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domingo, 8 de noviembre de 2015

Los 47 Ronin

La singular hazaña de los 47 ronin es una de las leyendas nacionales más conocidas y significativas del Japón, habiendo traspasado sus fronteras e influyendo notablemente en la conformación del carácter y la idiosincrasia de su país a lo largo de los siglos. Es una de los más célebres en la historia de los  samurai. Esta fue tal vez más aún, ya que se produjo en un momento en que la clase samurai estaba luchando para mantener un sentido de sí mismo: guerreros sin guerra, una clase social sin una función.

Curiosamente, los hechos que dieron origen a la leyenda ocurrieron en época relativamente moderna. El 30 de enero de 1703, según el calendario occidental, en una madrugada nevada y ventosa, 47 samuráis sin amo, que habían servido a la noble casa desaparecida de Ako, penetraron en la mansión situada en un barrio de Edo (actual Tokio) perteneciente al caballero Kira Kozuke-no-Suke Yoshinaka, antiguo maestro de ceremonias del palacio del shogun, y valiéndose de la sorpresa y de un plan de acción perfectamente planificado, se enfrentaron victoriosos a más de doscientos enemigos, localizando a su objetivo principal, el propio Kira, decapitándole y llevando su cabeza como ofrenda hasta la tumba de su antiguo señor, Asano Takumi-no-Kami Naganori.

El castillo de Ako, en la actualidad
Se cumplía así una justa venganza, cuyo origen se remontaba prácticamente a casi dos años atrás, cuando, en 1701, el señor Asano había sido provocado por Kira en el interior del palacio del shogun, obligando al primero a que sacara la katana bajo su noble techo, lo cual estaba terminantemente prohibido y penado con la muerte. Pese a las súplicas de sus hombres y los testimonios que culpaban de los hechos al mezquino Kira, Asano fue condenado a morir, infligiéndose el seppuku o hara-kiri, último honor reservado a todo samurái o daimyo (señor feudal) sentenciado a muerte. El joven amo del señorío de Ako acató el veredicto sin protestas, practicándose el doloroso ritual de inmediato. Su viuda se exilió al Templo de Sengakuji, en Edo, mientras su castillo y sus tierras eran expropiados por el shogun, dejando a los samuráis a su servicio, que llevaban décadas con la familia Asano, convertidos en ronin, es decir, samuráis sin amo. Fue el consejero principal del castillo de Ako, situado a buena distancia de Edo, el caballero Oishi Kuranosuke, quien reunió a su alrededor en secreto a los más fieles servidores de su difunto señor, conjurándose para vengarse y hacer justicia, pues el caballero Kira había sido exonerado de cualquier culpa por el consejo del shogun. Planearon cuidadosamente la venganza; Kira no era tonto, y esperando algún tipo de atentado contra su vida por los hombres de Asano aumentó su guardia personal. Con este fin el grupo de ronin escondió  armas y armaduras y se dispersaron; algunos ocupando puestos de trabajo de baja categoría, mientras que otros, como el propio Ôishi, permiten que parezca que habían perdido toda preocupación por su futuro

Veintidós meses de penalidades, miserias e ignominias pasaron para los ronin, durante los cuales Oishi Kuranosuke aparentó convertirse en mujeriego y bebedor, abandonó a su esposa y comenzó a frecuentar todas las casas de Edo de mala reputación, orgías con prostitutas y participar en peleas de borrachos. Se cuenta que en una ocasión, un samurai de Satsuma encontró a Ôishi borracho en la calle y escupió sobre él, diciendo que no era un verdadero samurai.

Finalmente, aquella noche de invierno, cuando ya nadie lo esperaba y sus nombres eran objeto de burla y vergüenza, Kuranosuke cumplió su palabra, llevando a cabo una hazaña inmortal, en la que unos pocos se enfrentaron a muchos... Los hombres de Kira, muchos de los cuales murieron o fueron heridos, fueron tomados completamente por sorpresa, pero pusieron una resistencia enérgica (uno de los ronin murió durante el ataque), aunque en última instancia, en vano: Kira fue encontrado en un cobertizo y se presentó a Ôishi, quien le ofreció la oportunidad de cometer suicidio. Cuando Kira no respondió, Ôishi golpeó la cabeza con la misma daga que Asano había utilizado para matarse a sí mismo. Entonces la cabeza de Kira fue puesta en un cubo y llevada a la Sengaku-ji, donde fue enterrado Asano.

Después de que Ôishi y los demás llevaron el sangriento trofeo al espíritu de Asano, se entregaron. Sabiendo que el único destino que les aguardaba, a pesar de la victoria, era la muerte: todos ellos serían condenados a su vez a practicarse el hara-kiri, a excepción del más joven entre todos, perdonado por el propio shogun Tsunayoshi. El veinte de marzo de 1703 (fecha occidental) los 46 ronin se hicieron el seppuku, siendo enterrados frente a la tumba de su señor, en el Templo de Sengakuji. Años después, gracias a su sacrificio, el nombre de la casa de Asano sería restaurado y su honor restablecido. Terminaba así el sangriento episodio conocido por los historiadores como Incidente de Ako o Incidente Genroku (aludiendo esto último a la Era del calendario japonés en que tuvieran lugar los hechos). Pero comenzaba la leyenda.

La opinión popular y la simpatía de las gentes estaban, casi unánimemente, del lado de los 47 ronin, que habían combatido y entregado sus vidas para defender el honor samurái, en una época en que este parecía haber desaparecido. De inmediato, apenas semanas después de los hechos, comenzaron a representarse obras de títeres (joruri o bunraku) inspiradas en los sucesos, aunque siempre con los nombres, fechas y ciertos detalles alterados, para escapar a la censura del shogun. Una de estas obras, "Kanadehon Chushingura", bautizó el género dedicado a glosar la hazaña de los ronin como "Chushingura", que viene a significar "tesoro de los siervos leales" y sigue utilizándose hoy día como sinónimo de su trágica aventura. Más de doscientas películas, incontables obras de teatro kabuki, poemas, novelas, libros de Historia, algunos desde ópticas revisionistas y desmitificadoras, pero también series de televisión, mangas y animes, han convertido "Chusinghura" en el equivalente nipón a las historias del Rey Arturo, Robin Hood, El Cid o Jesse James y los desperados del Oeste Americano. Su nombre simboliza las más altas virtudes de entrega, sacrificio, paciencia y heroísmo de la cultura samurái y, por extensión, del pueblo japonés. En Occidente, su popularidad creció inmensamente al publicarse en inglés, hacia 1880, la novela "47 ronin. La historia de los leales samuráis de Ako" del autor japonés Tamenaga Shunsui, convenientemente adaptada al gusto occidental, y auténtico best-seller capaz de conquistar a lectores tan ilustres como el mismísimo Theodore Roosevelt o el escritor Robert Louis Stevenson.


Escena de la película "47 Ronin" de 2013
Las tumbas de los 47 ronin -el samurái perdonado fue también enterrado junto al resto, tras su muerte con más de ochenta años de edad- constituyen un verdadero santuario, visitado anualmente por miles de japoneses y extranjeros, que siguen rindiendo asombrado homenaje a estos héroes singulares, símbolo de una cultura y una tradición no menos únicas.

Para los Samuráis, la muerte significaba un asunto de honor. Como lo creían los antiguos griegos, una muerte noble, temprana y violenta era un signo de predilección de los dioses, su ideal era  "Vivir bellamente y morir de manera hermosa". De allí la adopción del capullo de cerezo como emblema del Samurai... bello y efímero. Un día en pleno florecimiento, al dia siguiente abatido por la tormenta

La historia de los 47 ronin no tardó en convertirse en leyenda.
En la actualidad se pueden visitar las tumbas de todos ellos en el templo de Sengaku-ji


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