Páginas

jueves, 15 de octubre de 2015

Los primeros aeronautas

Hoy en día todo el mundo vuela, lo que ha convertido el acto de tomar un avión en algo sorprendentemente barato (incluso algunas compañías apuestan por ofrecer vuelos gratuitos, al menos indirectamente. Hoy en día hasta nos podemos permitir volar por placer, como ya navegamos con cruceros, por eso se están poniendo de moda otra vez los dirigibles y otros medios de transporte respetuosos con el medio ambiente: por ejemplo, mediante la energía solar.

Recientes investigaciones has demostrado que el 8 de agosto de 1709, el sacerdote brasileño Bartolomeu Lourenço de Gusmâo hizo la primera demostración de ascensión aérea en globo de aire caliente no tripulado en la Casa de Indias de Lisboa, ante la corte del Rey Juan V de Portugal. 

El padre Bartolomeu, gran conocedor de las leyes físicas, observó como una pompa de jabón ascendía rápidamente al situarse sobre el aire calentado por una vela, y de este pequeño destello surgió en su mente su máquina voladora. En 1709 logró un privilegio de invención del rey de Portugal, Juan V, y comenzó a experimentar con pequeños globos de papel que en breve fueron aumentando su tamaño y perfección, cambiando el papel por tela muy fina. Finalmente, el 8 de agosto del mismo año, realizó una gran demostración pública de su invento ante el monarca, diplomáticos, religiosos y grandes dignatarios portugueses. Su enorme globo de aire caliente ascendió varios metros por encima del suelo del recinto de la Casa de las Indias de Lisboa. Desde aquel día fue conocido como el “padre volador”, mas su nave, bautizada como ”Passarola”, no volvió a ser vista en público.

La gran desgracia del padre Lourenço quizás fue el estar demasiado adelantado a su época y paradójicamente, la iglesia, a la que el pertenecía como Jesuita, fue la que hundió y enterró sus esperanzas de seguir adelante con su gran sueño. Primero el papa Inocencio XIII, que no tenía en muy buena estima a los Jesuitas, y más tarde incluso la Santa Inquisición, reprendieron al padre Lourenço por el manejo de sus globos, pues en sus enigmáticas ascensiones estos veían la mano oscura del diablo. Bartolomeu Lourenço de Gusmâo incluso se vio obligado a salir de Portugal y falleció en España, en el año 1724, enfermo y abatido y sin llegar a cumplir el gran sueño de su vida, surcar los cielos con su máquina voladora, su Passarola.

Poco se conoce sobre el trabajo del Padre Lourenço, más allá de que para calentar el aire de sus globos usaba un sistema muy similar al de los quemadores que se usan hoy en día y de que disponía de diversos modelos perfeccionados y para diferentes usos, desde el militar hasta el transporte de pasajeros.

La mítica ascensión de la Casa de las Indias fue muy sonada y quedó inscrita en diferentes libros y revistas de la época, es muy posible que incluso los mismos hermanos Montgolfier tuvieran conocimiento de la Passarola del Padre Bartolomeu Lourenço.

Sea como sea, y como ocurre en la atribución de muchos inventos, la gloria siempre será para los Montgolfier aunque sin lugar a dudas, el pionero de la aerostación mundial fue el malogrado Padre Bartolomeu Lourenço de Gusmâo, "el padre volador".

Los hermanos Montgolfier

Las primeras ascensiones, universalmente admitidas, fueron llevadas a cabo por los hermanos Montgolfier. Joseph y Étienne Montgolfier vivían en Annonay (Francia), donde poseían una fábrica de papel y realizaron los primeros experimentos con globos en 1782 inspirados por la observación de la ascensión del humo de las chimeneas.

Ambos nacieron en Annonay, cerca de Lyon. Joseph el 26 de agosto de 1740 y su hermano Jacques Etienne el 6 de enero de 1745.
Monumento a los hermanos Montgolfier, Annonay

El mayor poseía el típico temperamento del inventor: rebelde, soñador y poco práctico en cuestiones relativas a los negocios y a los asuntos personales. El pequeño, mucho más serio, inició estudios de arquitectura en Paris pero tuvo que abandonar la carrera para dedicarse al negocio familiar de papel.

Como empresario, alcanzó gran éxito al incorporar las últimas innovaciones holandesas en los molinos de la familia. El gobierno francés reconoció su trabajo y estableció la fábrica de Montgolfier como modelo para otras fábricas de papel.

Los hermanos Montgolfier, como tantos otros, soñaban con surcar los cielos como los pájaros. Un día, y mientras jugaban con unas bolsas de papel invertidas sobre un fuego, descubrieron que las bolsas subían por sí solas hasta el techo.

De este experimento casual dedujeron acertadamente que el aire caliente pesa menos que el frío, y se pusieron manos a la obra para diseñar un globo de aire caliente.


Sus primeros vuelos

Su imaginación les llevó a experimentar con bolsas más grandes y materiales más ligeros, como la seda o el lino. El 14 de diciembre de 1782 probaron al aire libre una bolsa de seda de 18 metros cúbicos, que alcanzó una altitud de 250 m.

Pero la primera prueba de su globo de aire caliente se llevó a cabo unos meses más tarde, el 4 de junio de 1783, en la plaza de Annonay. El globo, de lino y tafetán, estaba abierto por debajo.


El aire se calentaba quemando lana y paja en un hornillo situado bajo la abertura. Ante una multitud asombrada, el aparato ascendió a más de 1.000 metros de altura y permaneció en el aire 10 minutos. Pronto se desarrollaron planes para un vuelo tripulado en un artefacto mucho mayor, pero había una cierta preocupación de que los humanos pudieran encontrar la alta atmósfera perjudicial para su salud.

La segunda prueba tuvo lugar tres meses más tarde, en Versalles, ante un público más distinguido. El rey Luis XVI y su esposa Maria Antonieta, presidieron la ascensión al cielo de un globo, bellamente adornado 

A pesar de que los seleccionados para subir al cielo deberían haber sido un par de criminales, haciendo caso de la sugerencia del rey Luis XVI, finalmente se escogieron un pato, un pollo y una oveja llamada muy convenientemente Montauciel (Subealcielo).

El 19 de septiembre de 1783, ascendieron hasta una altura de 460 metros, se desplazaron 3 km y aterrizaron vivos y completamente sanos después de un vuelo que se prolongó durante 8 minutos.


El objetivo era doble. Comprobar su funcionamiento y el efecto de la altura en los seres vivos. El ingenio se mantuvo en el aire durante unos 8 minutos, y aterrizó suavemente a unos 3 kilómetros de distancia, con los animales ilesos.

El primer vuelo tripulado humano no tardó en producirse, pues: el 15 de octubre, el médico Jean-François Pilâtre de Rozier ascendió en el aire en un globo de 23 metros de alto y 14 metros de diámetro, aunque se convirtió en el primer ser humano en subirse a un globo, en aquella ocasión el aparato estaba cautivo (es decir, anclado a tierra) y solo alcanzó 26 metros de altura.. 

Fue el 21 de noviembre cuando tuvo lugar el primer vuelo libre, tripulado por el propio Pilatre y el marqués de Arlandes. La ascensión se produjo en el parque de La Muette en las cercanías de París, con un globo de papel barnizado, construido también por los hermanos Montgolfier.


El aparato disponía de un pequeño horno de leña para mantener el aire caliente en el interior de la estructura. Durante 25 minutos, los intrépidos aeronautas sobrevolaron Paris a unos mil metros de altura en presencia de los reyes y de 400.000 parisinos. La hazaña les valió el reconocimiento de la Academia Francesa de las Ciencias y títulos nobiliarios.

Casi al mismo tiempo, el catedrático de física Jacques Alexandre César Charles inició por su parte experimentos con globos inflados con hidrógeno, en lugar de aire caliente. El 1 de diciembre de 1783 logró realizar su primer vuelo tripulado dando inicio a una carrera tecnológica entre los montgolfier y los charliere.

En el año 1784 se lograron ciertas mejorías, por ejemplo se consiguió llegar a una altitud de 3000 metros y a realizar un vuelo de 2 horas. Ese mismo año Joseph Montgolfier realizaría un vuelo desde Lyon llevando 7 personas a bordo.

Probablemente muchos consideraron que el médico de marras estaba infringiendo algún tipo de ley divina, al estilo torre de Babel o Ícaro, al subir tan alto por medios artificiales. Como en su tiempo ocurriera también con los rascacielos.


Los primeros fracasos

El feliz éxito de los vuelos con globos de aire caliente, conocidos como “montgolfieras” y con globos de hidrógeno, multiplicaron rápidamente el número de ascensiones y de los tripulantes tanto en Francia como en otras naciones. Sin embargo, muy pronto hubo que lamentar las primeras víctimas de la aerostación. La primera de ellas fue Pilatre de Rozier, quien pereció en 1785 junto con su compañero Jules Romain en el rápido incendio del globo que tripulaban en su intento de cruzar por aire el canal de la Mancha. Poco después otros dos franceses, Blanchard y Jeffries, intentaron el mismo viaje y su vuelo se vio coronado por el más completo éxito.

Muchas ascensiones a lo largo de la historia han tenido una finalidad científica o incluso política. Por ejemplo, en 1870 parte del Gobierno francés, sitiado en París por las tropas de Guillermo I de Prusia, pudo, burlar el asedio tripulando un globo y llegar a territorio libre. En 1897, el noruego Andrée intentó junto a dos compañeros la travesía del polo Norte, pero la frágil navecillas que sostenía el globo fue arrastrada por los vientos árticos y desapareció, hasta que en el año 1930 se encontraron restos de los expedicionarios y unas placas fotográficas.Los globos presentaban grandes lagunas y su empleo era arriesgado, dada por ejemplo la facilidad de incendio, pero ofrecía grandes posibilidades prácticas tanto en el campo militar como en el científico.


Aplicaciones

El aerostato se convirtió muy pronto en un excelente medio militar por sus posibilidades de transformarse en un observatorio aéreo y de ello da buena prueba como en 1793 y 1795 fueron utilizados como observatorios aéreos por el ejército francés en los asedios a Mauhenge y Maguncia respectivamente. Muy pronto, todos los ejércitos del mundo, emplearon los globos con fines militares y en el curso del siglo XIX, se crearon cuerpos especiales para la utilización de los globos tanto tripulados como cautivos con fines bélicos.

Durante la primera Guerra Mundial, fueron utilizados los globos con fines defensivos y como observatorios de los movimientos del enemigo dando en muchos casos excelentes resultados, si bien el perfeccionamiento de la aviación de caza los hizo excesivamente vulnerables, perdiendo toda su utilidad y eficacia para acciones bélicas.

Han sido muchísimos los globos que se han empleado a lo largo de los años en usos puramente meteorológicos para medir velocidades y dirección de los vientos a diferentes alturas así como para otros fines científicos llevando a bordo instrumentos especiales de medición cuyos datos se trasmitían a la Tierra.


De los globos de aire caliente a los dirigibles 

El inconveniente de aquellos artefactos era que obligatoriamente tenían que seguir la dirección del viento. Para controlar el rumbo, hacía falta un dispositivo de propulsión. La primera persona que combinó el ascenso con la propulsión fue el francés Henri Giffard, quien en 1852 tripuló un aerostato con motor de vapor. En vez de aire caliente, Giffard utilizó para elevarse un gas más ligero: el hidrógeno. Dado que aquel vehículo podía dirigirse, recibió el nombre de dirigible.

Unos diez años más tarde, un militar alemán viajó a Norteamérica para seguir de cerca la Guerra de Secesión, en la que ambas facciones utilizaban globos para hacer reconocimientos de las posiciones enemigas. La profunda impresión que recibió en su primer vuelo aerostático sobre el río Mississipí contribuiría a que su apellido quedara indeleblemente ligado a los dirigibles. Se trataba del conde Ferdinand von Zeppelin.


Los aerostatos actuales

El primer récord de altura ascendiendo con un globo de hidrógeno normal lo establecieron en Septiembre del 1862 los meteorólogos británicos Coxwell y Glaisher, alcanzando una altura de 8840 metros. El 15 de Abril de 1875, trece años después, Gaston Tissandier y sus dos acompañantes Silvel y Croce-Spinelli, a bordo del globo Zenith llegaron a 8000 metros de altura, pero la falta de oxigeno hizo que éstos dos últimos murieran, llegando con vida a tierra, muy extenuado, Gaston Tissandier. En 1932, el físico suizo Auguste Piccard realizó una ascensión subiendo hasta 16201 metros dentro de una cápsula sellada, para su completa estanqueidad y suspendida debajo de un globo libre, lo que fue el primer vuelo en la estratosfera de un ser humano. El 4 de Mayo de 1961, Malcolm D. Rosson realizó una ascensión estratosférica hasta 34668 metros.

Los aerostatos actuales, deben su desarrollo a los adelantos que ha experimentado la tecnología, tanto en la construcción de la vela, como en el uso de combustibles y quemadores. Todos los avances conseguidos en estos elementos hacen posible poner un globo en vuelo en poco menos de media hora.

Hoy en día el empleo de aerostatos ha quedado relegado a tres actividades: la meteorología, la publicidad y como actividad deportiva.

En primer lugar, el empleo de aerostatos en la meteorología mediante los cuales se permite medir la presión, la temperatura y la humedad atmosférica a medida que asciende el globo. Un radio detector sigue su dirección, mientras éste es arrastrado por los vientos de las capas superiores de la atmósfera y, midiendo la posición del mismo en momentos sucesivos, se puede calcular la velocidad y dirección del viento a diferentes altitudes. Científicamente esta es la utilidad más importante que desarrollan los globos sonda, llamados así.

En el ámbito publicitario los globos, dirigibles, y otros aerostatos son muy atractivos visualmente por sus formas, colores y especialmente, al verlos volar. Es por ello que son muy empleados como medio de impacto visual y reclamo comercial. Siendo esta la utilidad prácticamente exclusiva que hoy en día desempeñan los dirigibles.


Pero el ámbito más destacado en la que podemos encontrar estos primeros ingenios del vuelo, es como actividad deportiva, de aventura y ocio. Siendo un deporte en auge que cada vez cuenta con más adeptos. Eventos importantes a nivel mundial se desarrollan año tras año en una gran cantidad de países. Se destacan las competencias de Bristol (Inglaterra), Chateau D´Öex (Suiza), Saga (Japón) y Alburquerque (EE.UU.), donde se ven volar a globos de los más variados tamaños, colores y de las más increíbles formas.


La última gran proeza

La carrera por rodear el planeta a bordo de una cesta colgada de un gran globo de aire caliente es uno de los empeños que el ser humano, con toda su tecnología, hasta ahora no había conseguido vencer. Año tras año, se sucedieron los intentos. Y, año tras año, se sucedieron los fracasos.

El 20 de marzo de 1999, el suizo Bertrand Piccard y el inglés Brian Jones culminaron la última gran hazaña posible para el hombre dentro de la atmósfera terrestre. Con el globo "Brietling Orbiter 3", construido por el inglés Don Cameron, aterrizaron en Egipto después de completar una vuelta completa al planeta. Habían despegado en Suiza, y durante veinte días volaron 46.759 kilómetros sin escalas. Para realizar la travesía, combinaron el gas helio y el aire caliente.



Fuentes
http://www.ballooning.es/
http://www.rtve.es/
http://timerime.com/

No hay comentarios:

Publicar un comentario