El médico y biólogo británico Edward Jenner nació en Berkeley, condado de Gloucestershire el 17 de mayo de 1749 Inglaterra y falleció el 26 de enero de 1823 en la propia localidad de Berkeley. Era el cuarto hijo del reverendo Jenner, vicario de Berkeley.
Cuando contaba tan sólo 5 años su padre falleció y quedó bajo la protección de su hermano mayor, también clérigo. Sus primeros estudios los realizó en la escuela local y desde muy temprana edad mostró gran interés por la naturaleza, especialmente por la zoología. Era también llamado como "el sabio-poeta" debido a la pasión que sentía por escribir y manifestar sus sentimientos a través de esta faceta de la literatura. También amaba la música y la naturaleza. Como tantos otros pioneros de la ciencia, picó en muchos otros campos. Estudió geología, escribió poesía, tocaba instrumentos musicales, se interesó en el estudio de las leyes y construyó un globo. Por fortuna para el mundo rechazó, sin embargo, un empleo realmente apasionante: el de naturalista oficial en el segundo viaje del capitán Cook a los Mares del Sur. Decidió quedarse en Inglaterra y ejercer la medicina.
En 1770 se trasladó al Hospital St. George de Londres, para completar su formación médica en el marco del gran cirujano y experimentalista John Hunter. Hunter reconoció rápidamente las habilidades de Edward en la disección y la investigación, así como su comprensión de la anatomía vegetal y animal. Los dos hombres iban a seguir siendo amigos y corresponsales de toda la vida.
En 1772 a la edad de 23 años, Edward Jenner volvió a Berkeley y se estableció como el médico local y cirujano. A pesar de que en años posteriores se estableció prácticas médicas en Londres y Cheltenham, Jenner se mantuvo esencialmente un residente de Berkeley para el resto de su vida. En 1778 contrajo matrimonio con Catalina Kingscoke, mujer que no obstante su delicada salud, participó activamente en los trabajos de su marido.
Corrían los tumultuosos años de la revolución francesa y, además de la sangre en la guillotina, una enfermedad hacía estragos entre la población: La viruela. La enfermedad aparentemente apareció por primera vez hace unos 10.000 años. La primera prueba de su existencia provino de momias egipcias pertenecientes a la XVIII dinastía (1580-1350 antes de Cristo) y la del Faraón Ramsés V (1157 A.C.)
Todo parece indicar que desde 1762, cuando comenzaba sus estudios, la cuestión de la viruela le preocupaba a este ilustre médico, pues en una consulta facultativa oyó a una muchacha decir: "Yo no me puedo enfermar de viruela porque ya estoy vacunada" Con esta frase, la joven se refería a que ella ordeñaba vacas.
Aún conservaba vivo el recuerdo de aquella frase cuatro años después se estableció en Berkeley, donde observó que la creencia de ésta era corriente entre los vaqueros del lugar y de sus cercanías. Se propuso comprobar la verdad en tal sentido y al persuadirse de ella por el año 1780, comenzó a divulgar su descubrimiento.
Sus colegas e incluso la Asociación Médica de Londres se oponen a este tratamiento, con el argumento de que utilizar este método llevaría al ser humano a asemejarse paultinamente a un ente vacuno.
En 1788 Jenner puso en conocimiento del cuerpo médico de Londres su idea de propagar la vacuna de un individuo a otro como medida de protección contra la viruela, pero ésta no causó ninguna impresión. El lapso transcurrido entre ese año y el de 1796, se empleó por científico en los estudios experimentales. Hasta que llegó al importante día del 14 de mayo de 1796. Ese día será por siempre una fecha memorable en la historia de las ciencias en general y del efecto preventivo de la vacuna en particular. Al momento de este experimento, que hoy se consideraría poco ético, Jenner ya tenía suficiente confianza en su teoría para aceptar sobre sí una responsabilidad escalofriante. Buscó primero una vaquera que tuviera la viruela bovina. Tomó luego un poco de líquido de una pústula de la mano y se lo inyectó a un niño. hizo la primera inoculación contra la viruela en James Phipps, un niño de ocho años de edad, con secreción recogida de una pústula vacuna (viruela de vacas) en la mano de una lechera que se había infectado durante un ordeño. El primero de julio siguiente inoculó de nuevo al pequeño, esa vez con pus procedente de una persona enferma de viruela. Este quedó indemne, con lo cual se demostró la acción profiláctica de la inoculación contra la viruela humana. La noticia vuela… Un médico inglés está transmitiendo deliberadamente la viruela a niños. Tales acciones provocaron que Jenner fuera considerado un monstruo por sus contemporáneos y que lo expulsaran de la Asociación Médica de Londres.
Para que se tenga una idea de la significación para la humanidad del descubrimiento de Jenner, sería bueno mencionar los estragos causados con anterioridad a éste por la viruela. Por aquella época, esta enfermedad daba lugar a una mortalidad de 15.000 personas al año en Francia; en Alemania morían anualmente 72.000 infectados, en Rusia llegó a ser la viruela la responsable de dos millones de defunciones en un solo año; y en algunas regiones de América, principalmente en los países del norte y el Perú, sus víctimas se contaban por millares entre los indígenas. Un diez por ciento de los que contraían la enfermedad morían, y los que lograban sobrevivir quedaban «picados de viruela». Cada pústula causada por la enfermedad (y en los casos graves quedaba todo el cuerpo cubierto de marcas) dejaba una cicatriz en la piel después de desaparecer. Mucha gente temía más la horrible desfiguración del rostro que la propia posibilidad de morir
La técnica recién probada de Jenner para proteger a las personas de la viruela no tuvo el éxito que él anticipó. Una de las razones era una cuestión práctica: La viruela de las vacas no está muy extendida y los médicos que querían probar el nuevo proceso tuvieron que obtener virus de Edward Jenner. En una época en que no se entendía la infección, las muestras de viruela de las vacas a menudo se contaminaban con la viruela en sí en los hospitales donde se pretendió hacer pruebas. Esto llevó a las afirmaciones de que la viruela vacuna no daba ninguna seguridad. También hubo muchos cirujanos que no querían que Jenner tuviera éxito, debido a que sus grandes ingresos fueron amenazados por el tratamiento.
La gente rápidamente se dejó ganar por el miedo de las posibles consecuencias del material procedente de las vacas y se opuso a la vacunación por motivos religiosos, diciendo que no iban a ser tratados con sustancias procedentes de las criaturas más humildes de Dios.
Sin embargo, la familia real británica se vacunó, y en 1803 se fundó la Royal Jennerian Society (lógicamente presidida por Jenner) para promover campañas de vacunación. El número de muertes por viruela se redujo a un tercio en dieciocho meses.
En reconocimiento a su trabajo y como una recompensa por el tiempo que lo alejó de su práctica general, el Gobierno británico le concedió £ 10.000 en 1802, y otros £ 20.000 en 1807.
Las sociedades y las universidades de todo el mundo que le dieron títulos honorarios y membresía. Tal vez los tributos más significativos fueron la acuñación de una medalla especial por Napoleón en 1804, el regalo de un anillo de la emperatriz de Rusia y una cadena y cinturón de perlas de Wampum y un certificado de gratitud por parte de los jefes indios de América del Norte. Estatuas en su honor se erigieron lugares tan lejanos como Tokio y Londres. Este último se encuentra ahora en los jardines de Kensington, pero estaba situado originalmente en Trafalgar Square (foto)
Finalmente, la vacunación contra la viruela se hizo obligatoria en 1853, aunque condujo a marchas de protesta y oposición vehemente de los que exigían la libertad de elección.
En 1967 la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó su campaña para erradicar la viruela en todo el mundo. Ellos estimaron en ese momento que aún había hasta 15 millones de casos de viruela cada año. Las áreas problemáticas más grandes eran de América del Sur, África y el subcontinente indio. Su enfoque era para vacunar a todas las personas en las zonas de riesgo. Los equipos de vacunadores de todo el mundo viajaron a la más remota de las comunidades.
Después de un período de observación para los nuevos casos, en 1980 la OMS declaró oficialmente: "La viruela ha sido erradicada". La enfermedad más temida de todos los tiempos había desaparecido, se había cumplido la predicción que Edward Jenner había hecho en 1801. Jenner no fue un monstruo, sino un gran benefactor de la humanidad. Había demostrado que sabía cómo prevenir la viruela, y con ello influyó mucho más en el destino humano que Napoleón con todas sus victorias.
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