El 2 de noviembre de 1917, el Ministro de Asuntos Exteriores británico, Arthur James Balfour, transformó el futuro de Oriente Medio en unas pocas palabras:
"El Gobierno de Su Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío"
Antes de esa fecha, el sionismo era un movimiento marginal que dividía a los judíos y era rechazado por los gentiles. Tras la Declaración Balfour, el proyecto nacional judío contó con el apoyo de la primera potencia imperial de la época. Aunque no lo sabía entonces, el Ministro de Asuntos Exteriores sentó las bases del Estado de Israel y del conflicto entre árabes y sionistas que, casi un siglo después, sigue sin resolverse.
A menudo se considera que la Declaración Balfour comienza el proceso jurídico que llevaría al establecimiento del estado de Israel con aprobación de la ley internacional.
Sir Arthur James Balfour |
Se conoce como Declaración Balfour a la manifestación formal del Gobierno británico, publicada el 2 de noviembre de 1917, en la que el Reino Unido se declaraba favorable a la creación de “un hogar nacional judío” en el Mandato Británico de Palestina. El formato del documento es una carta firmada por el secretario de Relaciones Exteriores británico, Sir Arthur James Balfour (1874-1952), Primer Lord del Almirantazgo, dirigida al barón Lionel Walter Rothschild, un líder de la comunidad judía en Gran Bretaña, para su transmisión a la Federación Sionista de Gran Bretaña e Irlanda. La declaración, considerada como el primer reconocimiento de una potencia mundial de los derechos del pueblo judío sobre la “Tierra de Israel”, fue incorporada en el Tratado de paz de Sèvres entre Turquía y el Mandato Británico de Palestina. El documento original se conserva en la Biblioteca Británica.
2 de noviembre de 1917
Estimado Lord Rotschild:
Tengo gran placer en comunicarle, en
nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía con
las aspiraciones Sionistas Judías que ha sido sometida a, y aprobada por, el
Consejo de Ministros.
"El Gobierno de Su Majestad ve
favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el
pueblo judío, y usará sus mejores esfuerzos para facilitar el logro de tal
objetivo, en el bien entendido de que nada se hará que pueda prejuzgar los
derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en
Palestina o los derechos y el status político que los judíos disfrutan en
otros países."
Le agradecería que pusiera esta
declaración en conocimiento de la Federación Sionista.
Sinceramente suyo,
Arthur James Balfour
|
Pese a que el texto era impreciso, medios de prensa y la Federación Sionista no sólo la difundieron de inmediato sino que la interpretaron como un real reconocimiento a los derechos del pueblo judío. La imprecisión debe entenderse como una forma de no violar las promesas que se habían efectuado a la dirigencia árabe, la aceptación de un único Estado árabe en Medio Oriente, como consecuencia de los acuerdos Sykes – Picot, firmados entre Francia y el Reino Unido, en 1916, establecieran como se dividirían los diversos territorios de Medio Oriente cuando culminara la conflagración bélica y Turquía junto con Alemania fueran vencidas.
La Declaración Balfour fue el resultado de las gestiones efectuadas por la dirigencia del Movimiento Sionista Mundial, liderada en Gran Bretaña por Jaim Weizmann, pues dicho Movimiento, que era aún minoritario en el seno del pueblo judío, tenía su sede en Berlín, y si bien al iniciarse la Primera Guerra Mundial se declaró neutral, la realidad es que se dividió en dos sectores que tenían un mismo fin: lograr el reconocimiento de los derechos del pueblo judío en la tierra de Israel.
Jaim Weizmann |
Un sector apoyaba el triunfo de Alemania, especialmente debido a que estaban enfrentados con los padecimientos de las poblaciones judías en el territorio de la Rusia zarista, que era aliado de Gran Bretaña y Francia; mientras que el sector restante consideraba que serían los aliados, como ocurrió, los vencedores, y que por lo tanto se los debía apoyar.
La Declaración se hace tras meses de negociaciones (que comenzaron casi dos años antes, en el otoño de 1915) del ministro británico con, entre otros, Jaim Weizmann en representación de la Organización Sionista Mundial. El Dr. Weizmann era un químico judío nacido en Rusia que en 1904 se había trasladado a Inglaterra y que una década después había desarrollado un método para producir acetona a partir del maíz, producto vital para la munición de artillería y que escaseaba entre británicos y aliados. Durante esa época conoce a Balfour y a David Lloyd George (ministro británico de municiones), que le tenían en alta consideración. En 1916 Lloyd George se convirtió en Primer Ministro británico y Arthur Balfour en Ministro de Asuntos Exteriores. Así concurren los propios designios británicos para Palestina y la ambición sionista, que Weizmann aprovecha bien.
La Declaración Balfour respondía tanto a los intereses británicos como a su simpatía hacia la causa palestina. En los albores de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña necesitaba el apoyo de los judíos (y de los árabes) frente a los otomanos, aliados de los alemanes, así como proteger la ruta marítima a través del Canal de Suez, esencial para su economía, y la ruta terrestre hacia la India, joya de la corona de su imperio. Y apoyar a los sionistas parece que podía contribuir a ello, al justificar su pretensión de dominar (los británicos) Palestina.
Más adelante, la Declaración Balfour se incluyó en la Resolución de San Remo en 1920 y, desde el 24 de julio de 1922, en el Mandato (Administración fiduciaria) por el que los británicos administraron temporalmente Palestina. El preámbulo del Mandato dice:
"La Administración Fiduciaria debería responsabilizarse de llevar a cabo la declaración originalmente hecha el 2 de noviembre de 1917 por el Gobierno de Su Majestad Británica [la Declaración Balfour]... a favor del establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío…"
Los árabes se tomaron la declaración como un acto de deshonestidad británica y una traición a la promesa de establecer un país árabe unido desde el Mar Rojo hasta el Golfo Pérsico, que los británicos les habían hecho por su colaboración durante la Primera Guerra Mundial en la región del Hijaz contra los otomanos.
El periódico londinense The Times dice el 19 de septiembre de 1919:
"Nuestra obligación, como Administración Fiduciaria será hacer de la Palestina judía no un estado en dificultades sino un estado capaz de desarrollar una vida nacional vigorosa e independiente."
La actitud británica favorable al sionismo sufriría un cambio, primero en 1931 y, definitivamente, con el Libro Blanco de 1939. En todo caso, desde el principio, los militares británicos trataron de subvertir la declaración de su gobierno, al punto de incitar la revuelta árabe de 1920 en Jerusalén.
La declaración Balfour encuentra, pues, su lugar entre una multitud de infructuosos proyectos y fantasías indulgentes, excepto, por supuesto, que en este caso y sorprendentemente los británicos cumplieron en general con su palabra. Durante al menos dos décadas permitieron que el movimiento sionista llevara cientos de miles de inmigrantes judíos a Palestina, y los recién llegados crearon cientos de asentamientos, incluyendo varias ciudades, así como la infraestructura política, económica, militar y cultural del futuro Estado de Israel. Pero si la existencia de Israel se originó con los británicos, también lo hizo la tragedia de los palestinos. La declaración Balfour fue sólo el primer capítulo de una historia aún sin terminar
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