Un U2, avión espía norteamericano, regresa a su base tras una misión rutinaria sobrevolando la isla de Cuba. A bordo lleva unos negativos fotográficos que muestran unas instalaciones militares con gran movimiento de personal y tropas en torno a ellas. Parecen ser plataformas de lanzamiento de misiles de medio alcance. En Washington la CIA estudia las imágenes a fondo y no habrá lugar a dudas: son silos para armas atómicas que estarán operativos en poco tiempo. El presidente estadounidense John F. Kennedy, consultará con sus asesores las alternativas posibles para enfrentar el hecho: diplomáticas, bloqueo militar, invasión, ataque aéreo... Finalmente se impondrá el bloqueo y el 22 este mismo mes Kennedy anunciará el bloqueo naval en torno a la isla para impedir la llegada de más misiles nucleares. Al mismo tiempo solicitará a la URSS la inmediata retirada de las armas atómicas de Cuba. Durante unos días el mundo estará al borde del holocausto nuclear y, finalmente, Krushchev aceptará las demandas de Kennedy. El 26 de octubre anunciará que los cohetes con cabezas nucleares serán retirados de Cuba, poniendo fin a la Crisis.
Al caer la noche del 15 de octubre y luego de exhaustivas interpretaciones, los servicios de inteligencia de la CIA y la Fuerza Aérea (USAF) arribaron a la clara evidencia de que se estaban montando rampas de proyectiles de alcance intermedio con ayuda técnica de la URSS. Ese mismo día, entre 8 y 10 altos cargos de la CIA, incluido McGeorge Bundy, Asesor de Seguridad Nacional del presidente demócrata, fueron notificados con extrema celeridad.
Hacia las 9 de la mañana del día martes 16, Bundy, en persona, transmitió los anuncios al presidente cuando éste aún en su dormitorio ojeaba los diarios. Al cabo de algunas horas, el general Marshall Carter, director adjunto de la CIA y sus analistas fotográficos iban señalando en una sala de situación rayas y puntos que ampliados se convertían en depósitos para camiones, armazones para lanzar los cohetes y remolques para transportarlos. Los misiles soviéticos de medio alcance, “SS-4”, dijo Carter, “podrían alcanzar blancos a 1.100 millas náuticas de distancia, cubriendo nada menos que Washington, Cabo Cañaveral, San Luis y todas las bases del mando aéreo estratégico. Las fotografías no revelaban signos de cabezas nucleares en sus alrededores, pero sin duda la carga atómica estaba allí o lo estaría pronto”. Algún tiempo después se supo, con un alto margen de certeza, que el coronel Oleg Vladimirovich Pencovsky, oficial de inteligencia, experto en artillería y cohetería y ex integrante del Estado Mayor del general Varentzov, reveló, al espía británico Greville Wayne, la existencia de los cohetes en Cuba, que en realidad eran 192 proyectiles estratégicos. El general soviético que estaba al mando de la operación tenía la facultad de usar esas armas sin consultar a Moscú, si las circunstancias así lo indicaban.
¿Por qué ningún analista norteamericano había podido predecir la actitud de Krushov en Cuba? ¿Qué ventajas tenía? ¿Dónde estaban las cabezas nucleares? ¿Cómo se la podía destruir? ¿Qué le sugerían los militares al joven presidente J. F. Kennedy?
TEORÍAS: El equipo de asesores del presidente, ante la gravedad de la situación, elaboró una serie de teorías sobre esta jugada temeraria del ajedrecista Nikita Krushov en el tablero mundial:
Teoría I: Política de la Guerra Fría
Krushov creía que el pueblo americano tenía demasiado miedo a verse envuelto en una guerra nuclear. Él estimaba que se daría una política de “hecho consumado” y sólo los Estados Unidos emitirían una protesta. De triunfar allí, creía que podía seguir tanteando en otros lugares. Se apelaba a un concepto de la expansión nacional comparado con la bayoneta. Si uno da en un hierro duro, hay que retirarla; si por el contrario tropieza con algo blando conviene profundizar. En pocas palabras chantaje atómico.
Teoría II: Trampa como maniobra de diversión
Si los Estados Unidos respondían al desafío atacando Cuba, la alianza occidental se vería dividida, la ONU mostraría horror y los iberoamericanos se harían más antiyanquis que nunca. Cuando las Fuerzas de los Estados Unidos atacaran Cuba, Krushov tomaría Berlín.
Teoría III: Defensa de Cuba
Un satélite soviético en el hemisferio occidental era muy valioso para los rusos, un bastión que Krushov no podía darse el lujo de perder. La URSS sostenía que estaba justificado armar a los cubanos luego de las amenazas de invasión, Richard Nixon y los generales del Pentágono, “Bahía de los Cochinos” y otros atentados. Al decir de la diplomacia rusa los cohetes eran “sólo defensivos”.
Teoría IV: Cohetes y poder colocar la Bomba H
Aprovechando las bases cubanas para colocar sus cohetes de medio o largo alcance, obtenían una manera comparativamente veloz y menos costosa de añadir muchas armas nucleares a las ya apuntadas hacia los Estados Unidos, con el objetivo de alcanzar el equilibrio.
Unos días antes John F. Kennedy había ordenado que se prepararan tres planes a saber;
1º Destruir los silos de misiles nucleares con aviones de la marina.
2º Organizar un ataque aéreo de gran envergadura.
3º Invadir y conquistar Cuba.
Por su parte, Bob Kennedy, hermano del Presidente, increpaba duramente a su equipo de asesores con preguntas que nadie se atrevía a contestar:
¿Cuántos cubanos lucharían por el régimen si había invasión? El fantasma del error de apreciación en Bahía de los Cochinos rondaba por allí.
El presidente Kennedy preguntó si los misiles balísticos de mediano alcance podrían ser destruidos con balas. Sí, les respondió el General Carter, subjefe de la CIA, pero ocurre que se trataba de misiles que podían cambiarse de escondite. Posteriormente en una reunión privada entre el General Carter, Robert McNannara, secretario de defensa y McGeorge Bundy, que tuvo lugar en la Casa Blanca, Carter dijo: “Irrumpes allí con un ataque sorpresa, eliminas todos los misiles, pero no es ese el final, es sólo el comienzo del primer día de la Tercera Guerra Mundial”.
John A. McCone, director de la CIA, por su parte ideó una nueva estrategia aportando otra alternativa: imponer un bloqueo total a Cuba con la interrupción de entrada de cualquier cargamento, respaldada por la amenaza de ataque.
A las 11 de la mañana del 18 de octubre, McCone y su experto en fotointerpretación, Lundahl, fueron a la Casa Blanca con nuevas fotos del “U2”. En ellas se advertía un nuevo conjunto de misiles de mayor tamaño, cada uno con un alcance de 3.500 kilómetros, capaces de alcanzar todas las ciudades estadounidenses, menos Seattle.
El jefe de la CIA dijo que todos los misiles eran controlados por tropas soviéticas, atacarlos significaría un acto de guerra contra Moscú.
John F. Kennedy se dirigió por televisión a todo el país a las 19 horas del día 22 de octubre de 1962, contando con un masivo nivel de audiencia, esbozando frases de un alto contendido dramático y emocional. Ahora el mundo sabía que había misiles soviéticos en Cuba apuntando hacia los Estados Unidos, era una antesala a la debacle nuclear.
En la isla, Fidel Castro usó también la televisión para dirigirse a todos los cubanos. Denunció una inminente invasión norteamericana y convocó a todo el pueblo a “defender a Cuba”.
Los vuelos de aviones de reconocimiento fotográfico “U2”, continuaban realizándose, pero además se hacían a baja altura. El 27 de octubre una batería, SAM, manipulada por soviéticos en la Provincia de Oriente, dispara y derriba un avión espía “U2” y muere su piloto Rudolph Anderson. La guerra era inminente...
A las 10 de la mañana del día 24 se inició el bloqueo naval y aéreo a toda la isla. El ejército estadounidense activó su más alto nivel de alerta por debajo de la alerta nuclear. Poco tiempo después se supo que, a 800 kilómetros de Cuba, los barcos soviéticos se habían detenido o bien invertido su rumbo. Todo era muy incierto, impreciso.
Mientras el jefe de la CIA McCone desaconsejaba el bloqueo aduciendo que el armamento acopiado por los cubanos era importante. Era “vox populi” que los altos mandos militares no estaban de acuerdo con el presidente Kennedy sobre una presión en escalas hacia Castro–Krushov.
Robert McNannara, quien había medido y calculado la respuesta sobre Turquía y Europa por parte de los rusos, recuerda en sus memorias:
“Kennedy no quería la guerra, pero el General Curtis Le May, comandante de la USAF, insistía en destruir Cuba a toda costa. Estábamos debatiendo eso cuando llegaron dos mensajes del líder soviético Nikita Krushov, el texto del viernes a la noche pareció haber sido escrito por un hombre entregado. Decía que “si les garantizábamos que no invadiríamos Cuba ellos retirarían los misiles”.
Pero el sábado a la mañana llegó otro escrito por un extremista:
“Si ustedes atacan Cuba estamos dispuesto a confrontarlos con una represalia masiva”.
En esos momentos el equipo se asesores de Kennedy se preguntó: "¿A qué mensaje debemos responder?"
En los debates estaba presente Tommy Thompson, ex embajador en la URSS, quien conocía a Krushov y le sugirió al presidente que contestara el más blando, es decir el primero. De esa manera Kennedy eligió el camino de la paz. Krushov retiraría los misiles de suelo cubano, lo que irritó a Fidel Castro y su Estado Mayor, que deseaban se incluyera la devolución de la base de Guantánamo. Los Estados Unidos no atacarían Cuba y retirarían los misiles “Júpiter” estacionados en Turquía, que apuntaban a la URSS. El acuerdo no era del todo digerible para el establisment americano, la oposición republicana y los militares.
Lo de Turquía debía quedar en secreto al tiempo que se aproximaban las elecciones parlamentarias.
Algún tiempo después el jefe de la CIA y protagonista de gran parte de esta historia, McCone, fue acusado por los hermanos Kennedy de traidor por filtrar el “trueque” del retiro de misiles. El tiempo y la historia quizá develen algún día si el asesinato de John Fitzgerald Kennedy, en Dallas en 1963, estuvo relacionado a la crisis de los misiles.
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