Tras la crisis de Suez (1956), cascos azules de la ONU separaron a las tropas egipcias e israelíes en un marco de paz muy inestable. Mientras las dos superpotencias consolidaron sus posiciones en el Oriente Próximo.
Durante 1966 las tensiones fronterizas subieron de tono, con la intervención de la aviación y carros de combate. En los primeros meses de 1967 los incidentes fronterizos eran casi diarios y los tambores de guerra comenzaron a sonar cuando el 18 de mayo de 1967, Nasser pidió al entonces secretario general de la ONU, U Thant, la retirada de las fuerzas de la ONU estacionados en territorio egipcio. En un ambiente de creciente tensión, Egipto recibió el apoyo soviético y de los demás países árabes, mientras que EE.UU. apoyó firmemente a Israel. Nasser se preparaba para un inminente enfrentamiento, movilizó a 80.000 hombres, armó a los palestinos de Gaza, firmó un pacto con Irak y Jordania, y el 22 del mismo mes anunció el bloqueo para los buques israelíes del golfo de Ákaba. Israel consideró estos hechos como causa de guerra.
En Israel se formó un gobierno de guerra que incluyó al general Moshe Dayan, uno de los artífices de la campaña de 1948 y miembro del partido Rafi, la escisión del Mapai de Ben Gurion, y a Menahem Begin, líder del partido Herut, principal representante de la derecha. La guerra estaba servida. Los países árabes vecinos comenzaron a hacer alianzas entre ellos, tomando posiciones de guerra en contra del Estado judío. El presidente egipcio Gamal Abdel Nasser comenzó a embarcar a sus tropas hacia la península del Sinaí y expulsó a las fuerzas de las Naciones Unidas que patrullaban la zona. Al mismo tiempo, tras un pacto de defensa entre Jordania y Egipto, el ejército iraquí desplegó tropas en Jordania.
Considerando los retos que enfrentaba, Israel sabía que solo por medio de un ataque preventivo podría vencer a los grandes ejércitos árabes que tenían como objetivo su destrucción.
Ya en 1962, Ezer Weizmann, comandante de la Fuerza Aérea, había planeado una operación que destruiría todas las fuerzas aéreas del enemigo. Para ser eficaz, el Ejército de Defensa de Israel (Tzáhal) comprendió que primero tenía que atacar las pistas de aterrizaje de los aeropuertos para impedir que los aviones enemigos despeguen.
El éxito de la misión dependía de que fuese una verdadera sorpresa. Las órdenes del comandante de la Fuerza Aérea fueron claras: “Los pilotos volarán a una altitud baja, y bajo ninguna condición podrán utilizar las líneas de comunicación; ni para el despegue, ni durante el vuelo, ni siquiera si sufren de problemas técnicos y tienen que abortar la misión. Harán contacto sólo cuando el primer objetivo sea atacado”.
En 1964, la Operación Moked fue discutida por el Estado Mayor en absoluto secreto.
Mordechai "Moti" Hod, comandante de la Fuerza Aérea junto con Yitzhak Rabin (en ese entonces jefe del Estado Mayor), decidieron lanzar el 5 de junio la Operación Moked. Tras recibir la autorización del gobierno, algunos oficiales de las bases aéreas se reunieron para recibir las instrucciones de sus comandantes.
Alrededor de las 4:00 AM, los pilotos recibieron instrucciones para que el ataque tuviera lugar precisamente a las 7:45 AM en once objetivos diferentes de Egipto. El enemigo fue tomado completamente por sorpresa. Tras destruir las pistas de los aeropuertos, los aviones de la Fuerza Aérea de Israel abrieron fuego sobre el escuadrón egipcio, que estaba atrincherado en tierra.
La primera ola de ataques continuó por dos horas, 197 aviones egipcios y seis aeropuertos fueron completamente destruidos.
Al final de la primera etapa, Yitzhak Rabin ordenó a las fuerzas terrestres invadir el Sinaí, iniciando lo que más tarde se llamaría la “Guerra de los Seis Días”.
Horas más tarde, otro objetivo egipcio fue atacado con el fin de corroborar que todos los objetivos habían sido atacados y para destruir los radares y la infraestructura electrónica de guerra.
A las 11:30 AM, tras un ataque sirio, el comandante de la Fuerza Aérea de Israel decidió redirigir los aviones y destruir los aeropuertos sirios. Por otro lado, el Rey Hussein de Jordania, recibió información falsa por parte de Egipto que no informó de la eficaz ofensiva aérea israelí a pesar de conocer los hechos y añadía que los egipcios habían destruido el 75% de la aviación judía.
Basándose en esta falsa información, el rey Hussein decidió aquella mañana hacer honor a su pacto con Nasser, y sus fuerzas establecieron una nutrida barrera de fuego a lo largo de las líneas de armisticio, bombardeando poblados y ciudades israelíes, incluso las afueras de Tel-Aviv y Jerusalén. La Fuerza Aérea al ser informada acerca del inminente ataque por la Inteligencia del Ejército de Defensa de Israel, decidió destruir los aviones y aeropuertos de Jordania.
La guerra fue un paseo militar para el Tzahal, el ejército hebreo. Israel actuando sola, había derrotado a tres de sus vecinos, apoyados por numerosos países árabes en lo que se recordaría como una de las campañas militares más rápidas y de mayor éxito de la época actual. El Sinaí egipcio, la franja de Gaza, Cisjordania, la ciudad vieja de Jerusalén y los Altos del Golán sirios cayeron en solo seis días en manos de Israel. El territorio ocupado por el estado hebreo pasó de poco más de 20.000 kilómetros cuadrados a 102.400. Pese a las protestas de la ONU y el desacuerdo de las grandes potencias, el Parlamento israelí acordó el 23 de junio la anexión de la parte árabe de Jerusalén.
Las reacciones a la derrota árabe no se hicieron esperar: En la conferencia de jefes de estado árabes celebrada el 28 de agosto en Jartún (Sudán) se constituyó el "Frente del Rechazo": los participantes se comprometieron a no reconocer y a no negociar ni concluir la paz con Israel. Mientras tanto, la OLP comenzaba a tratar de obtener su propia autonomía, dirigiendo la batalla contra el ocupante israelí.
Las Naciones Unidas adoptaron el 22 de noviembre de 1967 la resolución 242: en ella se estipula que Israel debe de retirarse de los territorios ocupados, según la versión francesa del texto, y de ciertos territorios ocupados, según la inglesa, y se afirma el derecho de cada nación en la región de vivir "en paz en el interior de fronteras seguras".
La gran victoria de Israel en 1967 inicia el elemento esencial del problema palestino-israelí hasta nuestras días: la situación de los territorios ocupados de Gaza, Cisjordania y la parte árabe de Jerusalén. El tercer día, las tropas israelíes izaron su la bandera sobre el Monte del Templo y el Muro de las Lamentaciones, poniendo fin a la división de Jerusalén; que una vez más, estaba en manos judías.
Cuando el Consejo de Seguridad de la O.N.U., tras cuatro días de reuniones, adoptó finalmente una resolución de alto el fuego:
Israel fue la primera en aceptarlo, siempre sobre una base de reciprocidad. Jordania también
Egipto lo rechazó en un principio, pero al cabo de 24 horas lo aceptó, cuando se hizo evidente para sus líderes que la derrota era absoluta y se hallaba al borde de un colapso militar.
Siria, el más inmediato instigador de la acción bélica y su más decidido defensor, no había sufrido duramente los efectos de la lucha armada así que rechazó el alto el fuego.
Israel temía en un principio la intervención directa de la U.R.S.S. debido a las íntimas relaciones que existían entre Moscú y Damasco, sin embargo, la mayoría, creía que, si se conseguían rápidos resultados, tal intervención sería físicamente imposible y, tras los hechos consumados, la presión de los Estados Unidos contendría a la U.R.S.S.
Así, libres ya de otros frentes y tras haber destruido la aviación siria, asaltaron sus posiciones artilleras. La ventaja táctica y topográfica siria en los Altos del Golán no fue suficiente para detener el ataque israelí. En 24 horas conquistaron los Altos del Golán y se acercaban hacia Damasco… los sirios aceptaron el alto el fuego.
El 22 de noviembre de ese mismo año, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 242 por la que urgía a Israel a retirar su ejército de los territorios ocupados durante la Guerra de los Seis Días y a los países árabes a respetar y reconocer el derecho de Israel a vivir en paz en el interior de fronteras reconocidas internacionalmente.
El problema es que el texto de la resolución 242 es deliberadamente ambiguo en cuanto a si exige a Israel una retirada de todos los territorios ocupados en la guerra o de parte de los territorios.
Israel antes (izq.) y después (der.) de la Guerra de los seis días. |
Israel aplicó una política sobre los territorios ocupados en la que destacaron dos aspectos: por un lado, la adopción de medidas por las autoridades militares destinadas a impedir que regresaran a sus hogares las personas que los abandonaron forzadamente a causa de la invasión, así como las encaminadas a desplazar hacia los países árabes próximos a los que permanecieron allí durante y después de la guerra; y por otro, la implantación de colonias judías de población en esos territorios ocupados.
A pesar del momento de debilidad árabe y que un millón de árabes se encontrasen bajo un gobierno militar israelí, Al Fatah, a instancias de Yasser Arafat, decidió iniciar actividades terroristas obligando a las colonias israelíes a hacer parte de la vida bajo tierra, en subterráneos creados al efecto. La causa de los palestinos se vio reforzada con la designación de Yasser Arafat, el fundador de Al Fatah, como presidente de la O.L.P. En adelante la O.L.P. funcionaría con gran independencia respecto a los gobiernos árabes. Desde el 2 de febrero de 1969, en que fue elegido, Arafat se fue haciendo poco a poco con el control de los palestinos, empresa para la que contaba con el apoyo de la mayoría de los países árabes, que veían en él al líder nacionalista más moderado y, por tanto, ideológicamente, menos peligroso que George Habash o Nayef Hawatmen mucho más radicales.
Arafat se convertiría así en la figura dominante del movimiento de resistencia palestino.
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