La fundación de Roma está recogida en dos leyendas principales, la referida a Eneas, el héroe troyano y la referida a los gemelos Rómulo y Remo.
Eneas era hijo de Afrodita (Venus) y el mortal Anquises. El papel de Eneas en la mitología griega es bastante modesto, si bien para los romanos su significado no tiene comparación. Después de la destrucción de su ciudad, Troya, a manos de los griegos, Eneas viajó a Italia, donde fundó el reino a partir del cual emergería Roma. Fue precisamente a Eneas al que el gran poeta romano, Virgilio, le dedicó su famoso poema épico, la Eneida, inspirado en la obra de Homero.
Según una leyenda, Roma fue fundada el 21 de abril de 753 aC por los hermanos gemelos Romulo y Remo, nietos del rey latino de Alba Longa Numitor y descendientes del príncipe troyano Eneas.
Los historiadores romanos trataron de unificar ambas en un único relato coherente de su fundación.Los gemelos Rómulo y Remo era hijos de Rea Silvia, virgen vestal, descendiente de Eneas y de Marte (Ares), dios de la guerra. En el momento de su nacimiento, el malvado tío de su madre, Amulio (que había depuesto a su padre) la mata y arroja a los pequeños al río Tiber. Afortunadamente, al ser arrastrados hasta la orilla, una loba los protege, hasta que Fástulo, un pastor del viejo rey los encuentra. Al crecer los niños, Fástulo les cuenta la historia, entonces, matan a Amulio y restauran a su abuelo en el trono. Luego deciden construir una ciudad junto al Tiber. Ambos suben por una colina y busca auguros de los dioses para decidir quién los habrá de gobernar. Rómulo vence ya que ha visto doce buitres y Remo solo seis, entonces comienza a trazar un surco para delimitar la ciudad. Entonces Remo comienza a burlarse y salta sobre el surco, por lo cual, Rómulo lo mata.
Otra leyenda ligada a la fundación de Roma, es la del rapto de las sabinas. Según ella, los primeros pobladores de Roma deseaban casarse con unas jóvenes de la tribu de los Sabinos, que habitaban sobre la cercana colina del Quirinal; pero sus padres se opusieron. Remo invitó a las familias sabinas a una fiesta religiosa en Roma, en cuya oportunidad las jóvenes sabinas fueron raptadas; lo que determinó a los sabinos a desafiar a los romanos a una guerra, que no pudo llevarse a cabo porque las sabinas se interpusieron entre ambos bandos.
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Siguiendo el modelo de todas las primitivas ciudades itálicas, la forma política inicial en la Roma antigua, fue la de una república de base aristocrática, gobernada por un rex vitalicio, pero electivo. La tradición le adjudica haber tenido siete, los cuatro primeros latinos, y los tres últimos etruscos: Rómulo, Numa Pompilio, Tulo Hostilio, Anco Marcio, Tarquino el Antiguo, Servio Tulio y Tarquino el Soberbio.
Bajo los reinados de Tulio Hostilio y de Anco Marcio los romanos conquistaron su ciudad madre de Alba, y fundaron la ciudad-puerto de Ostia en la desembocadura del Tíber; que actualmente continúa siendo la puerta marítima de Roma.
La conquista de Alba también fue presentada bajo la forma de una leyenda, conforme a la cual, en vez de ir a la guerra, los pobladores de Roma y de Alba decidieron que la rivalidad entre ambas ciudades fuera resuelta mediante un combate entre tres guerreros por cada bando. Por Alba pelearon tres hermanos llamados los Curiacios, y por Roma otros tres hermanos llamados los Horacios. Los Curiacios dieron muerte a dos de los Horacios; pero el tercero, simulando huir, logró separarlos y matarlos uno a uno. Lo cierto es que la ciudad de Alba fue arrasada totalmente por los romanos, que incorporaron a sus habitantes como ciudadanos de Roma.
Bajo el régimen de los reges Roma alcanzó un importante desarrollo. Habitada por campesinos latinos que cultivaban tierras en sus proximidades, pronto fueron asimilados e integrados en la ciudad los pueblos vecinos, principalmente sabinos; y seguramente la población latina originaria quedó posteriormente bajo la hegemonía de etruscos a consecuencia de su expansión en el centro de la península italiana; los cuales aportaron otras actividades, especialmente en la industria y la artesanía, y en el comercio y la navegación, así como costumbres más refinadas.
La incorporación de esos habitantes influyó de manera muy importante en la propia fisonomía de la ciudad; que comenzó a tener casas de mejores materiales y con mayores comodidades y decoraciones. Sin embargo, mientras los nuevos pobladores cumplían actividades cada vez más intensas y productivas en el comercio a través del puerto o del mercado, y prosperaban los talleres en que se trabajaban el hierro y el cobre, o las maderas, los originales habitantes latinos de la nobleza terrateniente, continuaban apegados a sus actividades agrícolas; aunque seguramente participaban del auge económico vendiendo sus productos a precios crecientes.
Durante los reinados de sus tres últimos reges, que fueron de origen etrusco, Roma consolidó su dominio sobre la zona del Lacio. Luego que Roma hubiera ido abarcando las colinas cercanas, ocupando el Capitolio donde se construyeron los principales templos, y el Quirinal que habitaran los sabinos, el rex Servio Tulio rodeó todo el territorio de las colinas con una muralla de piedra, dando origen a que Roma fuera designada como “la ciudad de las siete colinas”.
El período etrusco de Roma se destacó además por la realización de grandes obras públicas, especialmente la construcción de la cloaca máxima, que drenando los pantanos existentes en los valles situados entre las colinas, permitió rellenarlos y hacerlos habitables. También en esta época fueron construídos numerosos templos en la zona del monte Capitolio, cercano al valle que más tarde sería la sede del Foro romano cuyas ruinas se encuentran actualmente a sus pies.
De cualquier manera, con el paso del tiempo se fue acentuando la influencia política y económica de los “extranjeros”, sobre todo etruscos; suscitándose un creciente antagonismo con los patricios latinos.
Según las crónicas de historiadores antiguos, como Dionisio de Halicarnaso y Tito Livio, cuando su muerte puso fin al reinado de Anco Marcio, fue elegido como su sucesor un etrusco que había alcanzado gran prestigio y éxito, que asumió su reinado con el nombre de Tarquino el Soberbio. Según las mismas crónicas, Tarquino impulsó la conquista romana de las comarcas del Lacio; con lo cual incorporó un territorio de importante riqueza, convirtiéndose Roma en un gran centro comercial de industrial, incluso en el comercio marítimo ya que sus naves transportaban mercaderías a Córcega, Sicilia, e inclusive Cartago y a las ciudades de Grecia. Aunque en realidad, el reinado de Tarquino el Soberbio transcurrió seguramente en forma contemporánea con la declinación del poder etrusco; de donde resultó el surgimiento de la influencia romana en los territorios antes dominados por ellos.
Ello aportó a Roma grandes riquezas. Los reges comenzaron a emplear en sus actividades costumbres de gran ceremonial; en Roma se levantaron palacios y se ejecutaron importantes obras públicas. El área comprendida entre los montes Palatino y Capitolio, en que se habían instalado preferentemente los etruscos, se convirtió en un gran centro de comercio e industria.
Hacia los fines del siglo VI a.C., la dominación etrusca sobre Roma comenzó a declinar, como consecuencia del debilitamiento del poder etrusco a causa de los ataques e invasiones de los pueblos de la galia cisalpina en el valle del Pó.
Según la leyenda, no obstante la expansión que Tarquino el Soberbio aportó a Roma, su gobierno despertó gran descontento entre las familias patricias de la ciudad, cuya influencia política ignoró. Hacia el año 509 a.C., un episodio originado en la pretensión amorosa de un hijo de Tarquino contra Lucrecia — una mujer casada que por tal motivo se suicidó frente a su esposo — desencadenó una revuelta que culminó con la expulsión de Tarquino y la modificación del sistema de gobierno de la ciudad. En vez de un rex vitalicio, los romanos decidieron nombrar dos magistrados de gobierno, los cónsules, y otorgarles autoridad temporal, solamente por un año.
Muerte de Lucrecia, Eduardo Rosales (1871). |
Lo cierto es que, probablemente a consecuencia del debilitamiento del poder etrusco, en el 509 a.C. los jefes de las gens latinas de Roma -conjunto de familias que descendían o creían descender de un antepasado común vinculadas por un parentesco más o menos lejano, que tenían sus divinidades, sus costumbres y su territorio- lograron expulsar la dinastía etrusca; y establecieron lo que se denomina como la república patricia.
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