El fin de la Edad Media
Durante los últimos años del siglo XV, en Europa se crearon las condiciones para grandes acontecimientos que cambiarían la historia de Occidente.
Terminaba la Edad Media, y Europa comenzaba a "renacer" y a expandirse. La economía y la mentalidad del feudalismo estaban en franca decadencia y todo el mundo pensaba y actuaba con más libertad, producía, compraba y vendía. Durante los siglos XV y XVI, entre los europeos, hubo grandes cambios en la forma de ver el mundo.
La Iglesia fue dejando lentamente de ser la autoridad absoluta sobre la Tierra. Los reyes, aliados con los burgueses (comerciantes e industriales) derrotaron definitivamente a los señores feudales y formaron reinos poderosos.
Al mismo tiempo, se producían cambios en la cultura. Los temas religiosos fueron menos importantes en la literatura y la pintura, y el hombre adquirió cada vez más protagonismo. Los rostros de los burgueses -benefactores de los pintores- comenzaron a aparecer en los cuadros. Se escribían libros sobre política y novelas que reflejaban la vida cotidiana de la gente. La cultura se "humanizó".
Durante los duros inviernos europeos, el alimento para el ganado escaseaba y, en consecuencia, el ganado también; por eso, durante el otoño, se sacrificaban animales cuya carne se ahumaba y salaba para conservarla. Así preparada, no era muy sabrosa que digamos; había que agregarle especias (pimienta, nuez moscada, azafrán, canela) para darle sabor. Estos productos llegaban desde el Lejano Oriente, traídos por las caravanas que viajaban a la zona de Constantinopla (actual Estambul, en Turquía), y desde allí eran transportados por los comerciantes venecianos, hacia el Mediterráneo.
Pero en 1453 Constantinopla cayó en manos de los turcos y la ruta de las especias quedó cortada. Los europeos entraron en pánico y comenzaron a buscar nuevas rutas. El reino de Portugal fue el primero que se lanzó a los mares; conquistó gran parte de África y encontró un camino hacia el Oriente bordeando todo aquel continente. Tiempo después, España había logrado su unidad política bajo el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, que miraban con atención los progresos de la política comercial de Portugal y se preparaban para imitarlo.
América en 1492
Estaba habitada desde hacía más de 35 mil años por pueblos de variadas culturas. Algunos eran muy poderosos y estaban organizados como grandes imperios.
Los primeros habitantes fueron cazadores que llegaron por el norte desde Asia, persiguiendo a los animales con que se alimentaban. Desde allí, muy lentamente se fue poblando todo el continente. Hacia 1492, junto a pueblos de costumbres sencillas existían otros que habían desarrollado grandes Estados y poderosas culturas, con construcciones monumentales, manejo de la agricultura y, en algunos casos, escritura.
De Génova a América
Quien encontrara una ruta a las Indias sería, sin duda, rico y muy poderoso. Eso lo sabía Colón, que removió cielo y tierra para poder intentarlo.
Cristóbal Colón nació en Génova. En eso están de acuerdo casi todos los historiadores actuales. Lo que no queda tan claro es la fecha de su nacimiento; hay quienes afirman que fue el 25 de agosto de 1451; otros creen que fue el 31 de octubre de ese año. Su familia no estaba relacionada con el mar, pero la ciudad donde vivía, sí. Génova era un puerto al que constantemente llegaban naves trayendo mercaderías, noticias y cultura de otros países.
De la infancia y la juventud de Cristóbal no es mucho lo que se sabe. Desde muy chico trabajó junto a su padre en la producción de paños de lana, pero esto no le gustaba demasiado. Prefería dedicarse a otra actividad muy difundida en la época: la navegación comercial. A los 14 años se incorporó a una de esas empresas y empezó a recorrer el mundo de entonces; visitó Londres e Islandia. En 1480, cuando estaba en Lisboa, se casó con una joven italiana, Felipa Monís de Perestrello, y comenzó a trabajar con su suegro, que tenía la capitanía de Porto Santo, en las islas Azores. Poco después nació su hijo Diego. A las playas de las islas llegaban, de vez en cuando, maderas desconocidas; algunas estaban talladas a mano. Cierto día -según cuenta el propio Colón- llegó una embarcación de un solo tronco en la que yacían dos cadáveres de piel cobriza. Estos hallazgos llamaron su atención, y comenzó a preguntarse qué habría más allá del misterioso océano Atlántico.
Como no tenía la respuesta, la buscó en los libros de viajes, que se leían mucho en la época. En particular, se interesó por los relatos de Marco Polo. Este era un viajero veneciano que, en el siglo XIII, había llegado hasta la China y, desde allí, había llevado a Europa la pólvora, los fideos, la brújula y la imprenta. Después de estudiar los mapas de aquellos años, Colón entendió que, mientras los turcos estuvieran bloqueando el camino conocido, la única forma de llegar al Oriente era navegando hacia el Occidente. Así, no sólo descubriría qué había más allá, sino que llegaría a la tierra donde encontraría las tan caras y deseadas especias y también -¿por qué no?- oro.
La idea del viaje ya estaba instalada en la cabeza de Colón cuando, en 1484, murió su mujer.
El futuro almirante recorrió las casas de los financistas y las cortes de aquel tiempo, para ver si lograba convencerlos de que financiaran una expedición naval dirigida por él. El primero que lo escuchó fue el rey Juan de Portugal, con quien se entrevistó entre 1483 y 1484. Se interesó pero convocó a una junta de matemáticos para que lo asesoraran. Estos dijeron "no" y entonces Colón decidió probar suerte en España. Su hermano -que más tarde lo acompañaría en su aventura- quedó en Lisboa.
En 1485 viajó hacia Castilla; preocupado por la educación y la crianza de su hijo, lo dejó al cuidado de los monjes del monasterio de La Rábida, donde conoció a quien sería su gran amigo: el padre Antonio Marchena. Después de varios trámites y gracias a su amistad con fray Juan Pérez, confesor de Isabel de Castilla, logró entrevistarse con la Reina en la ciudad española de Córdoba, el 20 de enero de 1486. Isabel consultó con sus asesores, entre los que se contaba la "gente más culta del reino". Ninguno de ellos confiaba en Colón, y aconsejaron a la Reina no utilizar recursos económicos que se necesitaban para continuar la lucha contra los musulmanes que todavía ocupaban parte de España.
Mientras tanto, Colón había conocido a Beatriz Enríquez Arana, con quien, sin haberse casado, tuvo su segundo hijo, al que llamaron Hernando. Finalmente, en 1492, parecía que el momento oportuno para volver a insistir había llegado: los Reyes habían recuperado Granada y la derrota de los moros era definitiva. Colón volvió a plantear su proyecto y esa vez sí fue escuchado. Isabel y Fernando estaban dispuestos a apoyar económicamente su proyecto de navegar hacia Occidente para llegar al Oriente.
Antes de concretar el viaje. Colón firmó un contrato con los Reyes Católicos. Si ese contrato se hubiera cumplido. Colón habría sido multimillonario.
El 17 de abril de 1492 se firmó la Capitulación de Santa Fe, un contrato estrictamente comercial en el que ambas partes fijaban sus obligaciones y derechos. Los Reyes se comprometían a financiar el viaje, y le concedían a Colón el título de Almirante de las islas y tierras que descubriese. También lo nombraban Virrey de los territorios que ocupase. Estos cargos serían de por vida y hereditarios. Además, Colón tendría derecho al 10% de todas las transacciones comerciales que se concretasen en las tierras encontradas. ¡Por fin Colón podía pensar en su viaje!
Se instaló en el Puerto de Palos, donde conoció a los hermanos Pinzón, marinos de gran experiencia. En unos meses lograron reunir las provisiones para unas 90 personas: bizcochos, vino, carne, pescados, además de aceite, vinagre, queso y cebollas. Colón contó en su diario:
"Partimos el 3 de agosto de 1492, a las ocho de la mañana (...). El lunes 6 de agosto, el timón de la carabela Pinta se rompió y saltó."
El once de ese mes llegaron a las islas Canarias. La Pinta fue reparada y se le hiz mantenimiento a los otros dos barcos. El 6 de septiembre, las tres naves partieron con rumbo incierto, aunque Colón calculaba que deberían navegar unas 700 leguas (3500 km) para llegar a las tierras del Gran Khan (la China). Pero los cálculos fallaron, y el viaje estaba durando demasiado; la tripulación, atemorizada, quería regresar. Colón, con el apoyo de los Pinzón, logró tranquilizarla y continuar.
La llegada
Las embarcaciones habían llegado, sin saberlo, a un continente que el resto del mundo desconocía. Con sus hombres recorrió las islas del Caribe, asombrándose a cada paso con la hermosura de las mujeres y las maravillas de la naturaleza. Pasaron por San Salvador, Cuba y La Española (esta última es, hoy, Haití y Santo Domingo). Allí, el 25 de diciembre de 1492, crearon el primer poblado español en América: el fuerte de Natividad. En ese lugar quedó un grupo de españoles, mientras el Almirante volvía a España cargado de productos locales y algunos indígenas, pero con muy poco oro y nada de especias
La visión de la Historia que tenemos está plagada de grandes nombres a los cuales se otorgan sistemáticamente las medallas de las grandes hazañas y descubrimientos, olvidándose la mayoría de las veces que sin el trabajo de personas anónimas dichas proezas no serían más que una utopía irrealizable. En el caso del descubrimiento de América la cosa no iba a ser diferente y si bien ha quedado en el candelero que Colón fue el eminente descubridor, poco se cuenta que tal era el afán de medallas del famoso navegante, que no dudó en negarle el suculento premio que le correspondía a Rodrigo de Triana
Durante la noche del 11 al 12 de octubre, Colón sostuvo que había sido él el primero en ver las luces de la tierra que pensaba asiática, quitándole el honor y la recompensa de 10.000 maravedíes al humilde marinero de la Pinta, Rodrigo de Triana.
¿12 o 13?
Los que insisten en recordar la llegada de Colón a América el 12 de octubre se verían en problemas si se confirmaran las recientes investigaciones que afirman que el grito del llamado Rodrigo de Triana se produjo el 13. Pero, puesto que tal número se identificaba con la mala suerte y que el 12 de octubre era la fiesta de Nuestra Señora del Pilar, patrona de los Reyes Católicos, y caía ese año en viernes, día de la pasión de Jesús, el almirante habría cambiado la fecha a su antojo para quedar bien con sus benefactores.
Otros pobladores
El 12 (o el 13) de octubre, Colón y sus hombres estaban frente al islote de Guanahaní (actuales Bahamas), al que Colón llamó San Salvador. Don Cristóbal confiaba en haber llegado al Asia, aunque se asombraba de no toparse con los clásicos mercaderes chinos, sino con gente “muy bella y pacífica” que tomaba las espadas por el filo por desconocer las armas de guerra.
A las 2 de la mañana, después de 72 días de navegación, el marinero Rodrigo de Triana divisó tierra firme. Cristóbal Colón y su expedición llegaron a la isla que los nativos llamaban Gunahaní, y que Colón bautizó como San Salvador, ubicada en el archipiélago de las Lucayas o Bahamas. Inmediatamente comenzó a explorar la zona y pronto llegó a la actual Cuba, a la que llamó Juana.
Colón estaba convencido de haber llegado a las Indias Orientales y por eso llamó "indios" a sus habitantes. Además, con la idea fija de que estaba en Catay, Colón se dio a la tarea de buscar la residencia del Gran Khan, por lo que recorrió parte del norte de Cuba en dirección poniente y llegó a la isla que hoy es de Haití y de la República Dominicana, a la que bautizó como La Española
En este sitio, Colón construyó un fuerte con los restos de la Santa María, que se había estrellado contra un arrecife y naufragado. Ese refugio se llamó "Fuerte de Navidad" y fue el primer asentamiento español en América.
El 4 de enero de 1493, Cristóbal Colón regresó a España con las dos carabelas que le quedaban, dejando 40 hombres en el fuerte Navidad. En Barcelona, los Reyes Católicos recibieron solemnemente al Almirante, quien llegó mostrando seis aborígenes, algunos frutos exóticos, como la piña, papagayos y algo de oro. Nada que mereciera otra expedición a ojos de los monarcas si no fuera porque también presentó el poco oro encontrado. Poco, pero suficiente para que Isabel y Fernando dieran el visto bueno al segundo de los cuatro viajes que emprendería. Esta vez la ambición sería mayor, con consecuencias en muchos casos trágicas para los indígenas. Ya no iban 88 (oficialmente), sino 2.500. Tampoco se encontrarían a tribus idílicas. El contingente dejado atrás en La Española había sido masacrado y se verían las caras con los temibles caribes, que, entre otras cosas, eran caníbales. Pero esto ya es otra historia, la historia de un mundo cada vez más pequeño gracias a aquel primer viaje.
¿Celebración o conmemoración?
El 12 de octubre se celebraba en América el “Día de la Raza” o “Día de la hispanidad”. La historia enseñaba que América fue "descubierta" por Cristóbal Colón, cuya llegada permitió a los habitantes de estas tierras obtener una lengua y acceder a la "civilización".
Pero la realidad es otra, el arribo de los Europeos a tierras Americanas fue el comienzo de la esclavitud, el maltrato y sometimiento del indio y la implementación de la religión o creencia Cristiana como instrumento opresor durante la llamada conquista.
Sin embargo, en algunos lugares el 12 de octubre no es una fecha de celebración, sino de conmemoración del comienzo de la invasión de ese continente por europeos. En algunos países (por ejemplo Argentina donde se la denomina “Día de la Diversidad Cultural Americana”, o Venezuela donde se la llama “Día de la Resistencia Indígena”) se busca promover desde distintos organismos una reflexión permanente acerca de la historia y encaminar hacia el dialogo para una diversidad cultural, como también la promoción de los Derechos Humanos de nuestros pueblos originarios, tal como lo marca la Constitución Nacional en su articulado sobre la igualdad de las personas, dándole la garantía del respeto a la identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural.
Una verdadera fecha para recordar, celebrar y trabajar para el bienestar de todas las culturas. Se trata de una fecha que habilita actualmente profundas reflexiones y debates, como también expresa las reivindicaciones de los pueblos originarios del continente americano.
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