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lunes, 27 de abril de 2015

27 de abril de 1945 - en Italia, partisanos italianos capturan al ex dictador Benito Mussolini.

Benito Mussolini (1883-1945)
A finales del mes de abril de 1945, Mussolini tenía ya conciencia de la inminencia del fin, pero seguía pensando que era un deber moral plantear alguna forma de resistencia. Tras haber afirmado que, si fuese necesario convertiría a Milán en una segunda Stalingrado, centró su atención en la comarca de la Valtellina. Zona montañosa, podría convertirse en un efectivo reducto de resistencia definido por las milicias fascistas y respaldado por las fronteras suiza y alemana. La detención invernal de la ofensiva lanzada sobre la Línea Gótica había contribuido a levantar su ánimo, e incluso había llegado a pensar que los aliados pretendían hacer de él un interlocutor válido para tratar con Hitler. 

Sin embargo, la idea de establecer esta resistencia iría esfumándose con el paso de los días al comprobar la imposibilidad material de llevarla a cabo. Mientras, el Duce sigue ignorando las conversaciones secretas que se llevan a cabo entre todas las partes interesadas, para las cuales él es solamente el último escollo a anular. Personalmente, da muestras de una gran volubilidad, y si un día pretende ofrecer el poder a los socialistas, al siguiente manifiesta su deseo de tratar con la resistencia. En la tarde del 25 de abril, en la residencia del cardenal de Milán, tiene lugar una entrevista entre Mussolini y varios representantes del Comité de Liberación Nacional. 

No se obtiene en ella acuerdo alguno y poco más tarde, enterado el Duce de la voluntad de los partisanos de entregarlo a la decisión de un tribunal popular, abandona precipitadamente la ciudad y marcha hacia el lago de Como. Atravesando una región ya situada prácticamente en manos de la guerrilla, la caravana alcanza en la mañana del 26 la localidad de Menaggio. Le acompaña un destacamento de las SS que, más que como protector, se comporta como vigilante de un grupo de prisioneros. 

Las poblaciones de la zona se encuentran llenas de responsables del régimen, que buscan la protección de la inmediata frontera suiza. Trasladado en la tarde del mismo 26 al vecino pueblo de Grandola, Mussolini, en medio de un clima de temor e inseguridad, sigue negándose a tomar el camino del exilio. A las cinco de la mañana del 27, el grupo reemprende la marcha hacia el norte, por la carretera que bordea el lago. Poco después deben detenerse ante los obstáculos colocados por los guerrilleros. Entonces, el comandante del contingente alemán trata de convencer a Mussolini de la necesidad de pactar el transito con aquellos. A partir de ese momento, enterado el comité local de liberación de la presencia del dictador en la zona, decide realizar una serie de demostraciones que hagan pensar en una fuerza que realmente no posee. Pero esta estratagema da resultados, y sirve para incrementar todavía más el miedo de los huidos. 

Dentro del grupo, las dudas y los recelos mutuos se apoderan de todos. Mientras, en la noche del 26, una delegación italiana -de la que forma parte un hijo del mismo Mussolini- acordó con los responsables de la resistencia en Como que las personalidades fascistas serían entregadas con vida a los aliados. Para entonces, ya se había unido voluntaria e inesperadamente a la caravana Claretta Petacci, amante del Duce, que quiere compartir con él su destino. Los alemanes trataban entonces de convencerle para que huyese con ellos vestido de soldado de la Wehrmacht, pero él se negaba reiteradamente a soportar lo que consideraba una humillación. 

Finalmente, las presiones de todos consiguieron que aceptase esta salida y, cubierto por un capote y un casco alemán fue introducido en uno de los camiones entre los demás soldados. Había afirmado: "Confío más en los alemanes que en los italianos". Algunos de los altos jerarcas decidieron entonces volverse atrás, pero fueron inmediatamente apresados por los partisanos. 

Según la versión oficial, Urbano Lazzaro, miembro de la Brigate Garibaldi vigilaba la retirada de las tropas alemanas en la carretera de Dongo. Los soldados Partisanos detenían cada convoy para inspeccionarlo y capturar a todo fascista que estuviera intentando huir. En uno de los camiones, Lazzaro halló a Benito Mussolini disfrazado como soldado nazi e inmediatamente procedió a su arresto.

Encerrado primero en el ayuntamiento de Dongo, Mussolini es trasladado en la misma tarde del 27 al cuartelillo de Germasino. A las 3 de la madrugada del 28, los responsables locales de la resistencia -que quieren verse libres de tamaña responsabilidad- lo envían a Bonzanigo. De hecho no tenían intención alguna de suprimir al prisionero, pero tampoco la de entregarlo a las autoridades aliadas. Desde el día 19 de abril existía contra Mussolini una sentencia de muerte dictada por el Comité de Liberación de la Alta Italia, que contaba con delegación de poderes de actuación por parte del Gobierno de Roma. Esta sentencia era, pues, legalmente válida, pero todavía hoy están confusas las circunstancias concretas que impulsaron su inmediato cumplimiento. En esta decisión intervino de forma muy destacada el dirigente comunista Luigi Longo, antiguo combatiente en la guerra civil española. 

Así, desde Milán fueron enviados en busca del Duce dos miembros del partido dignos de toda confianza: Walter Audisio -alias Coronel Valerio- y Aldo Lampredi -alias Guido-, este último mano derecha de Longo, acompañados de doce hombres armados. Llegados a las 8 de la mañana del 28 a Como, se encontraron con dificultades y resistencias de toda clase al exigir la entrega de los prisioneros. Para entonces ya se movía gran cantidad de intereses de variada índole en torno a los mismos. Finalmente obtienen la información del paradero de éstos tras ejercer una serie de presiones sobre los responsables locales de la resistencia. Y, a las 2 de la tarde, Valerio y Guido hallan a Mussolini y a Claretta Petacci en su encierro. 

Tras haberles asegurado que vienen a liberarles, les introdujeron en un vehículo que inmediatamente tomó la carretera que bordea el lago de Como. Allí, después de recorrer poco más de cuatrocientos metros, fueron obligados a descender del mismo y situados contra el muro de una finca particular. La pareja tomó entonces clara conciencia de su destino, pero no hizo nada por defenderse, vista la situación planteada. El mismo Coronel Valerio les ametralló de cerca y, tras dejar los cuerpos en el mismo lugar, marchó a Dongo con parte de sus fuerzas. La comuna de de Dongo está ubicada en Como, a unos 70 kilómetros de Milano y muy cerca de la frontera con Suiza.

Llegado allí comprobó la presencia e identidad de los jerarcas fascistas detenidos, que sumaban un total de quince, y ordenó su inmediata ejecución. A pesar de los ruegos de las autoridades locales que trataban de evitar en la población todo acto de violencia, Valerio ordenó que fuesen trasladados a la plaza del ayuntamiento. A continuación, situados contra un muro, fueron ametrallados de espaldas como traidores. Sus cuerpos, cargados en camiones, fueron trasladados a Milán junto con los de Mussolini y Petacci. 

En esta ciudad tuvo inmediatamente lugar una sucesión de hechos especialmente horribles. Los diecisiete cadáveres fueron amontonados sobre el pavimento de la Piazzale Loreto y entregados a la ira de la masa. Esta, comportándose de la forma más despiadada, se enseñó con ellos hasta dejarlos irreconocibles. Luego fueron colgados de la marquesina de una gasolinera próxima  para exhibirlos públicamente junto a los cadáveres de otros altos mandos fascistas, como ellos mismos hicieron antes con los partisanos, en ese mismo lugar. Allí permanecieron por algún tiempo hasta que fueron retirados por las fuerzas aliadas que habían entrado en la ciudad. 


Este episodio, que lanzó sobre el pueblo italiano extensas críticas en la opinión internacional, venía a sellar de la forma más dramática veintitrés años de dominio fascista sobre el país. Las iras contenidas durante tanto tiempo por muchos se habían venido a unir a las penalidades soportadas durante la guerra para crear un estado de ánimo capaz de impulsar a la comisión de un acto de esta naturaleza, algo que no puede hallar explicación racional posible.

La urgencia de ejecutar a Mussolini -cuando había un pacto firmado para entregarlo vivo a las autoridades militares de los Estados Unidos- ha generado mucha polémica. 

Una explicación era que el Comité de Liberación Nacional Italiano había decidido la pena de muerte para no entregarlo y dar la posibilidad de que un tribunal internacional lo absolviera o le diera una pena menor.

Massimo Caprara, diputado comunista y partisano en aquella época, le atribuyó el asesinato a un tal Aldo Lampredi, quien habría estado bajo las órdenes directas de Moscú.

La versión de Urbano Lazzaro, nos dice que Clara Petacci habría intentado tomar un arma de los guardias y al intentar detenerla, los soldados habrían disparado accidentalmente al dictador, dejándolo agonizante. A raíz de esto, los soldados le habrían dado el tiro de gracia y asesinado a Petacci por provocar el incidente, lo que echaría por tierra la versión del fusilamiento.

Desgraciadamente, tanto Lazzaro como muchos de los partisanos que estuvieron presentes en aquel momento ya han fallecido y a pesar de que uno de los nietos de Mussolini trató de investigar por vía legal, queda poca evidencia para demostrar alguna de las versiones, por lo que sería muy difícil conocer las verdaderas circunstancias de la ejecución del dictador, quien se llevó a la tumba el misterio de su muerte.

Otras personas afirman que su ejecución habría sido llevada a cabo con la cooperación de agentes británicos, quienes además se habrían apoderado de los documentos que tenía en su poder y que podían comprometer a Winston Churchill. 

Si no había nada para ocultar, por qué no se le brindó a Mussolini la posibilidad de asistir a un juicio como el de Nuremberg? Durante sus últimos días Mussolini no se desprendió nunca de una cartera de cuero que, a su juicio, contenía documentos de tal magnitud que harían cambiar en forma radical la visión de los hechos ocurridos durante la guerra. Bien pudo tratarse de alguna artimaña del Duce, pero lo cierto es que esa cartera desapareció tras la ejecución de Mussolini en Dongo. Curiosamente días después de la culminación de la guerra, Churchill decidió tomarse unas "vacaciones" en Italia, más precisamente en el lago de Como, justo donde Mussolini vivió sus últimos días.  

Ese mismo día nacía una leyenda. La relación  Churchill-Mussolini   y la intrigante cartera de cuero repleta de documentos comprometedores le daban vida a uno de los hechos más misteriosos de la historia contemporánea. El contenido de la cartera de cuero de Mussolini, antes de ser depositada en un banco de Dongo, fue inventariado y al parecer consistía en cartas secretas con Hitler y con Churchill además de apuntes militares entre los que no faltaban algunos comentarios despectivos en referencia a Umberto de Saboya. El informe con el inventario, que estaba siendo custodiado por la 52ma Brigada Clerici, durante la noche del 29 de abril sufrió el "robo" de algunas de sus hojas, curiosamente la correspondencia original con Winston Churchill. A partir de ese momento las versiones sobre el robo de los documentos dio lugar a las más variadas hipótesis .La versión más firme sostiene que Churchill se hallaba en esos días en la cercana ciudad de Moltrasio en Villa Donegani y que partió hacia Inglaterra el día después del supuesto robo. Poco tiempo después Churchill  fue informado de que se habían hecho tres copias fotográficas del contenido de la cartera del Duce y en consecuencia movilizó a sus servicios secretos con el fin de encontrar y quemar las dos copias fotográficas. 

Para 1949 Churchill había logrado recuperar dos copias de esos comprometedores documentos. Una tercera copia (si es que la hubo) nunca apareció y  los ingleses desistieron de su búsqueda recién a mediados de los años cincuenta. La pregunta que surge de toda esta situación es porqué motivo Churchill puso tanto empeño (y dinero) en la búsqueda de sus cartas con Mussolini si supuestamente no contenían nada comprometedor. Sobre el verdadero contenido de estas cartas solo contamos con la palabra del propio Mussolini quién ocho días antes de ser fusilado concedió una sugestiva y reveladora entrevista a un diario local llamado "Il Popolo di Alessandria". Vale la pena transcribir textualmente algunos de los párrafos más salientes de dicha entrevista. Dice Mussolini: 
"Tengo una documentación en mi poder que la historia deberá evaluar como decisiva. Solo quiero decir que en 1940 las críticas hacia mi gobierno consistían en atacarme a través de los grandes diarios por mantener una neutralidad escandalosa y para la mayoría vergonzosa. Alemania se estaba adueñando de Europa y nadie entendía mi postura de no subirme al carro ganador. Los altos exponentes de la vida italiana, que ahora se llenan la boca hablando de mi megalomanía y ambición de poder, hicieron lo imposible para torcerme el brazo en esos momento cruciales. Es verdad, mi culpa es haber cedido a las presiones de mi pueblo pero para que está un gobernante si no es para servir a los intereses de su gente? Tras el asesinato del canciller austriaco Dollfuss, mi gran amigo, por obra de los nazis, fui el único gobernante que se enfrentó al expansionismo alemán enviando mis tropas a la frontera austriaca. Pero en esa oportunidad como en tantas otras los grandes líderes occidentales me dejaron solo. Una política enérgica de los hombres que hoy se sientan en Yalta hablando de paz, democracia y libertad hubiese servido para frenar los impulsos de Hitler. En 1940 ya era demasiado tarde para intentar cualquier tipo de negociación tendiente a salvaguardar la paz europea. De mi parte me siento con la conciencia tranquila de haber hecho todo lo que estuvo a mi alcance en esos años. No sé si Churchill estará igualmente tranquilo y sereno".
Es realmente sugestiva la referencia que hace de Churchill  aunque lamentablemente no brinda mayores detalles. Es que Mussolini pensaba usar sus cartas con Churchill de un modo extorsivo para negociar la integridad de su persona y lograr mejores condiciones para Italia a la hora de firmar una rendición con los aliados. El destino, sin embargo, no le brindaría esa posibilidad. Mussolini fue fusilado inmediatamente después de ser capturado.


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