Páginas

viernes, 15 de enero de 2016

El Museo Británico y la Piedra de Rosetta

Aunque el Museo Británico (British Museum, coloquialmente “the British”) acoge arte de todo tipo no se le considera un museo “universal” de arte como podrían ser el Louvre de París o el Hermitage de San Petersburgo, ya que su colección se centra en el arte antiguo principalmente, si bien podemos encontrar dibujos y pinturas (Goya, Durero…) así como una extensa colección etnológica.


El Museo Británico es segundo museo más visitado del mundo, acogiendo cada año alrededor de 6 millones de visitantes. Actualmente, los fondos del museo albergan aproximadamente 7 millones de objetos de los cuales se exponen alrededor 50.000, mientras que el resto están guardados por falta de espacio o en procesos de estudio o conservación. Destacan piezas como la Piedra Rosetta o los Mármoles del Partenón.

El origen del museo se remonta a 1753 cuando Sir Hans Sloane donó al estado su colección privada de más de 80.000 artículos entre los que había libros y manuscritos, cuadros de Durero y antigüedades de Grecia, Roma, Egipto, Oriente y América. Se adquirió la casa Montagu y allí se constituyó el museo, que abrió sus puertas por primera vez el 15 de enero de 1759.

Con el paso del tiempo, la colección fue aumentando con diferentes adquisiciones, como la colección del embajador británico en Nápoles Sir William Hamilton, los Mármoles del Partenón donados por el Conde de Elgin o la Biblioteca del Rey donada por Jorge IV. El crecimiento de los fondos del Museo Británico hizo que la casa Montagu se quedase pequeña, por lo que en 1845 fue demolida y en su lugar se construyó el edificio actual de estilo neoclásico, obra del arquitecto Robert Smirke.

El museo atrajo a muchos historiadores y estudiosos, publicándose en 1808 el primer catálogo de su colección. Posteriormente, se decidió escindir todo el material que albergaba para dotar de identidad propia a otras entidades: en 1887 se trasladaron al Museo de Historia Natural las piezas naturales (aunque se consideró museo independiente en 1963), y la Biblioteca Británica se constituyó como tal, independiente del British, en 1973, aunque el edificio conserva la gran Sala de Lectura.

En el año 2000 se inauguró el Gran Atrio de Isabel II (Great Court), la última gran ampliación del British, una plaza cubierta (la mayor de Europa) con techo de acero y vidrio obra de Norman Foster.


El edificio del Museo Británico

De estilo neoclásico las obras de construcción del Museo Británico culminaron en 1857 y en su fachada principal cuenta con un conjunto escultórico una obra del escultor británico Richard Westmacott.

Dividido en diferentes estancias, las últimas ampliaciones del edificio se realizaron en el año 2000, cuando se construyó el Gran Atrio de la Reina Isabel II, diseñado por el arquitecto Norman Foster, situado en el centro del museo ocupando el sitio que antes estaba destinado a la Biblioteca Británica trasladada a una nueva sede.

El Gran Atrio es la mayor plaza cubierta de Europa destacándose por su techo de cristal y acero compuesto por 1656 pares de cristales y en centro de la construcción se ha instalado una sala de lectura

El Gran Atrio

Sus departamentos:

  • Departamento de antigüedades egipcias: Donde el público puede apreciar una de las mayores colecciones del mundo entre ellas se destacan papiros, momias y sarcófagos.
  • Departamento de etnografía: Alberga y custodia variados objetos procedentes de pueblos indígenas de todo el mundo.
  • Departamento de antigüedades griegas y romanas: Con famosas obras de arte como la vasija romana de cristal conocida como Vaso Pórtland que data del siglo I, el friso del templo de Apolo de Bassae y esculturas provenientes del Mausole de Halicarnaso de Turquía.
  • Departamento de antigüedades orientales: Aquí es posible admirar colecciones de arte y arqueología islámica, oriental y en especial cerámica de la India y China.
  • Departamento de grabados y dibujos: Contiene una importante colección de arte gráfico europeo con obras desde la edad media hasta nuestros días.
  • Departamento de antigüedades asiáticas occidentales: Una excelente muestra de obras tanto mesopotámicas a partir del año 5000 a. C. hasta la llegada del Islam durante el siglo VII de nuestra era.

El objeto más visitado del Museo Británico

En 1799, mientras "cavaban" y construían posiciones defensivas cerca de Rashid (antigua Rosetta), una pequeña ciudad en las afueras de Alejandría, un soldado del ejército de Napoleón descubrió una piedra negra de basalto, de 1,18 metros de largo por 73,1 centímetros de ancho, con tres nítidas bandas de grabados.

Los primeros catorce renglones en caracteres jeroglíficos (utilizados en Egipto en los monumentos), los treinta y dos centrales en escritura demótica (una escritura simplificada y popular empleada en Egipto desde alrededor del año 1000 a..J.C.) y los cincuenta y cuatro restantes en griego.

Aunque el soldado no reconoció los jeroglíficos egipcios en la parte superior, ni la escritura demótica del centro, sí reconoció el griego antiguo de la parte inferior. En lugar de utilizar la piedra como parte de la barricada, se la dio a eruditos que viajaban con el ejército de Napoleón. Ellos se dieron cuenta de que la piedra era algún tipo de antiguo decreto real escrito tres veces, en tres idiomas diferentes. La llamaron Piedra de Rosetta y comenzaron algunos estudios. 

Poco después, en 1801, los ingleses derrotaron a los franceses, y la Piedra de Rosetta se convirtió en una posesión inglesa, como parte del tratado de Alejandría. Fue transportada a Londres en 1802, donde desde entonces ha estado en exhibición en el Museo Británico. Hasta el presente, la Piedra de Rosetta es el objeto más visitado del Museo Británico.

El texto de la piedra de Rosetta ( que reproduce un decreto de Ptolomeo V - (208- 180 a.J.C.) - sobre los honores que debían rendirse en los templos ) es especialmente valioso porque refleja el mismo contenido en tres tipos de caracteres, uno de ellos bien conocido y dominado por los estudiosos.

Jean-Francois Champollion
En 1820, después de un par de décadas de intrigas políticas y artimañas académicas, Jean Francois Champollion (un lingüista e historiador francés) y Thomas Young (un lingüista y físico inglés) unieron sus talentos para descifrar finalmente la escritura demótica y los jeroglíficos egipcios de la Piedra de Rosetta, comparándolos con el texto griego conocido. Aunque el proceso fue complicado y no sin controversias, este fue el tan importante momento de "¡Ajá!" para los egiptólogos, los arqueólogos, los lingüistas, y para los historiadores. En resumen, la Piedra de Rosetta fue el código que resolvió el misterio de los jeroglíficos egipcios. Fue la Piedra de Rosetta la que le permitió a los eruditos leer las inscripciones y relieves -los textos, tablillas, y tumbas- que finalmente proporcionaron una comprensión moderna de la antigua civilización egipcia.

Desde el s. XVII muchos investigadores habían tratado de interpretar los signos que se hallaban a la vista de todos, grabados en templos y tumbas, pero que guardaban celosamente su secreto; tanto que entre los mismos egipcios estaba extendida la superstición de que encerraban eternas maldiciones para quien intentara descifrarlos. A lo largo de los siglos, algunos de estos signos, como la serpiente, habían sido incluso mutilados para evitar su supuesto efecto maléfico.

Los jeroglíficos se usaron en Egipto entre el cuarto milenio a.C. y el siglo IV d.C.. Según Champollion "es un sistema complejo, una escritura a la vez enteramente figurada, simbólica y fonética, en un mismo texto, en una misma frase, en la misma palabra". Inicialmente había signos que representaban un objeto material y también una idea relacionada con él (un disco representaba al sol y al día). Enseguida estos ideogramas o signos-palabra sirvieron para transcribir además el valor fonético de la palabra original y poder representar así otra homófona (la palabra escarabajo tiene las mismas consonantes que el verbo convertirse "kh-p-r" ). Las vocales no se escribían: el sistema jeroglífico reproduce el esqueleto consonántico de las palabras. Un mismo signo puede representar ideas distintas y palabras diferentes pueden pronunciarse de la misma manera, por lo que las confusiones no son difíciles.



Según Champollion, la escritura jeroglífica había utilizado también, desde tiempos muy lejanos, un alfabeto fonético en el que los signos correspondían al sonido inicial de la palabra que representaban; esto era necesario para poder transcribir (aunque de forma más o menos burda) nombres extranjeros a la lengua egipcia. Champollion afirma incluso que este alfabeto fonético fue el modelo sobre el que se basaron los alfabetos de las naciones asiáticas occidentales, especialmente el hebreo, caldeo y sirio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario