El río de la Plata y sus afluentes reconocían por únicos señores a los marinos de Montevideo, quienes hostilizaban todo el litoral argentino. El gobierno de la revolución, para contrarrestarlos levantó baterías frente al Rosario y en Punta Gorda (aprox. 50 km. al norte de Rosario), pero el río Paraná continuaba siendo el teatro de sus continuas depredaciones. En octubre de 1812 fueron cañoneados, asaltados y saqueados los pueblos de San Nicolás y San Pedro.
Alentados por el éxito de estas empresas los realistas resolvieron darles extensión, como medio de hostilidad permanente. Organizaron sigilosamente una escuadrilla con el plan de remontar el río, destruir las baterías del Rosario y Punta Gorda, y subir hasta el Paraguay apresando en su trayecto los buques de cabotaje que se ocupaban del tráfico comercial con aquella provincia. Se confió la dirección del convoy al corso español Rafael Ruiz, y al mando de la tropa de desembarco al capitán Juan Antonio Zabala. En enero llegaron estas noticias al gobierno de Buenos Aires, que mandó desarmar las baterías del Rosario, por no considerar conveniente su defensa. Al mismo tiempo, dispuso se reforzasen las baterías de Punta Gorda y ordenó al coronel del recientemente creado Regimiento de Granaderos a Caballo, José Francisco de San Martín que con una parte de su regimiento protegiese las costas del Paraná desde Zárate hasta Santa Fe.
La expedición naval realista, procedente de Montevideo, penetró por las bocas del Guazú a mediados del mes de enero de 1813. Se componía de 11 embarcaciones armadas, tripuladas por 300 hombres. Aunque retrasada la expedición por los vientos del norte, San Martín apenas tuvo tiempo de salir a su encuentro a la cabeza de 140 granaderos y destacó algunas partidas para vigilar la costa del río. El 28 de enero la flotilla enemiga pasó por San Nicolás. El 30 subió más arriba del Rosario, sin hacer ninguna hostilidad. El comandante militar del Rosario, don Celedonio Escalada, reunió la milicia para oponerse al desembarco. Consistía su fuerza en 22 hombres armados, 30 de caballería y un cañoncito manejado por media docena de artilleros.
En la noche levaron anclas los buques españoles, y el día 30 amanecieron frente a San Lorenzo, veintiséis kilómetros al norte del Rosario, anclando a 200 metros de la orilla. Las altas barrancas, escarpadas como una muralla, sólo son accesibles por los puntos en que la mano del hombre ha abierto sendas, practicando cortaduras. Sobre la alta planicie que corona la barranca se levanta el convento de San Carlos, con sus grandes claustros de sencilla arquitectura. Un destacamento español desembarcó con el objeto de requerir víveres a los frailes y ante la llegada de Escalada, que con 50 hombres constituía la avanzada de San Martín, se replegó a sus naves. En la noche del 31 fugó de la escuadrilla el paraguayo José Félix Bogado. Por él se supo que toda la fuerza de la expedición realista no pasaba de 350 hombres. Inmediatamente transmitió Escalada esta noticia, y uno de sus mensajeros encontró al coronel San Martín al frente de los granaderos, cuya marcha se había retrasado en dos jornadas respecto de la expedición naval española. Sin estas circunstancias casuales, que dieron tiempo para que todo se preparase convenientemente, el combate de San Lorenzo no habría tenido lugar.
El Combate de San Lorenzo ocurrió el 3 de febrero de 1813, junto al Convento de San Carlos Borromeo, entre las fuerzas independentistas rioplatenses (argentinas) —quienes resultaron triunfadoras— y las colonialistas españolas (realistas). Fue la única batalla en territorio argentino que libró el futuro General José de San Martín, quien tuvo bajo sus órdenes el Regimiento de Granaderos a Caballo.
La ciudad de Montevideo — declarada por España como capital provisional del Virreinato del Río de la Plata — era la principal base naval española en el océano Atlántico Sur; por tierra estaba sitiada por el ejército de José Rondeau, al que luego se sumaría José Gervasio Artigas. De modo que los españoles tenían que hacer uso del mar y del Río de la Plata para abastecerse. Frecuentemente, una escuadrilla realista salía de Montevideo en dirección al Paraná, y sus hombres merodeaban las costas robando los ganados.
Una expedición compuesta por once embarcaciones, que había salido de Montevideo con el propósito indicado, fue seguida paralelamente por tierra por el coronel de caballería José de San Martín al frente de 125 hombres del Regimiento de Granaderos a Caballo recientemente creado por él. La marcha militar del Libertador y sus hombres fue agotadora ya que se inició apenas cinco días antes del enfrentamiento, la tarde del día 28 en Retiro, Buenos Aires.
Las fuerzas de San Martín se adelantaron, deteniéndose el 2 de febrero cerca de la posta del Espinillo, situada a 10 km al norte del Rosario, donde hoy se ubica la ciudad de Capitán Bermúdez. Tras cambiar los caballos, continuaron al día siguiente su recorrido hasta el Convento San Carlos, ingresando por el lado oeste del monasterio. Tras negociar la situación con el superior de los frailes franciscanos del convento, fray Pedro García, San Martín ocultó a sus granaderos, de modo que la escuadrilla realista no pudo observarlos.
Los realistas desembarcaron y avanzaron hacia el convento, suponiendo que allí estaban depositados los principales bienes de la zona. Para su sorpresa, fueron atacados por los granaderos a caballo sable en mano. El ataque de las tropas argentinas se realizó con un movimiento de pinzas saliendo de la parte trasera del convento. Una de ellas —la de la izquierda y la primera en moverse— estaba encabezada por José de San Martín y la otra por el capitán oriental Justo Germán Bermúdez, quien estaba secundado por el joven teniente porteño Manuel Díaz Vélez. Bermúdez ejecutó un rodeo muy grande, forzando la escapatoria de los españoles hacia sus buques. La táctica militar empleada por San Martín consistió en una maniobra envolvente, tomada de Napoleón.
La columna del coronel llegó antes de que la de Bermúdez completara el movimiento. Por un momento, los españoles lograron defenderse. Una bala hirió al caballo de San Martín, que rodó y apretó una de sus piernas, inmovilizándolo. Un enemigo iba a clavarle la bayoneta, cuando apareció el soldado puntano Juan Bautista Baigorria quien en ese preciso instante se interpuso, mató al soldado realista y comenzó una defensa heroica de San Martín. Mientras, el soldado correntino Juan Bautista Cabral ayudó a San Martín a liberarse de la opresión del lomo del caballo sobre su pierna salvándole la vida.
Tanto el capitán Justo Bermúdez como el teniente Manuel Díaz Vélez y el soldado Juan Cabral morirían en esa heroica acción, por eso son conmemorados en la Historia Argentina. Existe la creencia de que Baigorria murió en el combate de San Lorenzo, pero los registros muestran que sirvió en el ejército de los Andes hasta aproximadamente el año 1818.
La llegada del grupo de Bermúdez, impidiendo que los realistas se reorganizaran en cuadro, completó la victoria de San Martín, obligando a los realistas a huir apresuradamente. Algunos realistas se arrojaron al río desde la barranca y perecieron ahogados. El combate duró, en total, alrededor de 45 minutos.
Parte
de la batalla de San Lorenzo
TENGO
el honor de decir à V. E. que en el día 3 de febrero los granaderos de mi
mando en su primer ensayo han agregado un nuevo triunfo à las armas de la
patria.
Los
enemigos en número de 250 hombres desembarcaron á las 5 y media de la mañana
en el puerto de San Lorenzo, y se dirigieron sin oposición al colegio de San
Carlos conforme al plan que tenía meditado en dos divisiones de à 60 hombres
cada una: los ataqué por derecha è izquierda, hicieron no obstante una
esforzada resistencia sostenida por los fuegos de los buques, pero no capaz
de contener el intrépido arrojo con que los granaderos cargaron sobre ellos
sable en mano: al punto se replegaron en fuga à las baxadas dexando en el
campo de batalla 40 muertos, 14 prisioneros de ellos, 12 heridos sin incluir
los que se desplomaron, y llevaron consigo, que por los regueros de sangre,
que se ven en las barrancas considero mayor número. Dos cañones, 40 fusiles,
4 bayonetas, y una bandera que pongo en manos de V. E. y la arrancó con la
vida al abanderado el valiente oficial D. Hipólito Bouchard.
De
nuestra parte se han perdido 26 hombres, 6 muertos, y los demás heridos, de
este número son: el capitán D. Justo Bermúdez, y el teniente D. Manuel Díaz
Vélez, que avanzándose con energía hasta el bordo de la barranca cayó este
recomendable oficial en manos del enemigo.
El
valor è intrepidez que han manifestado la oficialidad y tropa de mi mando los
hace acreedores à los respetos de la patria, y atenciones de V. E.; cuento
entre estos al esforzado y benemérito párroco Dr. D. Julián Navarro, que se
presentó con valor animando con su voz, y suministrando los auxilios
espirituales en el campo de batalla: igualmente lo han contraído los
oficiales voluntarios D. Vicente Mármol, y D. Julián Corvera, que à la par de
los míos permanecieron con denuedo en todos los peligros.
Seguramente
el valor e intrepidez de mis granaderos hubieran terminado en este día de un
solo golpe las invasiones de los enemigos en las costas del Paraná, si la
proximidad de las bajadas no hubiera protegido su fuga, pero me arrojo a
pronosticar sin temor que este escarmiento será un principio para que los
enemigos no vuelvan a inquietar a estos pacíficos moradores.
Dios
guarde à V. E. muchos años.
San
Lorenzo Febrero 3 de 1813.-
José de San Martin.
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Pese a lo escaso de las tropas comprometidas y a la corta duración del enfrentamiento, éste tuvo importantes implicancias históricas y estratégicas: San Lorenzo constituyó el bautismo de fuego de los Granaderos a Caballo, marcó el inicio de la gesta sanmartiniana en Latinoamérica y desalentó posteriores excursiones de los realistas de Montevideo hacia el río Paraná. Por ello la ciudad comenzó a tener problemas de abastecimiento que provocarían, mucho más tarde, su caída en manos de las tropas de Buenos Aires.
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