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domingo, 12 de julio de 2015

La tercera cruzada (1189-1192)

Corría el año 1187, en Tierra Santa, como gustaba de llamarla en aquella época. Los grandes reyes cristianos aspiraban a recuperar para su religión territorios bíblicos que estaban ocupados por infieles. Salah ad-Din Yusuf ibn Ayyub, conocido en español como Saladino, estaba siendo la espada musulmana que en Oriente poco a poco iba destrozando el dominio cristiano en aquella zona, y se había convertido en una obsesión para los reyes de Francia, Inglaterra y el Sacro Imperio. El 2 de octubre de aquel año Saladino había entrado en la Ciudad Santa por excelencia, Jerusalén, la urbe más sagrada de todas, después de haber derrotado a las tropas cristianas en la batalla de Hattin. 

El gran fracaso en Tierra Santa por parte de la comunidad cristiana hizo reaccionar a los reyes de Francia e Inglaterra dejando sus conflictos a un lado y uniendo sus fuerzas por el bien de la cristiandad

Exhortados por el papa Gregorio VIII a través de su encíclica, la Audita Tremendi, que llamó a una Tercera Cruzada, los principales reinos cristianos se unieron para recuperar la ciudad sagrada. Por un lado, el soberano francés, Felipe II Augusto; por otro el rey inglés Enrique II, y por último, el germano Federico Barbarroja. El 11 de mayo de 1189 comenzó la Tercera Cruzada, también conocida como la Cruzada de los Reyes, cuando Federico I Barbarroja salió al mando del mayor y mejor de los ejércitos organizados hasta entonces. Lejos de cabalgar unidos, las disputas eran frecuentes (a fin de cuentas, se luchaba no sólo por recuperar esas tierras, sino por hacerse con sus riquezas). Con un avance lento y prudente en mayo de 1190 consiguió llegar a Asia Menor, donde enseguida venció a los turcos en la batalla de Iconio. Sin embargo, la muerte del rey alemán en el camino en un accidente desgraciado tras caer a las heladas aguas del río Salef, muchos de sus hombres volvieron, muy pocos se quedaron para recuperar Jerusalén.

El rey que en principio iba a dirigir a las tropas inglesas hacia Jerusalén, Enrique II falleció en 1189 y eso dio paso a un tal Ricardo, conde de Poitou, quien comenzó a destacar por su arrojo y liderazgo. El tal Ricardo, que acabaría pasando a la Historia como Corazón de León, sería en poco tiempo el auténtico líder de aquella nueva Cruzada. 

En julio Ricardo y Felipe II Augusto, salieron juntos desde Vézelay hacia Tierra Santa. 


Ricardo, que dirigía el ejército inglés, partió por tierra desde Marsella en dirección a Sicilia. Felipe II Augusto que dirigía el ejército francés, que viajó por mar, llegó a Mesina, capital del reino de Sicilia, el 14 de septiembre. Guillermo II de Sicilia había muerto el año anterior, y le había sucedido Tancredo, quien mandó recluir a Juana Plantagenet, viuda de Guillermo y hermana de Ricardo de Inglaterra y proyectaba quedarse con el generoso legado que Guillermo II había hecho a su suegro, Enrique II de Inglaterra. El rey inglés conquistó y saqueó la capital del reino, Mesina, el 4 de Octubre de 1190. Tancredo le ofreció una importante compensación económica a cambio de que depusiera las armas. Felipe II dejó Sicilia directamente para el Oriente Medio el 30 de marzo de 1191, y llegó a Tiro a mediados de mayo. Ingresó en el sitio de Acre el 20 de mayo. 

Ricardo I
Ricardo I no partió de Sicilia hasta 10 de abril. Poco después de zarpar de Sicilia, Ricardo armo una flota de 100 barcos (transportando 8.000 hombres) fue sorprendido por una violenta tormenta. Varios buques encallaron, con gran cantidad de tesoros que se habían reunido para la cruzada. Pronto se descubrió que Isaac Ducas Comneno rey de Chipre se había apoderado del tesoro. Ricardo I de Inglaterra entró a Limassol el 6 de mayo, y se reunió con Isaac, quien accedió a devolver las pertenencias y enviar a 500 de sus soldados a Tierra Santa. Una vez que Isaac Ducas Comneno regreso a su fortaleza de Famagusta, rompió su juramento de hospitalidad y ordenó a Ricardo I salir de la isla. La arrogancia de Isaac le valió que Ricardo I Corazón de León conquistara la isla en pocos días. Luego abandonó la isla y llegó a Acre 7 de junio.

Acre llevaba dos años sitiadas cuando estas nuevas tropas cristianas llegaron a su ribera. En junio del año 1191 frente a las murallas de Acre se encontraron las tropas de Ricardo Corazón de León, con las tropas francesas que habían llegado en abril, con los ejércitos de Federico Barbarroja que ahora comandaba el duque Leopoldo de Austria, y con las tropas que allí estaban ya anteriormente y que dirigía Guy de Lausignac, actual rey de Jerusalén. 


El asedio continuó, aunque curiosamente, los ejércitos cristianos estaban sitiados también a sus espaldas por los ejércitos de Saladino que habían acudido allí en ayuda de la ciudad de Acre. Sin embargo, las insalubres condiciones que había alcanzado la ciudad, y las brechas abiertas por las catapultas cristianas, la obligaron a rendirse. San Juan de Acre capituló el 12 de julio del año 1191. 


La avaricia fue lo que provocó el rosario de ignominias que asoló después a la ciudad. Con las puertas abiertas, las disputas entre los reinos se acentuaron. Todos querían el botín; las cláusulas de la rendición contemplaba que los sarracenos pagaran 20.000 monedas de oro y que se devolviera la Santa Cruz. La ciudad pasaba a manos cristianos, y mientras se liberarían 1.500 prisioneros, el resto de la población quedaría como rehén hasta tanto se hiciera el pago del botín. 

Mientras tanto, el vencimiento del pago se cumplió, y Saladino no pagó el rescate. Las conversaciones para su liberación se retrasaron, y Ricardo, lejos de mostrar la más mínima compasión optó por la vía más brutal. Asesinó, uno a uno, frente a las murallas de Acre, a casi 3.000 rehenes musulmanes. 

No sería ni mucho menos el último asedio que sufrió la ciudad, pues años después, en el año 1291, los sarracenos volverían a tomar la ciudad. En 1517 fueron los turcos quienes la asediaron y tomaron, y entre marzo y mayo de 1799, fue Napoleón Bonaparte quien puso a sus tropas frente a las murallas para expulsar a los turcos. También en Acre estuvo recluido Baha'ullah, fundador de la religión Bahaísta. Desde 1918 estuvo bajo mandato del Imperio Británico, y finalmente en 1948 pasó a formar parte del Estado de Israel.

Después de la captura de Acre, el rey Ricardo decidió marchar a la ciudad de Jaffa, El 7 de septiembre de 1191 en Arsuf (30 kilómetros al norte de Jaffa), Saladino atacó a Ricardo I de Inglaterra. Saladino intentó atraer a las fuerzas de Ricardo I y luego destruirla fácilmente: Pero Ricardo I mantuvo su formación hasta que los Caballeros Hospitalarios se apresuraron a atacar el flanco derecho de Saladino, mientras que los Templarios atacaban el izquierdo. Ricardo ganó la batalla y acabó con el mito de que Saladino era invencible

Saladino I
En julio de 1192, Saladino lanzó un sorpresivo ataque contra Jaffa y recuperó la ciudad, pero luego de unos dias después volvió a ser reconquistada por Ricardo I. El 5 de agosto se libró una batalla entre Ricardo y Saladino, en la que el rey inglés, a pesar de su marcada inferioridad numérica, resultó vencedor. El 2 de septiembre de 1192, Ricardo y Saladino finalizó un Tratado de Paz por el cual Jerusalén permanecería bajo control musulmán, pero permitiría el peregrinaje cristiano desarmado para visitar la ciudad de Jerusalén (Tierra Santa), del mismo modo que a los musulmanes se les permitiría el acceso a las mezquitas de La Meca por territorios cristianos. Ricardo I salió de Tierra Santa el 9 de octubre.

A finales de 1191, cuando se encontraba a 20 Km de Jerusalén, recibió noticias de los problemas que causaba su hermano Juan sin Tierra y de que Felipe II Augusto amenazaba las fronteras de su país. El 3 de septiembre de 1192, Saladino y Corazón de León firmaron la tregua. En ella se estipulaba que los cristianos conservarían la franja costera que iba desde Tiro hasta Jaffa y sería libre la entrada de peregrinos cristianos en Jerusalén.

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