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viernes, 13 de febrero de 2015

13 de febrero de 1945 - Comienza el bombardeo a la ciudad de Dresde

El día 13 de Febrero de 1945, los aliados deciden realizar un bombardeo a la ciudad de Dresde (Dresden), en Alemania.  Pero, las verdaderas razones para justificar tal operación son difíciles de asimilar, porque la ciudad de Dresde no tenía ningún valor militar, no había fuerzas destacadas en esa ciudad, no existían industrias bélicas y no constituía ningún obstáculo para el avance de las fuerzas aliadas.

Dresde, antes de los bombardeos
Dresde, una ciudad a orillas del río Elba, ubicada 121 km. al este-sureste de Leipzig, era un centro de reunión de refugiados, de heridos y enfermos y donde se encontraban más de 26.000 prisioneros de guerra aliados.  Es decir, una ciudad de desvalidos.  Lejos estaban los años cuando Dresde fue un centro de producción de fina porcelana.

Para esa fecha, Alemania ya había dejado de ser una potencia militar, pues estaba reducida a escombros y su capacidad industrial había colapsado por falta de materias primas.  Para esa fecha, la mayoría de los países le habían declarado la guerra o en el caso de sus proveedores de materias primas, habían dejado de embarcarle los productos debido a la presión de los aliados.  De hecho Alemania no constituía ninguna amenaza para las fuerzas aliadas en ninguno de los frentes.  Si los alemanes seguían peleando era simplemente porque existía la amenaza de la rendición sin condiciones y, en especial en el este, la venganza de los soviéticos que estaban decididos a arrasar el país.

¿Qué es lo que impulsó a los aliados a realizar un ataque tan despiadado, contra una ciudad indefensa, que no constituía amenaza para ellos?

El informe que la RAF distribuyó a sus pilotos la noche del ataque decía lo siguiente:
“Dresde, la séptima ciudad más grande de Alemania y no mucho menor que Manchester, es también el área urbanizada sin bombardear más extensa que tiene el enemigo. En pleno invierno, con refugiados esplazándose en masa hacia el oeste y tropas que necesitan descanso, los tejados escasean, no sólo para dar cobijo a trabajadores, refugiados y tropas por igual, sino para albergar los servicios administrativos que se han desplazado desde otras zonas. Antaño famosa por sus porcelanas, Dresde se ha convertido en una ciudad industrial de importancia prioritaria. […] Las intenciones del ataque son golpear al enemigo donde más lo sienta, en la retaguardia de un frente a punto de desmoronarse […] y enseñar a los rusos cuando lleguen de lo que es capaz el Comando de Bombarderos de la RAF"
Los líderes aliados le habían prometido a Stalin la destrucción de Dresde, la operación no era sólo una muestra de solidaridad con los soviéticos sino además tenía que ser una demostración de eficiencia y del inmenso poder de destrucción que tenían los aliados.  Pero no para los alemanes, sino para el propio Stalin.

A las 22:09 del día 13 de Febrero, las emisoras de radio alemanas reemplazan sus emisiones regulares por el toque del péndulo que se usaba para anunciar un ataque aéreo.  Lo que parecía ser un ataque a algún otro centro industrial o militar súbitamente se tornó en la guadaña de la muerte para Dresde

Los primeros 9 aviones Mosquito, ingleses, llegaron con gran precisión al lugar, guiados por el nuevo sistema Loran.  La exactitud era vital, para cumplir con el objetivo de impresionar a los soviéticos y no cometer una embarazosa equivocación bombardeando otra ciudad o tal vez hasta una zona ya ocupada por los soviéticos.  Los 9 aviones tranquilamente se encargaron de marcar con indicadores rojos los límites de la ciudad y con bengalas iluminaron toda la urbe que aparecía impotente ante los pilotos ingleses.

Avro Lancaster de la R.A.F.
A las 22:15, con puntualidad inglesa, comienzan a llover las bombas de la primera oleada de 245 bombarderos Lancaster. Aisladamente algunas baterías antiaéreas intentan infructuosamente contener el ataque en las afueras de la ciudad.   El único avión derribado lo fue por la explosión de una de las bombas lanzadas por encima del desafortunado compañero que volaba por debajo; tal era la concentración de aviones que volaban sobre la ciudad.

A las 22:30 termina lo que hubiera sido suficiente para cualquier objetivo militar.  Decenas de miles de casas, hospitales, escuelas y estaciones de tren convertidas en centros de refugiados, quedan sin techos, puertas y ventanas, las calles destrozadas e inundadas por la rotura de las tuberías de suministro de agua, postes de teléfonos y de alumbrado público tumbados.   Edificios sin fachadas y alaridos, llanto, sollozos, gritos de auxilio ahogados en miles de gargantas.  De acuerdo a los propios pilotos, el humo y el fuego se veían desde 150 Kms de distancia.

Durante los interrogatorios las tripulaciones recién se dieron cuenta de lo que acababan de hacer y se preguntaban, ¿porque tuvieron que volar tan lejos para atacar un blanco sin importancia?  ¿Es que los rusos no podían ellos mismos atacar la ciudad, si era tan vital para sus operaciones?  Para calmar los ánimos se les dijo que en Dresde se encontraba el Cuartel General del Ejército Alemán, que existían depósitos y fábricas de armas y que era un centro industrial de instrumentos de precisión.   En otros casos las mentiras eran de desproporcionadas dimensiones.   Se les dijo que en Dresde estaba el Cuartel General de la Gestapo y a otros que habían fábricas de municiones y hasta una planta de fabricación de gas venenoso.

A la 1:30, cuando nada lo hacía presagiar, surge una segunda oleada de bombarderos, que toma por sorpresa no solamente a los sobrevivientes de la ciudad, sino a los socorristas que acudieron desde otras ciudades cercanas. No hubo aviso, previo pues simplemente no había electricidad ni teléfonos. Para los atacantes, esta vez no eran necesarios los aviones marcadores.  La ciudad era una sola hoguera.  El segundo ataque, mayormente con bombas incendiarias de termita, se programó para tres horas más tarde de modo tal que los bomberos (que arribarían también de otras ciudades para apagar el fuego) resultasen víctimas del ataque. No hubo ninguna oposición en absoluto. Ningún caza alemán y ningún fuego antiaéreo.

Más de 550 aviones Lancaster, Liberators y B-17, precedidos de los aviones iluminadores con sus bengalas de magnesio lanzadas en paracaídas, que revelaban la aterradora destrucción de la ciudad, señalaron la ruta de los que lanzarían las bombas incendiarias.  Nada menos que 650 mil bombas incendiarias para una ciudad super poblada de civiles.  Esta vez, el resplandor de la ciudad en llamas era visible desde más de 300 Kms de distancia, 200 kilómetros más allá de Leipzig. 

En esa oportunidad hubo 18 cazas nocturnos alemanes listos para salir, pero no pudieron hacerlo por falta de combustible y problemas en las comunicaciones, pues la aviación inglesa se encargó de interferir sus sistemas. 

En los dos ataques se lanzaron un total de 1.477,7 toneladas de bombas explosivas, incluyendo 529 bombas de 2 toneladas, más una de 4 toneladas. En cuanto a las incendiarias, fueron 650 mil, con un peso de 1.181.6 toneladas. En total, hasta ese momento, se emplearon 1400 aviones.

Los incendios se desataron por doquier iluminando el cielo de manera dantesca.  La película que se guarda en el Imperial War Museum de Londres, muestra durante 10 minutos, cómo el avión con la cámara da vueltas por la ciudad sin recibir ningún tipo de oposición, casi parece un siniestro paseo. No hay reflectores ni artillería antiaérea, menos cazas interceptores.  Todo es fuego y destrucción. Cientos de años en arte y cultura fueron reducidos a cenizas.  Dresde estaba convertido en un infierno donde se habían quemado cientos de miles de civiles.

Al día siguiente, los socorristas no podían atender a los cientos de miles de heridos.  No había ni agua, ni alimentos, ni medicinas suficientes. Pero, no todo había terminado, apenas habían transcurrido dos ataques en 14 horas.

A las 12:12 del día 14 de Febrero, una nueva oleada, esta vez de 1350 Fortalezas Volantes y Liberators, lanzó otro diluvio de bombas contra la destrozada ciudad con casi 150 mil bombas incendiarias y bidones de fósforo, para activar la horrorosa pira. Afortunadamente, las bombas que caían sobre los escombros, no hacían mayor daño, pues no se puede matar a los muertos, ni destruir los escombros.  Como en Hamburgo, el huracán de fuego y las ráfagas de viento huracanado a miles de grados de temperatura, mató a más personas que las propias bombas.  Los edificios que quedaban en pie, parecían cascarones, que solo encerraban fuego.   Como los cazas aliados de protección para los bombarderos no tenían oposición, se dedicaron a ametrallar las columnas de sobrevivientes que escapaban del infierno.   Ambulancias, carros de bomberos, carretas, automóviles, cualquier cosa que se moviera era un blanco para los P-51. Los cazas escoltas tenían la instrucción de descender al nivel de los tejados y barrer “blancos de oportunidad”. Abrieron fuego sobre masas de gente que atestaban las rutas fuera de Dresde y sobre cualquier cosa visible. Un grupo de niños, del famoso coro de la Iglesia de Kreuzkirche, fue masacrado en la calle del zoológico. Prisioneros de guerra británicos, que habían sido puestos en libertad ya que sus campos de internación estaban ardiendo, fueron ametrallados también.

En esta oportunidad, la aviación de caza nada pudo hacer, puesto que el grupo existente cerca de Dresde era de caza nocturna y durante el día no estuvieron en servicio, pues ni el más avezado de los oficiales al mando podía imaginar que seres humanos pudieran pensar que hacía falta otro bombardeo.

No hay estadísticas ni archivos de todo lo que ocurrió.  Pero sí se sabe que cuando menos de la compañía de bomberos que acudieron desde la ciudad de Bad Schandau no quedó un solo bombero vivo que pudiera contar lo que ocurrió.

Dresde, en ruinas tras los bombardeos
Dresde ardió durante siete días, de acuerdo al diario de un prisionero de guerra inglés que se hallaba allí. Durante varios días después del ataque, Dresde se mantuvo cubierta por una niebla de humo y hollín. Y una constante lluvia de cenizas, húmedas y negras, cayó sobre la campiña circundante.

De toda la provincia partieron inmediatamente convoyes transportando provisiones. En la ciudad los esperaban escenas increíblemente macabras. Dos trenes, repletos de niños evacuados, habían recibido impactos directos. Los cuerpos de los pequeños se hallaban apilados, en montículos, en el patio de la estación. Seiscientos refugiados, que habían buscado cobertura en el sótano abovedado de la estación, resultaron muertos. Cien de ellos murieron quemados vivos por las bombas incendiarias y el resto pereció asfixiado por las emanaciones y el humo.

De los 19 hospitales más importantes de Dresde, 16 resultaron dañados y 3 totalmente destruidos. En la escuela de Vitzhum, que estaba siendo usada como hospital de emergencia, sólo 200 de los 500 pacientes resultaron evacuados a tiempo. Los 300 sin evacuar murieron en sus lechos. En la maternidad de Johannstadt resultaron muertas 200 personas, pero sufrieron tantas y tan horribles mutilaciones que sólo 138 pudieron ser identificadas. Muchas de las víctimas estaban tan achicharradas y carbonizadas que, literalmente, hubo que despegarlas del asfalto derretido y palear sus restos. Muchos cuerpos habían quedado reducidos por el fuego a menos de la mitad de su tamaño normal.                                                      
           
Los días que siguieron, los grupos de socorristas se encargaron de dar sepultura en fosas comunes a los cuerpos mutilados y quemados que fueron envueltos en papel periódico, en el mejor de los casos y lanzados en zanjas abiertas por buldozers.  Difícilmente se pudo identificar a algunas de las víctimas.   Para el día 6 del mes siguiente sólo se había logrado identificar a menos de 40 mil cadáveres. Durante semanas y entrada la primavera, el hedor de la ciudad acordonada se percibía desde kilómetros de distancia.   Algunos soldados manifestaron haber visto enormes ratas que se alimentaban de cadáveres entre los escombros.  Incluso se dijo que animales de un circo, cuyas jaulas fueron rotas durante los bombardeos vivían entre los restos alimentándose de los cuerpos en descomposición.

Las cifras oficiales indican que murieron entre 120.000 y 150.000 personas, es decir muchas más que las que murieron en Hiroshima o Nagasaki. 

Desde el fin de la guerra el número de fallecidos en el bombardeo de Dresde ha sido objeto de constante revisión por parte de la comunidad académica. Las cifras exactas son difíciles de determinar. Los cálculos cuentan con la dificultad añadida de que, la ciudad, que en 1939 tenía una población de 642.000 habitantes, estaba en el momento del bombardeo atestada con cerca de 200.000 refugiados y miles de soldados heridos.


Reconstrucción de la ciudad

Rowan Moore, periodista de The Guardian, escribió en referencia a la muerte de civiles por los bombardeos en muchas ciudades alemanas:
"Si hubieran sido fusilados por la infantería, hubiera sido la mayor atrocidad cometida por el Ejército británico, pero en base a una convención todavía vigente la muerte desde arriba es considerada menos horrible que la muerte horizontal"
Actualización 14/02/2018
Ante las observaciones planteadas por un usuario de Facebook, en el sentido de que el número de víctimas estaba deliberadamente exagerado, y tras hacer algunas verificaciones en material reciente, debo concluir que su planteo es consistente con estudios y publicaciones actualizadas. a modo de resumen, copio el siguiente pasaje de Wikipedia sobre el tema:
En 2005, el Ayuntamiento de Dresde decidió, con motivo del 800º aniversario de la ciudad, encargar al catedrático de Historia Rolf-Dieter Müller encabezar una comisión independiente de historiadores para determinar de manera fiable el número de fallecidos del bombardeo. La comisión trabajó con los documentos conocidos hasta la fecha, nuevos datos procedentes de actas hasta el momento desconocidas de los archivos municipales, descubrimientos arqueológicos y testimonios de testigos del bombardeo. La comisión fue interrumpida brevemente por motivos económicos entre finales de 2006 y principios de 2007
A comienzos de 2008, los especialistas hicieron públicos sus resultados. La comisión revaluó la documentación de las funerarias y los gabinetes municipales encargados de obras públicas, gestión de racionamiento, abastecimiento, indemnizaciones de guerra y retirada de escombros. El comité determinó por primera vez con exactitud el número de habitantes de la ciudad tras los ataques gracias a documentos de la oficina municipal de racionamiento. En 2008 se hicieron también públicos los resultados de las excavaciones arqueológicas que habían comenzado en 1993 en la Altstadt, en pleno centro de la tormenta ígnea; estas demostraron que aproximadamente el 20% de los sótanos de la zona mostraban restos de piedra caliza al rojo vivo. También se encontraron objetos de cristal y metal deformados por el fuego y los restos mortales de 14 personas, 11 de ellas con toda seguridad víctimas del bombardeo.​ La comisión desechó la posibilidad de que hubiese víctimas que se volatilizasen sin dejar rastro. Müller asegura que «incluso en condiciones "ideales" en un crematorio, los cadáveres dejan restos» y que, según los estudios realizados por la Escuela de Minas de Freiberg sobre las muestras de ladrillo de la Altstadt, en febrero de 1945 no se alcanzó en ningún momento la temperatura suficiente para hacer desaparecer un cuerpo humano.​ Todos los datos disponibles fueron almacenados informáticamente, comprobados e interrelacionados. Los investigadores presentaron sus primeros resultados en 2008 y concluyeron su trabajo en marzo de 2010.
La comisión determinó que, según las pruebas existentes, se podía afirmar que el número de víctimas mortales del bombardeo fue de un mínimo de 18.000 y un máximo de 25.000 personas. El hallazgo de nuevos documentos en 2010 elevó el número mínimo de víctimas a 22.700.

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