El viaje del buque corsario Atlantis ha llegado a su fin el 22 de noviembre de 1941 después de 602 días en el mar ininterrumpidamente, durante los cuales ha recorrido más de 161.000 kilómetros y hundido o capturado 22 buques enemigos con un total de 142.104 toneladas. Unas cifras completamente asombrosas que lo sitúan al frente de todos los cruceros corsarios que han operado durante esta guerra y la de 1914-18, siendo tan sólo superado por el Pinguin en tonelaje hundido. Mención aparte merece la captura del mercante Automedon en noviembre de 1940, que supuso la incautación de importantísimos documentos secretos relativos a los planes defensivos y operativos del Imperio Británico en Extremo Oriente.
El buque corsario HSK Atlantis, originalmente HSK Goldenfels de 7.862 toneladas de registro bruto y 146,4 metros de eslora, nave hermana del HSK Pinguin, fue lanzado al agua en diciembre de 1937, en los astilleros de la Bremer Vulkan, Bremen-Vegesack. La empresa propietaria era la Naviera Hansa hasta que fue transferido a la Kriegsmarine el 19 de diciembre de 1939.
HSK "Atlantis" |
Fue llevado a dique seco para ser convertido en nave corsaria por la empresa Deschimag. Para el efecto fue equipado con 6 cañones de 155 mm, un cañón de 75 mm en la proa, 2 cañones gemelos de 37 mm y 4 antiaéreos de 20 mm. También le instalaron 4 tubos lanza torpedos y fue provisto de una catapulta con 2 aviones Heinkel He 114B. La nave estaba equipada con dos motores diesel de 6 cilindros y una potencia de de 7.600 HP que le permitían navegar 60 mil millas, a 17,5 nudos (32.4 km/h). La tripulación luego de la remodelación fue de 347 hombres entre oficiales y marineros. Al finalizar los trabajos de remodelación, fue rebautizado Atlantis, Hilfskreuzer (HSK)2 ó Schiff 16
Zarpó para su primera misión de guerra el 31 de marzo de 1940 como nave corsaria. Esto es, como un falso buque mercante que, luciendo banderas diversas, debía cortar las líneas de aprovisionamiento de la Armada aliada. El mando de la nave le fue confiado al Kapitän sur Zea Bernhard Rogge (1899-1982) y lo acompañó como primer oficial el teniente Ulrich Möhr.
Bernhard Rogge nace en Schleswig el 4/11/1899 y se une a la Marina Imperial a lo largo de 1915 como aspirante a cadete (Fähnrich). Durante la guerra sirve en los cruceros Freya, Moltke, Stralsund y Pillau.
Kapitän sur Zea Bernhard Rogge |
- Por sus dotes de mando sobre una tripulación de 347 hombres, a quienes condujo con habilidad y maestría cuando la nave se convirtió en objetivo preferente del Almirantazgo británico.
- Por su extraordinaria eficacia en la misión encomendada. En diversos escenarios y mares llegó a capturar o hundir 22 buques enemigos, hasta ser hundido por el crucero pesado HMS Devonshire el 22 de noviembre de 1941.
- Y sobre todo, por el excepcional comportamiento de Rogge con las tripulaciones enemigas. No sólo se guió en los asaltos por el principio del menor daño compatible con el objetivo de neutralización, sino que, cuando fue imprescindible cañonear y echar a pique un barco, hizo siempre todo lo posible por rescatar del agua hasta el último de los supervivientes. Curiosamente, el Devonshire no actuó igual y no recogió del mar a Rogge (que voló el barco al abandonarlo) y sus hombres, ante el temor a la presencia cercana de un submarino alemán.
El “Atlantis” abandonó las aguas alemanas el 30 de marzo de 1940 y llegó al Atlántico sin inconvenientes. Tras unos días en el Atlántico Norte, arrumbó hacia Ciudad del Cabo donde adquirió la identidad de un mercante japonés. Después pasó al Índico con apariencia de un mercante danés y se dirigió hacia Australia para atacar las rutas comerciales.
La técnica de los corsarios consistía en que el buque cambiara permanentemente de apariencia, usurpando la de otros buques mercantes, a efectos de pasar desapercibidos. En cuanto se aproximaban a un buque enemigo aparecía imprevistamente la artillería, que hasta ese momento se mantenía oculta.
HSK "Atlantis" con uno de sus disfraces. Nótese la chimenea falsa |
Los náufragos, antes de ser hundidos los mercantes, eran obligados a embarcar en las lanchas de salvamento de los buques o, cuando la costa estaba demasiado lejos, quedaban retenidos a bordo de la unidad corsaria. Cuando más adelante, el número de náufragos aumentó de manera considerable, los corsarios capturaban un mercante de características adecuadas y, en vez de echarlo a pique, embarcaban en él a los prisioneros, junto con una dotación de vigilancia; seguidamente, el buque era enviado a Alemania o a un puerto controlado por el Eje.
El 11 de noviembre de 1940, el “Atlantis”, que había adoptado la apariencia de un mercante de bandera holandesa, avistó al carguero británico “Automedon” (se trataba de la presa Nº 13). Ambos buques se identificaron y navegaron rumbos paralelos separados unas 300 yardas.
Los británicos veían en la cubierta del barco holandés unas mujeres que estaban tendiendo ropa y, como era de esperar, todos acudieron a los prismáticos para gozar del espectáculo. Todo era normal, así que no había de que preocuparse. Cuando de pronto la nave holandesa aumentó la velocidad adelantándose y poco después retumbó un cañonazo que levanto una columna de agua delante de la proa del “Automedon”. Ante la señal inequívoca, el capitán McEwen ordenó radiar la señal de auxilio RRRR, mientras aumentando la velocidad trataba de escapar. Poco después, la “nave holandesa” volvió a abrir fuego, destruyendo el puente donde se encontraba el capitán y otros dos hombres. Todos fueron alcanzados por la explosión del proyectil. El cuarto de radio, que estaba detrás del puente, mirando a popa, no fue tocado y el operador continuó transmitiendo hasta que una granada de 150 mm lo hizo volar en mil pedazos.
El capitán McEwen estaba muerto y sobre cubierta se encontraba inconsciente el capitán Evans, un correo del gobierno británico. Un grupo de abordaje subió al mercante, identificándose como marinos alemanes y comenzaron a revisar la nave. El teniente Möhr, a cargo de los efectivos, daba muestras de conocer muy bien su trabajo pues revisó minuciosamente todo el buque y por supuesto encontró las bolsas de correo en el compartimiento de seguridad del barco.
Möhr hablaba inglés con fluidez y ya tenía experiencia en capturas de buques, por tanto sabía lo que tenía alguna importancia militar. Lo que estaba viendo era de un valor incalculable. Había dinero, en grandes cantidades, tablas y códigos secretos y correspondencia oficial que a simple vista eran de altísimo secreto. Fue puesto en cubierta todo lo encontrado, que no eran solamente bolsas de correo sino cajas y paquetes lacrados. Ordenó trasladar a los prisioneros al “Atlantis”, así como todo lo incautado, antes de hundir el buque.
En esa oportunidad, Möhr se encontró con todo un tesoro de información, aparte de un nuevo código BAMS. Primero estaban los papeles que deben mantenerse en secreto y que todo buque lleva pues corresponde a rutas, señales de comunicaciones etc. Luego habían 6 millones de dólares en libras esterlinas recién salidas de la imprenta en Londres. Luego, encontró el correo secreto completo para el Comando del Lejano Oriente, en Singapur, que incluía juegos de los códigos secretos de la flota de guerra británica incluyendo los códigos que serían válidos a partir del 1º de enero de 1941. Algunos de los otros seis paquetes sellados contenían información secreta del MI6 a sus estaciones en Singapur, Hong Kong, Shanghai y Tokio, que contenían los últimos informes sobre las actividades políticas y militares de Japón como así también los planes de defensa británicos. La primera reacción de los japoneses fue que los documentos eran demasiado buenos para ser verdad y que en su opinión se trataba de una estratagema británica para engañar a alemanes y japoneses. Wenneker le explicó con lujo de detalles como habían sido capturados los documentos y las pérdidas de vidas que hubo. Con esa explicación, Kondo aceptó la veracidad de la documentación, que entre otras cosas daba a conocer la debilidad en que se encontraban las fuerzas británicas en el Lejano Oriente. Por esto, el Emperador Hiro Hito le honró con una espada samurai que solo otros dos militares extranjeros recibieron, ni siquiera Hitler había recibido un regalo semejante.
La espada que le obsequió el Emperador de Japón se conserva en el Museo Naval de Hamburgo |
El capitán Rogge era muy hábil para comandar y para captarse la simpatía de sus subordinados. Los pocos artículos de lujo que hallaba en los buques apresados (cerveza, golosinas, cigarrillos) los hacía repartir por igual entre todos. En sustitución de permisos para bajar a tierra (algo imposible para una nave corsaria), daba dispensas de servicio por una semana, en turnos de 12 hombres, que pasaban a disfrutar de descanso en una cámara destinada a ese efecto. A menos que se les llamara para ocupar sus respectivos puestos de combate, los hombres con «licencia», disponían libremente de su tiempo para hacer lo que mejor les pareciese. El resultado de esa semana de completo descanso, en medio de las rudas faenas de a bordo, era reconfortante y muy apreciado por los tripulantes. Nieto de un clérigo protestante que había figurado en la corte del Kaiser Guillermo II, el capitán exigía, a todos los oficiales, puntual asistencia a los servicios religiosos del domingo; pero a la salida, invariablemente, los invitaba a todos a tomar una copas: "el cóctel de la iglesia", según decía.
Para ese entonces, el Almirantazgo Británico había ordenado que todo buque que avistase a una nave sospechosa, diese inmediatamente aviso por radio sin reparar en las consecuencias. En vista de ello, se ordenó al «Atlantis» que, a la vista de buque enemigo, hiciese fuego primero y preguntase después. Es que los aliados se veían perjudicados, no solamente por las embarcaciones apresadas o hundidas, sino también por el terror que ese corsario alemán esparcía en los mares. Inglaterra hubo de distraer, para darle caza, naves que la Armada necesitaba en otros lugares. Los buques mercantes se vieron obligados a navegar en zigzag, alargando la ruta y desperdiciando tiempo y combustible, lo cual incidía en los costos. Asimismo, se hizo más difícil el enganche de tripulaciones, y también más oneroso, por el sobresueldo que había que pagarles por navegar en zonas peligrosas. La correspondencia oficial sufrió frecuentes retrasos o extravíos. Subió la prima del seguro de guerra. Se apagaron las luces de puertos y faros. Era una necesidad para los aliados, entonces, hundir a este corsario.
El destino del Atlantis se escribió el 18 de octubre, cuando su Rogge recibió órdenes de encontrarse con el submarino U-68 a 800 kilómetros al sur de la Isla de Santa Helena para repostar al sumergible y a continuación hacer lo mismo con el U-126 al norte de la Isla Ascensión. El encuentro con el U-68 se produjo el 13 de noviembre, y el 22 de noviembre se ha producido el encuentro con el U-126. Por desgracia, la señal enviada por el OKM (alto mando naval alemán) al U-126 fue interceptada y descifrada por los Aliados de Bletchey Park, lo que provocó que el Almirantazgo enviara a la zona de encuentro al crucero pesado HMS Devonshire.
A primera hora de la mañana, el HMS Devonshire ha aparecido por sorpresa en el horizonte mientras el U-126 se encontraba repostando de las reservas de combustible del Atlantis. El U-126 se ha sumergido, sin esperar a su capitán a bordo del Atlantis. A las 08:40, el Atlantis ha informado de que se trata del buque holandés Polyphemus, pero a las 09:34 el Devonshire ha recibido la confirmación de que esto es falso. Desde 15 kilómetros de distancia, fuera del alcance de los cañones de 150 mm (5,9 pulgadas) del Atlantis, el crucero británico ha abierto fuego.
Al cabo de 25 segundos, las salvas de proyectiles de 200 mm (8 pulgadas) han comenzado a caer en torno al Atlantis; la segunda y tercera salvas han alcanzado al buque corsario. Siete marineros han muerto y el resto han abandonado el buque; el Capitán Rogge ha sido el último de ellos. A continuación, sus municiones han estallado y la popa se ha alzado, yéndose a pique el Atlantis.
El crucero HMS Devonshire ha abandonado el área, abandonando a los marineros alemanes naufragados. Por suerte, El capitán Rogge ordenó abandonar el barco. Pero él y el teniente Fehler descendieron al depósito de municiones y activaron las cargas explosivas de tiempo, para después abandonar el barco ellos también. A las 9,58 hs. una enorme explosión terminó con el buque corsario que comenzó a hundirse. Los hombres, para quienes ese barco fuera hogar por 20 meses, lo despidieron con una aclamación, mientras el capitán Rogge, de pie en una de las lanchas, permanecía silencioso, en actitud de saludo. «Ferry», el perro del capitán, montaba guardia al lado de su dueño. El capitán Oliver, sospechando que el submarino estaba por los alrededores, decidió no detenerse a efectuar el salvamento de los náufragos y se alejó del lugar a máxima velocidad.
A voz y con silbato fueron reuniéndose los hombres de la dotación del «Atlantis». Sólo siete de ellos habían muerto bajo el fuego del enemigo. El submarino U-126 emergió para rescatar a los náufragos: 55 hombres, entre heridos y personal técnico irremplazable, fueron llevados a bordo; 52 hombres más, a los cuales se los proveyó de mantas y chalecos salvavidas, quedaron en la cubierta. Los restantes 201 tripulantes fueron remolcados en seis lanchas. En la tarde de ese mismo día emprendió viaje la extraña flotilla. Dos veces por día se lanzaba del submarino un bote de goma que, yendo de lancha en lancha, repartía comida caliente. A los tres días de navegación, el U-126 hizo contacto con el «Python», buque de suministros que estaba reabasteciendo a los submarinos. De pronto apareció el crucero pesado «Dorsetshire» (gemelo del «Devonshire») El buque británico abrió fuego y, tras recibir varios impactos, el «Python» se incendió. El U-68 disparó cinco torpedos, pero el crucero británico, maniobrando velozmente, huyó de la escena. En once botes y siete balsas salvavidas, unos 414 hombres aguardaban la ayuda de los submarinos. Se transportó a los mismos la máxima cantidad posible y el resto continuó a remolque. En la primer semana de Diciembre, llegaron al lugar el U-129 y el U-124. En apenas dos semanas más, los submarinos italianos «Luigi Torelli», «Enrico Tazzoli», «Giuseppe Finzi» y «Pietro Calvi», se sumaron al rescate. A finales de Diciembre de 1941, todos los náufragos del «Atlantis» arribaron a salvo al puerto francés de Saint-Nazaire. Desde allí continuaron hacia Berlín, adonde llegaron después del Año Nuevo de 1942.. Un triste final para uno de los buques corsarios más gloriosos de la Kriegsmarine, que durante casi dos años ha surcado con gran éxito los Océanos Atlántico e Índico y ocasionado daños incalculables a sus enemigos.
Parte de la tripulación del Atlantis a bordo del U-68 |
Bernhard Rogge siempre se preocupó de no producir víctimas innecesarias entre las tripulaciones de los buques atacados, así como de tratar con respeto a sus prisioneros. El capitán del City of Baghdad, J. Armstrong White, dijo tras su captura: “…El tratamiento dado a los prisioneros ha sido respetuoso y sin odio”. Este mismo capitán prologó un libro escrito por U. Mohr (el ex primer oficial del Atlantis) y A.V. Sellwood sobre el buque que nos ocupa: “Atlantis, the Story of a German Surface Raider”..
Como dato curioso podemos decir que Bernhard Rogge era un cuarto de judío (uno de sus abuelos lo era) y tras las Leyes de Nuremberg de 1935 tuvo que solicitar el pertinente Certificado de Sangre Alemana (Deutschblütigkeitserklärung), siendo declarado deutschblütig (de sangre alemana). De esta forma pudo proseguir su carrera naval en vez de ser expulsado de la Marina.
Este dato fue aprovechado por Karl Doenitz durante el Juicio de Nuremberg, llamándolo a declarar como testigo para rebatir la acusación de antisemitismo de la que había sido acusado. Rogge fue igualmente llamado a declarar en defensa de Helmuth von Ruckteschell, antiguo comandante de los cruceros auxiliares Widder y Michel.
Bernhard Rogge fue el único de los capitanes de cruceros auxiliares que no fue acusado ni enjuiciado tras acabar la guerra. Su intachable comportamiento y las declaraciones a su favor de sus antiguos prisioneros habían hecho de él oficial muy respetado entre los marinos aliados. Pudo entrar sin problemas en la nueva Bundesmarine de la OTAN el 1/6/1957 con el grado de contraalmirante y se retiró de ella en 1962 con el grado de Vicealmirante.
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Bernhard Rogge falleció el 29/6/1982 en Reinbek, localidad de su tierra natal de Schleswig-Holstein. En 1960 se filmó la película "Under Ten Flags" (Bajo diez banderas) producida por Dino di Laurentis, con Van Heflin en el papel del comandante Rogge y Charles Laughton como el almirante británico que dirige la cacería del Atlantis. La película en cierto modo es un reconocimiento al comandante Bernhard Rogge y al enorme éxito que tuvo el Atlantis en el cumplimiento de su misión, como lo demuestra el hecho de que el argumento está basado en los documentos personales del propio Bernhard Rogge. Un interesante post al respecto puede ser visitado siguiendo este enlace
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