Operación Gomorra
Al empezar la Segunda Guerra Mundial, Harris obtuvo el mando del 5º Grupo Aéreo en 1939 y la jefatura del Estado Mayor en 1940. Al año siguiente, el 1 de Julio de 1941, el Primer Ministro Winston Churchill ascendió a Harris a mariscal del aire y le encomendó la misión de destruir el mismo Tercer Reich desde el cielo.
Cuando el mariscal del aire británico, Arthur Harris, asumió el mando de los temibles bombarderos de la RAF, el 22 de febrero de 1942, encontró sobre su escritorio la copia de una orden secreta aprobada por el Estado Mayor:
"La meta de los ataques debe ser golpear la moral de la población civil enemiga y, en especial, la de la clase trabajadora"
La idea era causar el terror entre la población civil alemana bombardeando las ciudades por la noche y de paso reducir el número de sus obreros y trabajadores de la industria simplemente matando a las mayor cifra de personas posible. Esta táctica defendida por él y de la cual se vanagloriaba diciendo públicamente que disfrutaba aniquilando civiles alemanes, harían que Harris fuese considerado por muchos, tanto por parte del Eje como por parte de los Aliados, como uno de los grandes criminales de la guerra.
Inicialmente las primeras misiones de Harris se concentraron en bombardear la zona de Westfalia y la cuenca del Río Rin, usualmente mediante aviones cuatrimotores Lancaster, Stirling y Halifax guiados por sistemas de navegación “Gee”. No sería hasta el bombardeo del puerto de Lübeck, objetivo que Harris eligió porque su centro histórico era de madera y por tanto ardería mejor, donde el mariscal inglés conseguiría un gran éxito al arrasar con 191 aviones la totalidad de la ciudad. Poco después le llegó el turno a Rostock devastada por 468 aparatos en Abril de 1942, exactamente igual que Colonia el 31 de Mayo de 1942 cuyo trazado urbano Harris convirtió en escombros. A estas ciudades les siguió Essen tras ser destruida por 422 bombarderos de Harris, así como posteriormente Duisburg, Düsseldorf, Wuppertal, Bochum y Dortmund
Avro 683 Lancaster |
En mayo de 1942, el famoso mariscal inició los preparativos de la operación Gomorra, una furiosa campaña militar aérea dirigida contra la Alemania nazi destinada a destruir la moral de los llamados "enemigos civiles" para debilitar el poder de Hitler.
La noche del 24 de julio, las fuerzas aéreas de Reino Unido, con apoyo de EE UU, lanzaron la Operación Gomorra (llamada así por la ciudad del Antiguo Testamento que fue devastada por el fuego), un ataque aéreo sin precedentes, sobre la industriosa ciudad del Elba, uno de los mayores puertos del mundo y punto estratégico con astilleros, refinerías de petróleo e industrias metalúrgicas. Esa medianoche los aviones británicos descargaron 2.300 toneladas de bombas incendiarias.
Del gran número de bombarderos que habían tomado parte en la acción, sólo se perdieron doce (el 1.5 %). Sin embargo. sir Arthur Harris había advertido ya que la «batalla de Hamburgo» no se ganaría en una noche:
«Hemos calculado que han de arrojarse por lo menos 10.000 toneladas de bombas para completar el proceso de destrucción. Para conseguir el máximo efecto, debe someterse a la ciudad a un ataque prolongado.»
Fue así como el mando de bombarderos de la RAF lanzó otro ataque contra Hamburgo a las 00.57 horas del 28 de julio. Esta vez. Los 722 bombarderos que participaron en la incursión sobrevolaron la ciudad de Noroeste a Sudeste. y a las 01.12 los pilotos que llegaban para lanzar su nueva carga de bombas pudieron ver, en tierra, una extensa alfombra de fuego que cubría casi por completo el barrio nororiental de la urbe. Y en este infierno, los aviones de las oleadas sucesivas descargaron miles de bombas incendiarias y de alto explosivo.
Lo peor llegó tres días después. La diabólica intensidad del bombardeo causó un fenómeno imprevisto. Las zonas que ya ardían seguían siendo machacadas una y otra vez con más bombas, de manera que la temperatura se elevó descomunalmente. Los bomberos no podían sofocarlas y el tiempo seco y caluroso hizo el resto.
El aire supercaliente lanzó corrientes de fuego de 240 kilómetros por hora, a temperaturas de 800 ºC, y desató un gigantesco tornado de fuego. Es lo que se conoce como feuerstürm o tormenta de fuego. Las llamaradas se elevaban varios metros.
Las cifras de la Operación Gomorra serían luego trágicamente superadas por los bombardeos de Dresde, Hiroshima y Nagasaki, pero, Hamburgo fue la primera gran ciudad en ser aniquilada.
Feuerstürm
Un huracán de fuego es una cosa terriblemente sencilla. Un gran número de incendios calienta la capa de aire inmediatamente superior y, mientras esta masa de aire caliente asciende, acude más aire a ocupar su lugar; esta nueva masa de aire atiza las llamas hasta que acaba calentándose también y comienza a su vez su movimiento ascendente: este proceso se va repitiendo sin cesar y las llamas se extienden cada vez con mayor vigor. Un fenómeno de este tipo ocurrió en Hamburgo. En algunos puntos la temperatura sobrepasó muy pronto los 1000ºC y las fortísimas corrientes convectivas provocaban vientos cuya velocidad llegaba a los 240 km por hora: una fuerza doble de la de los ciclones tropicales. A medida que el aire atraído por los incendios avivaba las llamas. Los incendios aumentaban hasta que llegaron a aumentar tanto y tanto que cubrían, en una sola masa de fuego, una extensión de 5.5 km de longitud y 4 de anchura. El petróleo derramado incendió los canales. El asfalto se derritió. La falta de oxígeno y el fuego acabaron con muchos de los que intentaron alcanzar los refugios antiaéreos. La mayoría de víctimas del ataque pereció esa noche infernal. El general de división Kehrl, jefe de la defensa civil de Hamburgo, refirió posteriormente:
«Las escenas de tenor que tuvieron lugar en el área arrollada por el huracán de fuego son indescriptibles. La fuerza del viento arrancaba a los niños de las manos de sus padres y los lanzaba en medio de las llamas. Personas que ya se creían a salvo calan al suelo, derribadas por el calor insoportable y morían en un momento. Los que intentaban huir tenían que pasar sobre los cuerpos de los muertos y de los moribundos. Los miembros de la defensa pasiva tenían que dejar a los enfermos y heridos, pues ellos mismos corrían el peligro de abrasarse vivos...»
El total de bombas lanzadas sumó las 8.621 toneladas de incendiarias y explosivas. En el período de 10 días la RAF efectuó 3091 salidas con la pérdida de 87 aparatos. Unos 22 kilómetros cuadrados de terreno fueron convertidos en cenizas, causando la muerte a 40 mil personas y dejando 37 mil con heridas graves
Monumento en la calle Hamburger Straße |
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the Second World War (Purnell & Sons, 1966)
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