Muchas de las leyendas y antiguas tradiciones que hacen referencia al árbol de Navidad se remontan a tiempos muy antiguos, pero la documentación histórica acerca del árbol tal y como lo conocemos y decoramos hoy en día, sólo apareció en los últimos siglos.
El moderno árbol de Navidad se originó en Alemania. Pero los germanos lo obtuvieron de los romanos, quienes lo obtuvieron de los babilonios y egipcios. Una antigua fábula babilónica habla de un árbol de hoja perenne, el cual brotó de un tronco muerto. El viejo tronco simbolizaba a Nimrod (monarca mítico de Mesopotamia, mencionado en el capítulo 10 del libro de Génesis, quien además figura en numerosas leyendas y cuentos) muerto, el nuevo árbol de hoja perenne simbolizaba que Nimrod había vuelto a la vida en Tamuz Entre los druidas, el roble era sagrado, entre los egipcios era la palma, y en Roma era el abeto, el cual era decorado con cerezas rojas durante las Saturnalias, unas importantes festividades romanas. Se las llegó a denominar «fiestas de los esclavos», ya que en ellas los esclavos recibían raciones extras, tiempo libre y otras prebendas. Las Saturnales se celebraban por dos motivos: En honor a Saturno, dios de la agricultura, ycomo homenaje al triunfo de un victorioso general (fiesta del triunfo). Las primeras se celebraban del 17 al 23 de diciembre, a la luz de velas y antorchas, por el fin del período más oscuro del año y el nacimiento del nuevo período de luz, o nacimiento del Sol Invictus, 25 de diciembre
No hay duda, sin embargo, que estas leyendas y tradiciones muestran la convergencia de muchas costumbres, algunas de ellas nacidas fuera de la cultura cristiana y otras de origen estrictamente cristiano. Vamos a considerar aquí algunas que podrían ser precursoras del árbol de Navidad.
El 8 de diciembre, (coincidentemente con el día de la Inmaculada Concepción, que sostiene que María, madre de Jesús de Nazaret, nació libre de pecado original según el dogma proclamado por el papa Pío IX en 1854) se impone comenzar a armar el Árbol de Navidad, normalmente un pino o un abeto, tradición cristiana que reconoce raíces paganas, especialmente de los celtas, que al comenzar el solsticio de invierno adornaban un roble -su árbol sagrado- para asegurarse el regreso del Sol.
Aunque el árbol navideño y la Virgen María no tengan ninguna relación, la Iglesia buscó la forma de establecerla, promoviendo que se comenzara a armarlo el Día de la Inmaculada Concepción, a lo que la superstición le añadió que "es para tener suerte".
En invierno, los robles pierden sus hojas, de ahí que los celtas le adosaran pequeñas antorchas y ramas de especies perennes, en la creencia de que así lo protegían del frío invierno y lo ayudaban a recobrar fuerzas para retoñar en primavera.
Hoy, la ceremonia es más expeditiva: se va al mercado, se compra un pino o un abeto de plástico y se le cuelgan moños de seda, globos brillantes y luces eléctricas. Cabe agregar que la costumbre cristiana de colocar regalos a los pies del árbol y abrirlos en Navidad, también proviene de los celtas, quienes una vez producido el solsticio (21 de diciembre) se repartía entre las antorchas como augurio de un pronto verano.
En el norte de Europa existió además el Árbol del Universo, llamado Yggdrasil, en cuya copa estaba el palacio de Odín, el máximo dios, de donde los primeros evangelistas tomaron la idea del árbol para celebrar el nacimiento de Cristo, pero cambiándole el significado.
Ocurría que mientras a Yggdrasil se le ofrecían sacrificios humanos, para los cristianos eso no hacía falta: Jesús ya había dado su vida en los maderos de la cruz (el árbol) para salvar a la humanidad.
Una interesante tradición -en parte historia, en parte leyenda-, popular en Alemania, afirma que el árbol de Navidad se remonta al siglo VIII.
San Bonifacio (675-754) era un obispo inglés que marchó a la Germania en el siglo VIII (concretamente a Hesse), para predicar la fe cristiana.
Después de un duro período de predicación del Evangelio, aparentemente con cierto éxito, Bonifacio fue a Roma para entrevistarse con el papa Gregorio II (715-731).
A su regreso a Alemania, en la Navidad del año 723, se sintió profundamente dolido al comprobar que los alemanes habían vuelto a su antigua idolatría y se preparaban para celebrar el solsticio de invierno sacrificando a un hombre joven en el sagrado roble de Odín. Encendido por una ira santa, el obispo Bonifacio tomó un hacha y se atrevió a cortar el roble sagrado. Hasta aquí lo que está documentado históricamente.
San Bonifacio cortando el roble de Odín |
El resto pertenece a la leyenda que cuenta cómo, en el primer golpe del hacha, una fuerte ráfaga de viento derribó al instante el árbol. El pueblo sorprendido, reconoció con temor la mano de Dios en este evento y preguntó humildemente a Bonifacio cómo debían celebrar la Navidad.
El Obispo, continúa la leyenda, se fijó en un pequeño abeto que milagrosamente había permanecido intacto junto a los restos y ramas rotas del roble caído. Lo vio como símbolo perenne del amor perenne de Dios, y lo adornó con manzanas (que simbolizaban las tentaciones) y velas (que representaban la luz de Cristo que viene a iluminar el mundo).
Como estaba familiarizado con la costumbre popular de meter en las casas una planta de hoja perenne en invierno, pidió a todos que llevaran a casa un abeto. Este árbol representa la paz, y por permanecer verde simboliza también la inmortalidad; con su cima apuntando hacia arriba, se indica, además, el cielo, la morada de Dios.
Mientras los cristianos protestantes eligen el pino, los católicos no dudan en preferir el abeto y esto tiene que ver con que fue Martín Lutero, padre de la Reforma, quien impuso el pino como Árbol de Navidad, porque sus hojas, que simbolizan el eterno amor a Dios, debían ser perennes. A esta idea también adhirieron los católicos, pero para distinguirse de los protestantes lo suplantaron por el abeto, que además de hojas perennes, tiene una forma triangular que representa a la Santísima Trinidad.
El Árbol de Navidad también recuerda al manzano del Paraíso de cuyos frutos comieron Adán y Eva, y de dónde provino el pecado original. También ofrecen pistas importante sobre el origen del árbol de Navidad, tal como lo conocemos, las obras de teatro medievales que representaban los misterios y pasajes de la Biblia.
En concreto, el árbol del Bien y del Mal en el Paraíso Terrenal tenía como propósito era enseñar la religión a los feligreses, que en su mayoría eran analfabetos. Para difundir y mantener viva la fe y dar a conocer las Sagradas Escrituras, la predicación era esencial, pero no suficiente. Se pensó que las obras teatrales completaran esa predicación y pronto se hicieron populares en toda Europa. En la Nochebuena, el 24 de diciembre, se representaba -con grandísimo éxito popular- el episodio del pecado original de Adán y Eva. El árbol del Paraíso terrenal era el centro del escenario.
El árbol debería haber sido un manzano, pero no habría sido adecuado en invierno. Se ponía un abeto en el escenario con algunas manzanas en sus ramas, y obleas preparadas con galletas trituradas en moldes especiales, así como dulces y regalos para los niños. Incluso cuando se abandonaron estas obras teatrales religiosas, el árbol del Paraíso siguió estando asociado a la Navidad.
Normalmente se cree que vestir el árbol enteramente de rojo, depara pasión; si de oro, riqueza; si de blanco, paz; si de azul, tranquilidad; si de amarillo, éxito; si de naranja, alegría; si de marrón o beige, trabajo; si de verde, esperanza.
Pero para los católicos devotos, el simbolismo es otro: las esferas representan los rezos que se hacen durante el período de Adviento y sus colores responden, si son rojas, a peticiones; si plateadas, a agradecimiento; las doradas son de alabanza y las azules de arrepentimiento. Además, la estrella que se acostumbra poner en la punta del árbol representa la fe que debe guiar la vida del cristiano.
El Árbol de Navidad debe poseer entre 24 a 28 esferas, dependiendo de los días que tenga el Adviento, que se van colgando desde el 8 de diciembre hasta Nochebuena, y cada una se acompaña de una oración o un propósito.
La opinión más generalizada entre los expertos es que el árbol de Navidad, tal como lo conocemos hoy, decorado e iluminado con luces, deriva de este árbol del Paraíso. Como su lugar de nacimiento se sugiere la orilla izquierda del Rhin, y concretamente la Alsacia.
Uno de los primeros testimonios de esto son los registros de la ciudad de Schlettstadt (1521), en los que fue establecida una especial protección para los bosques en los días previos a la Navidad; los guardabosques eran los responsables de castigar a cualquiera que cortara un árbol para decorar su casa .
Otro documento nos informa de que, en Estrasburgo, la capital de Alsacia, los abetos se vendían en el mercado, para llevar a casa y decorarlos. De Alsacia, la tradición de los árboles de Navidad se propaga a toda Alemania y al conjunto de Europa, y pronto, al resto del mundo cristiano.
Pasado el día de Reyes Magos, el árbol de plástico es despojado de sus adornos, doblado al medio y guardado hasta el próximo año en una caja, bien arriba, para que no moleste. Pese a la perennidad que simboliza, sobrevive menos de un mes: apenas entre el 8 de diciembre y el 6 de enero
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