Páginas

miércoles, 4 de febrero de 2015

La guerra filipino-estadounidense

Después de expulsar a España de las islas Filipinas tras la guerra de 1898, los EE.UU. mostraron su verdadera faz y ahogaron en sangre los deseos de independencia de los filipinos. En un principio las promesas de libertad e independencia que pregonaron los estadounidenses fueron creídas pero muy pronto se reveló una nueva dominación colonial. Ésta es la historia de la primera guerra de liberación nacional del siglo XX. Un conflicto ocultado por algunos, no suficientemente tratado por otros y desconocido para la mayoría. 

Corrían los últimos años del siglo XIX cuando los Estados Unidos de América decidieron meterse de lleno en el negocio del colonialismo por el expeditivo procedimiento de arrebatar a una decadente España lo poco que quedaba de aquel imperio donde nunca se ponía el sol. Tras declararle la guerra en 1898, los Estados Unidos expulsaban a España de Cuba y Filipinas con la ayuda de la insurgencia indígena y criolla, deseosa de obtener la libertad prometida por el «hermano americano» después de echar a los españoles.

Pero muy pronto se demostró que hacer tratos con los Estados Unidos significaba poco menos que vender el alma al Diablo: al finalizar la guerra hispano-estadounidense, el presidente McKinley y sus secuaces decidieron que los territorios «liberados» debían pasar a formar parte del nuevo imperio colonial norteamericano. Cuba, que en virtud del Tratado de París debía ser un estado independiente, terminó con un gobierno títere y con la obligación de ceder a los Estados Unidos la base naval de Guantánamo. Otros territorios «liberados» no tuvieron tanta suerte: Puerto Rico, Guam y Filipinas se convirtieron en colonias estadounidenses..

Pero esta solución no fue ni mucho menos del agrado de los independentistas filipinos, quienes habían luchado contra los españoles durante medio siglo para ahora caer en manos de unos nuevos dueños. Cuando los filipinos instauraron un gobierno propio, la nueva potencia colonial persiguió sin piedad al movimiento independentista, dando inicio a la llamada Guerra Filipino-Estadounidense

El Gobierno estadounidense había asegurado a los rebeldes filipinos que su único interés residía en derrotar a España, y de paso, ayudar a los filipinos a conseguir la independencia. El Presidente estadounidense McKinley había declarado públicamente que la anexión de las Filipinas, “habría sido, de acuerdo con nuestro código moral, una agresión criminal”. Pero, tras la derrota española en la Guerra Hispano-Estadounidense, los EE.UU. se volvieron contra los filipinos, y se apoderaron de Filipinas. 

McKinley explicaría que los filipinos eran incapaces de autogobernarse , y que Dios le había indicado que no podían hacer otra cosa que educarlos y cristianizarlos, a pesar de que las Filipinas ya habían sido cristianizadas por los españoles a lo largo de varios siglos.

William McKinley (1.843-1.901), Presidente de Estados Unidos y opresor del Pueblo filipino, al que engañó con malas artes. Fue asesinado por un anarquista.
En diciembre de 1898, Estados Unidos adquirió Filipinas y otros territorios de España por la suma de 20 millones de dólares, mediante el Tratado de París. sin embargo, los filipinos que ya habían declarado la independencia el 12 de junio, se opusieron a los términos del tratado. El 14 de agosto de 1898, una tropa formada por 11.000 soldados, fue enviada a ocupar las islas.

El 1 de enero de 1899, el Presidente títere Emilio Aguinaldo fue investido. Había sido llevado a Filipinas por la marina estadounidense. La tensión entre los soldados filipinos y estadounidenses fue en aumento. Según el Presidente estadounidense McKinley, los rebeldes filipinos estaban atacando Manila y eso justificaba el declarar la Guerra a Filipinas. A pesar de que el Presidente Aguinaldo en un primer momento había sido un títere de Estados Unidos, pronto perdió la confianza del gigante del norte y fue capturado por los norteamericanos.

Ante estos hechos, Macario Sacay asumió la Presidencia filipina, pero en 1906, fue engañado por el “Gobernador” estadounidense con una falsa oferta de amnistía y la promesa de un puesto en la proyectada Asamblea Nacional (en un marco republicano democrático). Sin embargo, él y sus guerrilleros fueron ahorcados por orden del Gobernador el 13 de septiembre de 1907.

Durante la contienda, murieron 20.000 militares filipinos y 4.234 estadounidenses. Pero lo más importante, fue que el número de civiles filipinos que perecieron como consecuencia directa de los enfrentamientos armados entre ambos ejércitos, sobrepasó el 1.000.000 de personas. Es decir, más del 10% de la población total de Filipinas, que entonces estaba en unos 9.000.0000. de personas. Por estas razones, estos hechos son también conocidos como el Genocidio Filipino.

La quema de aldeas, la tortura y las violaciones por parte del ejército estadounidense también fueron frecuentes. Otros actos habituales en las tropas estadounidenses fueron la quema de iglesias, la profanación de cementerios y la ejecución de prisioneros. Una de las torturas preferidas de los invasores estadounidenses era la cura de agua, que consistía en obligar al prisionero a beber enormes cantidades de agua, hasta que moría por colapso. Esta técnica, ya había sido usada habitualmente por la Inquisición durante siglos. El país de la Libertad y la Democracia usaba los métodos de la Inquisición para implantar el colonialismo más racista, explotador y abyecto que se pueda uno imaginar.

Imagen de prensa mostrando la orden dada por el General Smith “Matad a los mayores de diez” publicada en el New York Journal, en 1902.
Los historiadores han entablado numerosos debates para definir esta situación de guerra abierta pero no declarada entre los filipinos y el ejército y administración de los EE.UU. Algunos lo consideraron una rebelión filipina, pasando por quienes reconocen que el conflicto fue una guerra en toda regla, hasta los que, en base a los resultados del conflicto, llaman a estos sucesos el «genocidio filipino». En efecto, los norteamericanos aplastaron sin contemplaciones el levantamiento filipino, causando innumerables daños a la población civil filipina. En uno de los más vergonzosos episodios de esta sangrienta represión, el general Jacob Smith llegó a ordenar la ejecución de cualquier filipino mayor de diez años. La quema de aldeas, la tortura y las violaciones por parte del ejército estadounidense también fueron abundantes. 

Tras la derrota, Filipinas se convirtió en una colonia de Estados Unidos, que implantó por la fuerza su “cultura” e idioma en el archipiélago. Finalmente, el 4 de julio de 1946, tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos concedió a Filipinas una independencia más formal que real.

Un verdadero genocidio cultural. La guerra de Estados Unidos contra los filipinos no sólo destruyó a la citada República de Filipinas, sino que forzó el idioma inglés sobre los habitantes como lengua vehicular y oficial menospreciando todo lo que supusiera la cultura y el legado español en las islas. Sobra decir que el hecho de someter a los habitantes al dominio del inglés no suponía como contrapartida hacerles ciudadanos de Estados Unidos, como ocurrió en Puerto Rico. El cónsul de Estados Unidos en Manila, O. F. Williams, en una comunicación al Secretario de Estado, Mr. Day, en la temprana fecha del 2 de julio de 1898 (aún no había finalizado la guerra contra España) sugirió las siguientes líneas de actuación respecto a la política lingüística: 
"Cada empresa norteamericana en cada uno de los cientos de puertos y populosos pueblos de las Filipinas será un centro comercial y escuela para nativos dóciles conducentes a un buen gobierno según el modelo, de Estados Unidos. El español o idioma nativo no es esencial. Con la expulsión de los españoles, sigue que nuestro idioma se adopte inmediatamente en los tribunales, puestos públicos, escuelas e iglesias nuevamente organizadas y que los nativos aprendan inglés."
El argumento que se adujo para justificar la imposición del inglés en forma abusiva desde el comienzo de las operaciones militares el 4 de febrero de 1899 fue que el español era muy poco conocido y no era una lengua común en las Filipinas. Por lo tanto surgía la conclusión de que la conversión de la gente filipina en angloparlantes empezaría desde cero, ya que no había ni una lengua europea ni un idioma nativo que se opusiera a la imposición del inglés como idioma oficial y lengua de comunicación. Es cierto que en todos los siglos de dominio español sobre las Filipinas no estuvo muy extendido el uso y difusión de la lengua española pues estaba circunscrita a las élites políticas, económicas y culturales de Manila pero, también es justo reconocer, que no era una lengua extraña y sin implantación. Creo que la prueba más relevante de la utilización del español como lengua de prestigio fue que las proclamas independentistas filipinas fueran hechas en español y no en otro idioma. 

Filipinas vio abortada su independencia, por la que tanto había luchado, cuando su supuesto aliado reveló su traición. La guerra para los filipinos fue algo dolorosamente frustrante pues sólo sirvió para sustituir una potencia colonial por otra. A partir de entonces se inicia una era de dominación estadounidense teniendo los filipinos el dudoso privilegio de ser unos de los primeros pueblos en padecerlo.


Puede interesarle:

No hay comentarios:

Publicar un comentario