Pedro de Alvarado |
Este día 20 de mayo de 1520, los
mexica inician las ceremonias de su fiesta de Tóxcatl o renacimiento de
Tezcatlipoca, en el Templo Mayor de la Gran Tenochtitlan. Unos cuatrocientos
señores –desarmados todos- asidos de las manos bailan; poco más de tres mil los
observan sentados.
Con la mitad de sus hombres, se
dirige al teocalli -la otra mitad la deja cuidando a Moctezuma que
sigue preso. Mientras, los mexica siguen bailando y cantando; de pronto, los
españoles se lanzan sobre ellos espada en mano; hombres, mujeres y niños, nadie
escapa de sus filos mortales. Sus aliados totonacas y tlaxcaltecas los siguen
en la matanza. Los que tratan de huir por las puertas son muertos por las picas
de los españoles; los que escalan la cerca por los ballesteros y las flechas de
los tlaxcaltecas. Todos son asesinados. El patio se inunda de sangre… luego,
Alvarado quita sus joyas a los cadáveres de los danzantes, tarea que interrumpe
porque ha sido dada la voz de alarma en la ciudad y los españoles tienen que
responder a la indignación popular, deben fortalecerse y disparar sus arcabuces
y piezas de artillería.
Hay más de una
versión de la matanza conocida como "la Matanza de Tóxcatl", también llamada "la Matanza del Templo Mayor". Desde la
perspectiva de los españoles, Bernal Díaz del Castillo justifica la agresión
contra la nobleza mexica en el Templo Mayor, puesto que según se había él
enterado, los mexicas se habían propuesto asesinar a Pedro de Alvarado, que
como se ha dicho, había quedado a cargo de las tropas españolas en
México-Tenochtitlan. El asesinato sería efectuado en el contexto de la
celebración de Tóxcatl. Es de destacar que el rito efectuado por los
mexicas era tomado como un hábito pagano ya que se removía la efigie de la
virgen María así como la Cruz que habían puesto en el Templo Huizilopochtli.
Estos ritos tradicionales de la cultura azteca eran de las principales razones
esgrimidas por los invasores para sostener su barbarie tildando de “incivilizados”
a estos pueblos. Lo cierto es que esta es la visión de los conquistadores que
en esa época con la gran influencia de la Iglesia Católica veían estos actos
con muy malos ojos.
Sin
embargo, las fuentes indígenas señalan que los mexicas habían solicitado
permiso a Alvarado para la realización de una de sus ceremonias religiosas más
importantes, en la que se efectuaba un rito parecido a la comunión católica.
Pedro de Alvarado autorizó la celebración del dicho acto religioso, pero cuando
los señores mexicas se encontraban bailando y desarmados, los españoles
cerraron las salidas del Templo Mayor y abrieron fuego contra los pipiltin (nobles)
tenochcas. Los informantes indígenas de Bernardino de Sahagún describieron así
el episodio:
Al momento todos [los españoles] acuchillan, alancean a la gente y les dan tajos, con las espadas los hieren. A algunos les acometieron por detrás; inmediatamente cayeron por tierra dispersas sus entrañas. A otros les desgarraron la cabeza: les rebanaron la cabeza, enteramente hecha trizas quedó su cabeza.
Pero a otros les dieron tajos en los hombros: hechos grietas, desgarrados quedaron sus cuerpos. A aquéllos hieren en los muslos, a éstos en las pantorrillas, a los de más allá en pleno abdomen. Todas las entrañas cayeron por tierra Y había algunos que aún en vano corrían: iban arrastrando los intestinos y parecían enredarse los pies en ellos. Anhelosos de ponerse en salvo, no hallaban a donde dirigirse
Los
mexicas intentaron defenderse del inesperado ataque de los españoles, pero como
estaban desarmados no pudieron hacerlo. El resultado del enfrentamiento fue un
número desconocido de muertos. Una vez perpetrada la masacre, los españoles se
refugiaron en las casas donde habían sido hospedados por los mexicas, y
pusieron preso a Moctezuma. Más tarde, los mexicas sitiaron a los invasores.
Cuando Cortés volvió del Golfo de México, encontró los ánimos caldeados en
Tenochtitlan a causa de los sucesos ocurridos, y preparó la evacuación de
Tenochtitlan, que se efectuó el 30 de junio de 1520.
Veintidós
años después, el dominico Fray Bartolomé de las Casas, en la relación que hizo
al emperador Carlos —y que luego se divulgó por toda Europa— de las atrocidades
cometidas por los conquistadores, reflejó lo que conocía del suceso por
testimonios ajenos. Aunque con alguna imprecisión (Las Casas supone que hubo
muchas fiestas en sitios distintos, y que en muchas de ellas se organizaron
matanzas), la descripción no difiere en lo esencial de la indígena, y su
predicción del recuerdo perpetuo fue acertada:
[...] e comienzan con las espadas desnudas a abrir aquellos cuerpos desnudos y delicados, e a derramar aquella generosa sangre, que uno no dejaron a vida [...] Fue una cosa ésta que a todos aquellos reinos y gentes puso en pasmo y angustia y luto e hinchó de amargura y dolor; y de aquí a que se acabe el mundo o ellos del todo se acaben, no dexarán de lamentar y cantar [...] aquella calamidad e pérdida de la sucesión de toda su nobleza [...]
Luego de la masacre los españoles de refugiaron en donde
habían estado hospedándose con mexicas deteniendo y poniendo prisionero a Moctezuma.
Los mexicas reaccionaron sitiando a los españoles y cuando regresó Cortes desde
el Golfo de México hallo una Tenochtitlan convulsionada. Luego no tuvo más
remedio que evacuar la ciudad el 30 de junio de 1520.
La matanza fue una muestra más de la barbarie y el
salvajismo que caracterizaba a los invasores europeos de la época. Propio de
delincuentes e ignorantes que lo único que buscaban era el oro sin importar
absolutamente nada de lo que otras culturas pudieran aportar en otros aspectos.
[1]
La ortografía "Moctezuma" es la más frecuente y moderna; no obstante,
la mayoría de las fuentes de los siglos XVI y XVII refieren que su nombre fue
Motecuhzoma, incluido Fray Bernardino de Sahagún que usó una forma más próxima
al náhuatl: Motecuçoma y Motecuhzomatzin. Por razones de cortesía y respeto
real se agregaba con frecuencia -tzin (sufijo reverencial en náhuatl) para llamarlo.
También se le llama Moteczuma en la obra de Salvador de Madariaga "Hernán
Cortés"
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