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martes, 5 de mayo de 2015

30 millones de años en la historia del perro (y una historia de amor incondicional)

Historia del perro

Hace 30 millones de años, según fuentes científicas, apareció sobre la Tierra, durante el período Oligoceno, una criatura con la apariencia de un perro. 

El Cynodictis, un animal parecido a la magosta con un largo hocico puede ser uno de los antepasados más antiguos de este popular animal. Otra criatura prehistórica parecida a los cánidos, el Tomarctus, vivió durante el periodo Mioceno hace 24 millones de años.

Hace 70 millones de años  aparecen sobre la tierra muchos cánidos con morfología muy diversas, algunos se parecen a los osos, otros a hienas, otros similares a los felinos y también hubo de dimensiones minúsculas hasta gigantes, de todas estas variedades solamente evolucionaron algunas y en el curso de los setecientos mil siglos la mayoría se fue extinguiendo, por esta razón es difícil rastrear una filiación del perro con garantías suficientes de certeza en sus ancestros, entonces la pregunta es ¿cuál es el perro más antiguo que se pueda encontrar en la evolución del mundo?. Un gran número de paleontólogos coinciden como el antepasado del perro al Cynodictis que vivió entre sesenta y cuarenta millones de años en Europa y Asia. En el continente americano aparece hace unos veinticinco millones de años una forma más evolucionada denominado Pseudocynodictis estrechamente emparentado con el Cynodictis europeo.
Cynodictis
Luego, hace unos 10 millones de años en América del Norte vivió otro perro, el Daphoenus; sus características eran de una mezcla entre perro y gato, ya que su esqueleto se asemeja al de un felino pero su cráneo al de un perro o lobo.

Daphoenus
Luego aparece el Mesocyon del que se conocen varias especies, muchos paleontólogos consideran al Mesocyon como el antepasado directo de otros dos cánidos: el Cynodesmus, un corredor por excelencia y el Tomarctus, cuyo cráneo se asemeja a las variedades caninas actuales que también era un buen corredor y con aspecto de tejón.

Tomarctus
El canis, término con el cual además del can doméstico, se designa al lobo, el chacal, el zorro, es decir todas las especies pertenecientes al género Canis aparece en Europa, Asia y África hace diez millones de años y en América del Norte hace apenas un millón de años.

El género Canis evolucionó, convirtiéndose en Canis lupus o lobo, hace 300 mil años, mientras que nuestro perro doméstico, descendiente de aquél, apareció hace sólo 12.000 años.


Todos los perros sin importar su aspecto o tamaño tienen al lobo como antepasado, por eso es que sienten y se comportan como ellos.  Es posible que el proceso de domesticación de los perros salvajes haya ocurrido hace 40.000 años cuando en la época glacial los humanos y los lobos convivían en el mismo habitat y dichos animales se alimentaban muchas veces con las sobras que dejaban los humanos luego de las cacerías.  

Los Egipcios y los habitantes del Asia Occidental fueron los primeros en criar perros, principalmente mastines y galgos. También hay estudios que afirman  que los perros comenzaron a domesticarse en Europa y que fue mucho antes de lo pensado: hace entre 18.800 años y 32.100 años. Y ya estaban integrados con los humanos hace 15.000 o 20.000 años, antes de que se desarrollara la agricultura. “Estos resultados implican que los perros domésticos son la culminación de un proceso que se inició con los cazadores-recolectores europeos y los cánidos con los que interactuaron”, explican los autores en su trabajo.

En la época de la Roma imperial ya existían las razas de perros que se conocen actualmente, teniendo una preferencia especial por los galgos, los cuales usaban como perros de cacería, mientras que los grandes mastines eran considerados ideales para las peleas y la guerra.

Igual que el actual letrero "Cuidado con el perro", los romanos escribían "Cave canem" que significa lo mismo en latín. Fueron usados en esos tiempos para pastorear, como vigilantes, como compañía, para el deporte y en algunas culturas, en especial las orientales, fueron incluidos en los cultos religiosos.

Los perros han heredado los ojos, el olfato y las orejas de su antepasado el lobo. Estos sentidos han evolucionado junto a la nueva especie y se han adaptado en las distintas razas caninas gracias al "cruce" o "selección artificial". Un buen ejemplo es el caso de los galgos, que a través del tiempo han logrado desarrollar una vista mejor aún que la de los lobos.

Otro cambio que ha ocurrido en casi todos los perros domésticos es que sus ojos miran más hacia adelante que hacia los lados, mientras que en los lobos es todo lo contrario.

El lobo ha sido exterminado en la mayor parte de sus zonas naturales, como en de Europa y Asia. Igualmente, el perro cazador africano y el dole se encuentran en peligro de extinción.  Solamente los chacales y coyotes continúan procreándose, quizás por la gran capacidad de adaptación que han desarrollado.

El perro cazador africano es uno de los más sociables de todos los miembros de la familia canina pero hay que tener en cuenta de que no es en sí un perro, puesto que no desciende del lobo, sino que pertenece a un grupo propio, el género Lycaon. Estos viven en grandes manadas y poseen un versátil sistema de comunicación basado en movimientos corporales y ruidos, y se desplazan generalmente de día buscando presas para cazar. 

Los perros salvajes estuvieron diseminados originalmente en todos las regiones del mundo, menos en Australia, donde fueron introducidos por el hombre. Los dingos, del continente australiano, han prosperado tanto en estado salvaje que llegaron a confundir a los entendidos, quienes creyeron  que siempre habían vivido salvajemente hasta que se admitió que eran descendientes de los perros domésticos llevados allá hace 4.000 años por los aborígenes nativos. Estos son probablemente los únicos descendientes puros de los perros prehistóricos que se dejaron domesticar.


30 millones de años después del cynodictis...

Cuántas veces se ha hablado de la lealtad de los animales y en especial la de los perros con el hombre. Pueden soportar ingratitudes, abandono y hasta reprimendas, pero ellos siempre estarán ahí, moviendo la cola, aguardando a su amo.

Tanta lealtad muy pocas veces es reconocida y nadie dedica un día para festejar a su mascota, o casi nadie.

Pero en Japón, en la ciudad de Shibuya quisieron homenajear la lealtad de un can con su amo, un amor que trascendió el tiempo y por qué no decirlo, la mismísima muerte.

La historia de “Hachiko” es realmente conmovedora, nació en Noviembre de 1923 en la provincia de Akita, al norte de Japón. Era un perro de raza Akita, macho y de un intenso color blanco. 

La suerte iluminó a “Hachiko” cuando a los 2 meses de edad fue enviado a la casa del profesor del departamento de Agricultura de la Universidad de Tokio Dr. Eisaburo Ueno. El profesor lo llevó a su hogar, cerca de la estación Shibuya, y allí demostró ser un bondadoso y amable dueño. El perro por su parte lo adoraba. Sus patas delanteras estaban levemente desviadas, por lo que decidió llamarlo "Hachi" (‘ocho’ en japonés), por la similitud con el kanji (letra japonesa) que sirve para representar al número ocho (八).

Desde luego, “Hachiko” no podía acompañar a su amo hasta la universidad. Pero lo que sí hacía era dejar la casa todas las mañanas con el profesor y caminaba junto a él hasta la estación Shibuya. 

El perro observaba cómo su dueño compraba el boleto y luego desaparecía entre la multitud que abordaba el tren. Más tarde, “Hachiko” acostumbraba sentarse en la pequeña plaza y esperaba allí a su dueño quien regresaba horas después de su trabajo por la tarde. 

Esto sucedía todos los días. Así es como la imagen del profesor con su perro se volvió familiar en la estación Shibuya, y la historia de la lealtad de este animal se diseminó por los alrededores con mucha facilidad. Las personas que transitaban por Shibuya siempre comentaban este hecho.

Pero tanta felicidad para “Hachiko” no iba a durar siempre. Una tragedia irrumpió la tarde del 21 de mayo de 1925. La salud del profesor no era muy buena en esos días y repentinamente sufrió un ataque cardíaco en la universidad. Eisaburo Ueno había fallecido antes de poder regresar a su casa. Mientras tanto, en Shibuya, “Hachiko” esperaba por su amo enfrente de la estación. 

Muy pronto las noticias sobre la repentina muerte del profesor alcanzaron Shibuya. Inmediatamente muchas personas pensaron en el pobre perro que lo había acompañado todos los días. Varios tuvieron la misma actitud y fueron a la pequeña plaza para convencer al perro de que volviera a su hogar, como si él pudiera comprenderlos. 

A la mañana siguiente “Hachiko” fue visto enfrente de la estación, esperando a su amo. Aguardó todo el día en vano. Al día siguiente estaba allí nuevamente y así sucedía día tras día. Los días se volvieron semanas, las semanas meses, los meses años y aún así, el perro iba cada mañana a la estación, esperaba el día entero y al llegar la hora de regreso de su amo, buscaba inquieto entre todos esos rostros extraños a aquél que amaba. No tenía en cuenta las condiciones climáticas, lluvia, sol, viento y nieve no impedían su diario peregrinar al encuentro de su amo, la lealtad hacia su amigo humano nunca pereció. 

La lealtad demostrada por “Hachiko” tuvo un extraordinario efecto entre los japoneses pobladores de Shibuya. Su historia fue enviada al Asahi Shinbun, un periódico líder en el país, que fue publicada en septiembre de 1932. El escritor tenía un interés en Hachiko, y rápidamente envió fotografías y detalles sobre ella para una revista especializada en perros japoneses. Una foto de Hachiko también había aparecido en una enciclopedia acerca de los perros, publicada en el extranjero. Sin embargo, cuando un periódico nacional de gran renombre tomó la historia de Hachiko, todos los japoneses lo sabían y se convirtió en una celebridad de clases, en una sensación nacional. Su devoción a la memoria de su maestro impresionó a los japoneses y se convirtió en un modelo de dedicación a la memoria de la familia. Los padres y maestros, Hachiko fue utilizado como un ejemplo para educar a los niños.Él se transformó en un héroe, la figura más amada del área. Los viajantes que se ausentaban por un largo período siempre preguntaban por él a su regreso. 

En el mes de abril de 1934 los bondadosos habitantes de Shibuya contrataron a Teru Ando, un famoso escultor japonés, para que realizara una estatua en honor a “Hachiko”. La estatua de bronce fue colocada enfrente de la estación, donde solía esperar “Hachiko”. 

Casi un año más tarde, el 7 de marzo de 1935 “Hachiko”. Luego de casi diez años esperando por su dueño, murió al pie de su propia estatua debido a su edad, pero eso no impidió que su historia y la estatua de Teru Ando se hicieran famosas por todo Japón. “Hachiko” acudió todos los días, durante los diez años que sobrevivió a su dueño, a buscarlo entre la multitud en la estación.

Ni el calor del verano, ni el frío y la nieve de los crudos inviernos, fueron obstáculos para que “Hachiko” dejara de aguardar por el profesor.

En Japón, durante la guerra Segunda Guerra Mundial todas las estatuas fueron fundidas para la elaboración de armamento, la de Hachiko no escapó de esa suerte y lamentablemente el escultor de tan bella obra murió durante un bombardeo. Pero los pobladores de Shibuya continuaban recordando a Hachiko y su mensaje de lealtad. Así fue como decidieron formar una Sociedad para el reemplazo de la estatua de Hachiko, y dicha sociedad contrató al hijo de Teru Ando, Takeshi Ando, quién también era un excelente escultor. La nueva escultura se inauguro en 1947. 


Hoy en día, la hermosa estatua de Hachiko permanece en el medio de la plaza enfrente de la estación Shibuya. Podemos encontrar alrededor de ella fuentes, puestos de diarios y revistas y personas sonrientes contándoles la historia de Hachiko a los pequeños o los curiosos. 

Cada 8 de abril se conmemora la conmovedora lealtad de Hachiko en la plaza frente a la estación de trenes de Shibuya. Los huesos de Chuken Hachiko (en japonés, el leal Hachiko) descansan junto a los de su amo el Dr. Eisaburo Ueno, en una esquina de la sepultura de su dueño, en el Cementerio de Aoyama, Tokio. 


La vida de este particular perrito fue inmortalizada en dos película, una de ellas japonesa, se estreno en 1987, y su titulo es “Hachiko monogatari” y la otra, una remake estadounidense, “Siempre a tu lado. Hachiko”, fue estrenada en 2009 y fue interpretada por Richard Gere. La historia de “Hachiko” deja una gran enseñanza, y ante todo nos demuestra que la lealtad no es patrimonio de los hombres. Nos recuerda que el amor desinteresado no es una quimera y que una modesta mascota nos puede dar una brutal lección de humildad y amor. Solo habrá que girar la cabeza y observar cuando nos vamos, que él seguirá ahí aguardando nuestra llegada a casa.

Hachiko murió el 8 de marzo de 1935, su cuerpo fue trasladado al interior de la estación en la sala de de los equipajes. Se veló su cuerpo donde había pasado los últimos años de su vida y en el velatorio estuvieron presentes la mujer del profesor Ueno, Yaeko, y otros compañeros y miembros de la estación.


El cuerpo fue disecado, guardado y expuesto en el Museo de Ciencias Naturales del distrito de Ueno.


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