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miércoles, 5 de noviembre de 2014

Y… ¿qué nos volvió “humanos”?

Los chimpancés tienen 48 cromosomas, mientras que los humanos tenemos 46. 

Después de comparar los cromosomas del primate humano y del chimpancé se observa que 15 cromosomas de 23 son estructuralmente idénticos en ambas especies, son los llamados paleocromosomas, que han permanecido invariables desde nuestro ancestro común. De hecho, la frecuente aparición en el hombre de algunos caracteres atávicos simiescos — hirsutismo, determinados pliegues palmarios, el llamado tubérculo de Darwin en el pabellón de la oreja, niños nacidos con cola visible, y una variedad de otros defectos— supone una prueba irrefutable del papel jugado por los reajustes cromosómicos durante el proceso de hominización.


Lo más probable es que el antepasado común de los pánidos africanos y de los homínidos tuviera 48 cromosomas El primer paso que llevaría a la hominización tal vez fue una fusión robertsoniana que en sólo dos generaciones habría podido llevar al tipo ancestral humano, pasando de 48 a 46 cromosomas. La anomalía cromosómica de la que arrancaría el proceso de hominización debió de afectar a un solo individuo, que en una primera fase poseería un cariotipo de 47 cromosomas. Una vez cruzado con individuos "normales", de 48 cromosomas, procreó descendientes de los cuales un 50% eran portadores, al igual que él, de la translocación, y que por lo tanto tendrían 47 cromosomas. El azar pudo hacer que dos de los individuos de 47 cromosomas se cruzaran entre sí para que se produjera una descendencia de individuos con 46 cromosomas 

¿Cuál fue la posibilidad real para que se dieran los encuentros clave que harían posible el paso de 48 a 46 cromosomas en sólo dos generaciones?

Los prehomínidos, como los monos antropomorfos, debieron de haber vivido en grupos de 10 a 30 individuos, a la vez que cada uno de estos grupos se mantendría aislado de los otros. Por otra parte, cada uno de estos grupos se hallaría sexualmente dominado por un macho que en ejercicio de su estatus se encargaría de fecundar a las hembras de su horda. Bastó que esta translocación apareciese en este macho dominante para que se pudiese transmitir a la mitad de sus descendientes. El aislamiento del grupo facilitaría que los portadores de la anomalía en el estado heterocigoto pudieran obtener una frecuencia elevada desde la primera generación.

Por otra parte, en este tipo de comunidad no es infrecuente el incesto entre padre e hija o entre hermanos, con lo que el cruce entre heterocigotos translocados sería altamente probable. A partir de la segunda generación aparecería un 25% de individuos con los 46 cromosomas del tipo humano.

A1 tener una ventaja selectiva sobre sus antecesores —añade Alonso de Medina—, estos individuos nuevos pudieron imponerse y multiplicarse (debe recordarse que los cariotipos de número impar son muy inestables, especialmente durante la meiosis). Otro factor decisivo para el rápido desarrollo de este fenómeno debió de ser, sin duda, la corta duración de la vida del homínido prehistórico, el cual no superaba los 40 años. En menos de 80 años (tiempo calculado para dos gene-raciones) se podría haber producido la reducción a 46 cromosomas, lo cual permitiría la aparición del primer australopitécido.»

¿Y cómo comprobar esto en la actualidad?
No dejen der ver este interesante video 

Y este interesante artículo del “hombre de los 44 cromosomas”

Bueno amigos, así es como una casual anomalía cromosómica (que hizo pasar de 48 a 46 cromosomas) forzó la evolución de los Kenyapithecus hacia las formas de los Australopithecus, dándome las armas para poder compartir hoy, esto con ustedes

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