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lunes, 25 de junio de 2018

El Pacto Molotov-Ribbentrop y la invasión soviética a Polonia

Al final de los años 1930, la Unión Soviética pretendía formar una alianza contra Alemania con el Reino Unido, Francia y Polonia. Las negociaciones, sin embargo, fueron difíciles. Los soviéticos insistían en crear un círculo de influencia que abarcara desde Finlandia hasta Rumania y pidieron ayuda militar, no sólo para actuar contra cualquier país que los atacara directamente, sino también contra cualquier organización que atacara a los países de dicha esfera de influencia. Desde el comienzo de las negociaciones con Francia y el Reino Unido, la Unión Soviética demandó su derecho a ocupar los Estados Bálticos (Letonia, Estonia y Lituania). Finlandia también debía ser incluida en el círculo de influencia soviética  y los soviéticos finalmente reclamaron su derecho a actuar en Polonia, Rumanía y los Estados Bálticos cuando su seguridad se viera amenazada. Los gobiernos de estos países rechazaron la propuesta, ya que presentían que si el Ejército Rojo invadía alguna vez su territorio, ya nunca lo abandonaría, como señaló el ministro de exteriores polaco Józef Beck. La Unión Soviética dejó de confiar en los británicos y franceses para mantener la seguridad colectiva desde que estos rechazaron prestar ayuda a la Segunda República Española contra los nacionalistas durante la Guerra Civil Española, o cuando renunciaron a proteger a Checoslovaquia de la Alemania Nazi. De igual modo, sospechaban que los Aliados Occidentales preferirían que la Unión Soviética se enfrentara a Alemania por sí misma, mientras ellos observaban la situación. En vista de estos intereses divergentes, la Unión Soviética abandonó el diálogo y retomó las conversaciones con Alemania.

El pacto alemán-soviético, también conocido como pacto Ribbentrop-Molotov por los dos ministros extranjeros que negociaron el acuerdo, tenía dos partes. El acuerdo económico, firmado el 19 de agosto de 1939, estipulaba que Alemania entregaría productos manufacturados a cambio de materia prima soviética. La Alemania nazi y la Unión Soviética también firmaron en Moscú un pacto de no agresión durante diez años el 23 de agosto de 1939, una semana antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, El pacto, que ha sido descrito como una licencia para la guerra, fue un factor clave en la decisión de Hitler de invadir Polonia

El ministro nazi de Relaciones Exteriores, Joachim von Ribbentrop , el líder soviético Josef Stalin y el ministro soviético de Relaciones Exteriores, Viacheslav Molotov, en la firma del pacto.
Este tratado tenía algunas cláusula secretas solo para conocimiento de los jerarcas de ambos gobiernos y no reveladas al público, por las que se dividía Europa oriental en zonas de influencia germana y soviética, quedando Polonia repartida entre las dos potencias y Finlandia, Estonia, Letonia y Lituania reconocidas por Alemania como zonas de interés soviético. También les ofreció la posibilidad de recuperar territorios cedidos a Polonia veinte años antes y así unir los pueblos ucranianos y bielorrusos orientales y occidentales bajo un gobierno soviético y, por primera vez, bajo un mismo estado. Stalin veía además ventajas en que se desatase una guerra en Europa occidental, ya que podía debilitar a sus enemigos ideológicos y abrir nuevas regiones para el avance del comunismo.

El pacto alemán-soviético permitió que Alemania atacara Polonia el 1 de septiembre de 1939 sin temor a la intervención soviética. El 3 de septiembre de 1939, Gran Bretaña y Francia, que habían garantizado cinco meses antes la protección de las fronteras de Polonia, declararon la guerra a Alemania. Estos sucesos marcaron el comienzo de la Segunda Guerra Mundial.

El 1 de septiembre de 1939, los líderes nazis comenzaron a animar a los soviéticos a jugar su baza del Pacto Molotov-Ribbentrop para que invadieran la parte oriental de Polonia. El embajador alemán en Moscú, Friedrich Werner von der Schulenburg, y el ministro de Asuntos Exteriores soviético, Viacheslav Mólotov, intercambiaron una serie de comunicados diplomáticos sobre el asunto.
Entonces Mólotov vino al lado político del asunto y declaró que el Gobierno soviético había tenido la intención de aprovechar la oportunidad del avance de tropas alemanas sobre Polonia para declarar que Polonia se deshacía y que era necesario que la Unión Soviética, en consecuencia, acudiera en ayuda de los ucranianos y bielorrusos "amenazados" por Alemania. Este argumento debía hacer que la intervención de la Unión Soviética fuera admisible desde el punto de vista de las masas y al mismo tiempo, evitar que la Unión Soviética diera el aspecto de agresor.” - Friedrich Werner von der Schulenburg, embajador alemán en Moscú, en un telegrama al Ministerio de Asuntos Exteriores alemán.
Los soviéticos retrasaron su intervención por varios motivos. Se encontraban sumidos en una serie de disputas fronterizas con Japón, necesitaban tiempo para movilizar al Ejército Rojo y veían una ventaja diplomática en esperar a que Polonia se desintegrara antes de realizar algún movimiento. El 17 de septiembre de 1939, Mólotov declaró en la radio que todos los tratados entre la Unión Soviética y Polonia habían sido anulados debido a que el gobierno polaco había abandonado a su pueblo y había dejado de existir de forma efectiva. Ese mismo día, el Ejército Rojo cruzó la frontera polaca, comenzando la invasión del país.

No obstante las muchas dificultades y las tristes experiencias de los últimos días, el Mando Supremo tenía aún ciertas esperanzas. Se esperaba que al día siguiente, el 17 de septiembre, los aliados occidentales iniciaran su gran ofensiva. Y, aunque ésta no se produjo, nadie se preocupó: después de todo, una diferencia de pocos días no podía tener demasiada trascendencia. Pensaban que pronto los alemanes se verían obligados a marcharse de Polonia, por lo menos la mayor parte de la Luftwaffe y de las divisiones acorazadas; después... todo se iría resolviendo.

Pero lo que ocurrió fue que poco antes del amanecer del 17 de septiembre, el Ejército ruso entró en Polonia en un frente de casi 1300 km. La acción constituyó una sorpresa total tanto para el Gobierno como para el Mando Supremo polaco, e incluso para el mismo Alto Mando alemán. Los soviéticos entraron en campaña con dos Grupos de Ejército: el de la Rutenia Blanca y el de Ucrania. El primero estaba constituido por cuatro ejércitos y el segundo por tres. El Ejército 12. desplegado en el extremo meridional del frente, comprendía en su mayor parte tropas motorizadas, ya que su objetivo era aislar a los polacos de Rumania y de Hungría. La frontera de Polonia con Rusia estaba defendida tan sólo por 18 Batallones y cinco Escuadrones de Caballería del Cuerpo de Protección de la Frontera (KOP Korpus Ochrony Pogranicza en polaco); por lo tanto no fue difícil para las vanguardias soviéticas profundizar en territorio polaco casi 100 km en los dos primeros días. La actitud del Ejército ruso en relación con los soldados polacos fue ambigua, ya que al principio parecía como si los rusos evitasen combatir, por lo que incluso llegó a pensarse que acudían en ayuda de Polonia. Pero la situación se aclaró en cuanto las tropas polacas fueron desarmadas y hechas prisioneras. Cuando el Ejército soviético atravesó el Dniester y amenazó Kolomyja, el Mando Supremo polaco se encontró de repente en peligro. No había tiempo para discutir la situación con calma. Así, pues, todas las fuerzas recibieron la orden de retirarse hacia las fronteras rumana y húngara y resistir a los alemanes, pero sin hacer fuego contra los rusos, a no ser que éstos les atacaran o intentasen desarmarlos. Se decidió que el Presidente y el Gobierno, así como el comandante en jefe, se trasladaran a Rumania para pasar luego a Francia. 

El gobierno soviético anunció que actuaba para proteger a los ucranianos y bielorrusos que vivían en la parte oriental de Polonia, debido al colapso de la administración polaca tras la invasión nazi. Según los soviéticos, dicha administración, no podía ya garantizar la seguridad de sus ciudadanos.

Caballería polaca
La sorpresa de los polacos es total. En ese momento, sus tropas luchan a la desesperada en un intento de realizar un último plan defensivo contra los ejércitos del Reich, el Saliente Rumano, consistente en retirar todas las tropas posibles a la zona fronteriza con Hungría y Rumanía y resistir hasta el ―todavía esperado― ataque de Francia y el Reino Unido. La lucha sigue siendo muy intensa, pero ya no son unidades cohesionadas las que ofrecen resistencia, sino restos de divisiones y brigadas que, aisladas, combaten para escapar al cerco de las divisiones alemanas y poder así unirse al resto de los ejércitos polacos.

Con todas las tropas comprometidas en la lucha contra los alemanes, sólo quedan para defender la frontera las unidades del KOP, algunas de la Defensa Territorial y restos de las tropas regulares en retirada. El Estado Mayor polaco, impotente ante esta nueva situación, abandona el ya inviable plan del Saliente Rumano y ordena no combatir a las fuerzas soviéticas, para concentrar todos los esfuerzos en que las unidades que todavía luchan contra los alemanes logren escapar hacia las fronteras de Rumanía y Hungría, y pasar de estos países a Francia o el Reino Unido y así poder proseguir la lucha.

Sin embargo, y en medio de la confusión reinante, muchas unidades resisten al nuevo invasor. No se dan combates de la magnitud de los que se han producido o se siguen produciendo contra los alemanes, pero alrededor de ciudades como Vilna o Grodno hay duros enfrentamientos.

El Ejército Rojo alcanzó rápidamente sus objetivos, debido a que sobrepasaba en número a la resistencia polaca. En torno a 230.000 soldados polacos, o incluso más (452.500) fueron hechos prisioneros de guerra. El gobierno soviético se anexionó el nuevo territorio, poniéndolo bajo su control y declarando en noviembre de ese mismo año que trece millones y medio de ciudadanos polacos, que vivían en la zona anexionada, habían pasado a ser ciudadanos soviéticos. Los soviéticos contrarrestaron la oposición mediante ejecuciones y arrestos. Varios cientos, o miles, según estimaciones, de los arrestados, fueron enviados a Siberia y a otras zonas remotas de la URSS, en cuatro series de deportaciones producidas entre 1939 y 1941.

El Ejército Rojo hizo su incursión por la zona de Kresy, al este de Polonia, con siete ejércitos de campaña y entre 450.000 y 1.000.000 de soldados. Estos ejércitos se agrupaban en dos "frentes" (equivalente soviético de un Grupo de Ejércitos): el Frente Bielorruso, bajo la dirección de Mijaíl Kovalyov, y el Frente Ucraniano, bajo las órdenes de Semión Timoshenko. Hasta ese momento los polacos no habían conseguido defender sus fronteras occidentales y, en respuesta a las incursiones alemanas, habían lanzado una contraofensiva de cierta importancia en la batalla de Bzura. El Ejército Polaco tenía originalmente un plan defensivo bien desarrollado para combatir una posible invasión soviética pero no estaban preparados para plantar cara a dos invasiones simultáneas. En el momento en que los soviéticos invadieron el país, los comandantes polacos ya habían enviado a la mayor parte de sus tropas al oeste para enfrentarse a los alemanes, dejando así al este con una mínima protección de veinte batallones, que contaban con unos 20.000 soldados de defensa fronteriza del KOP, bajo la dirección del general Wilhelm Orlik-Rueckemann.

Al comenzar la invasión, el comandante en jefe polaco y mariscal de Polonia Edward Rydz-Śmigły, ordenó a las fuerzas fronterizas que prestaran resistencia ante la invasión soviética. Luego cambió su postura, tras consultar con el Primer Ministro Felicjan Sławoj Składkowski, ordenando retroceder y limitar los ataques a los soviéticos al caso de defensa propia.
“Los soviéticos han entrado. Ordeno un repliegue general hacia Rumanía y Hungría por la ruta más corta. No luchéis contra los bolcheviques a no ser que os asalten o traten de desarmar vuestras unidades. Las tareas defensivas de Varsovia y otras ciudades que debían defenderse de los alemanes, quedan sin cambios. Las ciudades amenazadas por los bolcheviques deberían negociar la cuestión de retirar la guarnición hacia Hungría o Rumanía” - Edward Rydz-Śmigły, Comandante en Jefe del Ejército polaco.
Las dos órdenes contradictorias condujeron a la confusión y cuando el Ejército Rojo atacó a las unidades polacas estallaron pequeñas batallas de forma inevitable. La respuesta de los no étnicamente polacos a la situación añadió una nueva complicación. En algunos casos, ucranianos, bielorrusos y judíos aplaudieron la entrada de las tropas soviéticas, consideradas libertadoras. La Organización de Nacionalistas Ucranianos se levantó contra los polacos y partisanos comunistas organizaron revueltas locales, como por ejemplo en Skidel.

El plan original de repliegue de los militares polacos consistía en retirarse y reagruparse en torno a la frontera rumana. La idea era adoptar posiciones defensivas en dicho lugar y esperar al ataque prometido por parte de franceses y británicos en el oeste. Este plan suponía que Alemania se vería obligada a limitar sus operaciones en Polonia para así poder combatir en un segundo frente. Los aliados esperaban que las fuerzas polacas resistieran durante varios meses pero el ataque soviético hizo que esta estrategia quedara obsoleta.


Las unidades soviéticas a menudo se encontraban con que los alemanes avanzaban desde la dirección opuesta. Ocurrieron varios ejemplos notables de cooperación entre ambas fuerzas. La Wehrmacht capturó la Fortaleza de Brest con la ayuda de la 29º Brigada de Tanques Soviética, tras la batalla de Brest Litovsk, el 17 de septiembre. El general alemán Heinz Guderian y el general de brigada soviético Semión Krivoshein llevaron a cabo un desfile conjunto tras tomar Brest. 

El general alemán Heinz Guderian y el brigada soviético Semión Krivoshein durante el desfile conjunto en Brest.
Lvov (o Lwów en polaco) se rindió el 22 de septiembre, días después de que los alemanes hubieran entregado el mando de las operaciones en la zona a los soviéticos. Fuerzas soviéticas tomaron Vilna el 19 de septiembre, tras una batalla de dos días de duración. El 24 de septiembre tomaron Goradnia, tras cuatro días de combates. Hacia el 28 de septiembre el Ejército Rojo ya había alcanzado la línea de los ríos Narew, Bug Occidental, Vístula y San, que trazaban la frontera acordada previamente con los nazis.
La caballería soviética en un desfile en Lvov,
Varias guarniciones polacas aisladas lograron mantener sus posiciones durante mucho tiempo antes de ser derrotadas, siendo la última unidad operacional del Ejército Polaco en rendirse, el Grupo Independiente Operacional "Polesie" (Samodzielna Grupa Operacyjna "Polesie" en polaco) del general Franciszek Kleeberg Polesie. Kleeberg se rindió el 6 de octubre, tras los cuatro días que duró la batalla de Kock, cerca de Lublin, terminando así con la Campaña de Septiembre. Los soviéticos habían salido victoriosos. El 31 de octubre, Mólotov presentó un informe al Soviet Supremo:
"Un golpe corto del Ejército alemán, y posteriormente otro del Ejército Rojo, fueron suficientes para aniquilar esta fea criatura del Tratado de Versalles".
La reacción de Francia y Gran Bretaña a la invasión de Polonia fue el silencio, ya que no deseaban ningún tipo de confrontación con la URSS en ese momento. Bajo los términos de la alianza militar Anglo-Polaca del 25 de agosto de 1939, los británicos habían prometido asistencia militar a Polonia si esta era atacada por una potencia europea. Pero cuando el embajador polaco Edward Raczyński recordó al Secretario de Estado británico E. F. L. Wood lo firmado, éste declaró tajantemente que no era una buena empresa para el Reino Unido declarar la guerra a la Unión Soviética. El Primer Ministro británico Neville Chamberlain consideró hacer público un compromiso de restaurar la estructura del Estado Polaco pero finalmente se limitó a emitir declaraciones de condena general.

A todo eso, no existía ningún motivo militar válido para que los franceses permanecieran inactivos. Efectivamente, la situación era todavía de tal naturaleza que hubieran podido apagar las llamas de la segunda Guerra Mundial. Su compatriota Jean Dutord ha afirmado: "Los generales franceses tenían en la mano la llave del éxito". El 10 de septiembre, el comandante en jefe francés, Gamelin, escribió a su colega de la agonizante Polonia: “Más de la mitad de nuestras divisiones activas están empeñadas en combates en las zonas del Nordeste. Es imposible hacer nada más”. Y el comunicado del Ejército francés del 11 de septiembre afirmaba: “Nuestros ataques han obtenido notables éxitos al este del Saar”. El 16 de septiembre, las estaciones de radio de Nueva York informaban: “Centenares de miles de soldados franceses y alemanes están librando una encarnizada batalla”. El 19 de septiembre, la emisora londinense de onda corta emitió este comunicado: “La lucha se extiende sobre un frente de 160 km. y algunas unidades francesas se encuentran a 16 kilómetros más allá de la frontera alemana”. Pero las cosas no eran así. En realidad, por el curso superior del Rin navegaban barcos neutrales, cuya tripulación cambiaba saludos con los soldados que se hallaban en las dos orillas. En otras palabras: no se estaba librando ningún combate.


Los franceses también habían adquirido compromisos con Polonia, incluyendo la provisión de ayuda aérea, y éstas no fueron cumplidas. Una vez que los soviéticos invadieron Polonia, los franceses y los británicos decidieron que no había nada que pudieran hacer por Polonia a corto plazo, por lo que comenzaron a planificar una victoria a largo plazo. Los franceses habían avanzado de manera provisional en el Sarre a principios de septiembre pero después de la derrota polaca, se retiraron detrás de la Línea Maginot, a fecha de 4 de octubre. Muchos polacos se indignaron ante la falta de apoyo por parte de sus aliados occidentales, lo que creó un sentimiento de traición entre los polacos.

En octubre de 1939 Mólotov informó al Soviet Supremo que la invasión había provocado un total de 737 muertes y 1.862 heridos soviéticos, aunque las cifras polacas elevan los números hasta 3.000 muertes y entre ocho mil y diez mil heridos. En el lado polaco, entre 6.000 y 7.000 soldados perecieron en los combates contra el Ejército Rojo, siendo hechos prisioneros entre 230.000 y 450.000 hombres. Los soviéticos solían saltarse los términos de las rendiciones. En algunos casos, prometieron a los soldados polacos la libertad si se rendían pero terminaron arrestándolos cuando estos depusieron las armas

Los soviéticos no trataron a los prisioneros militares polacos como prisioneros de guerra sino como rebeldes contra el nuevo gobierno de la Ucrania y Bielorrusia Occidental. Los soviéticos mataron a decenas de miles de prisioneros de guerra polacos. Algunos fueron ejecutados en plena campaña, como el general Józef Olszyna-Wilczyński, que fue capturado, interrogado y después asesinado el 22 de septiembre. El 24 de septiembre, los soviéticos mataron a cuarenta y dos personas, entre personal y pacientes, de un hospital militar polaco en el pueblo de Grabowiec, cerca de Zamość. 

Los soviéticos también ejecutaron a todos los oficiales polacos que capturaron después de la batalla de Szack, a fecha de 28 de septiembre de 1939. Más de 10.000 personas, entre personal militar polaco y civiles, perecieron en la Masacre de Katyn (ver más). Unos 300 polacos fueron ejecutados después de la batalla de Grodno.

Los polacos y los soviéticos restablecieron sus relaciones diplomáticas en 1941, siguiendo el Pacto Sikorski-Mayski, pero los soviéticos volvieron a romperlas en 1943 después de que el gobierno polaco demandara un examen independiente de las fosas comunes descubiertas en el bosque de Katyn. Entonces el gobierno soviético presionó a los Aliados Occidentales para que reconocieran al gobierno títere prosoviético de Wanda Wasilewska en Moscú.

El 28 de septiembre de 1939, la URSS y Alemania cambiaron en secreto los términos del Pacto Molotov-Ribbentrop. Pasaron a Lituania al círculo de influencia soviético y desplazaron la frontera en Polonia hacia el este, dando a Alemania un territorio mayor. Con este acuerdo, con frecuencia descrito como la cuarta partición de Polonia (ver más), la URSS se quedó con todo el territorio polaco situado al este de la línea descrita por los ríos Pisa, Narew, Bug Occidental y San. Esto proporcionaba un total de 200.000 kilómetros cuadrados, habitados por trece millones y medio de ciudadanos polacos.

El Ejército Rojo había sembrado la confusión entre los lugareños al asegurar que llegaban para salvar a Polonia de los Nazis. Su avance sorprendió a los polacos y a sus líderes, que no habían recibido información sobre cómo responder ante una invasión de la URSS. Algunos ciudadanos polacos y los judíos quizás habrían preferido en un principio un régimen soviético antes que uno nazi. Sin embargo, los soviéticos impusieron su ideología rápidamente en la vida local. Por ejemplo, comenzaron a confiscar, nacionalizar y redistribuir todas las empresas de propiedad privada o estatal. Durante los dos años que siguieron a la invasión y anexión de Polonia, los soviéticos arrestaron a unos cien mil ciudadanos polacos y deportaron a un total de entre 350.000 y 1.500.000, de los cuales entre 250.000 y 1.000.000 murieron, la mayoría de ellos, civiles.

De los trece millones y medio de civiles que vivían en los territorios anexionados por la URSS, los polacos eran el mayor grupo étnico pero los bielorrusos y ucranianos, en conjunto, representaban el cincuenta por ciento de la población. La anexión no dio a la Unión Soviética el control de todas las áreas donde vivían los bielorrusos y los ucranianos, ya que algunas de ellas se quedaron en la zona alemana debido al movimiento de la frontera al este. De todos modos, la URSS consiguió unir a la mayor parte de ambos pueblos, expandiendo las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Bielorrusia y de Ucrania.

El 26 de octubre de 1939 se llevaron a cabo "elecciones" en las asambleas de Bielorrusia y Ucrania para dar a la anexión una apariencia de legalidad. Los bielorrusos y ucranianos residentes en Polonia habían sido alienados por la política de polonización del Gobierno de Varsovia y por la represión contra los movimientos separatistas, por lo que sentían poca lealtad hacia el estado polaco. Sin embargo, no todos los bielorrusos y ucranianos vieron con buenos ojos la instauración del régimen soviético en Polonia, debido al resquemor por el Holodomor (hambruna en Ucrania) de comienzos de los años 1930. En general, los pobres recibieron bien a los soviéticos mientras que las élites tendieron a formar parte de la oposición, a pesar de apoyar la reunificación.

Los soviéticos introdujeron rápidamente políticas de sovietización en Bielorrusia y Ucrania Occidental, incluyendo colectivizaciones masivas en la totalidad de la región. Durante el proceso, eliminaron implacablemente los partidos políticos y las asociaciones públicas y arrestaron o ejecutaron a sus líderes, acusándolos de "enemigos del pueblo". Las autoridades también suprimieron la Organización de Nacionalistas Ucranianos, de carácter antipolaco y que llevaba resistiendo activamente contra el estado polaco desde los años 1920. Pero a pesar del cambio de régimen, los nacionalistas ucranianos continuaron aspirando a un estado ucraniano independiente y unificado. Las unificaciones de 1939 fueron a pesar de todo un acontecimiento decisivo en la historia de Ucrania y de Bielorrusia porque sentaron la base territorial con la que las dos repúblicas alcanzarían la independencia en 1991, después de la caída de la Unión Soviética.

Los censores soviéticos suprimieron muchos de los detalles de la invasión de 1939 y de sus consecuencias.  El Politburó calificó a la operación como una "campaña de liberación" y posteriormente las instituciones y publicaciones soviéticas no variarían esta postura. El 30 de noviembre de 1939, Stalin aseguró que no era Alemania quien había atacado a Francia e Inglaterra sino que eran Francia e Inglaterra quienes habían atacado a Alemania. En marzo de 1940 Mólotov aseguró que Alemania había tratado de negociar la paz pero que su propuesta había sido rechazada por los "imperialistas anglo-franceses". 

Todos los gobiernos soviéticos posteriores negaron la existencia de un protocolo secreto en el Pacto Molotov-Ribbentrop pero cuando el documento fue "encontrado" en los archivos soviéticos en 1989 la verdad se dio a conocer. La censura también se aplicó en la República Popular de Polonia para mantener la imagen de "amistad Polaco-Soviética", promovida por los dos gobiernos comunistas. La política oficial solamente admitía que la campaña de 1939 sirvió para unir a los pueblos ucraniano y bielorruso y para liberar a los polacos del "capitalismo oligárquico". Las autoridades desanimaron a todo estudio o enseñanza profunda sobre la materia. 

La invasión soviética, que el Politburó llamó "campaña de liberación", permitió la incorporación de millones de polacos, ucranianos y bielorrusos a las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Ucrania y de Bielorrusia. Durante la existencia de la República Popular de Polonia (1945-1989), la invasión fue considerada un asunto delicado, llegando a ser tabú y omitida de la historia oficial con el objetivo de preservar la ilusión de la "amistad eterna" entre los miembros del Bloque del Este.

En noviembre de 1939, la URSS atacó Finlandia (ver más) y la forzó a ceder el istmo de Karelia. Las repúblicas bálticas fueron también anexionadas por Stalin, pasando a configurarse como repúblicas soviéticas en agosto de 1940.

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