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viernes, 18 de diciembre de 2015

18 de diciembre de 218 a. C.: en el río Trebia, cerca de Piacenza (Italia), las tropas cartaginesas de Aníbal derrotan al ejército romano en la batalla del Trebia.

Durante la primera guerra púnica (264-241 a.C.), acontecida años atrás en la lucha por Sicilia, Cartago ya había saboreado la derrota, después de que Roma se aliara con Siracusa, y en la Batalla de las Islas Egadas logró derrotar a Cartago lo que pondría fin a su supremacía naval.

Esta derrota le fue muy dolorosa a Cartago, debido a pérdidas territoriales y al pago de una indemnización a Roma. El padre de Aníbal, Asdrúbal Barca, que luchó durante la primera guerra púnica le haría jurar a su hijo que siempre odiaría a Roma.

Infantería romana
hastati (jóvenes, parte superior),
princeps (mediena edad, escudo rojo)
triarii (veteranos, escudo blanco)
La poderosa caballería mercenaria númida de Aníbal. 
La mayor parte de su ejército eran mercenarios)

La segunda guerra púnica comenzó pues, con el inicio de las hostilidades cartaginesas, en la península Ibérica, en ese momento, habían diversas tribus, sobre las que romanos y cartagineses ejercían una fuerte influencia, una de estas ciudades íberas, la de Sagunto estaba en la frontera con el territorio cartaginés en iberia, pero era un aliado de Roma y Aníbal atacó la ciudad, lo que iniciaría el conflicto entre ambas potencias.

Aníbal se dió cuenta de que no podía atacar por mar, debido a la supremacía naval que había alcanzado Roma (dicen algunos historiadores que copiando el diseño de naves cartaginesas o siracusanas durante la primera guerra púnica), así que decidió invadir territorio romano cruzando los alpes con 70.000 hombres y sus famosos elefantes, las bajas fueron grandiosas, perdió 44.000 hombres y a casi todos sus elefantes, aún así continuo su avance hacia Italia, esta invasión sorprendió enormemente a Roma ya que Cartago no había construido flota y no lo creían capaz de cruzar los alpes.

Tras la conquista de Qart Hadasht (Sagunto) por parte de Aníbal y el cruce de los Alpes, solo sobrevivieron sus mejores tropas, aquellas más recias y fuertes, sus tropas de élite hispanas, galas númidas y cartaginesas, algunos infantes ligeros y solo unos pocos elefantes de los casi 50 que habían partido al inicio del viaje desde la península ibérica...en total unos 40.000 hombres a los que posteriormente se le unirían mercenarios, galos, y todo tipo de tropas, llegarían finalmente al norte de Italia en la primavera y conquistaron la ciudad de Turín

Estas tropas cansadas por la travesía tenían que enfrentarse al ejército romano, formadas por casi 4 legiones (casi 20.000 hombres) 10.000 auxiliares y casi 3.000 equites dirigidas por el cónsul Tiberio Sempronio Longo que representaba a Roma junto con Publio Cornelio Escipión (padre).

Tiberio estaba ansioso por entrar en batalla, las próximas elecciones al consulados estaban próximas, y planeó una gran batalla sin hacer caso a los consejos de Escipión, que se mostraba más cauto. 

El río Trebia nace en los Apeninos, en las cercanías de Génova, desembocando en el Po a la altura de Piacenza. Precisamente en las cercanías de esta ciudad habían emplazado los romanos su campamento tras la derrota sufrida en el río Tesino. Según Polibio, Aníbal llegó a las proximidades del campamento romano cinco días después que aquéllos, estableciendo el atrincheramiento de sus tropas a una distancia próxima a los cincuenta estadios (unos 8900 metros). Con ello, ambos campamentos quedaban en la orilla occidental del río, es decir, la opuesta a Piacenza.

Fue entonces cuando los romanos sufrieron dos nuevos y graves contratiempos: la deserción de más de 2.000 galos, que asesinaron a algunos romanos en su huída; y la toma de Clastidium (actual Casteggio), donde los romanos guardaban gran cantidad de trigo. Tras estos sucesos, Escipión, el cónsul al mando de las tropas romanas, levantó el campamento, cruzó el Trebia y mandó asentar un nuevo atrincheramiento en unas colinas que dominaban la orilla oriental del río4, ocupando con ello una mejor posición desde el punto de vista estratégico, puesto que el lugar ofrecía un complicado acceso a la caballería enemiga. Los estudios efectuados en la zona han situado la ubicación del campamento romano a poco más de un kilómetro del río, cerca de la localidad de Rivergaro, en la ruta que une Piacenza y Génova.

Aníbal, al saber que los romanos estaban cruzando la orilla y fortificando su nueva posición, envió a la caballería númida con la intención de detener o al menos estorbar los trabajos del enemigo. Pero sus órdenes no se cumplieron al pie de la letra; los númidas se entretuvieron saqueando el campamento que los romanos acababan de abandonar y, como consecuencia, la mayor parte del ejército romano pudo atravesar el río sin serias dificultades. De lo contrario, la retaguardia, incluyendo a los animales que transportaban el bagaje, hubiera caído en manos enemigas. Los númidas solamente pudieron apresar a un puñado de hombres y causar la muerte a otros tantos.

Una vez puesto a salvo su ejército, Escipión decidió esperar hasta la llegada de su colega consular, Sempronio Longo, llegada que se produjo a mediados de diciembre del año 218 a.C. Al poco de la llegada de Longo, se produjo una escaramuza entre las caballerías de ambos ejércitos, saliendo mejor parada la romana, seguramente por la negativa de Aníbal a trabar combate sin establecer estrategia alguna. Este resultado produjo la euforia de Longo, cuya pretensión de alcanzar la gloria durante el ejercicio del consulado se hacía cada vez más patente. Por el contrario, tanto Aníbal como Escipión, que se recuperaba de las heridas sufridas en el Tesino, sabían que el tiempo jugaba en contra de los púnicos, quienes se exponían a quedar aislados en territorio enemigo. Es por tanto razonable, que Aníbal quisiera precipitar el enfrentamiento, mientras Escipión aconsejaba a su colega consular esperar a la llegada de nuevos refuerzos. Desgraciadamente para los romanos, será el Barca quien consiga su objetivo.

La batalla tuvo lugar el día posterior a la escaramuza arriba mencionada. En palabras de Polibio «La estación era ya solsticio de invierno, y el día era muy nevoso y extremadamente frío». Baste como orientación decir que la temperatura media de la zona en la actualidad ronda, durante el mes de enero, los 0º C.

Aníbal
Aníbal había descubierto un lugar ideal para organizar una emboscada; corría «un riachuelo en cuyas orillas había zarzas y espinos que las recubrían totalmente». Era el lugar ideal; un lugar llano con vegetación de marisma, sin árboles –los romanos desconfiaban profundamente de los bosques, pues en ellos tendían los galos sus embocadas-, con espacio suficiente para ocultar algunos hombres e incluso sus monturas.

Al anochecer, Aníbal envió a su hermano Magón, al frente de un destacamento de 1.000 jinetes y otros tantos infantes, al lugar elegido para la emboscada. Al alba, el comandante cartaginés ordenó a la caballería númida cruzar el Trebia y provocar a los romanos. La estratagema tuvo más éxito del deseado; Sempronio ordenó a la caballería salir en persecución de los númidas. Tras la caballería, envió los velites, unos 6.000 infantes ligeros, y, mientras éstos iban progresando, mandó formar a la infantería pesada y a los aliados. Fue así como los romanos partieron hacia el desastre, en una fría mañana del año 218 a. C., con temperaturas posiblemente inferiores a los 0º C. Las precipitaciones en forma de agua y nieve caídas durante la noche habían elevado considerablemente el nivel del agua del río. Así, cuando comenzaron a cruzar el río, las frías aguas empezaron a entumecer sus extremidades, cubriéndoles hasta las axilas y oponiendo resistencia a su avance.

Mientras los romanos -a quienes lo inesperado del ataque había impedido tomar alimento alguno- sufrían estas penalidades, los púnicos se calentaban en los hogares y tomaban alimento, a la par que se untaban la piel con grasa para combatir el frío: tan sólo tenían que recorrer los escasos 1.500 metros que les separaban del campo de batalla elegido por Aníbal.

Lo que en un principio podría ser considerado un combate equilibrado, con ambos ejércitos rondando los 40.000 hombres, se convirtió en una lucha desigual, con los soldados romanos agotados y hambrientos. Aníbal envió a la infantería ligera con lanzas y a los baleares, sumando entre ambos grupos unos 8.000 hombres. Por detrás, formó a su infantería pesada: unos 20.000 hombres entre iberos, galos y africanos, y desplegó su caballería en ambos flancos, dividiendo en dos el total de 10.000 jinetes con que contaba. Dividió también el total de elefantes, situando la mitad al frente de cada flanco.

Ante la táctica empleada por los jinetes númidas, el cónsul romano hizo regresar a su caballería, alineando su infantería según lo acostumbrado. Es difícil calcular el número de infantes romanos; Polibio habla de 16.000, y Livio calcula unos 18.000. A éstos hombres habría que sumar los cerca de 20.000 aliados –entre latinos y los pocos galos que permanecían fieles a los romanos- y unos 4.000 jinetes –entre romanos y aliados. Es cierto que Sempronio contaba con cuatro legiones, pero habría que descontar de estos efectivos tanto las unidades que se habían perdido en el Tesino y en las diferentes escaramuzas, como los hombres que se habían quedado guardando el campamento.


Sempronio desplegó su infantería pesada en el centro, con la caballería cubriendo los flancos. La infantería ligera, como siempre al frente de la formación, fue la primera en trabar combate. Pero los romanos, que estaban agotados, habían lanzado casi todas las jabalinas en la escaramuza con los númidas, y las que les restaban «estaban inutilizadas por la persistencia de la humedad». Así, aunque la infantería romana era muy superior a la cartaginesa, sus flacos, protegidos por la caballería, empezaron a ceder bajo el peso de los jinetes enemigos, superiores tanto en número como en preparación. Los elefantes contribuían a empeorar la situación; estos animales causaban verdadero terror a los caballos (por el olor que despedían, en opinión de Livio). Como consecuencia de todo ello, las alas romanas quedaron al descubierto, momento que aprovecharon los lanceros púnicos y los infantes númidas para atacar. Justo entonces, los jinetes númidas, que permanecían emboscados, se levantaron y atacaron a los romanos por la espalda, creando una confusión absoluta. Los hombres de Sempronio estaban perdidos: los honderos baleares lanzaban proyectiles constantemente; la caballería romana estaba en aplastante inferioridad numérica, y los elefantes efectuaban violentos ataques. Ante la desesperada situación, la caballería romana se retiró en dirección al río.

No paraba de llover; el agua y la sangre se mezclaban y embarraban el terreno. Los infantes romanos, abandonados a su suerte por sus compañeros de la caballería, no tenían una perspectiva clara de lo que estaba ocurriendo: el griterío era ensordecedor y los hombres, rodeados por los combatientes, no podían ver lo que estaba pasando a su alrededor; muchos caían al suelo y morían aplastados por sus propios compañeros.

Pese a lo difícil de la situación, los hombres situados en primera línea lograron romper el frente cartaginés y, viendo que todo estaba perdido, decidieron escapar en formación en dirección opuesta al río. Este grupo, formado por unas 10.000 unidades, logró llegar a Placentia. Los que permanecían en el campo de batalla fueron masacrados por la caballería y los elefantes púnicos, o murieron ahogados al intentar cruzar el río -los heridos tardarían horas en morir desangrados. Únicamente unos pocos lograron cruzar el Trebia y llegar al campamento para después, junto con la caballería y la guardia del campamento, marchar a Placentia.

Los púnicos desistieron de atravesar el río, pues las condiciones climatológicas lo desaconsejaban. Habían ganado la batalla, pero la continua lluvia, el frio y una fuerte nevada que cayó durante los días posteriores acabaron con muchos hombres y caballos, así como con todos los elefantes a excepción de uno

Esta victoria dejo a Aníbal el control y dominio sobre el norte de Italia lo que le permitió reabastecerse de suministros y sobre todo de hombres ya que había sufrido muchísimas bajas.

Más tarde otro cónsul Flaminio intentó derrotar a Aníbal pero este se enteró de la emboscada, y tras una complicada maniobra en la que el propio Aníbal perdió un ojo, atrajo a Flaminio hacia él, lo que le convirtió en el emboscador, esto ocurrió cerca del lago Trasimeno en donde perdieron la vida más de 15.000 romanos.

Movimientos militares durante la segunda guerra púnica

Después de esta derrota, la ciudad de Roma quedaba vulnerable, pero al no contar Aníbal con armas de asedio renegó de sitiarla, además no sabía con certeza el contingente que había en la ciudad, por lo que se marchó

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