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sábado, 7 de febrero de 2015

La Hoguera de las Vanidades

El 7 de febrero de 1497 se produjo la más célebre “Hoguera de las vanidades” (en italiano: Falò delle vanità) aconteció, cuando seguidores del monje Girolamo Savonarola recogieron y quemaron en público miles de objetos en Florencia, Italia, durante la fiesta del Martes de Carnaval.

Esta destrucción tenía como objetivo la eliminación de aquellos objetos que se consideraban pecaminosos, objetos de vanidad como espejos, maquillajes, vestidos refinados e incluso instrumentos musicales. También tenía como objetivo libros inmorales, manuscritos con canciones seculares y cuadros. Entre los objetos destruidos durante esta campaña había varias pinturas originales sobre temas mitológicos clásicos realizados por Sandro Botticelli, puestas por él mismo en la hoguera.

Tales hogueras no fueron invento de Savonarola, sino que ya eran un acompañamiento usual  a los sermones al aire libre de Bernardino de Siena en la primera mitad del siglo.

Girolamo Savonarola
Girolamo Savonarola fue un monje dominico nacido en Italia en 1452 y que llegó a ser confesor del gobernador de Florencia, el famoso Lorenzo de Medici. Enemigo del lujo, la corrupción, el afán de poder y riquezas y en general de la vida superficial, sus sermones eran incendiarios y atacaba de manera dura en ellos a la Iglesia Católica y al poder establecido. Criticó a los Medici y sus ataques contribuyeron a que el pueblo florentino finalmente se volviera contra ellos. El Papa acabó por excomulgar al monje que más tarde fue condenado a la hoguera por la Inquisición.

Savonarola, como decía, estaba en contra de todo lo superficial: lujo, cosméticos, arte, poesía, música, libros… y como resultado de sus ideas y su predicación, sus seguidores comenzaron a realizar las conocidas como “hogueras de las vanidades”, que no eran otra cosa que fuegos a los que arrojaban ropas elegantes, libros, obras de arte, y todo aquello que consideraban dañino por sustentarse en la vanidad y superficialidad del hombre.

Savonarola predicando. Estatua en su ciudad natal de Ferrara, Italia
La más famosa de todas estas hogueras tuvo lugar en la Plaza de la Señoría, en Florencia, en febrero de 1497, cuando los seguidores de las palabras e ideas de Savonarola quemaron miles de objetos que habían recogido y requisado por toda la ciudad: cuadros, vestidos, instrumentos musicales, libros, cosméticos… No debemos olvidar que estamos hablando de la Florencia del siglo XV, por lo que las obras de arte, de todo tipo, estaban por doquier. Algunas de ellas acabaron en la hoguera, incluso puestas allí por su propio autor, como fue el caso de Boticelli, que entregó al fuego algunas obras suyas dedicadas a temas mitológicos. También se quemaron un gran número de libros, considerados licenciosos. Aquel hecho de 1497, la quema de objetos, es lo que se conoce popularmente como “La hoguera de las vanidades”.

Bernardino de Siena organizando la hoguera de las vanidades, Perugia, del Oratorio di San Bernardino, por Agostino di Duccio, construido entre 1457 y 1461
Curiosamente, la obra escrita de Savonarola, hombre que había abogado por la quema de libros, fue incluida en el listado de libros prohibidos por la Iglesia, por lo que se puede decir que fue pagado con su misma moneda. Y no sólo por este detalle le pagó el destino al monje con su misma moneda, sino que su ejecución, el 23 de mayo de 1498, tuvo lugar en el mismo punto de la ciudad de Florencia donde sus discípulos habían llevado a cabo la hoguera de las vanidades.
Sus exaltados sermones atacaban con igual contundencia a la jerarquía eclesiástica, al papa, a la aristocracia y a las autoridades políticas, despertando la indignación revolucionaria de las masas. Cuando la invasión francesa de Toscana puso en peligro el poder de los Médicis, Savonarola contribuyó a expulsarlos de la ciudad mediante una revolución popular e intentó que los franceses continuaran su avance contra Roma (1494).

En Florencia se instauró un régimen republicano mixto, con elementos democráticos y teocráticos (Jesucristo fue proclamado rey); el propio Savonarola controlaba el poder y lo empleaba para imponer rigor moral extremo (su lucha contra el paganismo implícito en la cultura renacentista le llevó a quemar públicamente los libros de Boccaccio y Petrarca). El papa Alejandro VI, blanco de los ataques de Savonarola, le excomulgó en 1497.

Sus propios partidarios en Florencia consideraron excesiva la dictadura que había implantado y le derrocaron en 1498. Fue encarcelado, torturado, acusado de herejía y quemado públicamente en aquel mismo año.

Nació en el mismo mes y año que Leonardo, en el seno de una familia adinerada de Ferrara. Su abuelo Miguel, que era médico, se había sentido atraído por los problemas religiosos y quizá fue quien más influyó en su idea reformadora de la Iglesia. Abandonó los estudios de medicina cuando tenía 22 años para entrar en secreto, sin el consentimiento de sus padres, en la orden de predicadores y mendicantes de los dominicos en Bolonia. Siendo ya miembro de la orden escribió diversos tratados acerca de la decadencia de la Iglesia y sobre los textos de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Entre 1485 y 1489 visitó numerosas ciudades italianas, entre ellas Florencia, en calidad de predicador talentoso y dotado de un gran fervor misionero. Sin embargo, no agradó demasiado a los florentinos. En 1490 ingresó en el convento dominico de San Marcos de Florencia, del que fue elegido prior en 1491. Savonarola empezó a tratar en sus sermones los temas del Apocalipsis y las visiones de la amenaza del fin del mundo. Ejerció una enorme influencia sobre la población con sus ideales de pobreza y desposeimiento y con prédica de la flagelación por la corrupción moral, la degeneración, el lujo, el derroche y el afán de placeres en los círculos de la Iglesia oficial y de la ciudad; sus adeptos acabaron por venerarlo como a un profeta. La intensidad y el radicalismo de sus arremetidas retóricas contra Lorenzo de Médicis y su hijo Pietro, así como contra a Santa Sede y la Iglesia, no cesaban de crecer. Cuando los Médicis fueron derrocados en 1494 y Carlos VIII de Francia conquistó el reino de Nápoles en los años 1494 y 1495, sus profecías se vieron cumplidas y Savonarola mantuvo estrecho contacto con el monarca francés.

El religioso instauró entonces en Florencia una especie de democracia teocrática en la que se seguían sus ideas sin que él mismo participara activamente en la política, permaneciendo en un segundo plano como eminencia gris. El fervor moral de sus secuaces pronto se transformó en vigilancia, espionaje y denuncias. Con la reclamación del derecho de resistencia contra la Iglesia el 18 de marzo de 1498, en su último sermón antes de la ejecución, Savonarola tocó un punto delicado. Gran parte de la sociedad florentina aplaudía las aspiraciones de una fracción reformista de teólogos que pretendían contrarrestar el creciente absolutismo del papa mediante una constitución conciliar y la cogestión en las cuestiones de importancia decisiva para la Iglesia; sin embargo, dichos esfuerzos fracasaron y muchos tomaron al papa por el anticristo. A principios del año 1498, Savonarola publicó su Trattato circa il Reggimento di Firenze (Tratado acerca del gobierno de Florencia). En él proponía una reforma de gobierno "basada en la justicia, la paz y la confianza entre los ciudadanos". Según el predicador dominico.

Savonarola opinaba que ello sólo sería posible si la causa inicial y final era la aspiración hacia el bien común -bene comune-, un principio ético extraído de los textos de Aristóteles y Santo Tomás de Aquino. Sin embargo, el predicador dominico era demasiado radical en sus opiniones y fomentaba la quema en la hoguera de todos aquéllos que se abandonaran al vicio y el libertinaje, así como la restricción y supervisión de la ciencia y la supresión del desnudo en el arte.

Su terrible y profética elocuencia fascinó a los florentinos. Su doctrina era muy simple: muy pronto la Iglesia pagaría por sus innumerables pecados, igual que la sociedad, que degeneraba buscando sólo su provecho y su placer. Un punto de vista adecuado a las inquietudes de su tiempo. Así las ardientes prédicas del monje impresionaron tanto a los florentinos, que cada vez eran más los que acudían al convento de San Marco y después a la catedral para oírlo: las buenas gentes se codeaban allí con Botticelli, Miguel Angel o el filósofo platónico Marsilio Ficino. Entre otros azotes anunciaba la llegada de un nuevo Ciro, que vendría de más allá de los Alpes como instrumento de la cólera divina. Según él, los florentinos eran el pueblo elegido. A través de Florencia habría de llegar todo y, por tanto, debían purificarse. Savonarola sustituyó el Carnaval por la fiesta de la Penitencia; además hizo alzar en plena Señoría una gigantesca "hoguera de las vanidades", en la que se arrojaron cosméticos, joyas, y libros, mientras que los artistas veían consumirse sus obras insuficientemente devotas o demasiado paganas. Savonarola incitaba incluso a los niños a que denunciaran las afrentas contra la moral.

Savonarola predicaba el ideal de la pobreza y el desposeimiento: "Una iglesia que devasta, que ampara a prostitutas, mozalbetes licenciosos y ladrones, y en cambio persigue a los buenos y perturba la vida cristiana no está impulsada por la religión sino por el diablo, al que no sólo se le puede sino que se le debe hacer frente". Cuando el papa Alejandro VI le ofreció el cargo de dignatario de la Iglesia con la intención de disuadirle de su anticlericalismo despiadado y severo, Savonarola rehusó:
"No quiero un birrete cardenalicio ni ninguna mitra, grande ni pequeña. No quiero sino que le diste a tus santos: la muerte".
Este no fue el único gesto de desafío a la Iglesia; el propio Savonarola había encendido con anterioridad una hoguera y escenificado una acción disciplinaria simbólica. El 7 de febrero de 1497 organizó en la Plaza de la Signoria una "hoguera de las vanidades" en la que ardieron objetos que simbolizaban los vicios profanos: instrumentos musicales, imágenes, joyas, naipes e, incluso, los libros de Boccaccio y Petrarca por su contenido "impúdico". Esta acción le valió la excomunión por parte del papa Alejandro VI, pero al mismo tiempo le sirvió de incentivo para organizar otra hoguera todavía más espectacular al año siguiente, en 1498.

El triunfo de Savonarola fue efímero. Las facciones florentinas lo desbordaron y el Papa Alejandro VI ayudó a que así fuese.

El proceso careció de rigor legal (era axioma de la época que "donde no haya motivo para proceder, hay que fabricarlo".) Acusación capital: haberse atribuido el don de profecía. Además: herejía, cisma, rebeldía... diecisiete cargos. Padeció varias semanas de torturas inhumanas por "defensor de la herejía y el cisma y por pretender innovaciones perniciosas". Fue condenado a muerte, ahorcado y quemado públicamente en la Plaza de la Signoria el 23 de mayo de 1498.

Ejecución de Savonarola (Stefano Ussi)
Sus cenizas fueron arrojadas al Arno por miedo a los buscadores de reliquias. Las decenas de miles de partidarios que había congregado en torno suyo como predicador en la catedral de Florencia lograron eludir la oposición de la población, que se dirigió contra el propio Savonarola consiguiendo su arresto. La recién renacida república de Florencia vive un momento difícil y una situación precaria. Poco después de su muerte comenzó la veneración del predicador ascético. Su interpretación del Salmo 50, el Miserere, que había escrito encadenado de pies y manos, alcanzó gran difusión, gracias entre otras a la edición impresa de Lutero de 1523. La caída del fraile ocasionó cambios en los puestos de la administración citadina. Los "savonarolianos" pierden sus empleos.


Bonus track:
En el juego Assassin's Creed II tiene en su contenido descargable el episodio de la Hoguera de las Vanidades en la cual Ezio Auditore, el protagonista, debe derrocar a Savonarola en Florencia y recuperar el Fruto del Edén.

Savonarola usando el Fruto del Edén para tomar el control de Florencia 


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