Cronología
6 de abril de 1994: Cuando estaba a punto de aterrizar en Kigali, la capital de Ruanda, dos misiles alcanzan el avión en el que viajaban el presidente de Burundi,
Ciprian Ntayamira, y el de Ruanda, Juvenal Habyarimana, ambos de la etnia hutu. La radio local, 'La
Radio de las Mil Colinas' también conocida como la 'Radio del Odio', comienza
su campaña de odio hacia los tutsis.
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7 de abril: Con los cascos azules desplegados,
la primera ministra de Ruanda, Agathe Uwlingiyimana, es asesinada por la
guardia presidencial. Junto a ella, 10 soldados belgas pertenecientes a las
fuerzas de seguridad de la ONU. El incidente desata la violencia y la retirada
de los cascos azules.
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7 de abril: Sin
los cascos azules en el terreno, comienza la matanza de tutsis a manos de los
radicales hutus.
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9 de abril: Jean Kambanda preside un nuevo
gobierno sin miembros moderados de ambas etnias. El mismo día, a diferencia
de otros conflictos en los que la Comunidad Internacional ha intervenido,
Bélgica y Francia sacan del país a todos sus ciudadanos.
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11 de abril: Aunque no pueden dar cifras
concretas, según comunica la Cruz Roja Internacional decenas de miles de
ruandeses están siendo asesinados ante la pasividad de la ONU.
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14 de abril: El contingente belga deja Ruanda. La
ONU, con Kofi Annan, ordena a los militares que quedan en el terreno que no
intervengan.
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17 de abril: Las matanzas se extienden lejos de la
capital, Kigali. El incidente más sangriento se produce en la iglesia de
Kibuye, donde mueren varios miles de tutsis.
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«La muerte del presidente enciende el terror y las matanzas tribales en Ruanda», titulaba ABC el 8 de abril de 1994. Con este magnicidio daba comienzo, uno los episodios más aberrantes, sanguinarios y atroces de la historia reciente: el genocidio de Ruanda.
El Miércoles 6 de abril 1994, el avión privado del presidente ruandés Habyarimana, un jet Falcon 50 (regalo del primer ministro de Francia Jacques Chirac) fue derribado por un misil cuando iba a aterrizar en el aeropuerto de Kigali. Allí morían dos presidentes de etnia hutu y países vecinos: el propio Habyarimana, de Ruanda, y Cyprien Ntaryamira, de Burundi, que lo acompañaba en el viaje.
Aunque la autoría del atentado no ha sido oficialmente esclarecida, se producía en el contexto de la guerra civil detonada por la fractura social entre su etnia hutu y la tutsi,
En octubre de 1990, el FPR (Frente Patriótico Ruandés) inició desde su vecino Uganda una rebelión contra el Gobierno de Habyarimana provocando la guerra civil. El FPR era una fuerza compuesta sobre todo por expatriados tutsis que habían servido en el ejército ugandés (muchos en posiciones clave), desertado en masa del ejército de Uganda y cruzado la frontera.
Fue tal la ola de violencia que desató la sed de venganza en el país africano el 6 de abril de 1994 que fueron asesinados entre 800.000 y un millón de tutsis (y hutus moderados), provocando, además, más de dos millones de refugiados según los datos oficiales. El 85% de la población, los hutus, agredió, torturó y aniquiló de manera sistemática al otro 15% tutsi con un objetivo claro: exterminarlos.
Los métodos utilizados contra las «cucarachas tutsis» –como se las calificaba en la «Radio Mil Colinas», que llamaba abiertamente al asesinato colectivo, razón por la cual algunos de sus periodistas cumplen ahora cadena perpetua– eran increíblemente despiadados: relaciones sexuales forzadas con mujeres infectadas con sida, extremidades amputadas a golpe de machete, violaciones masivas, cientos de personas quemadas vivas en recintos cerrados o ejecuciones de niños y bebes, entre otras torturas.
Y eso que no había entre ellos ningún rasco étnico ni lingüístico que les diferencia a simple vista, pero sí una serie tensiones históricas que se habían iniciado en el siglo XV, cuando los tutsis invadieron Burundi, de donde son originarios los hutus. Fue a partir de entonces cuando se las ingeniaron para monopolizar la política, el Ejército y la economía de los hutus, a pesar de que los hutus solo conformaban una mínima parte de la población total. Una pequeña minoría invasora dominando a la gran mayoría.
Para el siglo XVI, las diferencias socioeconómicas entre tutsis y hutus no estaban muy pronunciadas, pero cabe resaltar que el status si podía definirse de acuerdo a la etnia, y para esa época ya se había comenzado una relación de vasallaje dominada por la etnia menos significativa en la zona, los tutsis.
En el siglo XIX se creó una casta militar y social compuesta por tutsis y que excluía a los hutus. La estructura clasista aumentó cuando Ruanda es colonizada por Alemania (1897-1916), y luego por Bélgica.
Muchos historiadores culpan al colonialismo belga del enfrentamiento fratricida que vivió y sigue viviendo Ruanda. La administración de Leopoldo II dotó a tutsis y hutus -entonces solo dos castas sociales en las que los tutsis representaban la élite- de tarjetas de identidad racial. Las diferencias entre ambos grupos se hicieron más profundas hasta convertirse en étnicas. En 1959 estalló la revolución y los hutus tomaron el control de Ruanda, expulsando a la mayoría de tutsis. Estos estuvieron en el exilio ugandés hasta 1990, cuando formaron el Frente Patriótico Ruandés (FPR) y regresaron a su país en busca de recuperar lo perdido. Estalló una guerra cruenta, con Francia del lado hutu y la ONU mirando hacia otro lado. El gobierno hutu, consciente de su inferioridad a pesar de la ayuda francesa, inició en pleno conflicto una campaña de odio que llamaba al exterminio de todos los tutsis.
Ese fue el escenario en el que nació y se enraizó el odio entre hutus y tutsis, hasta que, tras obtener Ruanda y Burundi la independencia de Bélgica en 1962, los enfrentamientos entre ambos grupos étnicos se fueron intensificando, dando paso a una época en las que las violaciones de derechos humanos y los golpes de Estados se convirtieron en la norma común.
En 1965, por ejemplo, se desencadenó una matanza de hutus, que volvió a repetirse en 1972 con más virulencia incluso: Se produjeron unas terribles matanzas en el vecino Burundi: 350.000 hutus fueron asesinados por tutsis y esto provocó, definitivamente, un sentimiento anti-tutsi por parte de la mayoría de la etnia hutu en el interior de Ruanda. En agosto de 1988 y en diciembre de 1991 se repitieron las matanzas. Según un informe de Amnistía Internacional, más de medio millón de hutus fueron ejecutados entre 1965 y 1991.
Los acontecimientos se sucedieron a una velocidad de vértigo a partir del 6 de abril del 94, una fecha macabra no sólo para la historia de Ruanda, sino para la historia de la humanidad. Ese día se produjo el atentado contra el presidente Habyarimana, que durante los 20 años había gobernado Ruanda a favor de los hutus, la etnia a la que él mismo pertenecía. Y solo un día después era asesinada la primera ministra del país, también hutu, y los 10 soldados belgas que la custodiaban. Los autores no fueron descubiertos ni se averiguó jamás a qué etnia pertenecían, pero la reacción hutu no se hizo esperar.
Entre 800.000 y un millón de muertos en cien días es demasiado para un país como Ruanda que, en 1994, contaba con menos de ocho millones de habitantes. Sobre todo para un país donde, además, la esperanza de vida no superaba los 44 años y donde más del 70% de la población vivía y vive por dejado del umbral de la pobreza.
Antes de terminar julio: el Frente Patriótico Ruandés ha conseguido el control de Kigali, obligando al gobierno hutu radical a huir. Se exilian en Zaire y, junto a ellos, dos millones de hutus. Nace así el campo de refugiados más grande de la historia, la denominada "Ciudad de los Muertos". Así termina un genocidio en el que perdieron la vida alrededor de 800.000 personas; o lo que es lo mismo, casi el 11% de la población y el 80% de los tutsis. Aunque realmente no se saben cifras oficiales. Entre los refugiados también huyeron los genocidas. El FPR se internó en los campos dos años después, en 1996, para capturar a los asesinos y hacer regresar a los civiles hutus. Pero la operación terminó fuera de control: según un informe de la ONU filtrado en 2010, los soldados del FPR dispararon indiscriminadamente contra los refugiados provocando decenas de miles de muertos, algo que Naciones Unidas calificó como un nuevo genocidio, esta vez en sentido contrario, tutsis contra hutus.
El informe de la ONU es tildado de «tontería peligrosa» por el actual gobierno de Ruanda. En realidad, el gobierno de Ruanda hoy en día sigue siendo el FPR, con Paul Kagame al frente. Se trata de un régimen dictatorial disfrazado de democracia que niega que se cometiese un genocidio de vuelta. Ni siquiera admite que el FPR llevara a cabo desmanes durante la guerra, a pesar de que miles de hutus dan testimonio de ello. En resumen, el gobierno ruandés niega el dolor hutu, algo que ha afectado de lleno a la reconciliación y recuperación que pretende el país desde hace años.
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