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viernes, 18 de marzo de 2016

La tragedia de la bahía de Lübeck

Ha pasado más de un siglo desde el hundimiento del Titanic, cuya historia es sobradamente conocida. Cada vez que se produce el naufragio de un buque de pasajeros, las víctimas suelen contarse por centenares y es casi normal que así ocurra, porque en esos momentos de enorme tensión, muchas personas quedan atrapadas, son incapaces de ponerse a salvo y además, los sistemas se salvamento suelen ser insuficientes y normalmente mal gestionados.

Estas tragedias, aunque medie la ineptitud, la inexperiencia o la estupidez humana, suelen ser accidentales y nunca buscadas de propósito, pero ¿qué ocurre cuando se provoca un naufragio con la finalidad de acabar con la vida de miles de personas?

Entonces la tragedia se vuelve atroz y para la mente humana, difícil de creer.

El 30 de enero de 1945, en aguas del mar Báltico, un submarino ruso hundió al buque hospital Wilhelm Gustloff, provocando el peor desastre marítimo de la historia con más de 9000 vidas de hombres mujeres y niños perdidas. (ver más).

Sin embargo, no fue la única tragedia ocurrida en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial: En la bahía de Lubeck, en el Mar Báltico, se produjo el hundimiento del trasatlántico Cap Arcona y otros tres buques, bajo unas circunstancias que causan pavor a la vez que rubor y que, por mucho que los implicados en esa tragedia hayan querido ocultarla, la realidad ha llegado a saberse.

El "Cap Arcona"

Considerado el "Rey del Atlántico Sur", el Cap Arcona, un vapor rápido de 27.571 toneladas de carga construido en 1927, era la nave insignia de la flota de transatlánticos de la HSDG (Hamburg-Südamerikanische Dampfschifffahrts-Gesellschaft) de Hamburgo.


Era un barco muy lujoso, esbelto, de propulsión acoplada a tres chimeneas rojas y blancas. Se destinaba al transporte de personas de alto nivel económico, desde Alemania a África y América del Sur y contaba con piscina cubierta, cancha de tenis, lujosos camarotes y salones y comedores espléndidos.


En su interior, ningún detalle estaba librado al azar: mobiliario de excelente factura, suite real, camarotes victorianos, jardín de invierno, gimnasio… El barco era de tal envergadura que incluso sirvió de escenario para el rodaje, en 1942, de una película alemana sobre el hundimiento del Titánic. 

Durante doce años, el Cap Arcona había realizado ininterrumpidamente los fabulosos cruceros a los que debía su reputación. En 1933 era el orgullo del III Reich y navegaba con bandera nazi por todos los océanos. El 25 de agosto de 1939 fue afectado al servicio de guerra. Tras la invasión a Polonia, el vapor fue amarrado al muelle en el puerto de Danzig (Gdañsk), y utilizado como vivienda flotante de la Kriegsmarine (la marina de guerra alemana).

En 1944, ante el avance de las tropas soviéticas, el barco recibió la misión de transportar civiles y soldados entre Danzig y Copenhague, pero sus turbinas se averiaron durante la travesía. Fue remolcado a un astillero escandinavo, donde repararon sus motores y así pudo regresar a Alemania. Cuando ancló en la bahía de Lübeck (puerto alemán del mar Báltico), el 14 de abril de 1945, el Cap Arcona era casi imposible de maniobrar. La Kriegsmarine decidió pues restituirlo a la compañía marítima Hamburg-Süd.


Un plan siniestro

Sin embargo, ese mismo día, Heinrich Himmler, jefe de las SS, dio la orden de no dejar ningún deportado vivo en manos de los aliados, de modo que las atrocidades de los campos de exterminio quedaran ocultas para siempre. Pero la eliminación de los cuerpos se tornaba demasiado lenta. Decidieron entonces vaciar los campos de concentración y sacar a los deportados por las carreteras. Así, el 4 de mayo de 1945, las tropas aliadas encontraron el campo de concentración de Neuengamme (el más grande de Alemania, a 25 kilómetros de Hamburgo) completamente vacío, a pesar de que desde 1938 había recibido aproximadamente a 106.000 deportados de todas las nacionalidades.

Las "caminatas de la muerte" adquirieron dimensiones trágicas y constituyeron para las SS, en esos últimos días de la guerra, un medio terriblemente eficaz de exterminar a los últimos sobrevivientes de los campos de concentración. Muchos detenidos fueron asesinados de un disparo en la nuca a un costado de las carreteras. Pero algunos lograron resistir a los golpes, la sed y el hambre, apostando al fin de la guerra para salir del infierno.

En su afán por encontrar una fórmula para borrar toda huella del horror que habían producido, alguien propuso la idea de embarcar a los deportados en barcos, encerrarlos allí bajo vigilancia de las SS y posteriormente hundir los barcos con toda su carga humana. A los "pasajeros" se les dijo que iban a ser entregados a los suecos, pero es más probable que el plan previsto fuera llevarlos al Báltico y hundirlos.

Karl Kaufmann, Jefe de las SS en el distrito de Hamburgo, ordenó llevar a los deportados que había en toda la zona norte, a bordo del Cap Arcona y los otros tres buques fondeados en la bahía: los cargueros Athen, Thielbeck y el trasatlántico Deutschland, acondicionado como buque-hospital.

Menos los deportados políticos, todos los demás fueron embarcados en el Thielbek y desde allí fueron transferidos al Cap Arcona, el más capacitado para albergar un gran número de personas y así, a finales del mes de abril de 1945, a bordo había seis mil quinientos prisioneros y seiscientos soldados de las SS.

Comandados por el oficial de las SS Kirstein, los militares quitaron todos los chalecos salvavidas, así como los bancos o las banquetas que podían utilizarse como balsas, y los guardaron bajo llave en el pañol.

En vista del hundimiento del Reich, el número de oficiales de las SS se redujo gradualmente y fueron reemplazados por miembros del ejército territorial, de entre 55 y 60 años de edad, y de la infantería de marina. El Athen realizó su último viaje al Cap Arcona el 30 de abril, esta vez para sacar prisioneros del buque, a la sazón tan superpoblado que incluso los SS no podían soportar más los muertos amontonados y el mal olor. Además, se habían llevado a cabo negociaciones con la Cruz Roja sueca y se había llegado a un acuerdo para facilitar el rescate de los detenidos franceses. A los ojos de los nazis, la derrota era un hecho. Con esta medida de clemencia respecto de algunos detenidos, esperaban una reducción de las sanciones que sin duda les impondrían los países vencedores.

Algunos prisioneros aprendieron rápidamente algunas palabras en francés para tratar de engañar a los guardias y abandonar el barco. Muchos fueron fusilados cuando un último interrogatorio en francés reveló su verdadera nacionalidad. En total, 2.000 deportados franceses y residentes del imperio colonial francés lograron abandonar el Cap Arcona y el Thielbek, el 30 de abril. Fueron llevados a Suecia y hospitalizados. Algunos detenidos franceses se negaron a abandonar los camarotes del Cap Arcona y del Thielbek, considerando que las condiciones de supervivencia en los demás barcos eran aún más azarosas. Sin saberlo, firmaban así su sentencia de muerte.

El 30 de abril de 1945, los deportados se enteraron de que Adolf Hitler se había suicidado, que Berlín había sido ocupada por las tropas rusas y que la guerra prácticamente había terminado.


La tragedia

No obstante, desde hacía cinco días varios pontones y barcazas de desembarco trasladaban a Lübeck a medio millar de deportados famélicos más (hombres, mujeres, niños) provenientes del campo de concentración de Stutthof, cerca de Danzig, en Polonia. Debían abordar el Cap Arcona.

En este punto, los acontecimientos se precipitaron. El 3 de mayo, mientras dos submarinos alemanes maniobraban en la bahía de Lübeck aparentemente preparándose para disparar los mortales torpedos con el fin de hundir el Cap Arcona, irrumpieron los tanques británicos. Los alemanes se pusieron a cubierto para combatir. En la mañana de ese mismo día, un avión inglés había efectuado un vuelo de reconocimiento sobre la bahía de Lübeck y había observado al Cap Arcona. Presintiendo su inminente liberación, los deportados le habían hecho señales con sus manos. Todavía presentes en el carguero Athens, los soldados nazis abrieron fuego contra el avión. Para escapar a los disparos de las baterías antiaéreas, el aparato volaba entonces a 10.000 pies, lo que hacía imposible identificar a las personas a bordo.


Al mediodía, dos oficiales británicos se presentaron en la oficina de la Cruz Roja sueca, en Lübeck, para informarse sobre todos los detalles de los barcos-prisiones. Tras escuchar un informe, prometieron actuar en consecuencia. Lamentablemente, era demasiado tarde para desviar la operación lanzada contra los nazis. Varios aviones de la Royal Air Force (RAF) se presentaron en la bahía de Lübeck. Cuatro escuadras de caza bombarderos Typhoon de la Second Tactical Air Force se ubicaron en posición de ataque. Los nazis colocaron en sus barcos militares banderas blancas, pero mantuvieron la bandera hitleriana en el Cap Arcona, el Athen, el Thielbek y el Deutschland.

Hawker Typhoon
El primero en recibir el impacto de las bombas fue el Deutschland, que en ese momento solamente tenía a bordo a unos cien hombres, entre tripulación y equipo médico. Cuatro bombas cayeron sobre el buque produciendo graves daños e incendios, pero fueron rápidamente sofocados, mientras, el capitán extendía sábanas blancas en señal de rendición. Nadie murió en ese bombardeo y tuvieron tiempo de evacuar el barco en botes salvavidas.

SS Deutschland
De inmediato la acción se concentró en el Cap Arcona y el Thielbeck que sufrieron entre treinta y cuarenta impactos de bombas. A bordo del Cap Arcona había miles de prisioneros hacinados en las bodegas, los camarotes, los enormes salones y cualquier lugar en el que los pudieran hacinar como si de animales se tratara. Cuando empezaron a oírse las detonaciones de las bombas, los prisioneros, horrorizados, trataron de escapar de sus lugares de confinamiento, lo que no era difícil para algunos, pues el barco no era una prisión y una vez en cubierta o a través de las escotillas se dispusieron a saltar al agua, pero eran ametrallados por los fanáticos soldados de las SS que, implacables, abatían a quien lo intentara o si ya lo había conseguido, lo acribillaban en el agua. Bertram, el capitán, dejó el puente cubierto de humo abriéndose camino a golpes de machete a través de la masa de prisioneros y abandonó el barco. Los SS aterrorizaban a los detenidos disparando sus ametralladoras. Muchos de los botes de salvamento fueron perforados. Sólo uno fue lanzado al mar por los SS para escapar.

Presas de un pánico indescriptible, los deportados que no fueron asesinados durante el ataque, ni se habían quemado o ahogado en su prisión, se abalanzaron hacia el puente y se arrojaron al agua, donde intentaron aferrarse a tablones que flotaban. La mayoría se ahogó. El resto nadó en aguas glaciales. Muchos murieron ametrallados por los cañones de 20 mm de los caza ingleses, que iban y venían volando al ras del mar. Algunos detenidos fueron rescatados por pescadores alemanes que socorrían a las víctimas. En tierra, los primeros sobrevivientes solicitaron a las tropas británicas que enviaran urgentemente botes de salvamento.

La bandera blanca del carguero Thielbek no bastó para detener la furia inglesa. El ataque perpetrado contra éste se produjo minutos después. Sólo unos pocos detenidos escaparon de las bodegas. El barco escoró a 50 grados y comenzó a hundirse. De los 2.800 deportados a bordo, sólo 50 sobrevivieron. Todos los guardias de las SS y los de la infantería de marina fueron asesinados, al igual que el capitán Jacobsen.

SS Thielbek

Había 4.500 detenidos a bordo del Cap Arcona, 2.800 en el Thielbek y 1.998 en el Athen, que fue el único que consiguió salvar su carga humana. Su capitán tuvo tiempo de izar una bandera blanca y luego embarrancó el barco. Sus prisioneros fueron posteriormente liberados por las tropas aliadas. En los otros barcos no hubo tanta suerte: Solo lograron salvarse 316 prisioneros del Cap Arcona y 50 del Thielbek. En total, 7.500 prisioneros, de 28 nacionalidades, fueron asesinados en menos de treinta minutos.

En la euforia del triunfo, los diarios ingleses e internacionales sólo mencionaron el "brillante ataque" de la aviación británica. Al día siguiente, las tropas británicas ingresaron en el campo de concentración de Neuengamme completamente vacío y el mariscal Montgomery recibió la rendición de las tropas de Alemania del Norte. Cuatro días más tarde, el 8 de mayo de 1945, la guerra terminaba en Europa.

Ningún gobierno británico se refirió nunca a la muerte de los 7.500 deportados de la bahía de Lübeck asesinados por su aviación. Nunca se ofrendaron coronas de flores ni se pronunció ningún discurso en su memoria. Se cavaron fosas comunes a lo largo de la playa entre Lübeck y Pelzerhaken. Los sobrevivientes hicieron construir un cenotafio de piedra en el que se lee en grandes letras negras: "A la memoria eterna de los deportados del campo de concentración de Neuengamme. Murieron durante el naufragio del Cap Arcona el 3 de mayo de 1945".

Las autoridades británicas explicaron más tarde que la presencia de una flotilla militar alemana junto al Cap Arcona los había inducido al error, pensando que el barco estaba ocupado por militares alemanes. En 2000, el historiador alemán Wilhelm Lange afirmó que los británicos sabían de la existencia de estos barcos prisiones un día antes de sus bombardeos, pero que esta información no se dio a conocer. La tragedia de la bahía de Lübeck es considerada un verdadero crimen de guerra. El drama permaneció impune e ignorado por los libros de historia. La tragedia de Lübeck sigue siendo un tabú. Ningún historiador trabajó sobre esta página de la Segunda Guerra Mundial; los libros no mencionan esta tragedia. Los archivos de la Royal Air Force sobre esta catástrofe recién se abrirán en 2045.


Algunos sobrevivientes que consiguieron llegar a la costa fueron detenidos y llevados por la policía y miembros de la SS a la escuela de submarinistas. Una vez allí, los sobrevivientes fueron alineados en grupos pequeños contra una pared y baleados. Sólo el hecho de que los británicos estaban en las afueras de Neustadt salvó a un puñado de personas. Algunos ciudadanos de Neustadt hicieron esfuerzos furtivos de rescate (como Fritz Hallerstede y su cuñado Hans Frolich, quienes rescataron a 18 con su barquito de pesca), pero miles de prisioneros del Cap Arcona encontraron la muerte, ya sea por el incendio del barco, ahogamiento, la exposición al frío o la ejecución. Por desgracia, parece cierto también que un gran número de ellos murieron a manos de los hombres de la RAF que ametrallaron a los supervivientes en el agua alrededor de la nave durante y después de la zozobra. 

Eventualmente 40 fosas comunes serían el lugar de descanso final para la gran mayoría de aquellos para los que la liberación podría haber llegado apenas a unas pocas horas de distancia.

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