derecha japonesa y se han especializado en infiltrase en las estructuras legales del mundo empresarial y financiero. 

Antes pactaban con la Ley, ahora están fuera de ella, aun así sólo en Tokio controlan unos 2.500 negocios y cientos de millones de dólares al año. Utilizan como tapaderas organizaciones religiosas, políticas y de negocios. 

En la actualidad está dividida en 3.000 clanes con un total de 100.000 miembros, el más importante es el denominado Yamaguchi-gumi, el cual se estima en unos 40.000 miembros activos, considerándose el hampa más grande del mundo, no sólo por el número de miembros sino también por su poder económico. Les siguen los clanes Sumiyoshi Rengo-Kai y Inagawa-kai, que en conjunto con el clan Yamaguchi-gumi mueven alrededor de 15.000 millones de dólares anuales.

Costumbres Yakuza

Las costumbres de la Yakuza se deben a un exigente y riguroso código de conducta típico de la antigua sociedad del Japón denominado "Giri" (Obligación).

El grado máximo en la Yakuza es el "Oyabun" o "Oyaji" que quiere decir “buen padre”.

Las clases de Yakuza son, Oyaji ("buen padre"). "Anego", ("hermana mayor" que es la mujer del Oyaji). "Nidaime" (que significa "el heredero del Oyaji"). "Kumiin" (que significa “miembro”). "Chinpira" (significa "el matón de barrio"). "Teppoudama" (que significa "pistolero").

Es muy conocido el hecho de cortarse la última falange del dedo meñique de la mano izquierda cuando cometen un error. Esto junto con los tatuajes son los símbolos más espectaculares y conocidos concernientes al universo de los Yakuza, pero no especialmente los más importantes. Lo que cuenta ante todo en el interior de los clanes, es la Disciplina, el Coraje y la Lealtad, ese pensamiento lleva a sus miembros hasta la muerte si es necesario. 

El robo, la violación, la traición, la desobediencia o la cobardía no son solo graves delitos, sino que afectan directamente la reputación y el honor del clan. Las penas por estos crímenes son en orden decreciente; la muerte, la expulsión (los expulsados no pueden encontrar trabajo en ningún otro clan) y por fin, el ceremonial "Yubitsume", el culpable debe de cortarse la última falange del dedo meñique y ofrecérsela al Oyabun, envuelta en una tela de seda. Esta es una herencia proveniente del barrio Yoshiwara en Tokio, costumbre que indicaba la devoción de una prostituta hacia su proxeneta. Esta auto mutilación tenía también una consecuencia práctica. El individuo que la llevaba a cabo veía sus capacidades para combatir extremadamente reducidas: la presión del dedo en cuestión, es en efecto indispensable para coger adecuadamente con las manos el sable. Según datos de la policía japonesa, en 1971, el 42% de los Bakuto presentaban esta mutilación, y el 10% de entre ellos la habían cumplido en al menos dos ocasiones.


La Yakuza es una sociedad de hombres que no confía en las mujeres. La única mujer visible del grupo es la esposa del Jefe, llamada "Anego". A elle se le guarda el mismo respeto que al Jefe, pero no interviene en el "negocio", su posición dentro del grupo se limita a ser la esposa del Jefe. La desconfianza hacia la mujer, es debida a la creencia de que esta es un ser débil que no han nacido para luchar. Este es un concepto totalmente machista, por el que opinan que para un miembro de la Yakuza, lo más importante es el coraje y en una batalla se debe estar dispuesto a morir por su Clan y su Oyabun. El hecho de que piensen que las mujeres han nacido para ser madres y cuidar e sus hijos y maridos hace que su inclusión en los negocios del grupo sea imposible. En caso de ser torturadas, piensan que podrían delatar las actividades y a sus miembros.

En defensa de su imagen alegan que no matan a "katagis" (personas no Yakuzas) y que sólo actúan por su código de honor. Tiene prohibido matar a un civil, el robo es vergonzoso, son especialmente orgullosos y odian el ser insultados o que no se les dé el trato adecuado a su estatus. Una venganza común entre ellos es violar a la hija o a la hermana del enemigo.

Sus símbolos

A los miembros de la Yakuza se les puede reconocer por sus trajes a la moda, gafas negras, pelo corto y los brazos tatuados. Los jóvenes se visten ahora en plan hip-hop y son más violentos y descontrolados.

Los famosos tatuajes, son el símbolo por excelencia de los diferentes clanes Yakuza. El número de tatuajes no crea la diferencia entre los diferentes miembros de un clan, es decir no es más importante el que más lleva. Los motivos que se tatúan van desde dragones y carpas a paisajes de guerreros Samurai con sus armas en la mano. Los diferentes clanes no tienen símbolos propios, ya que los tatuajes Yakuza están basados en antiguas leyendas japonesas. Se trata de que el cuerpo sirva como expositor para expresar una épica historia tradicional japonesa con la que se identifican. No obstante no son de uso exclusivo de los gansters japoneses. Sus cuerpos están tatuados de manera estratégica, para que al poner el traje queden totalmente ocultos.


Un gran número de artesanos cuyo trabajo les obligaba a trabajar medio desnudos, también escogían esta práctica del tatuaje, dando nacimiento a verdaderas obras de arte. 

Irezumi: 
Para los japoneses, los tatuajes son el arte del "Irezumi", o más clásico y elegante "Hori-mono"que significa: "que es tallada", "esculpida" o "grabada". La palabra más utilizada es Irezumi, y puede ser utilizada como un adjetivo o un sustantivo, aplicado tanto a los tatuajes, el portador de un tatuaje o el diseño de tinta en sí, de hecho, puede referirse a ese grupo de personas que están involucradas en el arte del tatuaje. 

En el Japón de hoy, hay tal vez un centenar de profesionales reconocidos de Irezumi y tal vez 75,000 a 100,000 usuarios de los tatuajes. En un país densamente poblado de 127 millones de personas, es una pequeña proporción de personas de hecho. Sin embargo, el misterio asociado con la Irezumi sigue y sigue impresionando. Tanto es así, que la práctica de Irezumi es tanto un arte legítimo como la marca de la Yakuza, un elemento criminal de la sociedad japonesa. 

Todos los tatuajes significan algo. Por lo general los símbolos que representan las cualidades (buena o mala), ya sea poseído o deseado. En Occidente, por ejemplo, una de las imágenes más populares ha sido el águila, habida cuenta de las cualidades de la valentía y la nobleza. Otro es el corazón, un símbolo de la fidelidad, la honestidad, y así sucesivamente. En Japón también el diseño del tatuaje simboliza este tipo de cualidades. El tatuaje japonés clásico se limita a la variada flora y fauna, a los motivos religiosos, y a la representación de los héroes y figuras populares (todos los cuales tienen cualidades simbólicas particulares) 
  • La peonía: simboliza la riqueza y la buena fortuna. 
  • El crisantemo: simboliza la firmeza y la determinación. 
  • La flor del cerezo: es el símbolo de todo lo que es transitorio y efímero en la vida - el samurai adoptó la flor de cerezo como una insignia personal, lo que indica que podrían morir en la batalla del día siguiente.
  • León: también conocido como "el perro del templo chino", simboliza la protección.
  • La carpa (por lo general una está nadando contra corriente y otra aguas abajo) 
El Departamento de Medicina de la Universidad de Tokio tiene una gran colección de tatuajes famosos. Colección de las pieles Irezumi (en su mayoría de yakuzas o jefes de familias Yakuzas), arrancada del cuerpo después de la muerte de las personas, por supuesto, con su consentimiento mientras estaban vivos. Pero aún existen algunas dificultades. Por ejemplo, algunas personas en el familia están en contra, incluso si existe un consentimiento del jefe de la Yakuza.

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jueves, 24 de noviembre de 2016

Tragedia en Lidice

El Obergruppenführer de las SS, Reinhard Heydrich, era vicecomandante de la SS, bajo las órdenes de Himmler, y jefe del Reichssicherheirshauptamt (o RSHA, Oficina Central para la seguridad del Estado). Como tal supervisaba todas las fuerzas de seguridad del Reich, incluyendo la policía y la Gestapo, y, por lo tanto, era uno de los hombres más poderosos de la jerarquía nazi. Era aún relativamente joven, y además enérgico, eficiente e incapaz de sentir el menor remordimiento. 

Hitler dijo de él: “Heydrich tenía el corazón de piedra”. Él fue el protagonista del gran plan hitleriano de expansión hacia el Este: las fronteras alemanas se extenderian hasta el Volga, y se desplazaría de sus tierras de origen a 30.000.000 de eslavos. Las tierras no ocupadas las colonizarían los alemanes, y en estos vastos territorios Reinhard Heydrich reinaría como un virrey, sometido tan sólo al propio Hitler. En 1941 parecía que la guerra había acabado prácticamente: las fuerzas de trabajo de las razas inferiores se aprovecharían aún durante unos meses en la industria y después se pondría en práctica el grandioso proyecto. Pero el día 27 de mayo de 1942, agentes checos al servicio de Gran Bretaña sorprendieron el automóvil de Heydrich mientras aminoraba su velocidad en una curva: se le lanzó una granada que hizo saltar el vehículo, y el “protector” del Reich, mortalmente herido, fue llevado a Praga, donde murió poco después.

Hitler se enfureció, y, como era característico en él, lo que quiso no fue justicia, sino venganza. Y, en efecto, como represalia ordenó la ejecución inmediata de 30.000 checos. Karl Hermann Frank, secretario de Estado en los Sudetes, a quien la muerte de Heydrich ascendió al mando supremo en Praga, se mostró indeciso, argumentando que con ello se reducirían seriamente las fuerzas de trabajo que el Protectorado tanto necesitaba. Entonces Hitler modificó su orden en el sentido de limitarla al arresto de 10.000 rehenes. Pero aquella misma noche, el 27 de mayo, le llegó a Frank una orden de prioridad de Himmler que decía:
“En vista de que los intelectuales son nuestros peores enemigos, fusila a 100 de ellos esta noche”.
Así, en pocos días, se arrestó a 3188 checos, de los cuales se ejecutó a 1357, mientras otros 657 murieron durante los “interrogatorios” de la policía. en total perecieron más de 2000. 

Sin embargo, todo eso no llegaba a satisfacer a Hitler. El 9 de junio, un día después del funeral de Heydrich, Frank recibió instrucciones secretísimas del Führer para llevar a cabo una acción especial de represalia que les diese a los checos una lección definitiva de sumisión y de humildad.

Funeral de Heydrich
Debía elegir una pequeña comunidad obrera, cerca de un centro industrial, y destruirla por completo. Este plan se adaptaba a la mentalidad de Frank: su odio a los checos era patológico, y él mismo había hecho ya sugerencias en este sentido. Parece ser que se eligió Lídice (Liditz en alemán), según el principio publicitario que induce a un hombre a comprar un determinado jabón por haber visto su nombre escrito en alguna parte. Y daba la casualidad de que Lídice era un nombre fichado. En efecto, dos hombres de este pueblo abandonaron Checoslovaquia en 1939, y se supo que se habían enrolado en la RAF. Sin duda se lanzaron en paracaídas y. tras matar al protector, debían estar escondidos en el citado pueblo. Como Berlín exigía una acción inmediata, aquella misma noche se envió a Lídice a dos agentes de la Gestapo para que prepararan las “pruebas” necesarias que había que descubrir a la mañana siguiente.

Lídice era una pequeña y agradable localidad campesina, situada a unos 16 Ion de Praga. Formaba una comunidad unida, sin grandes diferencias sociales y religiosas. Las mujeres efectuaban la mayor parte del trabajo del campo, y los hombres trabajaban en el centro industrial de Kladno, a 7 km del pueblo. 


La inesperada visita de la Gestapo


Hacia las 4,30 horas de la tarde del 4 de junio, el día de la muerte de Heydrich, dos columnas de camiones cargados de tropas aparecieron en el pueblo. Tras saltar de los vehículos, los soldados se desplegaron por los campos, formando un cordón con el que rodearon el pueblo y a sus asustados habitantes, a los que reunieron en la carretera. Los hombres de la Gestapo, con sus uniformes negros, hicieron breves preguntas a los campesinos, identificando atentamente a cada individuo según unas listas mecanografiadas. Mientras tanto, la policía revolvía de arriba abajo todas las casas, volcando muebles y accesorios y dejando el caos tras ella. Después, inesperadamente, el grupo volvió a subir a los camiones y se alejó. De momento se llevaron tan sólo a la señora Stribmy y a su hermano, y a toda la familia Koralc, ocho hombres y siete mujeres. El día 10, los alemanes aparecieron de nuevo, esta vez de noche. Eran las 21,30 y mucha gente se habla ido a dormir cuando llegó un convoy de camiones cargados de policía militar, que cercó el pueblo y bloqueó todas las salidas. Al mismo tiempo, una escuadra de SS y oficiales de la Gestapo irrumpió en la plaza. Hicieron salir a todos los habitantes (muchos no tuvieron tiempo ni de vestirse) y los alinearon en el centro; los hombres a un lado y las mujeres y los niños a otro. Una vez más, los alemanes comprobaron los hombres uno por uno en sus ordenadas listas.

Mientras tanto, escuadras de la Schiitzpolizei iban de casa en casa, confiscando metódicamente todos los objetos de valor. Las “pruebas comprometedoras”, previamente proporcionadas por sus colegas, se descubrieron muy pronto. A continuación reunieron y se llevaron el ganado, y recogieron y cargaron en los carros los utensilios y aperos agrícolas. El saqueo continuó toda la noche. Cuando, a las cinco del día siguiente, se volvieron a abrir las puertas de la escuela y salieron las mujeres, encontraron el pueblo reducido a un estado miserable, con las calles cubiertas con los restos de los objetos de su propiedad. A continuación las hicieron subir a unos camiones cubiertos y se las llevaron, sin que ninguna supiera dónde o por qué. La escuadra especial de exterminio llegó de Praga. Fueron colocando sucesivamente contra la pared del granero una serie de colchones para impedir que rebotaran las balas y después fueron sacando, de diez en diez, a los hombres y a los muchachos, los colocaron en fila y los fusilaron. 


No se dejó nada

La obra de borrar a Lídice del mapa continuó, con eficiencia profesional, ante los ojos del mismo Frank y del nuevo Reichtprotektor provisional, Kurt Dalüge, quienes llegaron de Praga para asistir personalmente a tanta destrucción. Mientras la escuadra de exterminio se encargaba de los hombres, otros grupos rociaban las casas con gasolina para incendiarias. Llegaron después los ingenieros con cargas de dinamita para volar las paredes que aún resistían, y después más soldados con bulldozers, que aplanaron las ruinas, arrancaron los árboles de raíz y. rellenaron el lago. Incluso desviaron el curso del torrente. Y para no dejar ningún signo que pudiera reconocerse, araron toda la extensión de los escombros. Todo lo que quedó de Lídice fue una gran mancha oscura, formada por montones de escombros, triste y estéril, en la extensión de los campos cultivados. 
Vista aérea de Lidice, antes y después de su destrucción
Mientras tamo, el resto de la población, 198 mujeres y 98 niños, fue conducido a Kladno, donde los encerraron a todos en el gimnasio de la escuela superior y los abandonaron durante tres días, sin comida y sin servicios higiénicos. En estas condiciones, una mujer dio a luz prematuramente. Cuando, por fin, las sacaron, se encontraron frente a un grupo de SS armados, cuyo oficial les dirigió unas breves palabras Dijo que en Lídice se hablan tomado “las medidas necesarias”, y que a ellas se las mandada a un lejano campo; pero que a causa de las dificultades de transporte, los niños iban en autobús y el resto viajarla en tren. 

La perspectiva de separarse de sus hijos provocó en la multitud de mujeres, sucias y desoladas, un grito y un movimiento de protesta general, por lo que los guardias levantaron los fusiles y dispararon al aire. Cuando volvió a hacerse el silencio, el oficial afirmó que, si surgían dificultades, los fusilaría a todos. Mientras hablaba, los soldados de las SS avanzaban entre la multitud arrancando los aterrorizados niños de los brazos de sus madres y amontonándolos en camiones. Cuando acabaron de ocuparse de los niños amontonaron a las mujeres en vagones de ganado. Una de ellas. la señora Hronikova, viendo a un ferroviario al que conocía, consiguió cruzar con él algunas palabras. Intentó darle un mensaje para los que había dejado en Lídice: pero el hombre apenas tuvo tiempo de decirle que su casa ya no existía. Después se cerraron las puertas y el tren comenzó su largo y lento viaje hacia Ravensbrück. Allí se quedaron las demás, y durante tres años soportaron trabajos, hambre y malos tratos en aquel famoso campo de concentración, sin noticias de sus maridos. ni de sus hijos, ni de sus casas. Al llegar las tropas aliadas, muy pocas de esas mujeres vivían aún. Se inició entonces la búsqueda de aquellos niños que sus madres habían visto por última vez en el patio de la escuela de Kladno, tres años antes. De los 99 niños que se habían llevado de Kladno, ocho fueron trasladados a Praga para ser educados como alemanes. A los demás los llevaron a Lodz, en Polonia donde la oficina para la selección de la raza había escogido a otros nueve que parecían “adecuados” para la germanización. Sólo esos 17 elegidos sobrevivieron, y volvieron después con los suyos. 

Las autoridades nazis no Intentaron ocultar lo que habían hecho. Al contrario, transmitieron por radio a todo el mundo su triunfo sobre Lídice. Unos días después de la horrible matanza, la radio alemana anunció que se había descubierto que todos los habitantes de aquel pueblo estaban implicados en la muerte del “protector” del Reich, Heydrich y que además estaban tal servicio activo del enemigo exterior. Por consiguiente añadía
“Se ha fusilado a todos los hombres, internado a las mujeres en campos de concentración y se ha colocado a los niños en institutos de educación. Se han demolido las casas y los edificios y se ha borrado el nombre del pueblo”
Cuando se conocieron los hechos se levantó en todo el mundo un grito de horror. Se constituyeron comisiones que se comprometían a recordar y ayudar al pueblo tan brutalmente destruido; compromisos que después se cumplieron. En muchas naciones se erigieron monumentos conmemorativos; en Brasil y en Estados Unidos se rebautizaron dos pueblos con el nombre de Lídice. Así, lejos de borrar su nombre, los nazis, como podían haber previsto, le aseguraron un recuerdo perenne.

miércoles, 26 de octubre de 2016

La batalla del Golfo de Leyte

La mañana del 20 de octubre de 1944, el sol que se elevó sobre el golfo de Leyte, en las Filipinas centrales, iluminó la mayor y más poderosa concentración de medios de asalto anfibios y de buques de guerra que jamás se había visto en el Pacífico. Más de 700 unidades navales, entre buques de transporte, navíos de guerra y buques auxiliares y de apoyo se encontraban en las aguas al este de la isla de Leyte. Y en alta mar, al Este y al Norte, cuatro poderosas fuerzas de tarea compuestas de de portaaviones y de acorazados garantizaban la cobertura. Centenares de aviones sobrevolaban constantemente la zona, manteniéndola bajo su dominio, y otros muchos se preparaban para apoyar el ataque que cuatro divisiones americanas lanzarían, por la mañana, contra las costas de Leyte. 

Los planes norteamericanos

La isla de Leyte tiene unos 184 km de longitud, mientras su anchura máxima apenas llega a 72 y la mínima a sólo 24. Para la conquista de la isla el general Douglas MacArthur disponía de 200.000 hombres del Ejército 6, al mando del general Krueger; de las Fuerzas Aéreas del Extremo Oriente, del teniente general George G. Kenney, con más de 2500 aviones de combate, y de la VII Flota, al mando del vicealmirante Thomas C. Kinkaid —a menudo denominada “la marina de MacArthur“—, que comprendía más de 100 buques de guerra y otros 500 entre transportes, buques auxiliares, embarcaciones de desembarco y otras unidades de apoyo, y 500 aviones. También estaba presente, en misión de apoyo, la III Flota del almirante William F. Halsey, uno de los más poderosos grupos navales que jamás se hubieran reunido, compuesto por casi un centenar de modernos buques de guerra y más de un millar de aviones, pero que, sin embargo, no se había puesto al mando directo de MacArthur.

Vice Almirante Kinkaid
Almirante Halsey
Kinkaid debía llevar a cabo el cometido de conducir el Ejército 6 a Leyte y proceder a las operaciones de desembarco. Entre tanto, Halsey proporcionaría la necesaria cobertura mediante incursiones aéreas sobre Filipinas, Formosa y las Ryukyu, mientras los portaaviones de escolta, a las órdenes de Kinkaid, procederían a facilitar el apoyo aéreo inmediato. Al terminar el período inicial se calculaba que el general Krucger se habría asegurado la posesión de los aeródromos situados al este de Leyte, de forma que Kenney podría trasladar allí los cazas y los bombarderos ligeros para relevar a los aviones de apoyo de la Marina. Luego, el Ejército 6 procedería a la ocupación de toda la isla. La invasión de Leyte se diferenciaba de las anteriores operaciones de MacAnhur porque se llevaba a cabo fuera del radio de acción de los aviones terrestres. Y en el caso de que faltara la protección de los portaaviones, la operación corría el riesgo de fracasar. Por este motivo, el apoyo naval adquiría una importancia decisiva. Y, sin embargo, la misión principal de Halsey, que todavía operaba a las órdenes de Nimitz, no era proteger la cabeza de desembarco, sino la de destruir a la Flota japonesa lo cual significaba que podría retirar, en el momento que lo juzgase oportuno, sus medios de apoyo a la invasión. Por ello el éxito de los norteamericanos dependía de un sólo factor: la rapidez con que el general Kenney lograse llevar sus unidades aéreas a Leyte. Y en este punto entraba en juego un nuevo elemento: las condiciones atmosféricas. Desde septiembre hasta comienzos de la primavera, la parte oriental de Leyte está expuesta a frecuentes lluvias torrenciales y a tifones. El terreno se impregna casi completamente de agua, y, por lo tanto, el plan de construir aeródromos resulta sumamente difícil. El Estado Mayor de MacAnhur se daba cuenta de todos estos inconvenientes. Pero la única manera de evitarlos habría sido demorar la invasión de Leyte en espera de asegurarse algunas bases en Mindanao, o bien en espera de que el tiempo mejorase, dejando escapar así la ocasión de asestar el golpe a los japoneses en un momento en que se encontraban en condiciones de inferioridad. Era mejor, pues, correr algún riesgo para conseguir una rápida victoria. 

Los planes japoneses

Los planes nipones, denominados convencionalmente “Sho” (victoria), pretendían defender importantes sectores comprendidos entre las Kuriles y las Filipinas. Los invasores norteamericanos debían ser sometidos a un ataque combinado desde el mar y el aire en el curso de las operaciones de desembarco. Sería una tentativa extrema, guiada con la máxima decisión, para destruir de un solo golpe, asestado en el último momento, los buques de transporte y los buques de apoyo.

Vice Almirante Kurita
Vice Almirante Ozawa
Los pocos portaaviones japoneses supervivientes, que podrían prestar una escasa contribución a la acción con sus aviones, se emplearían más bien como. ”buques cebo”, a fin de atraer fuera de la zona de los desembarcos a los portaaviones norteamericanos y exponer el resto de las fuerzas de invasión a los asaltos de los aviones con base en tierra y al fuego de la artillería naval. Las características esenciales de los planes “Sho” eran la oportunidad y la rigurosa coordinación de las acciones. Pero, por desgracia. la organización de mando, confusa y descentrada, impidió a los japoneses ejercer una supervisión central, premisa indispensable para la realización de sus objetivos. Esto se produjo, de modo especial, en el caso del plan “Sho-1”, que preveía la defensa de las islas Filipinas, donde, pese a su importancia, no existía un mando único para coordinar las operaciones terrestres, navales y aéreas. La dirección de las operaciones terrestres se había confiado al Ejército 14, cuyo nuevo comandante, general Tomoyuki Yamashita, no llegó a Filipinas hasta primeros de octubre. El Ejército 35, al mando del teniente general Sosaki Suzuki, dependía de Yamashita. En cambio, el 4.° Ejército aéreo del teniente general Kyoji Tominaga, con base en Filipinas, no estaba bajo el mando de Yamashita. Tanto este último como Tominaga eran responsables ante el mariscal conde Hisaichi Terauchi.

Por su parte, las fuerzas navales operaban en completa independencia de los mandos mencionados. Prácticamente, todas las unidades navales niponas formaban parte de la Flota combinada del almirante Soemu Toyoda. Cada una de las fuerzas principales, que operaban con plena autonomía, eran directamente responsables ante el citado Toyoda; estas unidades eran la 1ª Fuerza de ataque, al mando del vicealmirante Takeo Kurita, formada por acorazados, cruceros y destructores; la fuerza principal del vicealmirante Jisaburo Ozawa, una formación de portaaviones, que tenía su base en el mar del Japón, y la 2ª Fuerza de ataque del vicealmirante Kiyohide Shima, compuesta por un reducido número de cruceros y de destructores, con base también en aguas septentrionales. Las grandes unidades aeronavales de las Filipinas y de otros sectores quedaban así enlazadas con otros elementos de la Flota y, por consiguiente, entre si sólo a través de Toyoda. 

Por esta razón, el comandante de la Flota combinada tenía la enorme responsabilidad de coordinar todos los elementos navales destinados a participar en la realización del plan “Sho”; así como el mariscal Terauchi tenía la grave misión de coordinar las grandes unidades del Ejército. Pero lo malo era que ni Toyoda ni Terauchi tenían la obligación de mantenerse en contacto entre sí, y el Mando supremo imperial, que teóricamente debía ser el anillo de conjunción entre ambos, en realidad hacía muy poca labor en este sentido. 

Se tuvo una prueba palpable de estos fallos en el curso de los acontecimientos que se produjeron a mediados de octubre. Para debilitar la resistencia y la moral del enemigo, en vistas al inminente ataque contra Leyte, los portaaviones de Halsey lanzaron, el 10 de octubre, una serie de violentos ataques contra las bases japonesas, desde las Ryukyu a las Filipinas septentrionales. El alcance de estas operaciones hizo comprender a Toyoda que los americanos se preparaban para una ofensiva en gran escala. Y, tras el desconcierto inicial, el almirante ordenó a las unidades aeronavales que pusieran en ejecución tanto el plan “Sho-1”, para la defensa de Filipinas, como el plan “Sho-2”, para la defensa de Formosa y las Ryukyu. 

El resultado de esta intervención prematura de las fuerzas aeronavales japonesas fue que los efectivos aéreos de Toyoda se emplearon en su casi totalidad en un inútil intento de oponerse a una Invasión en realidad inexistente. Mientras tanto, el general Tominaga se mantuvo prácticamente inactivo y no reaccionó ante los ataques de Halsey, ignorando sin duda que Toyoda había cursado unilateralmente las disposiciones relativas a la aplicación de ambos planes “Sho”. El hecho de haberse abstenido por su cuenta de aplicarlas hizo que las bajas experimentadas por él fuesen exiguas. Por el contrario, las fuerzas de Toyoda se resintieron duramente. En menos de una semana los japoneses perdieron más de 600 aviones de la Aviación naval. Asimismo, las fuerzas aeronavales designadas para la defensa de Formosa y de las Filipinas resultaron muy debilitadas. Incluso los pocos aparatos asignados a los portaaviones del almirante Ozawa habían participado en los combates y fueron destruidos. las pérdidas norteamericanas no llegaron a un centenar de aviones.


También Toyoda se dejó atraer a una trampa, mordiendo el cebo lanzado por Halsey, quien había decidido servirse de dos cruceros averiados -los únicos buques de la Flota que resultaron alcanzados- para tender una emboscada a la Escuadra japonesa. Toyoda, convencido de tener la victoria al alcance de la mano, utilizó medios aéreos de reserva y. simultáneamente, ordenó a la 2ª Fuerza de ataque del almirante Shima que se lanzase en persecución de las malparadas fuerzas de Halsey para asestarles el golpe de gracia. “Es superfluo decir -escribió más tarde uno de los comandantes japoneses-, que el asunto de la persecución concluyó con un absoluto fracaso”. Los japoneses perdieron más aviones y Shima a duras penas logró salvarse del aniquilamiento total gracias a que Toyoda. que al fin había intuido, por lo menos en parte, cómo estaban las cosas, ordenó a la 2.° Fuerza de ataque que desistiese de la persecución. 

El lamentable error de Toyoda comprometió gravemente las posibilidades japonesas de llevar a buen fin la ejecución de los planes “Sho”. La destrucción de centenares de aparatos de la Aviación naval ya hacía imposible la realización de la fase más importante, que se basaba en la intervención aérea. Únicamente le quedaban unos 300 aviones de la Aviación naval en Formosa, otros 150 del 4º Ejército aéreo y quizás un centenar en los portaaviones, confiados a pilotos inexpertos y poco entrenados. 

El conjunto de las fuerzas navales de superficie japonesas se encontraba en mejores condiciones. Sin embargo, ni siquiera la poderosa Escuadra de acorazados del almirante Kurita, fondeada en Lingga Roads, podría hacer gran cosa si decidía enfrentarse con los norteamericanos sin una potencia aérea adecuada. El general Yamashita se hallaría en dificultades análogas en el momento en que quisiera modificar el despliegue de sus fuerzas para oponerse a los desembarcos norteamericanos. Yamashita disponla de unos 300.000 hombres en las Filipinas; pero tan sólo un tercio de estas fuerzas se encontraba en las Filipinas centrales, y Leyte únicamente estaba defendida por 20.000 hombres. 

Los primeros desembarcos norteamericanos en el archipiélago filipino se produjeron entre el 17 y el 18 de octubre, en tres islotes que protegían las vías de aproximación orientales al golfo de Leyte. Elementos de los Rangers y de infantería desalojaron los islotes sin gran dificultad, destruyeron las instalaciones radio japonesas e instalaron algunos faros para guiar el convoy destinado a la invasión. La mañana del 19, los buques de guerra y los aviones de la VII Flota iniciaron un bombardeo preparatorio, sin que los japoneses presentaran una seria oposición. 

El enemigo era presa, una vez más, de las dificultades derivadas de su falta de coordinación. El almirante Toyoda fue el que más pronto reaccionó. El 17 cuando recibió la noticia de las primeras alarmas, dispuso sus formaciones navales en orden de batalla y el 18 lanzó un decidido ataque contra las fuerzas de invasión en el golfo de Leyte. Los restantes comandantes japoneses parecían menos dispuestos. A diferencia de Toyoda, estaban todavía bajo la impresión de que las “gravosas bajas”. de la III Flota americana, anunciada la semana anterior, habían inducido a los norteamericanos a demorar toda operación ofensiva en gran escala. Según ellos, era probable que los buques enemigos presentes en el golfo de Leyte fueran las unidades supervivientes de la formación de Halsey 

Sin embargo, a mediodía del 18, también los comandantes del Ejército meridional y del 4º Ejército aéreo estaban ya convencidos de que había comenzado la invasión. Y su insistencia, junto con la de Toyoda, tuvo el poder de convencer a sus respectivos superiores en Tokio. A las 17, después de haber comunicado al emperador las decisiones adoptadas, las secciones del Ejército y de la Marina del Mando Supremo Imperial cursaron separadamente las órdenes para la puesta en ejecución del plan “Sho-1”.

La Flota combinada ya se disponía para la acción. A mediodía del 20, la poderosa 1ª Fuerza deAtaque de Kurita llegó a la bahía de Brunei, en Borneo. Desde allí, Kurita debía guiar el grueso de sus unidades al Mar de Filipinas, a través de la parte central del archipiélago y el estrecho de San Bernardino, para dirigirse luego, a toda velocidad, hacia el Sur y atacar a las fuerzas de invasión en el golfo de Leyte. Para luchar contra los norteamericanos Kurita contaba con 5 acorazados -comprendidos los dos “colosos” de 64.000 toneladas Musashi y Yamato-, 12 cruceros y 15 destructores. Una segunda formación, menos numerosa y más lenta, compuesta por 2 antiguos acorazados, 1 crucero y 4 destructores, al mando del vicealmirante Shoji Nishimura, se dirigiría más al sur y entraría en el golfo de Leyte a través del estrecho de Surigao. Se confiaba en que Kuríta y Nishimura llegarían así, simultáneamente, al amanecer del 25, tres días más tarde de lo previsto en el plan “Sho”; pero, de todas formas, lo más pronto posible. La 2ª Fuerza de Ataque del almirante Shima, formada por 3 cruceros y 4 destructores, que por entonces se encontraba en aguas de Formosa, seguirla a Nishimura.

Sin embargo, no existía un plan para coordinar sus movimientos. La fuerza principal del almirante Ozawa debía salir del mar del Japón y dirigirse al Sur. El grupo, constituido por 4 portaaviones, 2 acorazados (parcialmente modificados para llevar cierto número de aparatos), 3 cruceros y 8 destructores, no poseía una efectiva capacidad ofensiva con su centenar escaso de aviones embarcados. Su misión era atraer a la formación naval de cobertura de Halsey lejos de Leyte y, si era posible, entablar combate con ella y destruirla. 

La poderosa formación naval de Kurita salió de Brunei la mañana del 22. Nishimura, que seguirla una ruta más corta, zarpó por la tarde. Pocos minutos antes de medianoche, dos submarinos norteamericanos que patrullaban las aguas al oeste de Palawan, avistaron a Kuríta y lo señalaron por radio, comunicando el contacto. Lo atacaron inmediatamente antes del alba del 23, y con sus torpedos hundieron dos cruceros pesados y causaron avería a un tercero. Sin embargo, uno de los dos submarinos, al maniobrar, embarrancó en una escollera y la tripulación tuvo que ponerse a salvo y hacerlo estallar. Pero los buques de Kurita habían quedado reducidos de 32 a 27, y además los norteamericanos conocían muy bien su ruta. A pesar de ello, Kurita continuó avanzando, y la mañana del 24 entró en el mar de Sibuyan, dentro del radio de acción de los aviones de Halsey. 

En el curso del día 23, Halsey modificó el despliegue de sus portaaviones, de modo que los aparatos pudieran atacar tanto a Kurita como a Nishimura, que también habla sido avistado. El primer golpe lo recibió la aviación japonesa. Al amanecer del 24, unos 200 aviones de la Marina se elevaron de las bases de Luzón para atacar la formación más próxima de portaaviones americanos. Localizados por el radar, pero fueron acogidos por la resuelta defensa de los cazas norteamericanos, y, tras un combate que duró alrededor de una hora, la mitad de los aparatos nipones hablan sido derribados.

No obstante, inmediatamente después de las 9,30 horas, un bombardero aislado japonés salió de una nube baja, se aproximó en picado al objetivo el portaaviones ligero Princeton y dejó caer sobre él una bomba de 225 kg que hundió la cubierta de vuelo y estalló en el interior del buque, causando una serie de explosiones. Todos los locales bajo cubierta se vieron invadidos por la gasolina en llamas. Durante algunas horas pareció que sería posible dominar los incendios; pero, mediada la tarde, una tremenda explosión desgarró el portaaviones, haciendo pedazos la popa y lanzando una lluvia de mortíferos fragmentos de acero sobre los hombres de las escuadras contra incendios y sobre el puente del crucero Birmingham, que se habla aproximado para llevar socorros. Unas horas más tarde los mismos norteamericanos hundieron el buque en llamas. Pero la pérdida del Princeton y las averías del Birmingham representaron el único punto a favor de los japoneses. La misión “Sho” había fracasado.

El Birmingham (der.) prestando auxilio al portaaviones Princeton
Tampoco el 4.° Ejército aéreo del general Tominaga había conseguido mejores resultados en sus ataques contra las unidades de la VII Flota en el golfo de Leyte. Casi todos sus aviones atacaron repetidamente la zona de desembarco el día 24; pero fueron pocos los buques norteamericanos alcanzados, y en cambio Tominaga perdió unos 70 aviones. Mientras tanto, el almirante Halsey se habla tomado una amplia revancha. Por la mañana lanzó un ataque contra la formación de Nishimura, en el curso del cual un acorazado y un crucero nipones sufrieron ligeros daños. Luego, todos los aparatos de la 3ª Escuadra se lanzaron contra Kurita. En cinco ataques espaciados, que duraron desde las nueve hasta mediada la tarde, la formación nipona, que seguía obstinadamente la ruta establecida a través de las aguas del angosto mar de Sibuyan, fue seriamente dañada. Los bombarderos y los aviones torpederos de Halsey, con sólo la pérdida de 18 aviones, en un total de más de 250 salidas, hundieron el poderoso Musashi (para echarlo a pique fueron necesarios 19 torpedos y 17 bombas) y obligaron a un crucero pesado, gravemente averiado. a volver penosamente a Brunei.

Kurita estaba muy impresionado por el aspecto masivo de aquellos ataques. “Esperábamos sufrir ataques aéreos -dijo después su jefe de Estado Mayor-, pero los que sufrimos aquel día habrían sido suficientes para descorazonamos.” Finalmente, hacia las 15,30 horas, después de numerosas falsas alarmas y en previsión de ulteriores ataques aéreos en el estrecho de San Bernardino, Kurita decidió virar. Unas dos horas después, cuando comprendió que aquel día los norteamericanos no lanzarían más ataques aéreos, reanudó la ruta inicial. Pero más tarde le llegó una orden del almirante Toyoda: “¡Todas las formaciones deben lanzarse al ataque, confiando en la ayuda divina!”. Kurita respondió asegurando que “irrumpiría en el golfo de Leyte y combatiría hasta el último hombre”. 

Entre tanto, la fuerza “cebo” del almirante Ozawa había logrado al fin atraer la atención de Halsey. Por la mañana, Ozawa hizo despegar a sus aviones para un ataque infructuoso contra los portaaviones adversarios. Más de la mitad de los aparatos atacantes fueron abatidos, y el resto, puesto que los pilotos novatos no sabían posarse sobre los portaaviones, se habla dirigido a Luzón. Luego. en el curso de la tarde, los aparatos de reconocimiento de Halsey localizaron a Ozawa y proporcionaron al comandante de la III Flota, “las últimas piezas del mosaico”, para utilizar sus propias palabras. 

Ozawa Constituía la amenaza más seria para Halsey y por ello era su objetivo número uno. Las dos Escuadras de Nishimura y de Shima no parecían verdaderamente peligrosas y además las unidades de Kinkaid, más poderosas, estaban sin duda en condiciones de arreglárselas por sí mismas. La Escuadra de Kurita era, evidentemente, más fuerte; pero, por lo que parecía, había experimentado daños considerables (también Halsey, como le había sucedido ya a Toyoda, era víctima de los informes exagerados de sus pilotos). 

En cualquier caso, por lo que sabía Halsey, el grupo de Ozawa comprendía la mayor parte de los portaaviones japoneses, y parecía ser el más peligroso de los grupos aeronavales enemigos que se dirigían al golfo de Leyte. Dejarlo aproximar demasiado significaría ceder la iniciativa a los nipones, que conseguirían que sus aparatos volasen entre los portaaviones y Luzón, con los buques de Halsey en medio. Por esto, el almirante norteamericano decidió que la mejor solución era perseguir a Ozawa con fuerzas suficientes para destruirlo. 

El día 24, poco antes de las 20 horas, Halsey ordenó a toda la III Flota que se dirigiera al Norte, siguiendo las huellas de Ozawa. Suponiendo que Kinkaid mantendría el estrecho de San Bernardino bajo una rigurosa vigilancia aérea y que el comandante de la 7ª Flota no sólo se daría cuenta de una eventual tentativa de Kurita de forzar el paso, sino que lograría también hacerle frente. Halsey no dejó ni un destructor de guardia en el estrecho. Y así, en definitiva, Ozawa había logrado su objetivo, que era dejar libre el camino a Kurita. Parecía entonces que el plan japonés, pese a sus puntos débiles, funcionaba. 

Mientras esto sucedía, el almirante Nishimura se dirigía hacia el estrecho de Surigao; pero la vacilación de Kurita en adentrarse por el de San Bernardino privaba ahora a Nishimura del apoyo con que habría podido contar si ambos grupos navales japoneses hubieran intentado simultáneamente abrirse paso en el golfo de Leyte. La situación empeoraba aún más por el hecho de que Kinkaid sabía que la formación de Nishimura y la de Shima se estaban aproximando y había mandado el grupo de apoyo de bombardeo y de tiro de toda la VII Flota, al mando del contraalmirante Jew B. Oldendorf, a interceptar y destruir a los buques japoneses. 

Oldendorf desplegó sus seis acorazados en una sola línea a través del extremo septentrional del estrecho de Surigao. Ocho cruceros alargaron por los lados esta línea de batalla, mientras 21 destructores se disponían en parte a lo largo de los flancos y en parte delante. En la embocadura meridional del estrecho 39 lanchas torpederas tomaban posiciones para establecer el primer contacto con el enemigo. Nishimura y Shima tendrían que pasar bajo el fuego de los cañones pesados de los acorazados y de los cruceros que cortaban perpendicularmente su dirección de avance. Era una aplicación impecable de la clásica táctica naval. Y funcionó casi perfectamente. Nishimura llegó a la embocadura del estrecho de Surigao una hora antes de la medianoche del 24, rechazó sin grandes dificultades los ataques de las lanchas torpederas y, hacia las 02,00 horas del 25 penetró a través del estrecho. Una hora más tarde, sufrió el primero de tres ataques con torpedos lanzados por los destructores, que alcanzaron un acorazado nipón, partiéndolo en dos, averiaron otro y echaron a pique dos destructores. Los cruceros y los acorazados estadounidenses completaron la obra, hundiendo la mayor parte de los navíos de Nishimura, comprendido el buque insignia. 

Aún no había sido completamente aniquilado Nishimura cuando llegó el grupo táctico de Shima. Pero, a las 05:00 horas, éste había ya comprendido que no tenía más perspectiva que la derrota total: poco después, los buques japoneses supervivientes estaban en completa retirada. Sin embargo, no todos lograron ponerse a salvo, porque los aviones norteamericanos siguieron tras ellos provocando más pérdidas. Dos semanas después de la batalla, solamente un crucero y 5 destructores, de los 2 acorazados, 4 cruceros y 8 destructores que habían penetrado en el estrecho de Surigao con Nishimura y Shima estaban todavía en condiciones de hacerse a la mar.

Hacia las 5:30 del 25 de octubre el almirante Kurita fue informado por Shima de la derrota sufrida en el estrecho de Surigao. En aquel momento Kurita había atravesado ya el estrecho de San Bernardino y navegaba a toda velocidad a lo largo de la costa oriental de Samar, en dirección a Leyte. Su paso no había sido señalado a causa de la insuficiencia de los servicios de comunicaciones y por el hecho de que algunos mensajes se habían entendido mal, de manera que tanto Halsey como Kinkaid ignoraban que aquel estrecho, de importancia vital, estaba indefenso. Al amanecer, o sea casi una hora más tarde, Kurita se encontró de improviso frente a lo que él creyó que era “una formidable Fuerza enemiga”, que compendia numerosos portaaviones, cruceros y destructores, y quizá incluso uno o dos acorazados. Y en el curso del encuentro que siguió el almirante japonés no se dio cuenta de que la formación adversaria estaba compuesta por media docena de lentos y pequeños portaaviones de escolta y algunos destructores. Estos buques, al mando del contraalmirante Clifton F. Sprague, constituían una de las formaciones de apoyo a las operaciones de desembarco en Leyte, que operaban al mando de Kinkaid. De momento Kurita quedó desorientado ante el inesperado encuentro; pero Sprague no perdió el tiempo. Ordenó a sus aviones que despegasen y dirigió sus buques hacia una zona de temporales que le ofrecerla cobertura, lanzando por radio una urgente petición de ayuda en lenguaje no cifrado. Un instante más tarde, la poderosa formación de Kurita se lanzó al ataque, moviéndose entre los buques norteamericanos en fuga bajo un mortífero fuego de interdicción. Sprague tuvo la convicción de que ninguna de sus unidades “sería capaz de resistirlo más de cinco minutos. 

Lo que sucedió después fue una serie de acontecimientos increíbles. Los norteamericanos lograron evitar a sus perseguidores y huir gracias a la protección de cortinas de humo y de los aguaceros y a la habilidad de las tripulaciones. Al mismo tiempo Sprague lanzó sus destructores contra los buques japoneses, mientras sus aviones, que operaban sin oposición, alcanzaban una y otra vez a los nipones, cada vez más desilusionados en sus esperanzas. Los contraataques norteamericanos provocaron una notable confusión entre las unidades de Kurita, impidiendo al almirante que controlase sus fuerzas. 

Los hombres de Sprague pagaron un elevado precio por su audacia. A pesar de la escasa precisión de los apuntadores japoneses, el volumen de su fuego masivo era demasiado grande para que los buques norteamericanos salieran indemnes. A las 9, uno de los portaaviones en fuga fue hundido, junto con tres destructores. Parecía entonces que el resto de la formación de Sprague correrla la misma suerte. 

En aquel momento intervino lo que el almirante americano definió después como “la manifiesta parcialidad del Omnipotente”. Con una visión poco clara de la situación y convencido de haber hecho todo el daño posible a una poderosa y veloz formación naval norteamericana, Kurita interrumpió la acción, ordenando a sus buques que se retirasen y se reorganizasen. “No podía creer lo que velan mis ojos”, confesó más tarde Sprague. 

Las vicisitudes de la pequeña formación naval no habían acabado todavía. Dos horas después de que Kurita renunciara a la persecución, los buques de Sprague sufrieron un nuevo y no menos temible ataque. Aquella mañana, los aviones suicidas japoneses habían efectuado el primer ataque kamikaze organizado contra algunos portaaviones de escolta de la Vll Flota. Ahora le correspondía a Sprague pasar la experiencia. Nueve de aquellos macabros aparatos se aproximaron a baja altura, para no dejarse localizar por el radar, y cuando estuvieron a poca distancia se elevaron rápidamente y luego se arrojaron en picado contra sus objetivos. Los cañones norteamericanos abatieron a algunos, pero los demás alcanzaron sus objetivos, hundiendo uno de los portaaviones de escolta e infligiendo graves averías a otro. Un segundo ataque kamikaze,. 20 minutos después. no provocó hundimientos, pero causó graves daños y bajas entre las tripulaciones. 

Mientras tanto, Kurita habla virado nuevamente hacia el estrecho de San Bernardino; pero después de haber avanzado un poco por el golfo de Leyte llegó a la conclusión de que ya no valía la pena. No sólo estaba convencido de que se tendría que enfrentar con el grueso de las fuerzas aeronavales norteamericanas, sino que creía también -y éste fue el argumento decisivo- que entonces la mayor parte de los transportes norteamericanos ya habrían desembarcado las tropas y los medios de combate y se habrían alejado; y le parecía ridículo arriesgar la última fuerza de ataque naval que le quedaba a su país para intentar echar a pique algunos mercantes vacíos. Así, hacia las 12:30 dio orden de virar y dirigirse al Norte. En aquel momento, sólo le separaban 45 millas del golfo de Leyte.

Mucho más al Norte, Halsey había establecido al fin contacto con Ozawa. Desde las primeras horas del día hasta las últimas de la tarde del 25, los pilotos de los portaaviones de la III Flota, al mando del vicealmirante Marc A. Mitscher. habían eliminado la fuerza “cebo” japonesa, casi privada de defensa. Al fin de la jornada Ozawa había perdido 7 buques de un total de 17: sus cuatro portaaviones, un crucero y dos destructores. Y el desastre no alcanzó proporciones mayores gracias a que Halsey se vio obligado a volver su atención hacia otro punto. 

En efecto, a partir de unos pocos minutos después de las 8, Halsey empezó a recibir de Kinkaid una serie de informes cada vez más desesperados sobre la situación de Sprague, acompañados por urgentes peticiones de ayuda. Sin embargo, había continuado persiguiendo a Ozawa, con la convicción de que los portaaviones japoneses constituían aún la amenaza más grave y el objetivo más importante. Pero a las 10 le llegó un perentorio mensaje del almirante Nimitz, quien había seguido por radio las comunicaciones de Kinkaid: Nimitz indujo a Halsey a cambiar de parecer. Poco antes de las 11 ordenó a la mayor parte de la III Flota que se dirigiera al Sur, disponiéndose a perseguir a Kurita, dejando a Mitscher, con una fuerza de ataque constituida por portaaviones, para que diese el golpe de gracia a Ozawa. “En aquel momento -escribiría más tarde Halsey-, Ozawa se encontraba exactamente a 42 millas de la boca de mis cañones de 406 mm... Volví la espalda a la ocasión que habla soñado desde que asistía a la academia naval”.

Ya era demasiado tarde para alcanzar a Kurita, cuyos buques huyeron, prácticamente indemnes, a través del estrecho de San Bernardino. Todo lo que la formación de acorazados y de cruceros de Halsey pudo conseguir fue hundir un solo destructor. La poderosa flota había cubierto una distancia de 600 millas sin lograr entablar combate ni con Ozawa ni con Kurita. La batalla del golfo de Leyte, que terminó con la destrucción de una gran parte de la Flota combinada japonesa y con la eliminación de la amenaza más grave contra la cabeza de desembarco, dio motivo a muchas críticas y recriminaciones. Pero la decisión de Halsey de lanzarse en persecución de Ozawa estaba justificada. Si los portaaviones japoneses hubieran llevado a bordo todos sus aviones como tenía motivos para creer, habría sido insensato renunciar al intento. No obstante, también habría sido su deber dejar, por lo menos, un destructor de guardia en el estrecho de San Bernardino. En segundo lugar, admitiendo que la decisión de seguir a los portaaviones japoneses fuera justa, Halsey cometió probablemente un error al mirar hacia el Sur en el preciso momento en que estaba a punto de asestar el golpe decisivo. Finalmente, incluso queriendo sostener que la persecución deseada por Halsey habría permitido a Kurita penetrar en el golfo de Leyte (argumento discutible, dada la presencia de los buques de Oldendorl), es lícito dudar que Kurita hubiera podido dificultar o impedir las operaciones de desembarco. .

La victoria naval norteamericana aseguró a MacArthur sus vías de comunicación y las de abastecimiento, y salvaguardó el flanco del Ejército 6 hacia el mar. A fines de octubre, las tropas de Krueger ya habían ocupado completamente el valle de Leyte y todos los aeródromos en la zona centro oriental de la isla. Pero la contingencia más desfavorable que el Estado Mayor de MacArthur habla considerado en sus previsiones llegó a ser realidad cuando se hizo evidente que era imposible ultimar las pistas de aterrizaje y dejarlas en condiciones de funcionar. Sólo un aeródromo estaba en buenas condiciones, el de Tacloban, y hacia fines de noviembre también la pista de Dulag pudo servir para un número reducido de aviones. Pero el nuevo aeródromo próximo a Tanauan, no pudo ser utilizado hasta el mes de diciembre. Los japoneses, favorecidos por las condiciones atmosféricas, habían decidido, mientras tanto, defender a ultranza la isla, y lograron trasladar a ella tropas de refuerzo, con lo que prolongaron la lucha durante muchas semanas. Los destacamentos aéreos nipones de las Filipinas centrales se reforzaron a su vez limitadamente, pues algunos aviones del Ejército y de la Marina fueron trasladados a aquel sector. Estos aparatos se empleaban en los bombardeos de las pistas de aterrizaje, en incursiones contra la cabeza de desembarco y en ataques kamikaze, cada vez más frecuentes, contra los buques norteamericanos. 
Mapa de los cuatro encuentros de la Batalla del Golfo de Leyte. 1: el paso de Palawan, 2: batalla del Estrecho de Surigao, 3: batalla del Cabo Engaño y 4: batalla de Samar. En rojo, los movimientos de la flota japonesa y sus principales ataques aéreos 
Durante el mes de noviembre se trabaron encarnizados combates terrestres. El Ejército 35 nipón se veía cada vez más rodeado entre el valle septentrional de Ormoc y la serie de alturas situadas al Sur. La última ofensiva norteamericana en Leyte comenzó el 5 de diciembre con una penetración efectuada por el Cuerpo de Ejército X en el sector septentrional del valle de Ormoc. La batalla de Leyte casi habla concluido. El general Krueger seguía apretando la tenaza alrededor de los defensores, valientes y obstinados. pero reducidos a una situación prácticamente insostenible. Suzuki, presionado por tres lados, Se vio obligado a retirarse al último bastión, en la parte occidental de la isla. El 19 de diciembre el general Yamashita le comunicó que ya no podía esperar más refuerzos ni ayuda. El Ejército 35 nipón estaba reducido a unas pocas unidades dispersas, que los norteamericanos, con la superioridad de sus fuerzas, obligaban a replegarse de posición en posición: de los 65.000 hombres que habían combatido por la defensa de Leyte ya sólo quedaban 15.000. Las últimas comunicaciones de Yamashita llegaron a Suzuki el 25: se le ordenaba evacuar el mayor número posible de hombres a otras islas de las Filipinas centrales y concluía con un triste adiós al comandante del Ejército 35.

El mismo día, el general MacArthur anunciaba el fin de la resistencia organizada en Leyte. La derrota sufrida en la isla por los japoneses, que vieron fracasar el plan “Sho”, fue un duro golpe para ellos. En el inútil intento de mantener Leyte, los nipones perdieron una parte considerable de su potencial aéreo, el grueso de las fuerzas navales y muchas unidades del Ejército. La Aviación nipona se veía ya obligada a recurrir a la estrategia, terrorífica, pero privada de resultados decisivos, de los ataques kamikaze: la Marina ya no estaba en condiciones de emprender una acción ofensiva importante y el Eiército se encontraba disperso en centenares de islas del Pacifico. “Nuestra derrota en Leyte”, admitió el almirante Mitsumasa Venal, ministro de Marina. “equivalió prácticamente, a la pérdida de todo el archipiélago. Y la reconquista aliada de las Filipinas significó el fin de nuestros recursos".

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