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viernes, 27 de noviembre de 2015

27 de noviembre de 1838 - Comienza la batalla en San Juan de Ulúa entre franceses y mexicanos

En el marco de la "Guerra de los Pasteles", las tropas francesas comandadas por el almirante Charles Baudin derrotarán al Ejército Mexicano al mando de los generales Antonio López de Santa Anna y Mariano Arista en la fortaleza de San Juan de Ulúa en el estado de Veracruz, México.

No creo que de alguna otra guerra se pueda afirmar que ha sido provocada por una disputa sobre productos horneados, pero la llamada “Guerra de los Pasteles” sí tiene este curioso origen.

En realidad, en aquel entonces (1838), cualquier pretexto era considerado oportuno para invadir a un país novato y endeble. Las operaciones de la Guerra de los Pasteles se enmarcan dentro de un intento francés de conseguir privilegios económicos en Hispanoamérica. Previamente se habían producido bloqueos a Buenos Aires (Argentina) y sobre Uruguay el 28 de marzo de 1837, bloqueo que se completó con la organización de un ejército insurgente contra Uruguay, que junto con el bloqueo marítimo acabó tomando la capital de Uruguay (el presidente de Uruguay renunció y se fue a Buenos Aires). Como explicaba una carta del vicecónsul francés Aimé Roger al primer ministro de Francia, el objetivo de este primer bloqueo era "Infligir a la invencible Buenos Aires un castigo ejemplar que será una lección saludable para todos los demás Estados americanos, corresponde a Francia hacerse conocer si quiere que se la respete".

En los años siguientes a la independencia de México de España en 1821, hubo disturbios, saqueos y enfrentamientos callejeros entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes que se han sucedido en todo el país y muchos bienes han sido dañados, incluyendo el saqueo de una panadería cerca de la ciudad de México, propiedad de un chef de repostería de origen francés llamado Remontel.

Rechazado por el gobierno mexicano en su intento de indemnización por los daños causados por los saqueos por parte de oficiales mexicanos, Remontel llevó su caso directamente a su país natal.  Otros franceses reclamaron el pago de daños a sus negocios causados por motines. Las quejas y demandas, en gran parte exageradas, se acumularon hasta que el primer ministro francés, Louis Mathieu Molé mandó a su ministro en México, Deffaudis, que pusiera un ultimátum al gobierno mexicano para que pagara una indemnización de 600 mil pesos, incluyendo unos astronómicos 60.000 pesos para la pastelería de Remontel,  cuyos daños habían sido valorados en menos de 1.000 pesos. El Congreso mexicano rechazó el ultimátum, pues además de no tener los recursos económicos,  aceptar el pago de los daños significaría hacerse responsable por cualquier otro daño que algún extranjero sufriera en México a causa de las revueltas.

El de 15 de abril de 1838 se venció el ultimátum y el gobierno mexicano no respondió como esperaban los franceses. Al día siguiente cesaron las relaciones entre ambos países; los franceses sitiaron el puerto de Veracruz y establecieron un bloqueo económico de los puertos clave a lo largo del Golfo de México de la península de Yucatán hasta el Río Grande. Estados Unidos, que tenía una relación conflictiva con México, envió una goleta para ayudar en el bloqueo. El estancamiento se prolongó hasta el 27 de noviembre cuando comenzaron a bombardear el fuerte de San Juan de Ulúa que protegía la ciudad portuaria por excelencia de Veracruz y el pabellón con las franjas azul, blanca y roja se izó en el lugar.

México declaró la guerra a Francia, y su presidente ordenó el reclutamiento de todos los hombres que podían portar armas. En cuestión de días, marinos franceses asaltaron la ciudad y capturaron a casi toda la Armada de México.

Desesperado por repeler a los invasores, México recurrió a Antonio López de Santa Anna, el antiguo presidente y general que el año anterior había regresado a casa en desgracia después de su humillante derrota en 1836 en la Batalla de San Jacinto, que llevó a la creación de la República independiente de Texas. Era el momento de Santa Anna para reivindicarse por el desastre en Texas y tomó el mando de los ataques al enemigo. De vuelta de su retiro forzoso, el general que había demostrado ser tan despiadado en la batalla de El Álamo dejó su hacienda y organizó un ejército improvisado que condujo a las fuerzas francesas de la ciudad de vuelta a sus barcos. Cuando Santa Anna persiguió a los invasores el 5 de diciembre, fue alcanzado por la metralla disparada desde un cañón  y herido gravemente en una de sus piernas. Los médicos determinaron el miembro no se podía salvar y se vieron obligados a amputarle la pierna. Cuando regresó a la ciudad de México, fue recibido cómo héroe y aprovechó para hacerle un pomposo funeral a su pierna perdida en combate que Santa Anna enterró en su hacienda.
Antonio López de Santa Anna
La historia terminó en sumisión. Poco tiempo después, la Guerra de los Pasteles había terminado. El 7 de febrero de 1839 se reunieron los plenipotenciarios mexicanos y franceses para tratar las exageradas indemnizaciones francesas. Diplomáticos británicos negociaron un acuerdo de paz en el que México se comprometió a pagar la demanda de Francia de 600 mil pesos, incluyendo el costo de la pastelería del Remontel. 

Las fuerzas francesas se retiraron del país el 9 de marzo de 1839, a pesar de que regresarían a una guerra prolongada con México en la década de 1860.


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