Translate

miércoles, 26 de octubre de 2016

La batalla del Golfo de Leyte

La mañana del 20 de octubre de 1944, el sol que se elevó sobre el golfo de Leyte, en las Filipinas centrales, iluminó la mayor y más poderosa concentración de medios de asalto anfibios y de buques de guerra que jamás se había visto en el Pacífico. Más de 700 unidades navales, entre buques de transporte, navíos de guerra y buques auxiliares y de apoyo se encontraban en las aguas al este de la isla de Leyte. Y en alta mar, al Este y al Norte, cuatro poderosas fuerzas de tarea compuestas de de portaaviones y de acorazados garantizaban la cobertura. Centenares de aviones sobrevolaban constantemente la zona, manteniéndola bajo su dominio, y otros muchos se preparaban para apoyar el ataque que cuatro divisiones americanas lanzarían, por la mañana, contra las costas de Leyte. 

Los planes norteamericanos

La isla de Leyte tiene unos 184 km de longitud, mientras su anchura máxima apenas llega a 72 y la mínima a sólo 24. Para la conquista de la isla el general Douglas MacArthur disponía de 200.000 hombres del Ejército 6, al mando del general Krueger; de las Fuerzas Aéreas del Extremo Oriente, del teniente general George G. Kenney, con más de 2500 aviones de combate, y de la VII Flota, al mando del vicealmirante Thomas C. Kinkaid —a menudo denominada “la marina de MacArthur“—, que comprendía más de 100 buques de guerra y otros 500 entre transportes, buques auxiliares, embarcaciones de desembarco y otras unidades de apoyo, y 500 aviones. También estaba presente, en misión de apoyo, la III Flota del almirante William F. Halsey, uno de los más poderosos grupos navales que jamás se hubieran reunido, compuesto por casi un centenar de modernos buques de guerra y más de un millar de aviones, pero que, sin embargo, no se había puesto al mando directo de MacArthur.

Vice Almirante Kinkaid
Almirante Halsey
Kinkaid debía llevar a cabo el cometido de conducir el Ejército 6 a Leyte y proceder a las operaciones de desembarco. Entre tanto, Halsey proporcionaría la necesaria cobertura mediante incursiones aéreas sobre Filipinas, Formosa y las Ryukyu, mientras los portaaviones de escolta, a las órdenes de Kinkaid, procederían a facilitar el apoyo aéreo inmediato. Al terminar el período inicial se calculaba que el general Krucger se habría asegurado la posesión de los aeródromos situados al este de Leyte, de forma que Kenney podría trasladar allí los cazas y los bombarderos ligeros para relevar a los aviones de apoyo de la Marina. Luego, el Ejército 6 procedería a la ocupación de toda la isla. La invasión de Leyte se diferenciaba de las anteriores operaciones de MacAnhur porque se llevaba a cabo fuera del radio de acción de los aviones terrestres. Y en el caso de que faltara la protección de los portaaviones, la operación corría el riesgo de fracasar. Por este motivo, el apoyo naval adquiría una importancia decisiva. Y, sin embargo, la misión principal de Halsey, que todavía operaba a las órdenes de Nimitz, no era proteger la cabeza de desembarco, sino la de destruir a la Flota japonesa lo cual significaba que podría retirar, en el momento que lo juzgase oportuno, sus medios de apoyo a la invasión. Por ello el éxito de los norteamericanos dependía de un sólo factor: la rapidez con que el general Kenney lograse llevar sus unidades aéreas a Leyte. Y en este punto entraba en juego un nuevo elemento: las condiciones atmosféricas. Desde septiembre hasta comienzos de la primavera, la parte oriental de Leyte está expuesta a frecuentes lluvias torrenciales y a tifones. El terreno se impregna casi completamente de agua, y, por lo tanto, el plan de construir aeródromos resulta sumamente difícil. El Estado Mayor de MacAnhur se daba cuenta de todos estos inconvenientes. Pero la única manera de evitarlos habría sido demorar la invasión de Leyte en espera de asegurarse algunas bases en Mindanao, o bien en espera de que el tiempo mejorase, dejando escapar así la ocasión de asestar el golpe a los japoneses en un momento en que se encontraban en condiciones de inferioridad. Era mejor, pues, correr algún riesgo para conseguir una rápida victoria. 

Los planes japoneses

Los planes nipones, denominados convencionalmente “Sho” (victoria), pretendían defender importantes sectores comprendidos entre las Kuriles y las Filipinas. Los invasores norteamericanos debían ser sometidos a un ataque combinado desde el mar y el aire en el curso de las operaciones de desembarco. Sería una tentativa extrema, guiada con la máxima decisión, para destruir de un solo golpe, asestado en el último momento, los buques de transporte y los buques de apoyo.

Vice Almirante Kurita
Vice Almirante Ozawa
Los pocos portaaviones japoneses supervivientes, que podrían prestar una escasa contribución a la acción con sus aviones, se emplearían más bien como. ”buques cebo”, a fin de atraer fuera de la zona de los desembarcos a los portaaviones norteamericanos y exponer el resto de las fuerzas de invasión a los asaltos de los aviones con base en tierra y al fuego de la artillería naval. Las características esenciales de los planes “Sho” eran la oportunidad y la rigurosa coordinación de las acciones. Pero, por desgracia. la organización de mando, confusa y descentrada, impidió a los japoneses ejercer una supervisión central, premisa indispensable para la realización de sus objetivos. Esto se produjo, de modo especial, en el caso del plan “Sho-1”, que preveía la defensa de las islas Filipinas, donde, pese a su importancia, no existía un mando único para coordinar las operaciones terrestres, navales y aéreas. La dirección de las operaciones terrestres se había confiado al Ejército 14, cuyo nuevo comandante, general Tomoyuki Yamashita, no llegó a Filipinas hasta primeros de octubre. El Ejército 35, al mando del teniente general Sosaki Suzuki, dependía de Yamashita. En cambio, el 4.° Ejército aéreo del teniente general Kyoji Tominaga, con base en Filipinas, no estaba bajo el mando de Yamashita. Tanto este último como Tominaga eran responsables ante el mariscal conde Hisaichi Terauchi.

Por su parte, las fuerzas navales operaban en completa independencia de los mandos mencionados. Prácticamente, todas las unidades navales niponas formaban parte de la Flota combinada del almirante Soemu Toyoda. Cada una de las fuerzas principales, que operaban con plena autonomía, eran directamente responsables ante el citado Toyoda; estas unidades eran la 1ª Fuerza de ataque, al mando del vicealmirante Takeo Kurita, formada por acorazados, cruceros y destructores; la fuerza principal del vicealmirante Jisaburo Ozawa, una formación de portaaviones, que tenía su base en el mar del Japón, y la 2ª Fuerza de ataque del vicealmirante Kiyohide Shima, compuesta por un reducido número de cruceros y de destructores, con base también en aguas septentrionales. Las grandes unidades aeronavales de las Filipinas y de otros sectores quedaban así enlazadas con otros elementos de la Flota y, por consiguiente, entre si sólo a través de Toyoda. 

Por esta razón, el comandante de la Flota combinada tenía la enorme responsabilidad de coordinar todos los elementos navales destinados a participar en la realización del plan “Sho”; así como el mariscal Terauchi tenía la grave misión de coordinar las grandes unidades del Ejército. Pero lo malo era que ni Toyoda ni Terauchi tenían la obligación de mantenerse en contacto entre sí, y el Mando supremo imperial, que teóricamente debía ser el anillo de conjunción entre ambos, en realidad hacía muy poca labor en este sentido. 

Se tuvo una prueba palpable de estos fallos en el curso de los acontecimientos que se produjeron a mediados de octubre. Para debilitar la resistencia y la moral del enemigo, en vistas al inminente ataque contra Leyte, los portaaviones de Halsey lanzaron, el 10 de octubre, una serie de violentos ataques contra las bases japonesas, desde las Ryukyu a las Filipinas septentrionales. El alcance de estas operaciones hizo comprender a Toyoda que los americanos se preparaban para una ofensiva en gran escala. Y, tras el desconcierto inicial, el almirante ordenó a las unidades aeronavales que pusieran en ejecución tanto el plan “Sho-1”, para la defensa de Filipinas, como el plan “Sho-2”, para la defensa de Formosa y las Ryukyu. 

El resultado de esta intervención prematura de las fuerzas aeronavales japonesas fue que los efectivos aéreos de Toyoda se emplearon en su casi totalidad en un inútil intento de oponerse a una Invasión en realidad inexistente. Mientras tanto, el general Tominaga se mantuvo prácticamente inactivo y no reaccionó ante los ataques de Halsey, ignorando sin duda que Toyoda había cursado unilateralmente las disposiciones relativas a la aplicación de ambos planes “Sho”. El hecho de haberse abstenido por su cuenta de aplicarlas hizo que las bajas experimentadas por él fuesen exiguas. Por el contrario, las fuerzas de Toyoda se resintieron duramente. En menos de una semana los japoneses perdieron más de 600 aviones de la Aviación naval. Asimismo, las fuerzas aeronavales designadas para la defensa de Formosa y de las Filipinas resultaron muy debilitadas. Incluso los pocos aparatos asignados a los portaaviones del almirante Ozawa habían participado en los combates y fueron destruidos. las pérdidas norteamericanas no llegaron a un centenar de aviones.


También Toyoda se dejó atraer a una trampa, mordiendo el cebo lanzado por Halsey, quien había decidido servirse de dos cruceros averiados -los únicos buques de la Flota que resultaron alcanzados- para tender una emboscada a la Escuadra japonesa. Toyoda, convencido de tener la victoria al alcance de la mano, utilizó medios aéreos de reserva y. simultáneamente, ordenó a la 2ª Fuerza de ataque del almirante Shima que se lanzase en persecución de las malparadas fuerzas de Halsey para asestarles el golpe de gracia. “Es superfluo decir -escribió más tarde uno de los comandantes japoneses-, que el asunto de la persecución concluyó con un absoluto fracaso”. Los japoneses perdieron más aviones y Shima a duras penas logró salvarse del aniquilamiento total gracias a que Toyoda. que al fin había intuido, por lo menos en parte, cómo estaban las cosas, ordenó a la 2.° Fuerza de ataque que desistiese de la persecución. 

El lamentable error de Toyoda comprometió gravemente las posibilidades japonesas de llevar a buen fin la ejecución de los planes “Sho”. La destrucción de centenares de aparatos de la Aviación naval ya hacía imposible la realización de la fase más importante, que se basaba en la intervención aérea. Únicamente le quedaban unos 300 aviones de la Aviación naval en Formosa, otros 150 del 4º Ejército aéreo y quizás un centenar en los portaaviones, confiados a pilotos inexpertos y poco entrenados. 

El conjunto de las fuerzas navales de superficie japonesas se encontraba en mejores condiciones. Sin embargo, ni siquiera la poderosa Escuadra de acorazados del almirante Kurita, fondeada en Lingga Roads, podría hacer gran cosa si decidía enfrentarse con los norteamericanos sin una potencia aérea adecuada. El general Yamashita se hallaría en dificultades análogas en el momento en que quisiera modificar el despliegue de sus fuerzas para oponerse a los desembarcos norteamericanos. Yamashita disponla de unos 300.000 hombres en las Filipinas; pero tan sólo un tercio de estas fuerzas se encontraba en las Filipinas centrales, y Leyte únicamente estaba defendida por 20.000 hombres. 

Los primeros desembarcos norteamericanos en el archipiélago filipino se produjeron entre el 17 y el 18 de octubre, en tres islotes que protegían las vías de aproximación orientales al golfo de Leyte. Elementos de los Rangers y de infantería desalojaron los islotes sin gran dificultad, destruyeron las instalaciones radio japonesas e instalaron algunos faros para guiar el convoy destinado a la invasión. La mañana del 19, los buques de guerra y los aviones de la VII Flota iniciaron un bombardeo preparatorio, sin que los japoneses presentaran una seria oposición. 

El enemigo era presa, una vez más, de las dificultades derivadas de su falta de coordinación. El almirante Toyoda fue el que más pronto reaccionó. El 17 cuando recibió la noticia de las primeras alarmas, dispuso sus formaciones navales en orden de batalla y el 18 lanzó un decidido ataque contra las fuerzas de invasión en el golfo de Leyte. Los restantes comandantes japoneses parecían menos dispuestos. A diferencia de Toyoda, estaban todavía bajo la impresión de que las “gravosas bajas”. de la III Flota americana, anunciada la semana anterior, habían inducido a los norteamericanos a demorar toda operación ofensiva en gran escala. Según ellos, era probable que los buques enemigos presentes en el golfo de Leyte fueran las unidades supervivientes de la formación de Halsey 

Sin embargo, a mediodía del 18, también los comandantes del Ejército meridional y del 4º Ejército aéreo estaban ya convencidos de que había comenzado la invasión. Y su insistencia, junto con la de Toyoda, tuvo el poder de convencer a sus respectivos superiores en Tokio. A las 17, después de haber comunicado al emperador las decisiones adoptadas, las secciones del Ejército y de la Marina del Mando Supremo Imperial cursaron separadamente las órdenes para la puesta en ejecución del plan “Sho-1”.

La Flota combinada ya se disponía para la acción. A mediodía del 20, la poderosa 1ª Fuerza deAtaque de Kurita llegó a la bahía de Brunei, en Borneo. Desde allí, Kurita debía guiar el grueso de sus unidades al Mar de Filipinas, a través de la parte central del archipiélago y el estrecho de San Bernardino, para dirigirse luego, a toda velocidad, hacia el Sur y atacar a las fuerzas de invasión en el golfo de Leyte. Para luchar contra los norteamericanos Kurita contaba con 5 acorazados -comprendidos los dos “colosos” de 64.000 toneladas Musashi y Yamato-, 12 cruceros y 15 destructores. Una segunda formación, menos numerosa y más lenta, compuesta por 2 antiguos acorazados, 1 crucero y 4 destructores, al mando del vicealmirante Shoji Nishimura, se dirigiría más al sur y entraría en el golfo de Leyte a través del estrecho de Surigao. Se confiaba en que Kuríta y Nishimura llegarían así, simultáneamente, al amanecer del 25, tres días más tarde de lo previsto en el plan “Sho”; pero, de todas formas, lo más pronto posible. La 2ª Fuerza de Ataque del almirante Shima, formada por 3 cruceros y 4 destructores, que por entonces se encontraba en aguas de Formosa, seguirla a Nishimura.

Sin embargo, no existía un plan para coordinar sus movimientos. La fuerza principal del almirante Ozawa debía salir del mar del Japón y dirigirse al Sur. El grupo, constituido por 4 portaaviones, 2 acorazados (parcialmente modificados para llevar cierto número de aparatos), 3 cruceros y 8 destructores, no poseía una efectiva capacidad ofensiva con su centenar escaso de aviones embarcados. Su misión era atraer a la formación naval de cobertura de Halsey lejos de Leyte y, si era posible, entablar combate con ella y destruirla. 

La poderosa formación naval de Kurita salió de Brunei la mañana del 22. Nishimura, que seguirla una ruta más corta, zarpó por la tarde. Pocos minutos antes de medianoche, dos submarinos norteamericanos que patrullaban las aguas al oeste de Palawan, avistaron a Kuríta y lo señalaron por radio, comunicando el contacto. Lo atacaron inmediatamente antes del alba del 23, y con sus torpedos hundieron dos cruceros pesados y causaron avería a un tercero. Sin embargo, uno de los dos submarinos, al maniobrar, embarrancó en una escollera y la tripulación tuvo que ponerse a salvo y hacerlo estallar. Pero los buques de Kurita habían quedado reducidos de 32 a 27, y además los norteamericanos conocían muy bien su ruta. A pesar de ello, Kurita continuó avanzando, y la mañana del 24 entró en el mar de Sibuyan, dentro del radio de acción de los aviones de Halsey. 

En el curso del día 23, Halsey modificó el despliegue de sus portaaviones, de modo que los aparatos pudieran atacar tanto a Kurita como a Nishimura, que también habla sido avistado. El primer golpe lo recibió la aviación japonesa. Al amanecer del 24, unos 200 aviones de la Marina se elevaron de las bases de Luzón para atacar la formación más próxima de portaaviones americanos. Localizados por el radar, pero fueron acogidos por la resuelta defensa de los cazas norteamericanos, y, tras un combate que duró alrededor de una hora, la mitad de los aparatos nipones hablan sido derribados.

No obstante, inmediatamente después de las 9,30 horas, un bombardero aislado japonés salió de una nube baja, se aproximó en picado al objetivo el portaaviones ligero Princeton y dejó caer sobre él una bomba de 225 kg que hundió la cubierta de vuelo y estalló en el interior del buque, causando una serie de explosiones. Todos los locales bajo cubierta se vieron invadidos por la gasolina en llamas. Durante algunas horas pareció que sería posible dominar los incendios; pero, mediada la tarde, una tremenda explosión desgarró el portaaviones, haciendo pedazos la popa y lanzando una lluvia de mortíferos fragmentos de acero sobre los hombres de las escuadras contra incendios y sobre el puente del crucero Birmingham, que se habla aproximado para llevar socorros. Unas horas más tarde los mismos norteamericanos hundieron el buque en llamas. Pero la pérdida del Princeton y las averías del Birmingham representaron el único punto a favor de los japoneses. La misión “Sho” había fracasado.

El Birmingham (der.) prestando auxilio al portaaviones Princeton
Tampoco el 4.° Ejército aéreo del general Tominaga había conseguido mejores resultados en sus ataques contra las unidades de la VII Flota en el golfo de Leyte. Casi todos sus aviones atacaron repetidamente la zona de desembarco el día 24; pero fueron pocos los buques norteamericanos alcanzados, y en cambio Tominaga perdió unos 70 aviones. Mientras tanto, el almirante Halsey se habla tomado una amplia revancha. Por la mañana lanzó un ataque contra la formación de Nishimura, en el curso del cual un acorazado y un crucero nipones sufrieron ligeros daños. Luego, todos los aparatos de la 3ª Escuadra se lanzaron contra Kurita. En cinco ataques espaciados, que duraron desde las nueve hasta mediada la tarde, la formación nipona, que seguía obstinadamente la ruta establecida a través de las aguas del angosto mar de Sibuyan, fue seriamente dañada. Los bombarderos y los aviones torpederos de Halsey, con sólo la pérdida de 18 aviones, en un total de más de 250 salidas, hundieron el poderoso Musashi (para echarlo a pique fueron necesarios 19 torpedos y 17 bombas) y obligaron a un crucero pesado, gravemente averiado. a volver penosamente a Brunei.

Kurita estaba muy impresionado por el aspecto masivo de aquellos ataques. “Esperábamos sufrir ataques aéreos -dijo después su jefe de Estado Mayor-, pero los que sufrimos aquel día habrían sido suficientes para descorazonamos.” Finalmente, hacia las 15,30 horas, después de numerosas falsas alarmas y en previsión de ulteriores ataques aéreos en el estrecho de San Bernardino, Kurita decidió virar. Unas dos horas después, cuando comprendió que aquel día los norteamericanos no lanzarían más ataques aéreos, reanudó la ruta inicial. Pero más tarde le llegó una orden del almirante Toyoda: “¡Todas las formaciones deben lanzarse al ataque, confiando en la ayuda divina!”. Kurita respondió asegurando que “irrumpiría en el golfo de Leyte y combatiría hasta el último hombre”. 

Entre tanto, la fuerza “cebo” del almirante Ozawa había logrado al fin atraer la atención de Halsey. Por la mañana, Ozawa hizo despegar a sus aviones para un ataque infructuoso contra los portaaviones adversarios. Más de la mitad de los aparatos atacantes fueron abatidos, y el resto, puesto que los pilotos novatos no sabían posarse sobre los portaaviones, se habla dirigido a Luzón. Luego. en el curso de la tarde, los aparatos de reconocimiento de Halsey localizaron a Ozawa y proporcionaron al comandante de la III Flota, “las últimas piezas del mosaico”, para utilizar sus propias palabras. 

Ozawa Constituía la amenaza más seria para Halsey y por ello era su objetivo número uno. Las dos Escuadras de Nishimura y de Shima no parecían verdaderamente peligrosas y además las unidades de Kinkaid, más poderosas, estaban sin duda en condiciones de arreglárselas por sí mismas. La Escuadra de Kurita era, evidentemente, más fuerte; pero, por lo que parecía, había experimentado daños considerables (también Halsey, como le había sucedido ya a Toyoda, era víctima de los informes exagerados de sus pilotos). 

En cualquier caso, por lo que sabía Halsey, el grupo de Ozawa comprendía la mayor parte de los portaaviones japoneses, y parecía ser el más peligroso de los grupos aeronavales enemigos que se dirigían al golfo de Leyte. Dejarlo aproximar demasiado significaría ceder la iniciativa a los nipones, que conseguirían que sus aparatos volasen entre los portaaviones y Luzón, con los buques de Halsey en medio. Por esto, el almirante norteamericano decidió que la mejor solución era perseguir a Ozawa con fuerzas suficientes para destruirlo. 

El día 24, poco antes de las 20 horas, Halsey ordenó a toda la III Flota que se dirigiera al Norte, siguiendo las huellas de Ozawa. Suponiendo que Kinkaid mantendría el estrecho de San Bernardino bajo una rigurosa vigilancia aérea y que el comandante de la 7ª Flota no sólo se daría cuenta de una eventual tentativa de Kurita de forzar el paso, sino que lograría también hacerle frente. Halsey no dejó ni un destructor de guardia en el estrecho. Y así, en definitiva, Ozawa había logrado su objetivo, que era dejar libre el camino a Kurita. Parecía entonces que el plan japonés, pese a sus puntos débiles, funcionaba. 

Mientras esto sucedía, el almirante Nishimura se dirigía hacia el estrecho de Surigao; pero la vacilación de Kurita en adentrarse por el de San Bernardino privaba ahora a Nishimura del apoyo con que habría podido contar si ambos grupos navales japoneses hubieran intentado simultáneamente abrirse paso en el golfo de Leyte. La situación empeoraba aún más por el hecho de que Kinkaid sabía que la formación de Nishimura y la de Shima se estaban aproximando y había mandado el grupo de apoyo de bombardeo y de tiro de toda la VII Flota, al mando del contraalmirante Jew B. Oldendorf, a interceptar y destruir a los buques japoneses. 

Oldendorf desplegó sus seis acorazados en una sola línea a través del extremo septentrional del estrecho de Surigao. Ocho cruceros alargaron por los lados esta línea de batalla, mientras 21 destructores se disponían en parte a lo largo de los flancos y en parte delante. En la embocadura meridional del estrecho 39 lanchas torpederas tomaban posiciones para establecer el primer contacto con el enemigo. Nishimura y Shima tendrían que pasar bajo el fuego de los cañones pesados de los acorazados y de los cruceros que cortaban perpendicularmente su dirección de avance. Era una aplicación impecable de la clásica táctica naval. Y funcionó casi perfectamente. Nishimura llegó a la embocadura del estrecho de Surigao una hora antes de la medianoche del 24, rechazó sin grandes dificultades los ataques de las lanchas torpederas y, hacia las 02,00 horas del 25 penetró a través del estrecho. Una hora más tarde, sufrió el primero de tres ataques con torpedos lanzados por los destructores, que alcanzaron un acorazado nipón, partiéndolo en dos, averiaron otro y echaron a pique dos destructores. Los cruceros y los acorazados estadounidenses completaron la obra, hundiendo la mayor parte de los navíos de Nishimura, comprendido el buque insignia. 

Aún no había sido completamente aniquilado Nishimura cuando llegó el grupo táctico de Shima. Pero, a las 05:00 horas, éste había ya comprendido que no tenía más perspectiva que la derrota total: poco después, los buques japoneses supervivientes estaban en completa retirada. Sin embargo, no todos lograron ponerse a salvo, porque los aviones norteamericanos siguieron tras ellos provocando más pérdidas. Dos semanas después de la batalla, solamente un crucero y 5 destructores, de los 2 acorazados, 4 cruceros y 8 destructores que habían penetrado en el estrecho de Surigao con Nishimura y Shima estaban todavía en condiciones de hacerse a la mar.

Hacia las 5:30 del 25 de octubre el almirante Kurita fue informado por Shima de la derrota sufrida en el estrecho de Surigao. En aquel momento Kurita había atravesado ya el estrecho de San Bernardino y navegaba a toda velocidad a lo largo de la costa oriental de Samar, en dirección a Leyte. Su paso no había sido señalado a causa de la insuficiencia de los servicios de comunicaciones y por el hecho de que algunos mensajes se habían entendido mal, de manera que tanto Halsey como Kinkaid ignoraban que aquel estrecho, de importancia vital, estaba indefenso. Al amanecer, o sea casi una hora más tarde, Kurita se encontró de improviso frente a lo que él creyó que era “una formidable Fuerza enemiga”, que compendia numerosos portaaviones, cruceros y destructores, y quizá incluso uno o dos acorazados. Y en el curso del encuentro que siguió el almirante japonés no se dio cuenta de que la formación adversaria estaba compuesta por media docena de lentos y pequeños portaaviones de escolta y algunos destructores. Estos buques, al mando del contraalmirante Clifton F. Sprague, constituían una de las formaciones de apoyo a las operaciones de desembarco en Leyte, que operaban al mando de Kinkaid. De momento Kurita quedó desorientado ante el inesperado encuentro; pero Sprague no perdió el tiempo. Ordenó a sus aviones que despegasen y dirigió sus buques hacia una zona de temporales que le ofrecerla cobertura, lanzando por radio una urgente petición de ayuda en lenguaje no cifrado. Un instante más tarde, la poderosa formación de Kurita se lanzó al ataque, moviéndose entre los buques norteamericanos en fuga bajo un mortífero fuego de interdicción. Sprague tuvo la convicción de que ninguna de sus unidades “sería capaz de resistirlo más de cinco minutos. 

Lo que sucedió después fue una serie de acontecimientos increíbles. Los norteamericanos lograron evitar a sus perseguidores y huir gracias a la protección de cortinas de humo y de los aguaceros y a la habilidad de las tripulaciones. Al mismo tiempo Sprague lanzó sus destructores contra los buques japoneses, mientras sus aviones, que operaban sin oposición, alcanzaban una y otra vez a los nipones, cada vez más desilusionados en sus esperanzas. Los contraataques norteamericanos provocaron una notable confusión entre las unidades de Kurita, impidiendo al almirante que controlase sus fuerzas. 

Los hombres de Sprague pagaron un elevado precio por su audacia. A pesar de la escasa precisión de los apuntadores japoneses, el volumen de su fuego masivo era demasiado grande para que los buques norteamericanos salieran indemnes. A las 9, uno de los portaaviones en fuga fue hundido, junto con tres destructores. Parecía entonces que el resto de la formación de Sprague correrla la misma suerte. 

En aquel momento intervino lo que el almirante americano definió después como “la manifiesta parcialidad del Omnipotente”. Con una visión poco clara de la situación y convencido de haber hecho todo el daño posible a una poderosa y veloz formación naval norteamericana, Kurita interrumpió la acción, ordenando a sus buques que se retirasen y se reorganizasen. “No podía creer lo que velan mis ojos”, confesó más tarde Sprague. 

Las vicisitudes de la pequeña formación naval no habían acabado todavía. Dos horas después de que Kurita renunciara a la persecución, los buques de Sprague sufrieron un nuevo y no menos temible ataque. Aquella mañana, los aviones suicidas japoneses habían efectuado el primer ataque kamikaze organizado contra algunos portaaviones de escolta de la Vll Flota. Ahora le correspondía a Sprague pasar la experiencia. Nueve de aquellos macabros aparatos se aproximaron a baja altura, para no dejarse localizar por el radar, y cuando estuvieron a poca distancia se elevaron rápidamente y luego se arrojaron en picado contra sus objetivos. Los cañones norteamericanos abatieron a algunos, pero los demás alcanzaron sus objetivos, hundiendo uno de los portaaviones de escolta e infligiendo graves averías a otro. Un segundo ataque kamikaze,. 20 minutos después. no provocó hundimientos, pero causó graves daños y bajas entre las tripulaciones. 

Mientras tanto, Kurita habla virado nuevamente hacia el estrecho de San Bernardino; pero después de haber avanzado un poco por el golfo de Leyte llegó a la conclusión de que ya no valía la pena. No sólo estaba convencido de que se tendría que enfrentar con el grueso de las fuerzas aeronavales norteamericanas, sino que creía también -y éste fue el argumento decisivo- que entonces la mayor parte de los transportes norteamericanos ya habrían desembarcado las tropas y los medios de combate y se habrían alejado; y le parecía ridículo arriesgar la última fuerza de ataque naval que le quedaba a su país para intentar echar a pique algunos mercantes vacíos. Así, hacia las 12:30 dio orden de virar y dirigirse al Norte. En aquel momento, sólo le separaban 45 millas del golfo de Leyte.

Mucho más al Norte, Halsey había establecido al fin contacto con Ozawa. Desde las primeras horas del día hasta las últimas de la tarde del 25, los pilotos de los portaaviones de la III Flota, al mando del vicealmirante Marc A. Mitscher. habían eliminado la fuerza “cebo” japonesa, casi privada de defensa. Al fin de la jornada Ozawa había perdido 7 buques de un total de 17: sus cuatro portaaviones, un crucero y dos destructores. Y el desastre no alcanzó proporciones mayores gracias a que Halsey se vio obligado a volver su atención hacia otro punto. 

En efecto, a partir de unos pocos minutos después de las 8, Halsey empezó a recibir de Kinkaid una serie de informes cada vez más desesperados sobre la situación de Sprague, acompañados por urgentes peticiones de ayuda. Sin embargo, había continuado persiguiendo a Ozawa, con la convicción de que los portaaviones japoneses constituían aún la amenaza más grave y el objetivo más importante. Pero a las 10 le llegó un perentorio mensaje del almirante Nimitz, quien había seguido por radio las comunicaciones de Kinkaid: Nimitz indujo a Halsey a cambiar de parecer. Poco antes de las 11 ordenó a la mayor parte de la III Flota que se dirigiera al Sur, disponiéndose a perseguir a Kurita, dejando a Mitscher, con una fuerza de ataque constituida por portaaviones, para que diese el golpe de gracia a Ozawa. “En aquel momento -escribiría más tarde Halsey-, Ozawa se encontraba exactamente a 42 millas de la boca de mis cañones de 406 mm... Volví la espalda a la ocasión que habla soñado desde que asistía a la academia naval”.

Ya era demasiado tarde para alcanzar a Kurita, cuyos buques huyeron, prácticamente indemnes, a través del estrecho de San Bernardino. Todo lo que la formación de acorazados y de cruceros de Halsey pudo conseguir fue hundir un solo destructor. La poderosa flota había cubierto una distancia de 600 millas sin lograr entablar combate ni con Ozawa ni con Kurita. La batalla del golfo de Leyte, que terminó con la destrucción de una gran parte de la Flota combinada japonesa y con la eliminación de la amenaza más grave contra la cabeza de desembarco, dio motivo a muchas críticas y recriminaciones. Pero la decisión de Halsey de lanzarse en persecución de Ozawa estaba justificada. Si los portaaviones japoneses hubieran llevado a bordo todos sus aviones como tenía motivos para creer, habría sido insensato renunciar al intento. No obstante, también habría sido su deber dejar, por lo menos, un destructor de guardia en el estrecho de San Bernardino. En segundo lugar, admitiendo que la decisión de seguir a los portaaviones japoneses fuera justa, Halsey cometió probablemente un error al mirar hacia el Sur en el preciso momento en que estaba a punto de asestar el golpe decisivo. Finalmente, incluso queriendo sostener que la persecución deseada por Halsey habría permitido a Kurita penetrar en el golfo de Leyte (argumento discutible, dada la presencia de los buques de Oldendorl), es lícito dudar que Kurita hubiera podido dificultar o impedir las operaciones de desembarco. .

La victoria naval norteamericana aseguró a MacArthur sus vías de comunicación y las de abastecimiento, y salvaguardó el flanco del Ejército 6 hacia el mar. A fines de octubre, las tropas de Krueger ya habían ocupado completamente el valle de Leyte y todos los aeródromos en la zona centro oriental de la isla. Pero la contingencia más desfavorable que el Estado Mayor de MacArthur habla considerado en sus previsiones llegó a ser realidad cuando se hizo evidente que era imposible ultimar las pistas de aterrizaje y dejarlas en condiciones de funcionar. Sólo un aeródromo estaba en buenas condiciones, el de Tacloban, y hacia fines de noviembre también la pista de Dulag pudo servir para un número reducido de aviones. Pero el nuevo aeródromo próximo a Tanauan, no pudo ser utilizado hasta el mes de diciembre. Los japoneses, favorecidos por las condiciones atmosféricas, habían decidido, mientras tanto, defender a ultranza la isla, y lograron trasladar a ella tropas de refuerzo, con lo que prolongaron la lucha durante muchas semanas. Los destacamentos aéreos nipones de las Filipinas centrales se reforzaron a su vez limitadamente, pues algunos aviones del Ejército y de la Marina fueron trasladados a aquel sector. Estos aparatos se empleaban en los bombardeos de las pistas de aterrizaje, en incursiones contra la cabeza de desembarco y en ataques kamikaze, cada vez más frecuentes, contra los buques norteamericanos. 
Mapa de los cuatro encuentros de la Batalla del Golfo de Leyte. 1: el paso de Palawan, 2: batalla del Estrecho de Surigao, 3: batalla del Cabo Engaño y 4: batalla de Samar. En rojo, los movimientos de la flota japonesa y sus principales ataques aéreos 
Durante el mes de noviembre se trabaron encarnizados combates terrestres. El Ejército 35 nipón se veía cada vez más rodeado entre el valle septentrional de Ormoc y la serie de alturas situadas al Sur. La última ofensiva norteamericana en Leyte comenzó el 5 de diciembre con una penetración efectuada por el Cuerpo de Ejército X en el sector septentrional del valle de Ormoc. La batalla de Leyte casi habla concluido. El general Krueger seguía apretando la tenaza alrededor de los defensores, valientes y obstinados. pero reducidos a una situación prácticamente insostenible. Suzuki, presionado por tres lados, Se vio obligado a retirarse al último bastión, en la parte occidental de la isla. El 19 de diciembre el general Yamashita le comunicó que ya no podía esperar más refuerzos ni ayuda. El Ejército 35 nipón estaba reducido a unas pocas unidades dispersas, que los norteamericanos, con la superioridad de sus fuerzas, obligaban a replegarse de posición en posición: de los 65.000 hombres que habían combatido por la defensa de Leyte ya sólo quedaban 15.000. Las últimas comunicaciones de Yamashita llegaron a Suzuki el 25: se le ordenaba evacuar el mayor número posible de hombres a otras islas de las Filipinas centrales y concluía con un triste adiós al comandante del Ejército 35.

El mismo día, el general MacArthur anunciaba el fin de la resistencia organizada en Leyte. La derrota sufrida en la isla por los japoneses, que vieron fracasar el plan “Sho”, fue un duro golpe para ellos. En el inútil intento de mantener Leyte, los nipones perdieron una parte considerable de su potencial aéreo, el grueso de las fuerzas navales y muchas unidades del Ejército. La Aviación nipona se veía ya obligada a recurrir a la estrategia, terrorífica, pero privada de resultados decisivos, de los ataques kamikaze: la Marina ya no estaba en condiciones de emprender una acción ofensiva importante y el Eiército se encontraba disperso en centenares de islas del Pacifico. “Nuestra derrota en Leyte”, admitió el almirante Mitsumasa Venal, ministro de Marina. “equivalió prácticamente, a la pérdida de todo el archipiélago. Y la reconquista aliada de las Filipinas significó el fin de nuestros recursos".

También en Facebook en https://www.facebook.com/elkronoscopio/posts/2124197551139386

miércoles, 28 de septiembre de 2016

Explorando la Antártida

La historia de la Antártida es la historia de los últimos grandes exploradores de nuestro planeta. Este continente, el último descubierto por el hombre, estuvo reservado durante años sólo a unos pocos aventureros, hombre llenos de coraje e ilusión dispuestos adentrarse en el último sector desconocido del planeta.
“Se buscan hombres para viaje peligroso. Bajos salarios. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro permanente. Regreso sano dudoso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”.
Así cuenta la historia que Ernest Shackleton, uno de los más grandes íconos de la exploración Antártica, convocó a los miembros de una de sus odiseas polares.

Los viajeros que cruzaban el Cabo de Hornos frecuentemente se encontraban con vientos en contra y eran llevados al sur hacia cielos nivosos y mares con hielo; sin embargo ninguno de ellos hasta 1770, que se sepa, habría alcanzado el círculo polar. La historia del descubrimiento de tierra en los 64° S por Dirk Gerritz a bordo del Blijde Boodschap en 1599 fue mostrado como el resultado de un malentendido de un relator, Kasper Barlaeus, en 1622. Una historia similar de un avistamiento de "montañas cubiertas de nieve" más allá de los 64° S en 1603 fue relatada por el español Gabriel de Castilla. Existe controversia acerca de si las Georgias del Sur fueron avistadas en 1675 por La Roche.


Puede decirse con certeza que todos los navegantes que llegaron a los hielos del sur hasta 1750 lo hicieron involuntariamente al ser desviados de sus cursos. Una excepción puede hacerse quizás en favor del viaje de Halley en el HMS Paramour para investigaciones magnéticas en el Atlántico Sur cuando se encontró con los hielos en los 52° S en enero de 1700; pero ésa fue su latitud más austral. Un determinado esfuerzo de parte del oficial naval francés Pierre Bouvet de descubrir la tierra del sur descrita por un semi-legendario sieur de Gonneyville tuvo como resultado el sólo descubrimiento de la Isla Bouvet en 54° 25' S - 3° 24' E, con hielos cerca de los 55° S en 1730. En 1771 Yves-Joseph de Kerguelen-Trémarec zarpó de Francia con instrucciones de ir al sur desde Mauricio en busca de un "continente muy grande". Avistó una tierra en los 50° S que llamó Francia del Sur, y que creyó era la masa principal de un continente austral. Fue enviado otra vez para completar la exploración de la nueva tierra, y se encontró que era una isla inhóspita y la rebautizó como Isla de la Desolación, pero posteriormente fueron reconocidos sus esfuerzos bautizándola como Tierra de Kerguelen.

Hasta el siglo XVIII, esta región era una mancha blanca inexplorada en el mapa. Finalmente se convirtió en el objetivo de muchas naciones.

El británico James Cook (1728-1779) cruzó por primera vez el círculo polar sur el 17 de enero de 1773. Sin embargo, como no vio tierra alguna además de hielo, de ahí en adelante en todo el mundo a este paraje se le quedó el sobrenombre de "terra incognita".

Incluso la segunda circunnavegación de la región antártica, bajo la dirección de Fabián Gottlieb von Bellingshausen (1778-1852), báltico alemán al servicio de Rusia, sólo llevó al descubrimiento de algunas islas.

En cambio, durante su expedición (1822-1824), el ballenero James Weddell (1787-1834) penetró hasta 74°14'S en lo que más tarde se llamaría en su honor el Mar de Weddel. Así, el problema seguía sin ser resuelto.

Alrededor de 1840, durante el breve periodo caracterizado científicamente por la llamada "cruzada magnética", la expedición francesa (1837-1840), en busca del polo magnético del Hemisferio Sur, dirigida por Jules Sébastien César Dumont d'Urville (1790-1842), descubrió la Tierra Adelia.

La expedición estadounidense (1839-1842), al mando de Charles Wilkes (1798-1877), avistó la Tierra Wilkes y cartografió desde el barco cerca de 2.000 kilómetros de línea costera. Finalmente, el británico James Clark Ross (1800-1862) logró llegar hasta 78°10'S durante su expedición (1839-1843). Descubrió el Mar de Ross y la barrera de hielo de Ross, así como la extensa Tierra Victoria. Finalmente, Ross llegó a aproximadamente 300 Km. del polo magnético y determinó su posición en 75°05'S y 154°08'E, cerca de la que había calculado teóricamente el astrónomo y experto en magnetismo de Gotinga, Carl Friedrich Gauss (1777-1855).

Antes y después de ese periodo de descubrimientos, sólo los balleneros y los cazadores de focas se arriesgaban en aguas antárticas para regresar a casa con abundante carga.

Sus descripciones de las tierras como partes de un collar de perlas en el círculo polar antártico sólo aumentaron parcialmente la imagen de una terra incognita.

No fue sino hasta el VI Congreso Internacional de Geografía, que tuvo lugar en 1895 en Londres, que los participantes llegaron a la resolución de que la exploración de la región antártica era el más importante de los problemas geográficos que quedaban por resolver y, por tanto, recomendaron a la sociedad científica del mundo entero que solucionara dicho problema antes del fin del siglo XIX. Todavía no se sabía si la Antártida era un atolón gigante lleno de hielo o un continente cubierto de hielo. Sin embargo, esto pronto sería resuelto.

Primeras invernadas antes de 1900

En el verano de 1897, apoyándose en la recomendación de Londres, una expedición belga al mando de Adrien de Gerlache de Gomery (1866-1934) partió a bordo del Bélgica hacia la Tierra de Graham (hoy península antártica), donde descubrieron, entre otras cosas, el largo Estrecho de Gerlache en el lado occidental de la Península Antártica.

Cuando el buque se quedó varado en el hielo cerca de la costa antártica a unos 85°O, la expedición belga se vio obligada a invernar a bordo del barco. Fue la primera en realizar una observación meteorológica continua durante todo un año.

Sin embargo, no había un programa de investigación previamente establecido, así que los resultados científicos fueron producto de la casualidad y dependieron del afán de investigación de los estudiosos respectivos. De manera notable, Gerlache había elegido a los miembros de la expedición según su capacidad, independientemente de su nacionalidad. A bordo del Bélgica había dos polacos (Henryk Arctowski, 1871-1958), para las tareas geológicas, meteorológicas y oceanográficas, y un asistente para las observaciones meteorológicas), así como un biólogo rumano. También participaban, como médico experto de la expedición, el estadounidense Frederick Cook (1865-1940), que había explorado antes con Robert Peary el norte de Groenlandia, y el noruego Roald Amundsen (1872-1928), como segundo oficial.

El resto de la tripulación consistía de belgas y noruegos. Pero en marzo de 1899, el Bélgica, que se encontraba varado en el hielo, logró salir a la corriente helada y quedó libre otra vez.

El 28 de marzo de 1899, desde Punta Arenas Gerlache informó por radiotelegrafía el buen resultado de la invernada en la Antártida. Sin embargo, en 1898 hubo que lamentar dos víctimas, pues además de un marinero que cayó por la borda durante una tormenta, también murió el geofísico Emile Danco (1869-1898) de lo que entonces se llamó "anemia polar" y que, según los conocimientos actuales, fue causada principalmente por deficiencia vitamínica.

A su regreso, el meteorólogo Arctowski pudo presentar a la opinión pública mundial los primeros datos meteorológicos del ciclo anual completo de la Antártida. Mucho antes de que se desarrollara la teoría del frente polar en la década de 1920, determinó mediante sus observaciones que en la Antártida circulaban zonas de baja presión en forma de ondas. Arctowski mostró además que el invierno antártico era mucho más frío de lo que normalmente se creía antes de la invernada. Al mismo tiempo, notó que la frecuencia de la aurora austral era igual a la de la aurora boreal en sus respectivas amplitudes magnéticas, lo que indicaba un origen común.

La segunda expedición antártica (1898-1900), bajo la dirección del sueco Carsten Borchgrevik (1864-1934), se pudo llevar a cabo mediante un financiamiento privado inglés. Partieron a bordo del Southern Cross hacia la Tierra Victoria (al este del Mar de Ross), donde invernaron en Cabo Adare. Los hombres no sabían que habían levantado sus dos refugios prefabricados en la costa más ventosa de la Antártida.

Además de algunas recolecciones zoológicas y geológicas y observaciones magnéticas, también realizaron mediciones meteorológicas cada dos horas durante un año, así como registros de la presión atmosférica y la temperatura en el continente austral. También en 1899 la deficiencia vitamínica constituyó un gran problema durante la invernada de la expedición polar y el biólogo del Southern Cross, Nikolai Hanson, murió de escorbuto. Antes del viaje de regreso, Borchgrevik todavía intentó llegar hasta 78°50'S sobre la Barrera de Ross.

Los resultados meteorológicos aportaron la primera imagen del clima marítimo antártico. Los vientos predominantes ESE y SE señalaron la existencia de una zona de alta presión que se extendía por una gran parte de la todavía desconocida Antártida y que correspondía a un reflujo de masas de aire en dirección al Polo Sur en las capas de aire superiores.

Cooperación internacional meteorológica y magnética (1901-1904)

Durante la realización del VII Congreso Internacional de Geografía en 1899 en Berlín, ya se pudieron discutir planes concretos de la expedición británica a la Antártida al mando de Robert Falcon Scott (1868-1912) y de la expedición alemana al Polo Sur bajo las órdenes de Erich von Drygalski (1865-1949).

Al igual que en el precedente Primer Año Polar Internacional (1882-1883), cuando se coordinaron mediciones simultáneas alrededor del Ártico, el congreso acordó una cooperación internacional entre el 1 de octubre de 1901 y el 31 de marzo de 1903 para la realización de las mediciones meteorológicas y magnéticas de las expediciones antárticas, así como de todos los barcos mercantes y de la Marina que siguieran un curso al sur de 30°S.

Además de la expedición de Drygalski (1901-1903), que llegaría hasta aproximadamente 90°E al sur de las Kerguelen en el Océano Índico, y la expedición de Scott hacia la Tierra Victoria (1901-1904), finalmente también participaron la expedición sueca hacia la Tierra de Graham (1902-1903) al mando de Otto Nordenskjöld (1869-1928)y la expedición escocesa hacia el Mar de Weddel oriental (1902-1904) al mando de William Speirs Bruce (1868-1921).

Adicionalmente, se crearon con fines de comparación estaciones filiales que no estuvieran influidas por el clima de la Antártida. Éstas se localizaron en la Isla de los Estados en Cabo de Hornos para Nordenskjöld, en las islas Malvinas para Bruce, en las Kerguelen para Drygalski y en Christchurch (Nueva Zelanda) para Scott. Cuando Scott quiso invernar un segundo año y estaba en marcha una quinta expedición francesa (1903-1905) al mando de Jean-Baptiste Charcot (1867-1936), la cooperación internacional se prolongó un año más.


Nordenskjöld
Por desgracia, el buque Antarctic de Nordenskjöld quedó atrapado por la banquisa en la salida noroeste del Mar de Weddell y finalmente fue aplastado por ésta, por lo que naufragó. Los miembros de la expedición invernaron en tres distintos lugares en los que realizaron investigaciones científicas hasta donde les fue posible.

Es de destacar el primer hallazgo de restos fósiles de plantas terciarias y la exposición derivada de los hallazgos geológicos posteriores de Nordenskjöld, que se extendieron a los Andes sudamericanos en la Península Antártica.

A diferencia de Robert Falcon Scott y Otto Nordenskjöld, Erich von Drygalski y William Speirs Bruce encontraron toda una tierra virgen y cada uno realizó fácilmente una amplia investigación que llevó a interesantes resultados.

Drygalski
De acuerdo con las ideas de Alejandro von Humboldt, Drygalski planeó la investigación integral de los cuatro elementos (tierra, agua, aire, fuego) en la desconocida Antártida. Por esa razón, además de él, que quería realizar investigaciones geográficas y oceanográficas, y de un geólogo, que era experto en tierra firme y volcanes, había también un físico, que debía realizar mediciones meteorológicas y magnéticas. Un biólogo completaba la investigación del entorno vital (fauna y flora). Todo lo nuevo que se manifestara en la región antártica se registraba y se ponía en una exposición conjunta.

Así, Drygalski realizó mediciones de temperatura hasta 500 m. de altura durante su ascenso en un globo cautivo, a diferencia de Scott que un mes antes ya había sido el primero en subir en un globo. Los resultados llenan un total de 22 volúmenes, doce de los cuales contienen resultados zoológicos.

El concepto de investigación tipo Humboldt ampliamente aplicado por Drygalski en su expedición era único y nunca más sería seguido, ya que las expediciones se fueron especializando en aspectos de investigación particulares.

Para sus propios estudios, Drygalski eligió una forma que, por ejemplo, todavía aplica hoy día el Instituto Alfred Wegener de Alemania en la investigación polar y marítima:
  • mediciones tomadas en el barco durante el viaje de Europa a la Antártida,
  • mediciones tomadas en la estación durante la invernada,
  • viajes de exploración por los alrededores de la estación en primavera,
  • mediciones tomadas en el barco durante el viaje de regreso.
Lamentablemente, los frutos de la cooperación internacional no produjeron el resultado que se había esperado. Las mediciones magnéticas durante el viaje de ida y vuelta a la Antártida a bordo del barco alemán Gauss y del británico Discovery mejoraron los mapas marítimos sólo en la zona de las rutas de viaje respectivas.

La colección de datos meteorológicos asciende en total a aproximadamente 600.000 observaciones individuales. Sin embargo, la red de mediciones alrededor de la Antártida no fue lo bastante cerrada para la construcción diaria de mapas meteorológicos. Únicamente entre Cabo de Hornos y la Península Antártica hubo suficientes datos que permitieron trazar la distribución diaria de la presión atmosférica.

Los descubrimientos geográficos sugirieron la conclusión de que la Antártida es un continente cubierto de hielo. Además, a partir de las mediciones del viento y de la presión atmosférica, se pudo determinar la altura promedio del continente antártico en 2000 ± 200m.

La estación meteorológica establecida por Bruce en la Isla Laurie (Islas Orcadas del Sur) fue entregada a Argentina en 1904 y, desde entonces, funcionó con el nombre de Base Orcadas y, con su ininterrumpido margen de mediciones, proporciona un valioso valor básico para posteriores investigaciones climatológicas.

El atractivo de los polos (1911-1912)

El llamado "Periodo del atractivo de los polos" estuvo determinado por pautas personales y representado por el francés Jean Charcot (1908-1920), Scott y su antiguo acompañante Ernest Shackleton (1874-1922), el noruego Roald Amundsen (1872-1928) y el alemán Wilhelm Filchner (1877-1957), así como por el japonés Nobu Shirase (1861-1946) y el australiano Douglas Mawson (1822-1958). Charcot y Filchner constituyeron, en realidad, una excepción, ya que sus expediciones, además de descubrimientos geográficos, llevaron a cabo un amplio programa científico.

Las demás contribuyeron en su mayoría a alcanzar los objetivos geográficos como el Polo Sur, incluso a riesgo de su propia vida.

Mientras que durante su expedición en 1909 Ernest Shackleton prefirió regresar cuando estaba a sólo unos 180 km del Polo Sur para escapar de un desastre causado por la escasez de alimentos, Scott y sus cuatro acompañantes murieron en 1912 a causa de una serie de acontecimientos adversos durante una larga tormenta de nieve en su camino de regreso del polo.

Amundsen
La expedición japonesa tuvo que invernar en Sydney en condiciones precarias y explorar a continuación la Tierra de Eduardo VII en las cercanías de la estación noruega de invernada de la Bahía de las Ballenas en la orilla occidental del Mar de Ross, mientras que Amundsen fue el primero en llegar al polo con su grupo, el 14 de diciembre de 1911. Amundsen llamó a su campamento Polheim, y todo lo que rodeaba al polo, Haakon VII's Vidde, en honor al Rey Haakon VII de Noruega

La expedición australiana determinó por primera vez la ubicación exacta del polo magnético. Sin embargo, también tuvieron que lamentar dos víctimas mortales durante un viaje en trineo.

La Expedición Transantártica Imperial Británica de Shackleton también corresponde a este periodo. Se componía de dos grupos. Shackleton dirigía la División del Mar de Weddell (1914-1916), cuyo barco Endurance fue aplastado por los bloques de hielo y se hundió a finales de 1915. No obstante, los miembros de la expedición pudieron salvarse gracias a la osada travesía de Shackleton en un pequeño bote de remos a las Islas Georgias del Sur.

La División del Mar de Ross (1914-1917), que debería preparar los almacenes para la travesía en la meseta de hielo, invernó en Cabo Evans en condiciones precarias cuando el barco de la expedición se desvió de rumbo prematuramente durante una ventisca y quedó a la deriva durante diez meses entre los bloques de hielo del Mar de Ross. Dos miembros de la expedición fallecieron.

Puesto que las expediciones de este periodo no cooperaron entre sí para nada y sólo por casualidad las expediciones noruega y japonesa se encontraron en la Antártida, los diferentes resultados científicos de estas expediciones deben considerarse como individuales e independientes; sin embargo, fueron percibidos en parte como totalmente extraordinarios. Así, durante la travesía de nueve meses del Deutschland de Filchner se detallaron por primera vez medidas oceanográficas y se llevaron a cabo sondeos. También se analizaron continuamente las condiciones meteorológicas de las capas de aire con cometas y globos a los que se fijaron aparatos de registro.Estas mediciones todavía son representativas y no han perdido su valor.

Las investigaciones glaciológicas de icebergs y de la Barrera de Hielo de Ross, realizadas por Charles Seymour Wright (1887-1975) durante la expedición de Scott, produjeron incluso una bibliografía básica sobre glaciología.

Aviones en la Antártida desde 1928

Después de la Primera Guerra Mundial, la técnica aeronáutica se desarrolló a tal grado que fue posible pensar en utilizarla para fines de exploración en la Antártida. Los descubrimientos y cartografías hechos para el aire se utilizaron a menudo en esa época para justificar los reclamos territoriales en la Antártida. 

También hubo jefes de expediciones individuales que se lanzaron hacia el Sur para alcanzar objetivos principalmente privados.

El australiano Hubert Wilkins (1888-1958) fue el primero en utilizar aviones durante su expedición (1928-1929) para la exploración de la costa este de la Tierra de Graham 

En 1928-1930, el estadounidense Richard Evelyn Byrd (1888-1957) había establecido en la Bahía de las Ballenas, cerca de la antigua estación de invernada de Amundsen, una estación con el nombre de Little America I, desde la que supuestamente el 20 de diciembre de 1929 quería sobrevolar el Polo Sur.

Al mismo tiempo, en otra parte del continente, la primera expedición noruega (1929-1930), patrocinada por el cónsul Lars Christensen (1884- 1965) y bajo la dirección de Nils Larsen (nacido en 1900), realizó un sondeo aéreo de la Tierra de Enderby.

Wilkins regresó a la Antártida en 1929-1930 para seguir persiguiendo su objetivo de volar desde las dependencias de las Islas Malvinas (Isla Decepción) hacia el Oeste a lo largo de la costa de la Península Antártica hasta el Mar de Ross.

Durante su segunda expedición (1929-1931), Mawson cartografió la costa entre 75°E y 45°E tanto desde barco como desde avión. Esto se consideró como frontera entre las actividades británicas y noruegas y las correspondientes aspiraciones a los reclamos territoriales.

Lincoln Ellsworth (1880-1951) apareció en escena en 1933-1934 como otro competidor para ser el primero en sobrevolar el continente antártico desde el Mar de Ross hacia la Península Antártica, pero su avión se dañó ya desde el inicio al aterrizar en el hielo marítimo en la Bahía de las Ballenas.
Su segundo intento en 1934-1935 en dirección opuesta fracasó debido a las malas condiciones meteorológicas.

En 1933-1935, desde su estación ampliada Little America II, Byrd continuó la cartografía aérea de la Tierra de Marie Byrd hasta la Cordillera de la Reina Maud.

Byrd
Richard Byrd y su primer piloto Bernt Balchen se convirtieron en las primeras personas en sobrevolar el polo sur, el 29 de noviembre de 1929. Richard Evelyn Byrd o Richard Byrd (Jr.) (1888-1957), fue un importante explorador y aviador estadounidense, especialmente conocido por sus audaces vuelos sobre la Antártida, que permitieron conocer mejor la configuración geográfica del continente helado.

Byrd había experimentado por primera vez la eficacia de los aviones en la empresa polar de 1925, cuando sobrevoló la isla de Ellesmere partiendo de Groenlandia. El éxito del vuelo le hizo pensar en la posibilidad de alcanzar el Polo Norte por vía aérea y en 1926 realizó el proyecto. El 9 de mayo se elevó sobre Kingsbay (ahora Ny-Ålesund), Spitsbergen (Svalbard) a bordo de un monoplano Fokker y, junto con el piloto Floyd Bennett, afirmó haber volado sobre el Polo Norte. Esta hazaña le reportó gran renombre y le sirvió para recibir financiación para sus vuelos sobre el Polo sur. Sin embargo ya desde 1926 y hasta la actualidad se han expresado dudas sobre si Byrd efectivamente sobrevoló el Polo Norte sobre la base del alta velocidad supuesto. En 1996, estas dudas se confirmaron cuando su diario de vuelo se encontró. El diario mostró que las anotaciones del sextante habían sido borradas y luego inventó en su informe oficial.

Empleó este mismo medio para la exploración de la región antártica. La expedición de Byrd de 1928 al Polo Sur fue cuidadosamente preparada y provista de grandes medios. El campamento base, en la punta norte de la isla Roosevelt, en el mar de Ross, contaba con laboratorios, talleres, almacenes, una estación de radio y un hospital. En esta base, llamada "Little America", vivieron 14 meses 42 hombres. De allí partió Byrd en avión para dar la vuelta al Polo Sur que sobrevoló el 29 de noviembre de 1929. Su piloto en ese vuelo fue Bernt Balchen. Él descubrió la tierra que se llama Mary Byrd Land e importantes cadenas montañosas y exploró la tierra de Eduardo VII, una gran península helada de la Antártida que forma el extremo nordoccidental de la Tierra de Marie Byrd, punto de inicio del mar de Ross. Dando pruebas de gran valor, pasó el invierno de 1934 solo en una cabaña a casi 200 km de Little America, con objeto de obtener datos científicos.

Espoleado por los éxitos obtenidos, Byrd organizó otras tres expediciones entre 1939 y 1955, en las que se sirvió, además, de aviones, de helicópteros y submarinos, permitiendo conocer cada vez mejor la Antártida y estableciendo su continentalidad.

Organizó la Operación Highjump, cuya denominación oficial era The United States Navy Antarctic Developments Program, 1946-47 o Programa de Desarrollos Antárticos de la Armada de los Estados Unidos. Se trataba de una serie de maniobras militares que tenían por objeto probar equipos militares y tropa en condiciones antárticas. Estas maniobras tendrían continuidad con la Operación Windmill (1947-1948) y la Operación Deep Freeze (1955-1956).

Murió el 11 de marzo de 1957 en Boston, mientras dormía. Estaba preparando otra expedición con objeto del Año Geofísico Internacional 1957-58.

Algunos autores han especulado sobre la figura de Byrd, relacionándole con la teoría de la Tierra Hueca. Afirman que en uno de sus vuelos descubrió una entrada a dicho mundo intraterrestre. En 1957, el escritor italiano F. Amadeo Giannini publicó The Worlds Beyond the Poles (‘los mundos más allá de los polos’), en que afirmaba -sin aportar ninguna prueba- que en febrero de 1947, Byrd había intentado ser el primer humano en llegar al polo norte y encontró una entrada a un mundo subterráneo. El supuesto hallazgo no habría salido a la luz porque el ejército de EE.UU. habría acallado a Byrd, aunque las declaraciones del aviador sobre sus exploraciones ofrecerían pistas bajo la opinión de estos autores, y que se señala que todo lo que escribió en su diario fue totalmente real. Tras décadas de exploraciones aéreas y terrestres, innumerables exposiciones fotografías satelitales de muy diferentes naciones, con muy diferentes intereses en la región, no se han encontrado indicios de que dicha teoría sea cierta.

La expedición británica a la Tierra de Graham (1934-1937), bajo la dirección del inglés John Rymill (1905-1968), invernó dos años y exploró la Península Antártica Occidental desde avión y con trineos tirados por perros y comprobó que la Tierra de Graham está unida al continente Antártico.

Por primera vez se combinaron aquí técnicas modernas con medios de locomoción tradicionales, para lo que no había ningún equivalente en esa época, aunque Scott ya había experimentado con trineos de motor en 1910. Asimismo, la expedición de Rymill siguió un programa intensivo meteorológico, geológico, glaciológico y biológico.

En noviembre de 1935, Ellsworth logró completar, con cuatro aterrizajes intermedios, el primer vuelo sobre la Antártida desde la Isla Dundee (Península Antártica) hasta Bahía de las Ballenas y realizó nuevos descubrimientos como las montañas de la cordillera Eternity.

Una de las numerosas expediciones antárticas del noruego Christensen realizó extensos vuelos de fotografía sobre la costa antártica entre la Tierra del Emperador Guillermo II y la Tierra de Enderby, así como a lo largo de la Costa del Príncipe Harald descubierta por ellos, cuya posesión fue reclamada por Noruega.

Finalmente, en el verano austral de 1938/1939 la expedición alemana en el buque-catapulta Schwabenland, bajo el mando de Alfred Ritscher (1879-1963) llevó a cabo una eficiente campaña de verano, durante la cual, mediante fotogrametría aérea desde dos aviones, se llevó a cabo un reconocimiento detallado de una región hasta entonces desconocida entre 14°O y 20°E con el propósito de tomar posesión de este territorio por seguridad de la floreciente pesca de ballenas alemana. La expedición descubrió ahí Nueva Suabia junto con sus cordilleras y, con las tomas fotogramétricas, construyó una de las cartas más informativas del interior de la Antártida de esa época, la cual cubre aproximadamente 350,000 km2.

Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial impidió la continuación de las investigaciones planeadas sobre el territorio.

A diferencia de la expedición alemana, la tercera empresa de Byrd (1939-1940) estudió los alrededores con aviones y trineos jalados por perros desde dos estaciones de invernada (East Base en la costa este de la Tierra de Graham y Little America III), y amplió así de manera decisiva los conocimientos de las expediciones anteriores.

Acerca del Polo Sur

El polo sur geográfico se localiza en el extremo austral del planeta, equivalente a la latitud 90° S, donde convergen todos los meridianos. Se define como el lugar donde el eje de rotación se interseca con la superficie de la Tierra y son aplicables iguales observaciones que para el polo norte.

El polo sur geográfico es definido como uno de los dos puntos donde el eje de rotación de la Tierra se interseca con su superficie (el otro punto es el polo norte geográfico). Sin embargo, el eje de rotación terrestre cambia a lo largo del tiempo, por lo que esta definición no es completamente precisa. El punto de proyección del polo sur geográfico a la esfera celeste da lugar al polo celeste sur.

Está situado sobre la Antártida, a aproximadamente 2600 km del polo sur magnético. Está situado sobre una meseta llana, helada y ventosa a 2835 m de altitud sobre el nivel del mar. Se estima que el espesor de la capa de hielo en el polo sur es de unos 2700 m, con lo que el suelo de tierra estaría prácticamente a nivel del mar.

La masa polar de hielo se encuentra sobre un glaciar que se mueve 10 metros por año, por lo que la posición exacta del polo, relativa a la masa de hielo, cambia gradualmente con el tiempo. Un marcador del polo sur es reposicionado cada año para reflejar esto.

Sin embargo, no fue hasta el 31 de octubre de 1956 cuando otro hombre pisó el polo otra vez, cuando un grupo liderado por George Dufek, de la Marina estadounidense, aterrizó en el avión de transporte militar R4D Skytrain (Douglas C-47 Skytrain). La Base Amundsen-Scott estadounidense fue establecida alrededor de 1956–1957, con motivo del Año Geofísico Internacional. 

El 6 de enero de 1962 se realizó el Primer Vuelo Argentino al Polo Sur de dos aviones de la Aviación Naval Argentina Douglas DC-3 al mando del entonces Capitán de Fragata Hermes Quijada, hecho que sorprendió a la opinión mundial ya que no se contaba en esos momentos con cartografía de la zona y por ende se desconocía la existencia de referencias en tierra que pudiesen facilitar la orientación durante el vuelo directo desde el continente.


Luego de Amundsen y Scott, los siguientes en llegar al polo sur por tierra fueron Edmund Hillary, el (3 de enero de 1958), y Vivian Fuchs, el (19 de enero de 1958), con sus respectivos grupos, en el transcurso de la "Expedición Trans-Antártica de la Commonwealth". Hubo varias expediciones subsecuentes por tierra, incluyendo la Antero Havola, Crary y Fiennes. La marcha a pie más rápida sin soporte al polo sur geográfico desde la costa duró 47 días, y fue hecha en 1999 por Tim Jarvis y Peter Treseder, quienes llevaron trineos que pesaban 200 kg, que contenían comida y combustible.

Sin considerar las Islas Sandwich del Sur, el país más cercano al polo sur es Chile (3718 km), aunque la ciudad más próxima es Ushuaia, situada en Argentina (3910 km) y el pueblo más cercano es Puerto Williams, Chile (3895 km). La base de investigación científica Amundsen-Scott, de los Estados Unidos, se encuentra situada prácticamente en el polo sur geográfico (89°59'51" de latitud sur, a unos 270 metros). La distancia entre el polo norte y el polo sur geográficos (siguiendo la curvatura de la tierra) es de unos 20.000 km.

Tratado Antártico

El Tratado Antártico es uno de los más destacados acuerdos internacionales de la historia. Desde 1959, ha logrado preservar la Antártida para la paz y la ciencia, convirtiéndose en una referencia de cooperación y legislación internacional.

Bandera del T. Antártico
El Tratado Antártico fue firmado en Washington (Estados Unidos) el 1º de diciembre de 1959 y entró en vigencia el 23 de junio de 1961. Sus primeros signatarios fueron los doce países que entre 1957 y 1958 participaron del Año Geofísico Internacional: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Rusia, Sudáfrica, Reino Unido y Estados Unidos.

Desde su primer artículo, establece que
“La Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos”. 
Gracias a ello, hoy es el único continente donde no ha habido enfrentamientos bélicos en toda la historia.

La ciencia es la principal actividad que se desarrolla en el continente. Por ello, en su segundo artículo establece que
“la libertad de investigación científica en la Antártida y la cooperación hacia ese fin […] continuarán”.
Actualmente, 49 países forman parte del Sistema del Tratado Antártico. 28 de ellos, los que tienen actividad e investigaciones activas en el continente, son miembros consultivos y 21 de ellos no consultivos.

Al momento de la firma del Tratado, siete países tenían reclamos territoriales sobre el continente, algunos de ellos superpuestos. Por tal motivo, el artículo IV mantiene el statu quo:
“Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región”.
Mientras el tratado permanezca vigente:
“No se harán nuevas reclamaciones de soberanía territorial en la Antártida, ni se ampliarán las reclamaciones anteriormente hechas valer”.
Para llevar adelante todo lo establecido en el acuerdo, cada año los países miembros se reúnen en la Reunión Consultiva del Tratado Antártico, donde intercambian información y toman medidas relacionadas con el uso dela Antártida para fines pacíficos y la investigación y la cooperación científica internacional.

Con el correr del tiempo, los países fueron adoptando nuevas medidas y se firmaron nuevos acuerdos internacionales que dieron forma al conjunto de normas que complementan al tratado y se conoce como Sistema del Tratado Antártico.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Reclamaciones guatemaltecas sobre Belize

Belice se localiza en América Central, ribereño del Mar Caribe; limita con México al norte y con Guatemala al oeste y al sur; al este el Golfo de Honduras lo separa de Honduras por 75 Km. de distancia en el punto más cercano entre las dos naciones. Además de que Belice es el nombre del país, el principal río y la ciudad y puerto más grande también llevan ese nombre.


Tomando en cuenta la geografía local y las manifestaciones culturales prehispánicas, se pueden definir tres zonas: Belice central, que incluye el Distrito de Cayo y las Montañas Mayas; el Norte de Belice, definido por la Bahía de Chetumal y el Distrito Orange Walk; y el Sur de Belice, que incluye el Distrito Toledo y la costa del Golfo de Honduras. La costa de Belice es un importante destino turístico por poseer la barrera de arrecife más grande de todo el hemisferio occidental, la cual se extiende por 298km. La Belize Barrier Reef Reserve System (BBRRS) fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 1996, e incluye las reservas de Bacalar Chico, Blue Hole, Half Moon Caye, South Water Caye, Glover’s Reef, Laughing Bird Caye y Sapodilla Cayes. También son importantes los atolones de Turneffe Island y Lighthouse Reef. En total contiene más de 450 cayos de arena y mangle, los cuales contienen formaciones de distintos tipos de coral y por lo tanto un único ecosistema marino, con muchas especies de peces, tiburones, tortugas, moluscos, crustáceos y otros animales marinos. Destaca el Blue Hole, un gran sumidero o "agujero azul" de la costa de Belice. Se encuentra cerca del centro del arrecife Lighthouse, un pequeño atolón ubicado a 100 kilómetros de la costa continental y la Ciudad de Belice. El agujero es de forma circular, y cuenta con más de 300 metros de ancho y 123 metros de profundidad. Se formó como un sistema de cuevas de piedra caliza durante el último período glacial, cuando los niveles del mar eran mucho más bajos. Como el mar comenzó a subir de nuevo, las cuevas se inundaron, y el techo se derrumbó. Se cree que es el fenómeno más grande del mundo en su género. El Gran Agujero Azul es parte del Sistema de Reservas de la Barrera del Arrecife de Belice, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.


La región perteneció al imperio y civilización Maya que pobló Mesoamérica hasta la llegada de los conquistadores españoles; en su territorio, incluido el sur de México y Guatemala, se asentaron los itzaes. La presencia de los primeros habitantes de Belice es testimoniada por los vestigios arqueológicos en las ciudades de Lubaantún y Altun Ha. Los más antiguos restos arqueológicos encontrados se remontan al período preclásico (1500 a.c. - 300 d.c.), entre ellos las cerámicas del yacimiento de Barton Ramie. Durante el período clásico (300 d.c. - 900 d.c.), los mayas construyeron pequeños poblados en las llanuras aluviales y en las faldas de las colinas, edificando, a un nivel más alto, templos y palacios. 


También se han encontrado restos de tumbas y centros ceremoniales, con pirámides y campos para el juego de pelota, así como algunos pocos ejemplos del período posclásico.

La ocupación inglesa

En 1502 Colón navegó hacia la bahía y la denominó Bahía de Honduras; en esa época España era nominalmente la potencia colonial de la región, cuyos derechos de conquista y posesión, como descubridora, se apoyaban en la bula inter Caétera de 1493, del Papa Alejandro VI, que establecía un meridiano al oeste del cual todas las tierras «halladas y por hallar» pertenecerían a los reyes de Castilla y León.

Pedro de Alvarado, lugarteniente de Hernán Cortés, obtuvo de Carlos V el título de Capitán General de Guatemala (hoy Honduras, El Salvador y Guatemala) el 27 de diciembre de 1527, constituyendo la Capitanía General de Guatemala, dependiente del Virreinato de la Nueva España. 

Los Estados actuales de Costa Rica, Nicaragua y Panamá quedaron comprendidos en la Audiencia de Panamá en 1538. El 13 de septiembre de 1543 se creó la Audiencia y Cancillería Real de Santiago de Guatemala, conocida simplemente como Audiencia de Guatemala o Audiencia de los Confines, suprimiéndose la de Panamá, comprendiendo las provincias de Tabasco, Soconusco, Yucatán, Cozumel, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Veragua y Panamá. La sede de la Audiencia estuvo en Concepción de Comayagua, Honduras, anteriormente Nueva Valladolid.

En 1544 la Audiencia de Guatemala se trasladó a Gracias a Dios (Honduras), en 1549 a Guatemala y en 1565 a Panamá, cuando se suprimió la Audiencia de los Confines, quedando su jurisdicción reducida a las provincias de Veragua, Nicaragua y Honduras. El resto de los territorios de la Audiencia de los Confines pasaron a la Real Audiencia de México.

El 3 de marzo de 1570 la Audiencia de Panamá vuelve a establecerse en Guatemala con la jurisdicción que tenía en 1549, salvo Yucatán que pasó a depender definitivamente de la Audiencia de México hasta la independencia. En 1573 la Capitanía General de Guatemala se constituyó con la jurisdicción de la Audiencia.

El descuido del territorio, despoblado y poco atendido por el Virreinato de la Nueva España, aunado a la debilidad del poderío naval español como consecuencia del descubrimiento de América, el esfuerzo por poblar la tierra descubierta, las incesantes guerras y la ineptitud de los sucesores de Felipe II, fue aprovechado por Inglaterra que decidió utilizar estas tierras como escondite de piratas, corsarios y bucaneros, cuyas actividades eran apoyadas en los siglos XVI y XVII por la corona inglesa, al considerarlas al servicio de la corona. La costa fue utilizada como refugio por los piratas ingleses hasta mediados del siglo dieciocho.

El interés de Inglaterra por las maderas preciosas, lo impulsó a colonizar la región; leñadores y contingentes de familias inglesas penetraron en la zona en 1638 con el fin de poblar y fundar explotaciones forestales, no sin encontrar resistencia por parte de poblaciones indígenas y de españoles que venían desde Guatemala. Estos enfrentamientos se sucedieron hasta el siglo XVIII.

En 1660 el pirata inglés Bartholomew Sharpe hizo de Belice su base y empezó a comerciar madera con Inglaterra. Con el fin de neutralizar las acciones de los guardacostas españoles que combatían el contrabando, mediante el decomiso de las mercancías de buques ingleses que comerciaban ilegalmente con las posesiones españolas en América, lo que ocasionaba quejas y protestas del gobierno inglés, fue firmado el Tratado de Paz de Madrid, por el que se extiende a los ingleses los privilegios concedidos en América a los holandeses por el Tratado de Münster.

Tres años después, mediante el Tratado de Madrid, Inglaterra y España se comprometen, en su artículo tercero, a suspender y abstenerse de todo robo, presa, lesión, injurias y daños, por tierra o mar, en cualquier parte del mundo; poner un alto a la piratería, por lo que los piratas, ya conocidos como “Baymen” (ingleses y escoceses), se vieron obligados a dedicarse a nuevos oficios; España reconoce la soberanía británica sobre los territorios que a la fecha estuviesen poseídos por súbditos ingleses en América e Indias Occidentales y, a su vez, en cuanto a Belice, Inglaterra promete no pretender más tierras americanas. 

La posición británica se fundamenta en este acuerdo, al interpretar que los súbditos británicos cortadores de palo de tinte “poseían efectivamente” el territorio que explotaban. Sin embargo, esa posesión no implicaba la ocupación, administración, dominación o poder público por parte de la potencia ocupante, por lo que no era una “posesión efectiva”, y por ende en Belice no se ejercía la soberanía inglesa. 

En Belice, autoridades españolas de Yucatán realizaban operaciones sucesivas de castigo contra los cortadores de palo de tinte, destacando entre ellas las de 1717, cuando fuerzas españolas desde el Petén, al mando del Mariscal Antonio Figueroa y Silva Lazo de la Vega Ladrón del Niño Guevara, gobernador de la península, expulsaron a los ingleses del territorio, culminando en la batalla de Bacalar en 1733.

Las acciones españolas en contra del comercio del palo de tinte hacia necesario la conclusión de acuerdos ya no en el ámbito comercial, sino en materia de explotación y comercialización del producto por parte de los ingleses. De esta manera, en 1763, durante el reinado de Carlos III, fue firmado el Tratado de París, que pone término a la guerra denominada de los Siete Años, por el que España recupera Filipinas y Cuba y permite a Inglaterra el corte de madera en la Bahía de Honduras, lo cual es el reconocimiento expreso inglés de la soberanía española en ese territorio. 

El 16 de junio de 1779 España declaró la guerra a Gran Bretaña, alegando, entre otras causas, los desmanes y excesos cometidos en la Bahía de Honduras. Los ingleses pierden posesiones en América del Norte (Mobila y Pensacola, capital de Florida), en las Antillas y en América Central. 

El 20 de enero de 1783 se firmaron los preliminares de paz; uno de los puntos más complicados fue el de los establecimientos ingleses en Belice. El artículo IV establece:
“Su Majestad Católica no permitirá en lo venidero que los vasallos de Su Majestad Británica sean inquietados o molestados bajo ningún pretexto en su ocupación de cortar y transportar el palo de tinte o campeche en un distrito cuyos límites se fijarán y, para este efecto, podrán fabricar sin impedimento y ocupar sin interrupción las casas y almacenes que fueren necesarios para ellos, para sus familias y para sus efectos, en el paraje que se concertará, ya sea por el tratado definitivo o seis meses después del canje de las ratificaciones, y Su Majestad Católica le asegura por este artículo el entero goce de lo que queda arriba estipulado; bien entendido que estas estipulaciones no se consideran como derogatorias en nada del derecho de su soberanía”.

Luego de extensas conversaciones entre los plenipotenciarios, fue firmado el Tratado definitivo de paz en Versalles, en el que se proclama la soberanía española sobre el territorio, delimita las actividades de los colonos británicos al establecer como límite de la concesión para la explotación del llamado Palo de Tinte un área de 4,804 kilómetros cuadrados, ubicada entre los ríos Hondo y Belice. 

En Europa se notaba la perspectiva de una paz duradera. España estaba interesada en complacer a Inglaterra esperando como compensación la devolución del Peñón de Gibraltar. Fue así que dos años después, se amplió la concesión mediante la Convención de Londres de 1786, cuyas características podrían resumirse en la reiteración de la soberanía española sobre el territorio y la ampliación de los derechos, no posesión, a los británicos, lo que se manifiesta en la extensión de los límites permitidos, libertad de cortar no solamente el palo de tinte sino cualquier otra madera, aprovechamiento de cualquier otro fruto o producción de la tierra en su estado natural y sin cultivo y derecho de ocupar la isla de Casina o St. George Key o Cayo Casina. Por la Convención se conceden 1,884 kilómetros cuadrados más de territorio, para llegar hasta el Río Sibún o Laguna Manate, al sur del Río Belice, que pertenecía en esa época a la Gobernación de Yucatán, Virreinato de la Nueva España. El permiso para explotar las riquezas de la selva comprendía una extensión total de 6,688 kilómetros cuadrados, con límites entre el Río Hondo por el norte y el Río Sibún por el sur.

No obstante que en el artículo 7 se prohíbe a los habitantes extranjeros (británicos) en el territorio la formación de un sistema de gobierno militar o civil, en 1787 llegó a Belice el primer superintendente inglés, Coronel Eduardo Marcos Despard, con el fin de establecer un gobierno y organizar la administración de justicia. A pesar de la prohibición de realizar ciertos cultivos, en marzo de 1789 el gobernador español permitió a cada residente sembrar hortalizas, legumbres, papas, maíz para su consumo. A esto debemos agregar que en 1790 Belice ya estaba fortificado, contrariando también los acuerdos previos.

En 1796 Europa se sumió en las guerras napoleónicas; las posesiones españolas en América fueron expuestas al ataque británico; Londres conquistó la Antilla francesa, en 1794; el cabo Holandés, en 1795, y la Trinidad española en 1797, el Reino Unido se fortalecía cada vez más como potencia naval, en contra del debilitamiento de Francia, España y la República Bátava, constituida por Bélgica y Holanda. España e Inglaterra se declararon la guerra en 1796.

Los choques armados entre españoles e ingleses culminaron en la Batalla de Cayo Saint George, el 10 de septiembre de 1798, cuando los colonos, apoyados por la corbeta inglesa Merlín, y habiendo fortificado debidamente la isla Cayo de San Jorge, sostuvieron una decidida resistencia contra las fuerzas españolas, que se vieron obligadas a retirarse a Campeche. La armada española fue derrotada, iniciándose el dominio abierto inglés en el territorio continental de Centroamérica, el cuál duraría 183 años.

Al término de la guerra de España y Francia contra Inglaterra, durante el reinado español de Carlos IV, fue suscrito el Tratado de paz de Amiens, el 25 de marzo de 1802, por el cual España pierde la isla de Trinidad, en tanto que Inglaterra se compromete a devolver a España todas las posesiones que hubiera ocupado durante la guerra, a excepción del emplazamiento entre los ríos Hondo y Sibún, al amparo de los tratados firmados.

El Tratado de Amiens sólo aseguró la paz por poco más de un año, de marzo de 1802 a mayo de 1803, cuando comienza la incertidumbre de una nueva guerra. En el establecimiento de Belice continuaban los preparativos contra España. Los leñadores solicitaron en reiteradas oportunidades protección a las autoridades de Jamaica ante la posibilidad de acciones que podrían ejercer los guardacostas españoles con los cargamentos de caoba.

El gobierno británico en repetidas ocasiones señaló que Belice no constituía parte de sus dominios. En 1805 el Vizconde de Castlereagh reconoció que el establecimiento en Belice quedaba dentro de territorio y jurisdicción extraña a la Gran Bretaña. Dos años después, en 1807, el Gobierno inglés prohibió el comercio de esclavos en dicha zona. El tratado de paz del 14 de enero de 1809 nada estipula sobre Belice.

Por el Tratado de Amistad y Comercio del 24 de agosto de 1814, España e Inglaterra renuevan la vigencia de los acuerdos de 1783 y 1786, con todas las restricciones. Los límites establecidos para Belice fueron respetados tanto por ambos países. El 3 de julio de 1816 el gobierno inglés decomisó un cargamento de madera por haber sido cortado fuera del límite estipulado para Belice. Hasta ese momento Inglaterra reconocía la soberanía española sobre la región.

El Parlamento Inglés reconoció en dos oportunidades, 1817 y 1819, que Belice no estaba en los límites y dominios de su Majestad Británica. 

Indepencencia de Guatemala

Cuando se fijaron las fronteras de los territorios de la Real Audiencia y Capitanía General de Guatemala con el virreinato de la Nueva España, Belice quedó circunscrito a la región de La Verapaz, bajo la jurisdicción de la Alcaldía Mayor de Verapaz, región Norte de Guatemala.

El 15 de septiembre de 1821 la Capitanía General de Guatemala se independizó del Reino de España y, con base en el principio del uti possidetis iure, se convirtió en heredera de los intereses y los derechos que la corona mantenía en la Capitanía, que comprendía el territorio de Belice. En esas fechas los ingleses aún no se extendían hacia el sur y no se habían establecido fuera de las fronteras acordadas con España, no obstante que ya incursionaban en los cortes de madera más allá del Río Sibún.

En julio de 1823, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica (que se unió en 1824) formaron las Provincias Unidas del Centro de América. Paralelamente a la unión de los países del Istmo, Gran Bretaña avanzaba sobre el territorio guatemalteco. En la primera Constitución del Estado de la Federación de Centro América de 1825, figura la provincia de Verapaz con costa sobre el Golfo de Honduras, al sur del Río Sibún, y a ella pertenecía Belice. 

La federación centroamericana terminó en 1839, y en la primera Constitución de la República de Guatemala, separada de la federación centroamericana, de 1843 se señala que “El Estado comprende los antiguos departamentos de Verapaz, Chiquimula, Sacatepéquez y Guatemala, y también los departamentos de Los Altos (incorporado al Estado por decreto de la Asamblea Nacional Constituyente del 13 de agosto de 1840)”, en dicha Constitución figura la Verapaz con costa sobre el Golfo de Honduras, que corresponde a la parte sur del territorio de Belice.

En 1840 Inglaterra estableció en Belice un Consejo Ejecutivo; en 1854 se decretó la primera Constitución para Belice y una Asamblea Legislativa exclusiva para ingleses, la que no permitía el acceso a los nativos de origen maya o negro; en 1859 formó la British Honduras Company y en 1862 convirtió a la región en colonia de la British Honduras Company, poniendo al frente del gobierno a un teniente gobernador que dependió de Jamaica hasta 1884, en que la colonia pasó a ser gobernada autónomamente. Inglaterra estableció un gobierno en todo el territorio ocupado en 1868 y en 1871 Honduras Británicas fue declarada colonia de la corona inglesa. 


Delimitación territorial 

Los límites entre Guatemala y Honduras Británicas quedaron fijados en la Convención de Límites del 30 de abril de 1859 firmada entre Guatemala y Reino Unido. Esta Convención fue ratificada por el presidente guatemalteco al día siguiente. La frontera en la Bahía de Honduras se iniciaría en la boca del Río Sartoon, en la Bahía de Honduras y correría a lo largo del río por su punto medio hasta los Raudales de Gracias a Dios, de donde giraría a la derecha, hacia el norte, continuando en línea recta hasta los raudales de Garbutt, en el Río Belice, y desde ahí hacia el norte, derecho, hasta donde toca con la frontera mexicana. El territorio ubicado al norte y al este de la citada línea de límites pertenecería a Inglaterra y el territorio al sur y oeste de la misma pertenecería a Guatemala. De hecho esta Convención cedió territorio guatemalteco a Inglaterra ya que una limitación únicamente se da cuando existen dos soberanías yuxtapuestas y no era el caso en Belice, en la que existía permisos para la presencia de leñadores británicos pero la soberanía residía primeramente en España y luego, por el principio de uti possidetis iure, a Guatemala. 

En 1884 el gobierno de Guatemala denunció la Convención y exigió la reincorporación del territorio de Belice; la denuncia fue ratificada por el Congreso de la República en 1946.

Reclamaciones guatemaltecas

En 1933 Inglaterra exigió a Guatemala concluir con la demarcación de la frontera. Ante ello, el gobierno guatemalteco propuso la devolución de la comarca a cambio de 400 mil libras; si ello no era aceptado, Inglaterra podría comprarla por el mismo precio, pero sin incluir la parte sur, que corresponde al territorio de la Verapaz, así como los cayos de Zapotillo. Esta propuesta fue rechazada.

Cuatro años después, Guatemala propuso acudir a un arbitraje. En 1938 los ingleses declararon que no tenían obligación pendiente con Guatemala y consideraban como frontera la que ellos habían definido. El gobierno guatemalteco editó el llamado Libro Blanco, que es el compendio histórico de la controversia.

La Constitución guatemalteca de 1945 (derogada por el golpe de estado de 1982) estableció que Belice era parte del territorio guatemalteco y en 1946 el Congreso declaró la caducidad del tratado de límites e hizo la denuncia internacional. Ese año, Inglaterra respondió que de acuerdo con el artículo 36 de la Carta de las Naciones Unidas, la controversia debería ser sometida a la Corte Internacional de Justicia, situación que fue aceptada, bajo el entendido de que se planteara de acuerdo con la modalidad de equidad, que analizaría aspectos jurídicos e históricos, lo que fue rechazado por Inglaterra.

En la Declaración de principios de convivencia centroamericana, firmada en Guatemala el 24 de agosto de 1945 por representantes de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, se rechaza la supervivencia del coloniaje en América y se expresa que el territorio de Belice es parte integrante de Guatemala.

Con base en el mandado establecido en la Resolución XXXIII de la IX Conferencia Internacional Americana celebrada en abril de 1948, la Comisión Americana de Territorios Dependientes reunida en La Habana en 1949, redactó una lista de colonias o territorios coloniales, a saber: Groenlandia; Antillas francesas; las Guayanas francesa, británica y holandesa; Isla de Clipperton, Antillas holandesas, Antillas menores británicas, Bahamas, Barbados, Jamaica y dependencias y Trinidad y Tobago; así como los territorios ocupados: Belice, Islas Malvinas, Islas Georgia y Sandwich del Sur y la Antártida argentina.


Independencia de Belize

En 1961 Belice adoptó un sistema ministerial de gobierno y en 1964 conquistó la autonomía interna; fue promulgada la Constitución por la que se crea una Asamblea Legislativa de 18 miembros electos y 6 representantes oficiales; siete miembros electos formaban una especie de Ministerios, con un Primer Ministro que cumplía las funciones del anterior Gobernador. 

Al anunciarse la futura independencia de Belice, en 1963, Guatemala anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Reino Unido, las cuales se reanudaron 23 años después, en diciembre de 1986.

Una comisión de arbitraje estadounidense propuso en 1968 que Inglaterra y Guatemala reconocieran la independencia de Honduras Británicas, que a partir del 1º de junio de 1973 pasó a llamarse Belice. En enero de 1972 Inglaterra realizó pruebas militares en las proximidades de Belice, en lo que se interpretó como el deseo de dejar constancia de su soberanía sobre ese territorio.

El 11 de marzo de 1981 el ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, Rafael Castillo Valdés y el Primer Ministro de Belice, George Price, firmaron en Londres las Bases de Entendimiento para lograr el arreglo negociado y definitivo de la controversia. El acuerdo consta de 16 puntos para la futura independencia de Belice a cambio de algunas concesiones al régimen guatemalteco, como el libre y permanente acceso al Océano Atlántico, la exploración conjunta del fondo marino, la construcción de oleoductos y un convenio "antisubversivo".


La Constitución de Belice, promulgada el 20 de septiembre de 1981, reconoce que los límites de su territorio son los prescritos en la Convención de Límites de 1859. Un día después, el 21 de septiembre, Belice proclama su independencia en el marco de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth): el monarca británico sigue siendo el Jefe de Estado constitucional representado por el gobernador general, que debe ser belicense. Unas 1,800 tropas británicas permanecieron en el lugar para asegurar el respeto de las fronteras.

En septiembre de 1991 Guatemala reconoció a Belice como Estado independiente y a su pueblo el derecho de autodeterminación, pero nunca renunció al diferendo territorial, toda vez que, sostiene, no existe documento alguno que reconozca la existencia de una frontera. Este reconocimiento permitió a las tropas inglesas iniciar su retirada en 1994 y la concesión a Guatemala de libre acceso al golfo de Honduras.
En 1995, la Ministra de Relaciones Exteriores, Maritza Ruiz de Vielman, envió a la ONU una reserva, en la que se reconoce la independencia y el derecho a la autodeterminación de Belice, más no su territorio, porque Guatemala no había resuelto su reclamo al diferendo territorial.

En 1996 la Corte de Constitucionalidad de Guatemala emitió un fallo en el que señaló que la ratificación de la Convención de Límites de 1859 por parte del ejecutivo guatemalteco, violó la Constitución vigente en ese entonces, ya que únicamente le permitía firmar acuerdos de alianza, amistad y comercio. Un año después, la Corte resolvió declarar nulo el convenio de 1859, por incumplimiento; por consiguiente, Guatemala presentó un reclamo para que se le restituyera el territorio, que según su visión, le estaba siendo usurpado.

En octubre de 1999 Guatemala hizo llegar al gobierno de Belice el planteamiento de someter el caso a una instancia internacional, arbitraje o decisión judicial, a fin de encontrar una solución definitiva, al reclamo guatemalteco: devolución de la comarca que formó parte de la provincia de La Verapaz.

Guatemala reclama a Belice la devolución de 12,272 kilómetros cuadrados,  —más de la mitad de su territorio de 22,965 kilómetros cuadrados,— de una franja territorial sin demarcar que considera suya, así como varios cayos y una salida al Mar Caribe. Belice rechaza el pedido y argumenta que ese territorio le corresponde y está delimitado por su Constitución, aprobada en 1981, cuando el país se independizó de Gran Bretaña.


Guatemala ha mantenido constantemente sus reivindicaciones sobre el territorio de Belice, primero sobre la parte meridional y luego sobre la totalidad del mismo, al sostener que había heredado de la corona española la soberanía, por lo que no reconocía la frontera entre Guatemala y Belice. 

Por otra parte, Belice es un país soberano e independiente, con territorio claramente definido en la Constitución y reconocido por la comunidad internacional, las Naciones Unidas, la OEA y los países de todo el mundo. Esto a Guatemala le parece injusto, ya que no se toman en cuenta antecedentes históricos. Por esta razón, Belice está de acuerdo en facilitar a Guatemala la entrada a sus puertos que tienen salida al mar pero no están dispuestos a negociar su territorio. Siguen registrándose incidentes entre ambos países y un enfrentamiento a gran escala continúa latente.

gtambién en Facebook en https://www.facebook.com/elkronoscopio/posts/2098040707088404