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lunes, 24 de agosto de 2015

La Liberación de París

Arde París?

preguntó Adolf Hitler el 25 de agosto, temprano por la mañana, cuando se enteró de que las tropas aliadas ya estaban dentro de la capital francesa.

Un ayudante del Führer, en el cuartel general situado en Rastenburg, llamó a Dietrich Von Choltitz, comandante del Gran París. Un secretario del cuartel general alemán, establecido en el Hôtel Meurice, le respondió que von Choltitz se hallaba con el general francés Philippe Leclerc.
–Pero, ¿arde París? –preguntaron desde Rastenburg.
–¿Cómo?
–¿Arde París? –reiteró impacientemente el ayudante.
–No. Escuche:
El secretario volvió el auricular hacia la ventana abierta y en Rastenburg pudieron escuchar confusamente las notas de La Marsellesa y el alborotado repique de las campanas de París.

Sea o no auténtica la anécdota, lo cierto es que los generales Von Choltitz y Speidel, jefe del Estado Mayor del Grupo de ejércitos B, salvaron la capital francesa de la destrucción ordenada por Hitler: 
“Los puentes del Sena deben ser preparados para su destrucción. París no debe caer en manos del enemigo, a no ser como un montón de ruinas”. 
Hitler no daba órdenes en vano y dispuso que varias rampas de bombas volantes apuntaran contra París y que se preparara y se dotase de munición al gigantesco mortero Karl, que lanzaba proyectiles de 2.200 kilos. Pero ni las bombas volantes, ni las granadas del Karl destruyeron París, porque Choltitz y Speidel, aunque temieran por sus vidas y por las de sus familiares, no cursaron esas órdenes.

La liberación de París

Paris parecía ser el más lejano pensamiento de los oficiales que habían preparado los planes para la Operation «Overlord». Al parecer, miembro del Estado Mayor General del consideró la posibilidad de proponer ningún plan que previese un ataque contra la capital francesa ni siquiera después de la conclusión de la Operación «Cobra» y del feliz resultado de la batalla con que los Aliados rechazaran la contraofensiva alemana sobre Mortain. El concepto operativo era cercar París, al norte y al sur, dejando tranquilamente a su destino a las fuerzas alemanas cercadas en la zona del «Gran Paris». Nadie deseaba lanzarse a una dura lucha en las calles para liberar la capital francesa. A ningún soldado le gustan los combates casa por casa. Ya en septiembre de 1939, los generales alemanes que tenían presente el recientísimo ejemplo de lo sucedido en Madrid durante la guerra civil española, rehusaron atacar Varsovia frontalmente, prefiriendo reducirla a la impotencia con bombardeos aéreos y de artillería. Y aun después tuvieron el ejemplo de Stalingrado. 

No; el general Eisenhower no tenía la menor intención de ocupar París, disputando un barrio tras otro y al precio de enormes pérdidas, no solo para las fuerzas aliadas sino también para los habitantes de la ciudad, y eso para no hablar de los irreparables daños que tal operación hubiese ocasionado a los monumentos y obras de arte.

Por otra parte, aun despojando a la empresa de todo aspecto «sentimental», una vez conquistada la ciudad surgiría el terrible problema de cómo aprovisionarla. Al principio se habló de una cifra de 4000 toneladas diarias, cantidad que sólo serviría para impedir que los parisienses se murieran literalmente de hambre. Dicho de otro modo, se habría de sustraer cada día 4000 toneladas de víveres y de municiones a las tropas de Montgomery y de Bradley, puesto que, naturalmente, hubiera sido absurdo liberar París para reducir después al hambre a sus habitantes. Además, pronto París no tendría ya ninguna importancia estratégica, ya que el Sena habla sido atravesado a la altura de la capital, en las cercanías de Mantes-Gassicourt, por la División de infantería 79 americana (20 de agosto), y pronto también seda cruzado entre Melun y Troyes por el Ejército 3 de Patton (26 de agosto).

Por último, no existían tan sólo problemas de carácter militar, sino también de orden político, puesto que, naturalmente, la liberación de Francia comportaría un cambio de régimen. 

Eisenhower no deseaba, como es lógico, hallarse envuelto en una disputa entre franceses en el momento en que el general De Gaulle se presentara para asumir oficialmente la sucesión de Pétain. Cuanto más tarde se afrontara el problema, mejor. Eisenhower no tenía ninguna prisa por afrontarlo, cifrando, más bien su interés en diferir la solución el mayor tiempo posible. 

Naturalmente, nadie en Francia podía aprobar tal razonamiento y menos aún los parisienses, que estaban dispuestos a tomar las medidas necesarias para inducir a los Aliados a cambiar sus planes. 

En realidad, Paris estaba en plena ebullición desde principios de agosto. Incluso los agentes de policía estaban en huelga. A partir del 16 de agosto, no se vieron en las calles más policías de uniforme. El día 19 atacaron la Prefectura y, como respondiendo a una señal, todos los movimientos de Resistencia entraron en plena actividad. 

El nuevo comandante alemán del Área del Gran París, general de infantería Dietrich von ChoIditz, mandaba el Cuerpo de Ejército LXXXIV alemán, en Normandía, cuando tuvo lugar la penetración del Ejercito I americano del general Bradley, al oeste de Saint-Lô. Sus decisiones no agradaron a Hitler, quien le despojó de su cargo; pero no le dejó inactivo, pues necesitaba un jefe enérgico que sustituyese, en París, al general von Stüpnagel, comprometido en el atentado del 20 de julio. Choltitz asumó el nuevo cargo con la orden de transformar París en una fortaleza y con derecho de vida y muerte sobre cuantos se hallasen en el territorio que debía defender. París debía ser defendido hasta el último hombre.

Aun no siendo tan considerable como muchos han sostenido, la guarnición alemana era ciertamente lo bastante fuerte para permitir a Choltitz sofocar cualquier desorden o tentativa de insurrección organizada por la Resistencia. Si los hombres de las fuerzas francesas nacionales hubieran operado por sí solos, su rebelión hubiera sido sofocada en un mar de sangre, tal como estaba sucediendo, en aquellos mismos días, en Varsovia. Sin duda París no lograría, por si sola, liberarse de los alemanes. Pero sí podría liberarse del papel demasiado limitado al que los planes aliados la habían relegado. Y exactamente esto se conseguiría induciendo al comandante supremo a cambiar sus disposiciones y a lanzar sus fuerzas contra la capital en vez de limitarse a envolverla. Fue así come la gente pudo decir: “Paris se liberó por si sola”... Desde luego, es una frase de notoria exageración, puesto que las fuerzas regulares tuvieron en la operación una parte que no tuvo nada de secundaria. Pero también es verdad que 1500 de sus hijos pagaron con la vida el precio de su liberación; cifra notablemente más alta que la de las bajas sufridas per la División Acorazada 2 francesa y por la División de infantería 4 americana. Debe añadirse, también, que París fue afortunada gracias a que el general von Choltitz no pensó, ni por un momento en prolongar una batalla perdida desde el principio, ni en legar su nombre a la destrucción de la gran ciudad.

El 19 de agosto estalló en París una insurrección. Choltitz no intentó reprimirla por la fuerza, sino que, al contrario, el día 20 firmó una tregua con los representantes del movimiento de la Resistencia. Aunque se trataba de una tregua un canto precaria -que los más extremistas jefes franceses se negaron a reconocer y que podía quedar invalidada en cualquier momento a consecuencia del menor incidente-, supuso un verdadero e inesperado golpe de suene para los parisienses. 

El 21 de agosto, De Gaulle solicitó de Eisenhower que hiciese avanzar a Leclerc hacia París. Luego, el general Juin se entrevistó con Patton. Precisamente en aquellos momentos, Patton estaba recibiendo una delegación que acababa de llegar de Paris, encabezada por Rolf Nordling, hermano del cónsul suizo, para informar acerca de la caótica situación que reinaba en la capital francesa y solicitar Ia intervención aliada. El 22 de agosto, Paris había vuelto a aparecer sembrado de barricadas; no había electricidad, ni gas, ni funcionaba ningún servicio público... No era posible ni siquiera encontrar un sepulturero para enterrar a los muertos. Pero, hasta aquellos momentos no había sucedido nada irreparable, y la información llegada hasta el mando del Ejercito 3 americano hizo renacer la esperanza de que Choltitz no fuera hombre que se lanzara a sistemáticas obras de demolición en la ciudad, a menos de que no pudiese controlar la situación antes de la llegada de las tropas regulares. 

El general Choltitz disponía de 20.000 hombres de las más diversas procedencias: elementos de artillería anti-aérea y de las Divisiones de infantería 325 y 352, así como otras unidades auxiliares de la Wehrmacht retiradas de Normandía. En cuanto a fuerzas combatientes, su capacidad era bastante discutible. En el interior mismo de la ciudad, Choltitz tenía 5000 hombres, con casi 50 piezas de artillería, una compañía de carros de combate y un número de ametralladoras suficiente para sofocar cualquier insurrección. En el aeropuerto de Le Bourget, disponía de unos 60 aviones. 

Sabemos con qué ánimo Hitler comunicó sus órdenes a Choltitz al confiarle la defensa de Paris. El 20 de agosto, no había cambiado de idea,. Bajo las perentorias órdenes de Hitler, el general Jodl confirmó a Choltitz que debía resistir en el interior de la capital francesa cualesquiera pudieran ser las consecuencias. Y ahora cabe preguntarse si el Führer hizo verdaderamente la famosa pregunta de “Arde París?” No todos están convencidos de ello; pero utilizara o no esta frase, lo cierto es que sus instrucciones, con fecha del 23 de agosto, terminaban con la siguiente frase: 
"Paris no debe caer en manos del enemigo si no es reducida a un montón de ruinas."
Sin embargo, la última palabra correspondía al comandante alemán. Soldado leal, Choltitz, sin duda, hubiera obedecido escrupulosamente unas órdenes razonables. 

Dietrich Von Choltitz
Incluso la tregua que había aceptado era más bien ventajosa para las unidades alemanas que debían hallar un camino de retirada a través de Paris. Pero las instrucciones recibidas eran, a un tiempo, excesivas y no factibles. Prefiriendo no hablar de ello a Model, quien, en su opinión, no habría podido hacer otra cosa que confirmarlas, decidió preguntar su parecer al ex jefe de Estado Mayor de Rommel, Hans Speidel, quien todavía no había dejado su puesto en el Grupo de Ejércitos B. Se han dado diferentes versiones sobre esta conversación telefónica durante la cual, los dos generales, convencidos de que los hombres de la Gestapo les vigilaban: escogieron formas ingeniosas para intercambiar puntos de vista que en nada respondían a las órdenes recibidas. Choltitz hizo una descripción muy pintoresca de sus preparativos para la destrucción de la ciudad; mas, naturalmente, el otro no creyó ni una sola palabra. Por su parte, Speidel logró hacer comprender con toda claridad a Choltitz que el mando del Grupo de Ejércitos B no esperaba de él ninguna decisión drástica. 

Incitado por De Gaulle y obstaculizado por las demandas de ayuda de los miembros de la Resistencia, Leclerc tuvo gran dificultad para enviar a París un mensaje de aliento: sólo a las 18.30 horas, después de una primera tentativa infructuosa, un avión, logró lanzar sobre la Prefectura de Policía el siguiente mensaje: «Resistid, estamos llegando». Y al fin, cuatro horas después, un pequeño destacamento, al mando del capitán Dronne, que entró en París a través de la Port-de-Gentilly, llegó a la Prefectura de Policía para demostrar que el mensaje de esperanza no había sido una vana promesa. Todas las campanas de la ciudad, al mismo tiempo, empezaron a sonar saludando la llegada de estos primeros soldados franceses, los primeros en recorrer las calles de la capital después de cuatro años, dos meses y diez días. Eran las 22,30 horas del día 24 de agosto de 1944. 

Mas la situación no estaba resuelta aún. El general von Choltitz quería salvar la capital francesa; sin embargo, no se resignaba a la idea de capitular sin combatir; por ello la liberación de Paris, completada el 25 de agosto, no terminó sin algunos serios combates. Las manifestaciones de alegría y de bienvenida eran delirantes; pero a los gritos de entusiasmo se mezclaba también el crepitar de las ametralladoras y el fragor más amortiguado de las granadas disparadas por los carros de combate. Aquí y allá, los disparos de algunos francotiradores aislados, apostados en los tejados, transformaban los gritos de alegría en gritos de agonia... No debemos olvidar que aquellos días costaron a la población parisiense y a las fuerzas francesas nacionales 1483 muertos y 4911 heridos. En el curso de la madrugada del día 25, el coronel Billotte envió un ultimátum a Choltitz; pero este ultimátum fue todavía rechazado. Así las cosas, lo único que podía hacerse era atacar el mando alemán.

Oficiales alemanes capturados
La acción se inició a las 13.15 horas, y después de oponer una resistencia bastante tenaz, los defensores empezaron a ceder terreno; a las 15, el general von Choltitz cayó prisionero, siendo conducido a la Prefectura de Policía, donde debía tratarse la rendición. Pero ni siquiera la capitulación del general von Choltitz resolvió el problema. Algunos núcleos de resistencia aislados en la capital fueron informados de la rendición con cierto retraso, y otros se rindieron muy a pesar suyo. El más importante centro de resistencia se hallaba en el Sena, donde 700 hombres, con algunos carros de combate, ocupaban el palacio y el parque de Luxemburgo. Por otra parte, en el Bois de Boulogne quedaban 2600 soldados alemanes armados y dotados de artillería, a los que no se había incluido en la orden de cesar el fuego; estos soldados no se rindieron hasta el día siguiente, 26 de agosto. En los cuatro ángulos de la capital, varios incidentes -algunos pintorescos, otros trágicos- caracterizaron las últimas fases de la liberación de la ciudad. 


La Torre Eiffel fue la meta de una verdadera carrera entre las diversas unidades que aspiraban a ser las primeras en alcanzar la cúspide e izar en ella la bandera tricolor. Mas, en otros lugares, todavía hoy, algunas pequeñas lápidas de mármol indican, en los muros de la ciudad, los lugares en que cayeron muchos de sus hijos. 

El episodio de su rendición en París fue llevado al cine en Is Paris Burning? (1966), donde su papel es interpretado por Gert Fröbe después en Diplomacia (2014), donde es interpretado por Niels Arestrup.

¿Arde París?


Título original: Paris brûle-t-il? Coproducción Francia-GB; Seven Arts Productions / Marianne Productions, 1966)

Director: René Clément

Guión: Francis Ford Coppola, Gore Vidal (Novela: Dominique LaPierre, Larry Collins)

Música: Maurice Jarre

Fotografía: Marcel Grignon

Reparto: Jean-Paul Belmondo, Charles Boyer, Leslie Caron, Jean-Pierre Cassel, George Chakiris, Bruno Cremer, Claude Dauphin, Alain Delon, Kirk Douglas, Pierre Dux, Glenn Ford, Gert Fröbe, Daniel Gélin, Georges Géret, Hannes Messemer, Harry Meyen, Yves Montand, Anthony Perkins, Michel Piccoli, Wolfgang Preiss, Claude Rich, Simone Signoret, Robert Stack, Jean-Louis Trintignant, Pierre Vaneck, Marie Versini, Skip Ward, Orson Welles, Michel Etcheverry, Billy Frick

Sinopsis: En agosto de 1944, las tropas americanas están a punto de liberar París. Mientras tanto, Hitler ha ordenado al general von Chotitz, a cargo de las fuerzas de ocupación (Gert Fröbe), defender la ciudad o quemarla antes de perderla. La película se centra en las discusiones morales entre el general, el embajador sueco (Orson Welles) y los impacientes líderes de la resistencia.


Premios:
> 1966: 2 nominaciones al Oscar: Mejor fotografía B&N, direcc. artíst. B&N
> 1966: Globos de Oro: Nominada Mejor banda sonora original



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Fuentes
https://es.wikipedia.org
La Segunda Guerra Mundial, - Ediciones Iberoaméricanas Quorum -1986
Así Fue la Segunda Guerra Mundial - Editorial Noguer - 1972



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