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miércoles, 28 de septiembre de 2016

Explorando la Antártida

La historia de la Antártida es la historia de los últimos grandes exploradores de nuestro planeta. Este continente, el último descubierto por el hombre, estuvo reservado durante años sólo a unos pocos aventureros, hombre llenos de coraje e ilusión dispuestos adentrarse en el último sector desconocido del planeta.
“Se buscan hombres para viaje peligroso. Bajos salarios. Frío extremo. Largos meses de completa oscuridad. Peligro permanente. Regreso sano dudoso. Honor y reconocimiento en caso de éxito”.
Así cuenta la historia que Ernest Shackleton, uno de los más grandes íconos de la exploración Antártica, convocó a los miembros de una de sus odiseas polares.

Los viajeros que cruzaban el Cabo de Hornos frecuentemente se encontraban con vientos en contra y eran llevados al sur hacia cielos nivosos y mares con hielo; sin embargo ninguno de ellos hasta 1770, que se sepa, habría alcanzado el círculo polar. La historia del descubrimiento de tierra en los 64° S por Dirk Gerritz a bordo del Blijde Boodschap en 1599 fue mostrado como el resultado de un malentendido de un relator, Kasper Barlaeus, en 1622. Una historia similar de un avistamiento de "montañas cubiertas de nieve" más allá de los 64° S en 1603 fue relatada por el español Gabriel de Castilla. Existe controversia acerca de si las Georgias del Sur fueron avistadas en 1675 por La Roche.


Puede decirse con certeza que todos los navegantes que llegaron a los hielos del sur hasta 1750 lo hicieron involuntariamente al ser desviados de sus cursos. Una excepción puede hacerse quizás en favor del viaje de Halley en el HMS Paramour para investigaciones magnéticas en el Atlántico Sur cuando se encontró con los hielos en los 52° S en enero de 1700; pero ésa fue su latitud más austral. Un determinado esfuerzo de parte del oficial naval francés Pierre Bouvet de descubrir la tierra del sur descrita por un semi-legendario sieur de Gonneyville tuvo como resultado el sólo descubrimiento de la Isla Bouvet en 54° 25' S - 3° 24' E, con hielos cerca de los 55° S en 1730. En 1771 Yves-Joseph de Kerguelen-Trémarec zarpó de Francia con instrucciones de ir al sur desde Mauricio en busca de un "continente muy grande". Avistó una tierra en los 50° S que llamó Francia del Sur, y que creyó era la masa principal de un continente austral. Fue enviado otra vez para completar la exploración de la nueva tierra, y se encontró que era una isla inhóspita y la rebautizó como Isla de la Desolación, pero posteriormente fueron reconocidos sus esfuerzos bautizándola como Tierra de Kerguelen.

Hasta el siglo XVIII, esta región era una mancha blanca inexplorada en el mapa. Finalmente se convirtió en el objetivo de muchas naciones.

El británico James Cook (1728-1779) cruzó por primera vez el círculo polar sur el 17 de enero de 1773. Sin embargo, como no vio tierra alguna además de hielo, de ahí en adelante en todo el mundo a este paraje se le quedó el sobrenombre de "terra incognita".

Incluso la segunda circunnavegación de la región antártica, bajo la dirección de Fabián Gottlieb von Bellingshausen (1778-1852), báltico alemán al servicio de Rusia, sólo llevó al descubrimiento de algunas islas.

En cambio, durante su expedición (1822-1824), el ballenero James Weddell (1787-1834) penetró hasta 74°14'S en lo que más tarde se llamaría en su honor el Mar de Weddel. Así, el problema seguía sin ser resuelto.

Alrededor de 1840, durante el breve periodo caracterizado científicamente por la llamada "cruzada magnética", la expedición francesa (1837-1840), en busca del polo magnético del Hemisferio Sur, dirigida por Jules Sébastien César Dumont d'Urville (1790-1842), descubrió la Tierra Adelia.

La expedición estadounidense (1839-1842), al mando de Charles Wilkes (1798-1877), avistó la Tierra Wilkes y cartografió desde el barco cerca de 2.000 kilómetros de línea costera. Finalmente, el británico James Clark Ross (1800-1862) logró llegar hasta 78°10'S durante su expedición (1839-1843). Descubrió el Mar de Ross y la barrera de hielo de Ross, así como la extensa Tierra Victoria. Finalmente, Ross llegó a aproximadamente 300 Km. del polo magnético y determinó su posición en 75°05'S y 154°08'E, cerca de la que había calculado teóricamente el astrónomo y experto en magnetismo de Gotinga, Carl Friedrich Gauss (1777-1855).

Antes y después de ese periodo de descubrimientos, sólo los balleneros y los cazadores de focas se arriesgaban en aguas antárticas para regresar a casa con abundante carga.

Sus descripciones de las tierras como partes de un collar de perlas en el círculo polar antártico sólo aumentaron parcialmente la imagen de una terra incognita.

No fue sino hasta el VI Congreso Internacional de Geografía, que tuvo lugar en 1895 en Londres, que los participantes llegaron a la resolución de que la exploración de la región antártica era el más importante de los problemas geográficos que quedaban por resolver y, por tanto, recomendaron a la sociedad científica del mundo entero que solucionara dicho problema antes del fin del siglo XIX. Todavía no se sabía si la Antártida era un atolón gigante lleno de hielo o un continente cubierto de hielo. Sin embargo, esto pronto sería resuelto.

Primeras invernadas antes de 1900

En el verano de 1897, apoyándose en la recomendación de Londres, una expedición belga al mando de Adrien de Gerlache de Gomery (1866-1934) partió a bordo del Bélgica hacia la Tierra de Graham (hoy península antártica), donde descubrieron, entre otras cosas, el largo Estrecho de Gerlache en el lado occidental de la Península Antártica.

Cuando el buque se quedó varado en el hielo cerca de la costa antártica a unos 85°O, la expedición belga se vio obligada a invernar a bordo del barco. Fue la primera en realizar una observación meteorológica continua durante todo un año.

Sin embargo, no había un programa de investigación previamente establecido, así que los resultados científicos fueron producto de la casualidad y dependieron del afán de investigación de los estudiosos respectivos. De manera notable, Gerlache había elegido a los miembros de la expedición según su capacidad, independientemente de su nacionalidad. A bordo del Bélgica había dos polacos (Henryk Arctowski, 1871-1958), para las tareas geológicas, meteorológicas y oceanográficas, y un asistente para las observaciones meteorológicas), así como un biólogo rumano. También participaban, como médico experto de la expedición, el estadounidense Frederick Cook (1865-1940), que había explorado antes con Robert Peary el norte de Groenlandia, y el noruego Roald Amundsen (1872-1928), como segundo oficial.

El resto de la tripulación consistía de belgas y noruegos. Pero en marzo de 1899, el Bélgica, que se encontraba varado en el hielo, logró salir a la corriente helada y quedó libre otra vez.

El 28 de marzo de 1899, desde Punta Arenas Gerlache informó por radiotelegrafía el buen resultado de la invernada en la Antártida. Sin embargo, en 1898 hubo que lamentar dos víctimas, pues además de un marinero que cayó por la borda durante una tormenta, también murió el geofísico Emile Danco (1869-1898) de lo que entonces se llamó "anemia polar" y que, según los conocimientos actuales, fue causada principalmente por deficiencia vitamínica.

A su regreso, el meteorólogo Arctowski pudo presentar a la opinión pública mundial los primeros datos meteorológicos del ciclo anual completo de la Antártida. Mucho antes de que se desarrollara la teoría del frente polar en la década de 1920, determinó mediante sus observaciones que en la Antártida circulaban zonas de baja presión en forma de ondas. Arctowski mostró además que el invierno antártico era mucho más frío de lo que normalmente se creía antes de la invernada. Al mismo tiempo, notó que la frecuencia de la aurora austral era igual a la de la aurora boreal en sus respectivas amplitudes magnéticas, lo que indicaba un origen común.

La segunda expedición antártica (1898-1900), bajo la dirección del sueco Carsten Borchgrevik (1864-1934), se pudo llevar a cabo mediante un financiamiento privado inglés. Partieron a bordo del Southern Cross hacia la Tierra Victoria (al este del Mar de Ross), donde invernaron en Cabo Adare. Los hombres no sabían que habían levantado sus dos refugios prefabricados en la costa más ventosa de la Antártida.

Además de algunas recolecciones zoológicas y geológicas y observaciones magnéticas, también realizaron mediciones meteorológicas cada dos horas durante un año, así como registros de la presión atmosférica y la temperatura en el continente austral. También en 1899 la deficiencia vitamínica constituyó un gran problema durante la invernada de la expedición polar y el biólogo del Southern Cross, Nikolai Hanson, murió de escorbuto. Antes del viaje de regreso, Borchgrevik todavía intentó llegar hasta 78°50'S sobre la Barrera de Ross.

Los resultados meteorológicos aportaron la primera imagen del clima marítimo antártico. Los vientos predominantes ESE y SE señalaron la existencia de una zona de alta presión que se extendía por una gran parte de la todavía desconocida Antártida y que correspondía a un reflujo de masas de aire en dirección al Polo Sur en las capas de aire superiores.

Cooperación internacional meteorológica y magnética (1901-1904)

Durante la realización del VII Congreso Internacional de Geografía en 1899 en Berlín, ya se pudieron discutir planes concretos de la expedición británica a la Antártida al mando de Robert Falcon Scott (1868-1912) y de la expedición alemana al Polo Sur bajo las órdenes de Erich von Drygalski (1865-1949).

Al igual que en el precedente Primer Año Polar Internacional (1882-1883), cuando se coordinaron mediciones simultáneas alrededor del Ártico, el congreso acordó una cooperación internacional entre el 1 de octubre de 1901 y el 31 de marzo de 1903 para la realización de las mediciones meteorológicas y magnéticas de las expediciones antárticas, así como de todos los barcos mercantes y de la Marina que siguieran un curso al sur de 30°S.

Además de la expedición de Drygalski (1901-1903), que llegaría hasta aproximadamente 90°E al sur de las Kerguelen en el Océano Índico, y la expedición de Scott hacia la Tierra Victoria (1901-1904), finalmente también participaron la expedición sueca hacia la Tierra de Graham (1902-1903) al mando de Otto Nordenskjöld (1869-1928)y la expedición escocesa hacia el Mar de Weddel oriental (1902-1904) al mando de William Speirs Bruce (1868-1921).

Adicionalmente, se crearon con fines de comparación estaciones filiales que no estuvieran influidas por el clima de la Antártida. Éstas se localizaron en la Isla de los Estados en Cabo de Hornos para Nordenskjöld, en las islas Malvinas para Bruce, en las Kerguelen para Drygalski y en Christchurch (Nueva Zelanda) para Scott. Cuando Scott quiso invernar un segundo año y estaba en marcha una quinta expedición francesa (1903-1905) al mando de Jean-Baptiste Charcot (1867-1936), la cooperación internacional se prolongó un año más.


Nordenskjöld
Por desgracia, el buque Antarctic de Nordenskjöld quedó atrapado por la banquisa en la salida noroeste del Mar de Weddell y finalmente fue aplastado por ésta, por lo que naufragó. Los miembros de la expedición invernaron en tres distintos lugares en los que realizaron investigaciones científicas hasta donde les fue posible.

Es de destacar el primer hallazgo de restos fósiles de plantas terciarias y la exposición derivada de los hallazgos geológicos posteriores de Nordenskjöld, que se extendieron a los Andes sudamericanos en la Península Antártica.

A diferencia de Robert Falcon Scott y Otto Nordenskjöld, Erich von Drygalski y William Speirs Bruce encontraron toda una tierra virgen y cada uno realizó fácilmente una amplia investigación que llevó a interesantes resultados.

Drygalski
De acuerdo con las ideas de Alejandro von Humboldt, Drygalski planeó la investigación integral de los cuatro elementos (tierra, agua, aire, fuego) en la desconocida Antártida. Por esa razón, además de él, que quería realizar investigaciones geográficas y oceanográficas, y de un geólogo, que era experto en tierra firme y volcanes, había también un físico, que debía realizar mediciones meteorológicas y magnéticas. Un biólogo completaba la investigación del entorno vital (fauna y flora). Todo lo nuevo que se manifestara en la región antártica se registraba y se ponía en una exposición conjunta.

Así, Drygalski realizó mediciones de temperatura hasta 500 m. de altura durante su ascenso en un globo cautivo, a diferencia de Scott que un mes antes ya había sido el primero en subir en un globo. Los resultados llenan un total de 22 volúmenes, doce de los cuales contienen resultados zoológicos.

El concepto de investigación tipo Humboldt ampliamente aplicado por Drygalski en su expedición era único y nunca más sería seguido, ya que las expediciones se fueron especializando en aspectos de investigación particulares.

Para sus propios estudios, Drygalski eligió una forma que, por ejemplo, todavía aplica hoy día el Instituto Alfred Wegener de Alemania en la investigación polar y marítima:
  • mediciones tomadas en el barco durante el viaje de Europa a la Antártida,
  • mediciones tomadas en la estación durante la invernada,
  • viajes de exploración por los alrededores de la estación en primavera,
  • mediciones tomadas en el barco durante el viaje de regreso.
Lamentablemente, los frutos de la cooperación internacional no produjeron el resultado que se había esperado. Las mediciones magnéticas durante el viaje de ida y vuelta a la Antártida a bordo del barco alemán Gauss y del británico Discovery mejoraron los mapas marítimos sólo en la zona de las rutas de viaje respectivas.

La colección de datos meteorológicos asciende en total a aproximadamente 600.000 observaciones individuales. Sin embargo, la red de mediciones alrededor de la Antártida no fue lo bastante cerrada para la construcción diaria de mapas meteorológicos. Únicamente entre Cabo de Hornos y la Península Antártica hubo suficientes datos que permitieron trazar la distribución diaria de la presión atmosférica.

Los descubrimientos geográficos sugirieron la conclusión de que la Antártida es un continente cubierto de hielo. Además, a partir de las mediciones del viento y de la presión atmosférica, se pudo determinar la altura promedio del continente antártico en 2000 ± 200m.

La estación meteorológica establecida por Bruce en la Isla Laurie (Islas Orcadas del Sur) fue entregada a Argentina en 1904 y, desde entonces, funcionó con el nombre de Base Orcadas y, con su ininterrumpido margen de mediciones, proporciona un valioso valor básico para posteriores investigaciones climatológicas.

El atractivo de los polos (1911-1912)

El llamado "Periodo del atractivo de los polos" estuvo determinado por pautas personales y representado por el francés Jean Charcot (1908-1920), Scott y su antiguo acompañante Ernest Shackleton (1874-1922), el noruego Roald Amundsen (1872-1928) y el alemán Wilhelm Filchner (1877-1957), así como por el japonés Nobu Shirase (1861-1946) y el australiano Douglas Mawson (1822-1958). Charcot y Filchner constituyeron, en realidad, una excepción, ya que sus expediciones, además de descubrimientos geográficos, llevaron a cabo un amplio programa científico.

Las demás contribuyeron en su mayoría a alcanzar los objetivos geográficos como el Polo Sur, incluso a riesgo de su propia vida.

Mientras que durante su expedición en 1909 Ernest Shackleton prefirió regresar cuando estaba a sólo unos 180 km del Polo Sur para escapar de un desastre causado por la escasez de alimentos, Scott y sus cuatro acompañantes murieron en 1912 a causa de una serie de acontecimientos adversos durante una larga tormenta de nieve en su camino de regreso del polo.

Amundsen
La expedición japonesa tuvo que invernar en Sydney en condiciones precarias y explorar a continuación la Tierra de Eduardo VII en las cercanías de la estación noruega de invernada de la Bahía de las Ballenas en la orilla occidental del Mar de Ross, mientras que Amundsen fue el primero en llegar al polo con su grupo, el 14 de diciembre de 1911. Amundsen llamó a su campamento Polheim, y todo lo que rodeaba al polo, Haakon VII's Vidde, en honor al Rey Haakon VII de Noruega

La expedición australiana determinó por primera vez la ubicación exacta del polo magnético. Sin embargo, también tuvieron que lamentar dos víctimas mortales durante un viaje en trineo.

La Expedición Transantártica Imperial Británica de Shackleton también corresponde a este periodo. Se componía de dos grupos. Shackleton dirigía la División del Mar de Weddell (1914-1916), cuyo barco Endurance fue aplastado por los bloques de hielo y se hundió a finales de 1915. No obstante, los miembros de la expedición pudieron salvarse gracias a la osada travesía de Shackleton en un pequeño bote de remos a las Islas Georgias del Sur.

La División del Mar de Ross (1914-1917), que debería preparar los almacenes para la travesía en la meseta de hielo, invernó en Cabo Evans en condiciones precarias cuando el barco de la expedición se desvió de rumbo prematuramente durante una ventisca y quedó a la deriva durante diez meses entre los bloques de hielo del Mar de Ross. Dos miembros de la expedición fallecieron.

Puesto que las expediciones de este periodo no cooperaron entre sí para nada y sólo por casualidad las expediciones noruega y japonesa se encontraron en la Antártida, los diferentes resultados científicos de estas expediciones deben considerarse como individuales e independientes; sin embargo, fueron percibidos en parte como totalmente extraordinarios. Así, durante la travesía de nueve meses del Deutschland de Filchner se detallaron por primera vez medidas oceanográficas y se llevaron a cabo sondeos. También se analizaron continuamente las condiciones meteorológicas de las capas de aire con cometas y globos a los que se fijaron aparatos de registro.Estas mediciones todavía son representativas y no han perdido su valor.

Las investigaciones glaciológicas de icebergs y de la Barrera de Hielo de Ross, realizadas por Charles Seymour Wright (1887-1975) durante la expedición de Scott, produjeron incluso una bibliografía básica sobre glaciología.

Aviones en la Antártida desde 1928

Después de la Primera Guerra Mundial, la técnica aeronáutica se desarrolló a tal grado que fue posible pensar en utilizarla para fines de exploración en la Antártida. Los descubrimientos y cartografías hechos para el aire se utilizaron a menudo en esa época para justificar los reclamos territoriales en la Antártida. 

También hubo jefes de expediciones individuales que se lanzaron hacia el Sur para alcanzar objetivos principalmente privados.

El australiano Hubert Wilkins (1888-1958) fue el primero en utilizar aviones durante su expedición (1928-1929) para la exploración de la costa este de la Tierra de Graham 

En 1928-1930, el estadounidense Richard Evelyn Byrd (1888-1957) había establecido en la Bahía de las Ballenas, cerca de la antigua estación de invernada de Amundsen, una estación con el nombre de Little America I, desde la que supuestamente el 20 de diciembre de 1929 quería sobrevolar el Polo Sur.

Al mismo tiempo, en otra parte del continente, la primera expedición noruega (1929-1930), patrocinada por el cónsul Lars Christensen (1884- 1965) y bajo la dirección de Nils Larsen (nacido en 1900), realizó un sondeo aéreo de la Tierra de Enderby.

Wilkins regresó a la Antártida en 1929-1930 para seguir persiguiendo su objetivo de volar desde las dependencias de las Islas Malvinas (Isla Decepción) hacia el Oeste a lo largo de la costa de la Península Antártica hasta el Mar de Ross.

Durante su segunda expedición (1929-1931), Mawson cartografió la costa entre 75°E y 45°E tanto desde barco como desde avión. Esto se consideró como frontera entre las actividades británicas y noruegas y las correspondientes aspiraciones a los reclamos territoriales.

Lincoln Ellsworth (1880-1951) apareció en escena en 1933-1934 como otro competidor para ser el primero en sobrevolar el continente antártico desde el Mar de Ross hacia la Península Antártica, pero su avión se dañó ya desde el inicio al aterrizar en el hielo marítimo en la Bahía de las Ballenas.
Su segundo intento en 1934-1935 en dirección opuesta fracasó debido a las malas condiciones meteorológicas.

En 1933-1935, desde su estación ampliada Little America II, Byrd continuó la cartografía aérea de la Tierra de Marie Byrd hasta la Cordillera de la Reina Maud.

Byrd
Richard Byrd y su primer piloto Bernt Balchen se convirtieron en las primeras personas en sobrevolar el polo sur, el 29 de noviembre de 1929. Richard Evelyn Byrd o Richard Byrd (Jr.) (1888-1957), fue un importante explorador y aviador estadounidense, especialmente conocido por sus audaces vuelos sobre la Antártida, que permitieron conocer mejor la configuración geográfica del continente helado.

Byrd había experimentado por primera vez la eficacia de los aviones en la empresa polar de 1925, cuando sobrevoló la isla de Ellesmere partiendo de Groenlandia. El éxito del vuelo le hizo pensar en la posibilidad de alcanzar el Polo Norte por vía aérea y en 1926 realizó el proyecto. El 9 de mayo se elevó sobre Kingsbay (ahora Ny-Ålesund), Spitsbergen (Svalbard) a bordo de un monoplano Fokker y, junto con el piloto Floyd Bennett, afirmó haber volado sobre el Polo Norte. Esta hazaña le reportó gran renombre y le sirvió para recibir financiación para sus vuelos sobre el Polo sur. Sin embargo ya desde 1926 y hasta la actualidad se han expresado dudas sobre si Byrd efectivamente sobrevoló el Polo Norte sobre la base del alta velocidad supuesto. En 1996, estas dudas se confirmaron cuando su diario de vuelo se encontró. El diario mostró que las anotaciones del sextante habían sido borradas y luego inventó en su informe oficial.

Empleó este mismo medio para la exploración de la región antártica. La expedición de Byrd de 1928 al Polo Sur fue cuidadosamente preparada y provista de grandes medios. El campamento base, en la punta norte de la isla Roosevelt, en el mar de Ross, contaba con laboratorios, talleres, almacenes, una estación de radio y un hospital. En esta base, llamada "Little America", vivieron 14 meses 42 hombres. De allí partió Byrd en avión para dar la vuelta al Polo Sur que sobrevoló el 29 de noviembre de 1929. Su piloto en ese vuelo fue Bernt Balchen. Él descubrió la tierra que se llama Mary Byrd Land e importantes cadenas montañosas y exploró la tierra de Eduardo VII, una gran península helada de la Antártida que forma el extremo nordoccidental de la Tierra de Marie Byrd, punto de inicio del mar de Ross. Dando pruebas de gran valor, pasó el invierno de 1934 solo en una cabaña a casi 200 km de Little America, con objeto de obtener datos científicos.

Espoleado por los éxitos obtenidos, Byrd organizó otras tres expediciones entre 1939 y 1955, en las que se sirvió, además, de aviones, de helicópteros y submarinos, permitiendo conocer cada vez mejor la Antártida y estableciendo su continentalidad.

Organizó la Operación Highjump, cuya denominación oficial era The United States Navy Antarctic Developments Program, 1946-47 o Programa de Desarrollos Antárticos de la Armada de los Estados Unidos. Se trataba de una serie de maniobras militares que tenían por objeto probar equipos militares y tropa en condiciones antárticas. Estas maniobras tendrían continuidad con la Operación Windmill (1947-1948) y la Operación Deep Freeze (1955-1956).

Murió el 11 de marzo de 1957 en Boston, mientras dormía. Estaba preparando otra expedición con objeto del Año Geofísico Internacional 1957-58.

Algunos autores han especulado sobre la figura de Byrd, relacionándole con la teoría de la Tierra Hueca. Afirman que en uno de sus vuelos descubrió una entrada a dicho mundo intraterrestre. En 1957, el escritor italiano F. Amadeo Giannini publicó The Worlds Beyond the Poles (‘los mundos más allá de los polos’), en que afirmaba -sin aportar ninguna prueba- que en febrero de 1947, Byrd había intentado ser el primer humano en llegar al polo norte y encontró una entrada a un mundo subterráneo. El supuesto hallazgo no habría salido a la luz porque el ejército de EE.UU. habría acallado a Byrd, aunque las declaraciones del aviador sobre sus exploraciones ofrecerían pistas bajo la opinión de estos autores, y que se señala que todo lo que escribió en su diario fue totalmente real. Tras décadas de exploraciones aéreas y terrestres, innumerables exposiciones fotografías satelitales de muy diferentes naciones, con muy diferentes intereses en la región, no se han encontrado indicios de que dicha teoría sea cierta.

La expedición británica a la Tierra de Graham (1934-1937), bajo la dirección del inglés John Rymill (1905-1968), invernó dos años y exploró la Península Antártica Occidental desde avión y con trineos tirados por perros y comprobó que la Tierra de Graham está unida al continente Antártico.

Por primera vez se combinaron aquí técnicas modernas con medios de locomoción tradicionales, para lo que no había ningún equivalente en esa época, aunque Scott ya había experimentado con trineos de motor en 1910. Asimismo, la expedición de Rymill siguió un programa intensivo meteorológico, geológico, glaciológico y biológico.

En noviembre de 1935, Ellsworth logró completar, con cuatro aterrizajes intermedios, el primer vuelo sobre la Antártida desde la Isla Dundee (Península Antártica) hasta Bahía de las Ballenas y realizó nuevos descubrimientos como las montañas de la cordillera Eternity.

Una de las numerosas expediciones antárticas del noruego Christensen realizó extensos vuelos de fotografía sobre la costa antártica entre la Tierra del Emperador Guillermo II y la Tierra de Enderby, así como a lo largo de la Costa del Príncipe Harald descubierta por ellos, cuya posesión fue reclamada por Noruega.

Finalmente, en el verano austral de 1938/1939 la expedición alemana en el buque-catapulta Schwabenland, bajo el mando de Alfred Ritscher (1879-1963) llevó a cabo una eficiente campaña de verano, durante la cual, mediante fotogrametría aérea desde dos aviones, se llevó a cabo un reconocimiento detallado de una región hasta entonces desconocida entre 14°O y 20°E con el propósito de tomar posesión de este territorio por seguridad de la floreciente pesca de ballenas alemana. La expedición descubrió ahí Nueva Suabia junto con sus cordilleras y, con las tomas fotogramétricas, construyó una de las cartas más informativas del interior de la Antártida de esa época, la cual cubre aproximadamente 350,000 km2.

Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial impidió la continuación de las investigaciones planeadas sobre el territorio.

A diferencia de la expedición alemana, la tercera empresa de Byrd (1939-1940) estudió los alrededores con aviones y trineos jalados por perros desde dos estaciones de invernada (East Base en la costa este de la Tierra de Graham y Little America III), y amplió así de manera decisiva los conocimientos de las expediciones anteriores.

Acerca del Polo Sur

El polo sur geográfico se localiza en el extremo austral del planeta, equivalente a la latitud 90° S, donde convergen todos los meridianos. Se define como el lugar donde el eje de rotación se interseca con la superficie de la Tierra y son aplicables iguales observaciones que para el polo norte.

El polo sur geográfico es definido como uno de los dos puntos donde el eje de rotación de la Tierra se interseca con su superficie (el otro punto es el polo norte geográfico). Sin embargo, el eje de rotación terrestre cambia a lo largo del tiempo, por lo que esta definición no es completamente precisa. El punto de proyección del polo sur geográfico a la esfera celeste da lugar al polo celeste sur.

Está situado sobre la Antártida, a aproximadamente 2600 km del polo sur magnético. Está situado sobre una meseta llana, helada y ventosa a 2835 m de altitud sobre el nivel del mar. Se estima que el espesor de la capa de hielo en el polo sur es de unos 2700 m, con lo que el suelo de tierra estaría prácticamente a nivel del mar.

La masa polar de hielo se encuentra sobre un glaciar que se mueve 10 metros por año, por lo que la posición exacta del polo, relativa a la masa de hielo, cambia gradualmente con el tiempo. Un marcador del polo sur es reposicionado cada año para reflejar esto.

Sin embargo, no fue hasta el 31 de octubre de 1956 cuando otro hombre pisó el polo otra vez, cuando un grupo liderado por George Dufek, de la Marina estadounidense, aterrizó en el avión de transporte militar R4D Skytrain (Douglas C-47 Skytrain). La Base Amundsen-Scott estadounidense fue establecida alrededor de 1956–1957, con motivo del Año Geofísico Internacional. 

El 6 de enero de 1962 se realizó el Primer Vuelo Argentino al Polo Sur de dos aviones de la Aviación Naval Argentina Douglas DC-3 al mando del entonces Capitán de Fragata Hermes Quijada, hecho que sorprendió a la opinión mundial ya que no se contaba en esos momentos con cartografía de la zona y por ende se desconocía la existencia de referencias en tierra que pudiesen facilitar la orientación durante el vuelo directo desde el continente.


Luego de Amundsen y Scott, los siguientes en llegar al polo sur por tierra fueron Edmund Hillary, el (3 de enero de 1958), y Vivian Fuchs, el (19 de enero de 1958), con sus respectivos grupos, en el transcurso de la "Expedición Trans-Antártica de la Commonwealth". Hubo varias expediciones subsecuentes por tierra, incluyendo la Antero Havola, Crary y Fiennes. La marcha a pie más rápida sin soporte al polo sur geográfico desde la costa duró 47 días, y fue hecha en 1999 por Tim Jarvis y Peter Treseder, quienes llevaron trineos que pesaban 200 kg, que contenían comida y combustible.

Sin considerar las Islas Sandwich del Sur, el país más cercano al polo sur es Chile (3718 km), aunque la ciudad más próxima es Ushuaia, situada en Argentina (3910 km) y el pueblo más cercano es Puerto Williams, Chile (3895 km). La base de investigación científica Amundsen-Scott, de los Estados Unidos, se encuentra situada prácticamente en el polo sur geográfico (89°59'51" de latitud sur, a unos 270 metros). La distancia entre el polo norte y el polo sur geográficos (siguiendo la curvatura de la tierra) es de unos 20.000 km.

Tratado Antártico

El Tratado Antártico es uno de los más destacados acuerdos internacionales de la historia. Desde 1959, ha logrado preservar la Antártida para la paz y la ciencia, convirtiéndose en una referencia de cooperación y legislación internacional.

Bandera del T. Antártico
El Tratado Antártico fue firmado en Washington (Estados Unidos) el 1º de diciembre de 1959 y entró en vigencia el 23 de junio de 1961. Sus primeros signatarios fueron los doce países que entre 1957 y 1958 participaron del Año Geofísico Internacional: Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Rusia, Sudáfrica, Reino Unido y Estados Unidos.

Desde su primer artículo, establece que
“La Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos”. 
Gracias a ello, hoy es el único continente donde no ha habido enfrentamientos bélicos en toda la historia.

La ciencia es la principal actividad que se desarrolla en el continente. Por ello, en su segundo artículo establece que
“la libertad de investigación científica en la Antártida y la cooperación hacia ese fin […] continuarán”.
Actualmente, 49 países forman parte del Sistema del Tratado Antártico. 28 de ellos, los que tienen actividad e investigaciones activas en el continente, son miembros consultivos y 21 de ellos no consultivos.

Al momento de la firma del Tratado, siete países tenían reclamos territoriales sobre el continente, algunos de ellos superpuestos. Por tal motivo, el artículo IV mantiene el statu quo:
“Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región”.
Mientras el tratado permanezca vigente:
“No se harán nuevas reclamaciones de soberanía territorial en la Antártida, ni se ampliarán las reclamaciones anteriormente hechas valer”.
Para llevar adelante todo lo establecido en el acuerdo, cada año los países miembros se reúnen en la Reunión Consultiva del Tratado Antártico, donde intercambian información y toman medidas relacionadas con el uso dela Antártida para fines pacíficos y la investigación y la cooperación científica internacional.

Con el correr del tiempo, los países fueron adoptando nuevas medidas y se firmaron nuevos acuerdos internacionales que dieron forma al conjunto de normas que complementan al tratado y se conoce como Sistema del Tratado Antártico.

miércoles, 21 de septiembre de 2016

Reclamaciones guatemaltecas sobre Belize

Belice se localiza en América Central, ribereño del Mar Caribe; limita con México al norte y con Guatemala al oeste y al sur; al este el Golfo de Honduras lo separa de Honduras por 75 Km. de distancia en el punto más cercano entre las dos naciones. Además de que Belice es el nombre del país, el principal río y la ciudad y puerto más grande también llevan ese nombre.


Tomando en cuenta la geografía local y las manifestaciones culturales prehispánicas, se pueden definir tres zonas: Belice central, que incluye el Distrito de Cayo y las Montañas Mayas; el Norte de Belice, definido por la Bahía de Chetumal y el Distrito Orange Walk; y el Sur de Belice, que incluye el Distrito Toledo y la costa del Golfo de Honduras. La costa de Belice es un importante destino turístico por poseer la barrera de arrecife más grande de todo el hemisferio occidental, la cual se extiende por 298km. La Belize Barrier Reef Reserve System (BBRRS) fue declarada como Patrimonio de la Humanidad por UNESCO en 1996, e incluye las reservas de Bacalar Chico, Blue Hole, Half Moon Caye, South Water Caye, Glover’s Reef, Laughing Bird Caye y Sapodilla Cayes. También son importantes los atolones de Turneffe Island y Lighthouse Reef. En total contiene más de 450 cayos de arena y mangle, los cuales contienen formaciones de distintos tipos de coral y por lo tanto un único ecosistema marino, con muchas especies de peces, tiburones, tortugas, moluscos, crustáceos y otros animales marinos. Destaca el Blue Hole, un gran sumidero o "agujero azul" de la costa de Belice. Se encuentra cerca del centro del arrecife Lighthouse, un pequeño atolón ubicado a 100 kilómetros de la costa continental y la Ciudad de Belice. El agujero es de forma circular, y cuenta con más de 300 metros de ancho y 123 metros de profundidad. Se formó como un sistema de cuevas de piedra caliza durante el último período glacial, cuando los niveles del mar eran mucho más bajos. Como el mar comenzó a subir de nuevo, las cuevas se inundaron, y el techo se derrumbó. Se cree que es el fenómeno más grande del mundo en su género. El Gran Agujero Azul es parte del Sistema de Reservas de la Barrera del Arrecife de Belice, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.


La región perteneció al imperio y civilización Maya que pobló Mesoamérica hasta la llegada de los conquistadores españoles; en su territorio, incluido el sur de México y Guatemala, se asentaron los itzaes. La presencia de los primeros habitantes de Belice es testimoniada por los vestigios arqueológicos en las ciudades de Lubaantún y Altun Ha. Los más antiguos restos arqueológicos encontrados se remontan al período preclásico (1500 a.c. - 300 d.c.), entre ellos las cerámicas del yacimiento de Barton Ramie. Durante el período clásico (300 d.c. - 900 d.c.), los mayas construyeron pequeños poblados en las llanuras aluviales y en las faldas de las colinas, edificando, a un nivel más alto, templos y palacios. 


También se han encontrado restos de tumbas y centros ceremoniales, con pirámides y campos para el juego de pelota, así como algunos pocos ejemplos del período posclásico.

La ocupación inglesa

En 1502 Colón navegó hacia la bahía y la denominó Bahía de Honduras; en esa época España era nominalmente la potencia colonial de la región, cuyos derechos de conquista y posesión, como descubridora, se apoyaban en la bula inter Caétera de 1493, del Papa Alejandro VI, que establecía un meridiano al oeste del cual todas las tierras «halladas y por hallar» pertenecerían a los reyes de Castilla y León.

Pedro de Alvarado, lugarteniente de Hernán Cortés, obtuvo de Carlos V el título de Capitán General de Guatemala (hoy Honduras, El Salvador y Guatemala) el 27 de diciembre de 1527, constituyendo la Capitanía General de Guatemala, dependiente del Virreinato de la Nueva España. 

Los Estados actuales de Costa Rica, Nicaragua y Panamá quedaron comprendidos en la Audiencia de Panamá en 1538. El 13 de septiembre de 1543 se creó la Audiencia y Cancillería Real de Santiago de Guatemala, conocida simplemente como Audiencia de Guatemala o Audiencia de los Confines, suprimiéndose la de Panamá, comprendiendo las provincias de Tabasco, Soconusco, Yucatán, Cozumel, Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Veragua y Panamá. La sede de la Audiencia estuvo en Concepción de Comayagua, Honduras, anteriormente Nueva Valladolid.

En 1544 la Audiencia de Guatemala se trasladó a Gracias a Dios (Honduras), en 1549 a Guatemala y en 1565 a Panamá, cuando se suprimió la Audiencia de los Confines, quedando su jurisdicción reducida a las provincias de Veragua, Nicaragua y Honduras. El resto de los territorios de la Audiencia de los Confines pasaron a la Real Audiencia de México.

El 3 de marzo de 1570 la Audiencia de Panamá vuelve a establecerse en Guatemala con la jurisdicción que tenía en 1549, salvo Yucatán que pasó a depender definitivamente de la Audiencia de México hasta la independencia. En 1573 la Capitanía General de Guatemala se constituyó con la jurisdicción de la Audiencia.

El descuido del territorio, despoblado y poco atendido por el Virreinato de la Nueva España, aunado a la debilidad del poderío naval español como consecuencia del descubrimiento de América, el esfuerzo por poblar la tierra descubierta, las incesantes guerras y la ineptitud de los sucesores de Felipe II, fue aprovechado por Inglaterra que decidió utilizar estas tierras como escondite de piratas, corsarios y bucaneros, cuyas actividades eran apoyadas en los siglos XVI y XVII por la corona inglesa, al considerarlas al servicio de la corona. La costa fue utilizada como refugio por los piratas ingleses hasta mediados del siglo dieciocho.

El interés de Inglaterra por las maderas preciosas, lo impulsó a colonizar la región; leñadores y contingentes de familias inglesas penetraron en la zona en 1638 con el fin de poblar y fundar explotaciones forestales, no sin encontrar resistencia por parte de poblaciones indígenas y de españoles que venían desde Guatemala. Estos enfrentamientos se sucedieron hasta el siglo XVIII.

En 1660 el pirata inglés Bartholomew Sharpe hizo de Belice su base y empezó a comerciar madera con Inglaterra. Con el fin de neutralizar las acciones de los guardacostas españoles que combatían el contrabando, mediante el decomiso de las mercancías de buques ingleses que comerciaban ilegalmente con las posesiones españolas en América, lo que ocasionaba quejas y protestas del gobierno inglés, fue firmado el Tratado de Paz de Madrid, por el que se extiende a los ingleses los privilegios concedidos en América a los holandeses por el Tratado de Münster.

Tres años después, mediante el Tratado de Madrid, Inglaterra y España se comprometen, en su artículo tercero, a suspender y abstenerse de todo robo, presa, lesión, injurias y daños, por tierra o mar, en cualquier parte del mundo; poner un alto a la piratería, por lo que los piratas, ya conocidos como “Baymen” (ingleses y escoceses), se vieron obligados a dedicarse a nuevos oficios; España reconoce la soberanía británica sobre los territorios que a la fecha estuviesen poseídos por súbditos ingleses en América e Indias Occidentales y, a su vez, en cuanto a Belice, Inglaterra promete no pretender más tierras americanas. 

La posición británica se fundamenta en este acuerdo, al interpretar que los súbditos británicos cortadores de palo de tinte “poseían efectivamente” el territorio que explotaban. Sin embargo, esa posesión no implicaba la ocupación, administración, dominación o poder público por parte de la potencia ocupante, por lo que no era una “posesión efectiva”, y por ende en Belice no se ejercía la soberanía inglesa. 

En Belice, autoridades españolas de Yucatán realizaban operaciones sucesivas de castigo contra los cortadores de palo de tinte, destacando entre ellas las de 1717, cuando fuerzas españolas desde el Petén, al mando del Mariscal Antonio Figueroa y Silva Lazo de la Vega Ladrón del Niño Guevara, gobernador de la península, expulsaron a los ingleses del territorio, culminando en la batalla de Bacalar en 1733.

Las acciones españolas en contra del comercio del palo de tinte hacia necesario la conclusión de acuerdos ya no en el ámbito comercial, sino en materia de explotación y comercialización del producto por parte de los ingleses. De esta manera, en 1763, durante el reinado de Carlos III, fue firmado el Tratado de París, que pone término a la guerra denominada de los Siete Años, por el que España recupera Filipinas y Cuba y permite a Inglaterra el corte de madera en la Bahía de Honduras, lo cual es el reconocimiento expreso inglés de la soberanía española en ese territorio. 

El 16 de junio de 1779 España declaró la guerra a Gran Bretaña, alegando, entre otras causas, los desmanes y excesos cometidos en la Bahía de Honduras. Los ingleses pierden posesiones en América del Norte (Mobila y Pensacola, capital de Florida), en las Antillas y en América Central. 

El 20 de enero de 1783 se firmaron los preliminares de paz; uno de los puntos más complicados fue el de los establecimientos ingleses en Belice. El artículo IV establece:
“Su Majestad Católica no permitirá en lo venidero que los vasallos de Su Majestad Británica sean inquietados o molestados bajo ningún pretexto en su ocupación de cortar y transportar el palo de tinte o campeche en un distrito cuyos límites se fijarán y, para este efecto, podrán fabricar sin impedimento y ocupar sin interrupción las casas y almacenes que fueren necesarios para ellos, para sus familias y para sus efectos, en el paraje que se concertará, ya sea por el tratado definitivo o seis meses después del canje de las ratificaciones, y Su Majestad Católica le asegura por este artículo el entero goce de lo que queda arriba estipulado; bien entendido que estas estipulaciones no se consideran como derogatorias en nada del derecho de su soberanía”.

Luego de extensas conversaciones entre los plenipotenciarios, fue firmado el Tratado definitivo de paz en Versalles, en el que se proclama la soberanía española sobre el territorio, delimita las actividades de los colonos británicos al establecer como límite de la concesión para la explotación del llamado Palo de Tinte un área de 4,804 kilómetros cuadrados, ubicada entre los ríos Hondo y Belice. 

En Europa se notaba la perspectiva de una paz duradera. España estaba interesada en complacer a Inglaterra esperando como compensación la devolución del Peñón de Gibraltar. Fue así que dos años después, se amplió la concesión mediante la Convención de Londres de 1786, cuyas características podrían resumirse en la reiteración de la soberanía española sobre el territorio y la ampliación de los derechos, no posesión, a los británicos, lo que se manifiesta en la extensión de los límites permitidos, libertad de cortar no solamente el palo de tinte sino cualquier otra madera, aprovechamiento de cualquier otro fruto o producción de la tierra en su estado natural y sin cultivo y derecho de ocupar la isla de Casina o St. George Key o Cayo Casina. Por la Convención se conceden 1,884 kilómetros cuadrados más de territorio, para llegar hasta el Río Sibún o Laguna Manate, al sur del Río Belice, que pertenecía en esa época a la Gobernación de Yucatán, Virreinato de la Nueva España. El permiso para explotar las riquezas de la selva comprendía una extensión total de 6,688 kilómetros cuadrados, con límites entre el Río Hondo por el norte y el Río Sibún por el sur.

No obstante que en el artículo 7 se prohíbe a los habitantes extranjeros (británicos) en el territorio la formación de un sistema de gobierno militar o civil, en 1787 llegó a Belice el primer superintendente inglés, Coronel Eduardo Marcos Despard, con el fin de establecer un gobierno y organizar la administración de justicia. A pesar de la prohibición de realizar ciertos cultivos, en marzo de 1789 el gobernador español permitió a cada residente sembrar hortalizas, legumbres, papas, maíz para su consumo. A esto debemos agregar que en 1790 Belice ya estaba fortificado, contrariando también los acuerdos previos.

En 1796 Europa se sumió en las guerras napoleónicas; las posesiones españolas en América fueron expuestas al ataque británico; Londres conquistó la Antilla francesa, en 1794; el cabo Holandés, en 1795, y la Trinidad española en 1797, el Reino Unido se fortalecía cada vez más como potencia naval, en contra del debilitamiento de Francia, España y la República Bátava, constituida por Bélgica y Holanda. España e Inglaterra se declararon la guerra en 1796.

Los choques armados entre españoles e ingleses culminaron en la Batalla de Cayo Saint George, el 10 de septiembre de 1798, cuando los colonos, apoyados por la corbeta inglesa Merlín, y habiendo fortificado debidamente la isla Cayo de San Jorge, sostuvieron una decidida resistencia contra las fuerzas españolas, que se vieron obligadas a retirarse a Campeche. La armada española fue derrotada, iniciándose el dominio abierto inglés en el territorio continental de Centroamérica, el cuál duraría 183 años.

Al término de la guerra de España y Francia contra Inglaterra, durante el reinado español de Carlos IV, fue suscrito el Tratado de paz de Amiens, el 25 de marzo de 1802, por el cual España pierde la isla de Trinidad, en tanto que Inglaterra se compromete a devolver a España todas las posesiones que hubiera ocupado durante la guerra, a excepción del emplazamiento entre los ríos Hondo y Sibún, al amparo de los tratados firmados.

El Tratado de Amiens sólo aseguró la paz por poco más de un año, de marzo de 1802 a mayo de 1803, cuando comienza la incertidumbre de una nueva guerra. En el establecimiento de Belice continuaban los preparativos contra España. Los leñadores solicitaron en reiteradas oportunidades protección a las autoridades de Jamaica ante la posibilidad de acciones que podrían ejercer los guardacostas españoles con los cargamentos de caoba.

El gobierno británico en repetidas ocasiones señaló que Belice no constituía parte de sus dominios. En 1805 el Vizconde de Castlereagh reconoció que el establecimiento en Belice quedaba dentro de territorio y jurisdicción extraña a la Gran Bretaña. Dos años después, en 1807, el Gobierno inglés prohibió el comercio de esclavos en dicha zona. El tratado de paz del 14 de enero de 1809 nada estipula sobre Belice.

Por el Tratado de Amistad y Comercio del 24 de agosto de 1814, España e Inglaterra renuevan la vigencia de los acuerdos de 1783 y 1786, con todas las restricciones. Los límites establecidos para Belice fueron respetados tanto por ambos países. El 3 de julio de 1816 el gobierno inglés decomisó un cargamento de madera por haber sido cortado fuera del límite estipulado para Belice. Hasta ese momento Inglaterra reconocía la soberanía española sobre la región.

El Parlamento Inglés reconoció en dos oportunidades, 1817 y 1819, que Belice no estaba en los límites y dominios de su Majestad Británica. 

Indepencencia de Guatemala

Cuando se fijaron las fronteras de los territorios de la Real Audiencia y Capitanía General de Guatemala con el virreinato de la Nueva España, Belice quedó circunscrito a la región de La Verapaz, bajo la jurisdicción de la Alcaldía Mayor de Verapaz, región Norte de Guatemala.

El 15 de septiembre de 1821 la Capitanía General de Guatemala se independizó del Reino de España y, con base en el principio del uti possidetis iure, se convirtió en heredera de los intereses y los derechos que la corona mantenía en la Capitanía, que comprendía el territorio de Belice. En esas fechas los ingleses aún no se extendían hacia el sur y no se habían establecido fuera de las fronteras acordadas con España, no obstante que ya incursionaban en los cortes de madera más allá del Río Sibún.

En julio de 1823, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica (que se unió en 1824) formaron las Provincias Unidas del Centro de América. Paralelamente a la unión de los países del Istmo, Gran Bretaña avanzaba sobre el territorio guatemalteco. En la primera Constitución del Estado de la Federación de Centro América de 1825, figura la provincia de Verapaz con costa sobre el Golfo de Honduras, al sur del Río Sibún, y a ella pertenecía Belice. 

La federación centroamericana terminó en 1839, y en la primera Constitución de la República de Guatemala, separada de la federación centroamericana, de 1843 se señala que “El Estado comprende los antiguos departamentos de Verapaz, Chiquimula, Sacatepéquez y Guatemala, y también los departamentos de Los Altos (incorporado al Estado por decreto de la Asamblea Nacional Constituyente del 13 de agosto de 1840)”, en dicha Constitución figura la Verapaz con costa sobre el Golfo de Honduras, que corresponde a la parte sur del territorio de Belice.

En 1840 Inglaterra estableció en Belice un Consejo Ejecutivo; en 1854 se decretó la primera Constitución para Belice y una Asamblea Legislativa exclusiva para ingleses, la que no permitía el acceso a los nativos de origen maya o negro; en 1859 formó la British Honduras Company y en 1862 convirtió a la región en colonia de la British Honduras Company, poniendo al frente del gobierno a un teniente gobernador que dependió de Jamaica hasta 1884, en que la colonia pasó a ser gobernada autónomamente. Inglaterra estableció un gobierno en todo el territorio ocupado en 1868 y en 1871 Honduras Británicas fue declarada colonia de la corona inglesa. 


Delimitación territorial 

Los límites entre Guatemala y Honduras Británicas quedaron fijados en la Convención de Límites del 30 de abril de 1859 firmada entre Guatemala y Reino Unido. Esta Convención fue ratificada por el presidente guatemalteco al día siguiente. La frontera en la Bahía de Honduras se iniciaría en la boca del Río Sartoon, en la Bahía de Honduras y correría a lo largo del río por su punto medio hasta los Raudales de Gracias a Dios, de donde giraría a la derecha, hacia el norte, continuando en línea recta hasta los raudales de Garbutt, en el Río Belice, y desde ahí hacia el norte, derecho, hasta donde toca con la frontera mexicana. El territorio ubicado al norte y al este de la citada línea de límites pertenecería a Inglaterra y el territorio al sur y oeste de la misma pertenecería a Guatemala. De hecho esta Convención cedió territorio guatemalteco a Inglaterra ya que una limitación únicamente se da cuando existen dos soberanías yuxtapuestas y no era el caso en Belice, en la que existía permisos para la presencia de leñadores británicos pero la soberanía residía primeramente en España y luego, por el principio de uti possidetis iure, a Guatemala. 

En 1884 el gobierno de Guatemala denunció la Convención y exigió la reincorporación del territorio de Belice; la denuncia fue ratificada por el Congreso de la República en 1946.

Reclamaciones guatemaltecas

En 1933 Inglaterra exigió a Guatemala concluir con la demarcación de la frontera. Ante ello, el gobierno guatemalteco propuso la devolución de la comarca a cambio de 400 mil libras; si ello no era aceptado, Inglaterra podría comprarla por el mismo precio, pero sin incluir la parte sur, que corresponde al territorio de la Verapaz, así como los cayos de Zapotillo. Esta propuesta fue rechazada.

Cuatro años después, Guatemala propuso acudir a un arbitraje. En 1938 los ingleses declararon que no tenían obligación pendiente con Guatemala y consideraban como frontera la que ellos habían definido. El gobierno guatemalteco editó el llamado Libro Blanco, que es el compendio histórico de la controversia.

La Constitución guatemalteca de 1945 (derogada por el golpe de estado de 1982) estableció que Belice era parte del territorio guatemalteco y en 1946 el Congreso declaró la caducidad del tratado de límites e hizo la denuncia internacional. Ese año, Inglaterra respondió que de acuerdo con el artículo 36 de la Carta de las Naciones Unidas, la controversia debería ser sometida a la Corte Internacional de Justicia, situación que fue aceptada, bajo el entendido de que se planteara de acuerdo con la modalidad de equidad, que analizaría aspectos jurídicos e históricos, lo que fue rechazado por Inglaterra.

En la Declaración de principios de convivencia centroamericana, firmada en Guatemala el 24 de agosto de 1945 por representantes de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, se rechaza la supervivencia del coloniaje en América y se expresa que el territorio de Belice es parte integrante de Guatemala.

Con base en el mandado establecido en la Resolución XXXIII de la IX Conferencia Internacional Americana celebrada en abril de 1948, la Comisión Americana de Territorios Dependientes reunida en La Habana en 1949, redactó una lista de colonias o territorios coloniales, a saber: Groenlandia; Antillas francesas; las Guayanas francesa, británica y holandesa; Isla de Clipperton, Antillas holandesas, Antillas menores británicas, Bahamas, Barbados, Jamaica y dependencias y Trinidad y Tobago; así como los territorios ocupados: Belice, Islas Malvinas, Islas Georgia y Sandwich del Sur y la Antártida argentina.


Independencia de Belize

En 1961 Belice adoptó un sistema ministerial de gobierno y en 1964 conquistó la autonomía interna; fue promulgada la Constitución por la que se crea una Asamblea Legislativa de 18 miembros electos y 6 representantes oficiales; siete miembros electos formaban una especie de Ministerios, con un Primer Ministro que cumplía las funciones del anterior Gobernador. 

Al anunciarse la futura independencia de Belice, en 1963, Guatemala anunció la ruptura de relaciones diplomáticas con Reino Unido, las cuales se reanudaron 23 años después, en diciembre de 1986.

Una comisión de arbitraje estadounidense propuso en 1968 que Inglaterra y Guatemala reconocieran la independencia de Honduras Británicas, que a partir del 1º de junio de 1973 pasó a llamarse Belice. En enero de 1972 Inglaterra realizó pruebas militares en las proximidades de Belice, en lo que se interpretó como el deseo de dejar constancia de su soberanía sobre ese territorio.

El 11 de marzo de 1981 el ministro de Relaciones Exteriores de Guatemala, Rafael Castillo Valdés y el Primer Ministro de Belice, George Price, firmaron en Londres las Bases de Entendimiento para lograr el arreglo negociado y definitivo de la controversia. El acuerdo consta de 16 puntos para la futura independencia de Belice a cambio de algunas concesiones al régimen guatemalteco, como el libre y permanente acceso al Océano Atlántico, la exploración conjunta del fondo marino, la construcción de oleoductos y un convenio "antisubversivo".


La Constitución de Belice, promulgada el 20 de septiembre de 1981, reconoce que los límites de su territorio son los prescritos en la Convención de Límites de 1859. Un día después, el 21 de septiembre, Belice proclama su independencia en el marco de la Comunidad Británica de Naciones (Commonwealth): el monarca británico sigue siendo el Jefe de Estado constitucional representado por el gobernador general, que debe ser belicense. Unas 1,800 tropas británicas permanecieron en el lugar para asegurar el respeto de las fronteras.

En septiembre de 1991 Guatemala reconoció a Belice como Estado independiente y a su pueblo el derecho de autodeterminación, pero nunca renunció al diferendo territorial, toda vez que, sostiene, no existe documento alguno que reconozca la existencia de una frontera. Este reconocimiento permitió a las tropas inglesas iniciar su retirada en 1994 y la concesión a Guatemala de libre acceso al golfo de Honduras.
En 1995, la Ministra de Relaciones Exteriores, Maritza Ruiz de Vielman, envió a la ONU una reserva, en la que se reconoce la independencia y el derecho a la autodeterminación de Belice, más no su territorio, porque Guatemala no había resuelto su reclamo al diferendo territorial.

En 1996 la Corte de Constitucionalidad de Guatemala emitió un fallo en el que señaló que la ratificación de la Convención de Límites de 1859 por parte del ejecutivo guatemalteco, violó la Constitución vigente en ese entonces, ya que únicamente le permitía firmar acuerdos de alianza, amistad y comercio. Un año después, la Corte resolvió declarar nulo el convenio de 1859, por incumplimiento; por consiguiente, Guatemala presentó un reclamo para que se le restituyera el territorio, que según su visión, le estaba siendo usurpado.

En octubre de 1999 Guatemala hizo llegar al gobierno de Belice el planteamiento de someter el caso a una instancia internacional, arbitraje o decisión judicial, a fin de encontrar una solución definitiva, al reclamo guatemalteco: devolución de la comarca que formó parte de la provincia de La Verapaz.

Guatemala reclama a Belice la devolución de 12,272 kilómetros cuadrados,  —más de la mitad de su territorio de 22,965 kilómetros cuadrados,— de una franja territorial sin demarcar que considera suya, así como varios cayos y una salida al Mar Caribe. Belice rechaza el pedido y argumenta que ese territorio le corresponde y está delimitado por su Constitución, aprobada en 1981, cuando el país se independizó de Gran Bretaña.


Guatemala ha mantenido constantemente sus reivindicaciones sobre el territorio de Belice, primero sobre la parte meridional y luego sobre la totalidad del mismo, al sostener que había heredado de la corona española la soberanía, por lo que no reconocía la frontera entre Guatemala y Belice. 

Por otra parte, Belice es un país soberano e independiente, con territorio claramente definido en la Constitución y reconocido por la comunidad internacional, las Naciones Unidas, la OEA y los países de todo el mundo. Esto a Guatemala le parece injusto, ya que no se toman en cuenta antecedentes históricos. Por esta razón, Belice está de acuerdo en facilitar a Guatemala la entrada a sus puertos que tienen salida al mar pero no están dispuestos a negociar su territorio. Siguen registrándose incidentes entre ambos países y un enfrentamiento a gran escala continúa latente.

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viernes, 16 de septiembre de 2016

Cine e historia - "La Noche de los Lápices"


Título original: La noche de los lápices
Año: 1986
Duración: 106 min.
País: Argentina
Director: Héctor Olivera
Guión: Héctor Olivera, Daniel Kon (Libro: María Seoane, Héctor Ruiz Núñez)
Productora: Aries Cinematográfica
Reparto: Alejo García Pintos, Vita Escardó, Pablo Novak, Adriana Salonia, Pablo Machado, José María Monje, Leonardo Sbaraglia, Héctor Bidonde, Tina Serrano, Lorenzo Quinteros
Música: José Luis Castiñeira de Dios

La película circula mucho por dos veredas. La del horror y la del sentimentalismo. La del horror obviamente reflejado en las gráficas escenas de tortura y abuso por parte del ejército. Todas ellas desarrolladas sin ninguna clase de pudor, pero también sin efectismos, sin caer en el morbo innecesario, mostrando solamente lo indispensable, para hacernos ver la barbarie a la que estos chicos fueron sometidos.

El lado sentimental de la película va por las escenas en que a todos ellos se los ve juntos, compartiendo su encierro, compartiendo el miedo y la miseria de su cautiverio. Así como también las desesperadas secuencias en que la familia de Claudia trata de dar con su paradero. Remarcables y estremecedoras son las secuencias en que los prisioneros cantan canciones de Sui Generis (“Canción para mi muerte”, primero y “Rasguña las piedras”, después) no sólo por el contexto en el que se desarrollan, sino también por el manejo del montaje y de los tiros de cámara por parte del director.

Escena de la película
Una de esas cintas que son indispensable, sobre todo para poder conocer un poco más de la historia de esta Latinoamérica tan dañada por las cicatrices aún latentes de nuestro pasado. Porque es más que necesario revisar nuestro pasado, para no cometer los mismo errores en el futuro.

El mundo debe saber qué barbaridades han sido capaces de llevar a cabo algunos gobiernos, y es por ello que no se puede dejar pasar la ocasión de ver una película como ésta, basada en hechos reales, que por supuesto, tiene algunos pequeños cambios por motivos argumentales que no alteran el espíritu ni la veracidad de lo acontecido.


La historia
El 16 de septiembre de 1976 diez estudiantes secundarios de la Escuela Normal Nº 3 de la Plata son secuestrados tras participar en una campaña por el boleto estudiantil. Tenían entre 14 y 19 años. El operativo fue realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en ese entonces por el general Ramón Camps, que calificó al suceso como lucha contra "el accionar subversivo en las escuelas".

La crueldad no tenía límites en aquella Argentina ocupada de 1976 y esto estaba lejos de ser un defecto para los usurpadores del poder y sus socios civiles. Era para ellos una de sus virtudes aquella decisión “inclaudicable” de reorganizarnos, de llevarnos por la “senda de grandeza”, aquellos “objetivos sin plazos”,  “el tiempo y esfuerzo, esenciales para cualquier logro”, el “achicar el Estado es agrandar la Nación” y todo esa palabrería hueca que escondía el vaciamiento del país y la peor matanza de la historia argentina.

Aquella matanza contó con el aval explícito del Departamento de Estado de los Estados Unidos, como lo recordaba el ex embajador en nuestro país Robert Hill: 
“Cuando Henry Kissinger llegó a la Conferencia de Ejércitos Americanos de Santiago de Chile, los generales argentinos estaban nerviosos ante la posibilidad de que los Estados Unidos les llamaran la atención sobre la situación de los derechos humanos. Pero Kissinger se limitó a decirle al canciller de la dictadura, almirante César Guzzetti, que el régimen debía resolver el problema antes de que el Congreso norteamericano reanudara sus sesiones en 1977. A buen entendedor, pocas palabras. El secretario de Estado Kissinger les dio luz verde para que continuaran con su ‘guerra sucia’. En el lapso de tres semanas empezó una ola de ejecuciones en masa. Centenares de detenidos fueron asesinados. Para fin del año 1976 había millares de muertos y desaparecidos más. Los militares ya no darían marcha atrás. Tenían las manos demasiado empapadas de sangre”.
El general-presidente Jorge Rafael Videla quiso convertir aquella masacre en una incógnita declarando que el desaparecido “no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo, está desparecido”. La elección de la palabra no es aleatoria, es perversa en boca del verdugo, que no tenía ninguna duda sobre el destino de los prisioneros políticos y exhibía en público el terrible método elegido para atormentar aún más a los familiares: crear la incógnita sobre el destino de su ser querido. Aquel desconocimiento era parcial porque el horizonte del grupo familiar que sufría la pérdida era dramático y no era tan incógnito el destino sufrido por la víctima como conocer el lugar de detención y poder saber si seguía con vida. Sobre el resto no había incógnitas, había certezas, dolor, soledad y búsqueda incesante.

En aquel panorama la represión en los colegios secundarios fue muy dura, y apuntó a terminar con el alto nivel de participación política de los jóvenes en los centros de estudiantes y en las agrupaciones políticas.

Las invitaciones a vigilar y castigar pasaban de la conferencia de prensa a la sala de torturas y a la muerte. Muchos colegios secundarios del país tienen hoy placas conmemorativas de sus alumnos desaparecidos.

El hecho emblemático, “didáctico” de aquel terrorismo de Estado fue el que pasó a la historia como “la Noche de los Lápices”, aquella noche del 16 de septiembre de 1976 -21 aniversario del derrocamiento del primer peronismo por la autodenominada Revolución Libertadora- en la que fue secuestrado un grupo de jóvenes militantes secundarios de la ciudad de La Plata y alrededores. La que había sido la ciudad Eva Perón era ahora el reino del general Ibérico Saint James, autor “literario” de la inolvidable frase: 
“Primero mataremos a todos los subversivos, luego a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, luego a los indiferentes y por último a los tímidos”.
En la corte de Saint James había personajes de la talla del general Camps y su mano derecha -curiosidades de la literalidad- el comisario Miguel Etchecolatz. Director de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Las órdenes de detención habían sido libradas por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y llevaban las firmas de Fernández y del coronel Ricardo Eugenio Campoamor, jefe del Destacamento de Inteligencia 101. Lo más llamativo de las mismas es que, en todos los casos, se les asignó grado de peligrosidad mínimo a los estudiantes. Los secuestros fueron llevados a cabo por miembros de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida en aquel entonces por el general Ramón Camps. Fueron ellos los responsables directos del secuestro, tortura y muerte de estos jóvenes, para los que nadie reclama inocencia según los parámetros de una dictadura culpable por naturaleza y que salen honrados de la vergonzosa afirmación que aún hoy campea por estas tierras, ese “algo habrán hecho” que tanto daño hizo y hace.

Claro que hicieron algo, mucho. La mayoría de ellos provenían de hogares de clase media, no tenían problema en pagar el boleto de colectivo, pero sabían que había muchos de sus compañeros que no, que ya a esa corta edad tenían antigüedad en sus trabajos y que había que conseguir el boleto estudiantil para todos.


Comenzaron a organizarse en cada colegio y del colegio al barrio y de ahí a la zona y nació así la Coordinadora de Estudiantes Secundarios que nucleaba a miles de ellos de todos lados y logró arrancarle al gobierno de Isabel aquel derecho. Fueron días de festejo acotado, corrido por gases y vigilado de cerca por la Triple A.

Producido el golpe, la estrategia fue suspender en agosto de 1976 la vigencia del boleto estudiantil y esperar la protesta y que los estudiantes volvieran a luchar por lo que les correspondía. Las razzias duraron dos meses y el pico de detenciones se produjo aquella noche de septiembre.

Recuerda Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes de aquel horror que: 
“Hay un documento de la Jefatura de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que se llama específicamente “La Noche de los Lápices”. 
Ese documento, firmado por un comisario mayor Fernández, en ese momento asesor del Consejo del general Camps y Etchecolatz, hablaba de que luego de desarticulados política e ideológicamente los sectores “subversivos” como universitarios, barriales, trabajadores, la piedra angular eran los “potenciales subversivos”, que eran los estudiantes secundarios que eran líderes en sus escuelas. Ellos hablaban de “semillero”, de “potenciales subversivos”.

Etchecolatz en el tribunal: condenado a Prisión perpetua

















Ramon Camps: Condenado por 73 casos de tormentos seguidos de asesinatos. Antisemitismo. Acusado de 214 secuestros extorsivos con 47 «desapariciones», 120 casos de tormentos, 32 homicidios, 2 violaciones, 2 abortos provocados por torturas, 18 robos y 18 sustracciones de menores. Fallecido en 1994
Los jóvenes secuestrados en aquella “Noche de los lápices” fueron arrancados de sus casas en la madrugada y llevados inicialmente a la “División cuatrerismo” de la policía bonaerense, donde funcionaba el centro clandestino de detención conocido como “Arana”. De allí pasaron a la División de Investigaciones de Banfield, tristemente célebre como el “Pozo de Banfield”.

Allí conocieron el horror en toda su expresión: 
“Nosotros, en el Pozo de Banfield, éramos adolescentes que teníamos a nuestro cuidado mujeres embarazadas. En el período en que nosotros estuvimos, desde septiembre a diciembre de 1976, fuimos testigos de tres partos. A nosotros, que teníamos entre 15 y 17 años, nos ponían en un calabozo con una compañera embarazada a punto de dar a luz y cuando ellas empezaban con trabajo de parto teníamos que golpear fuertemente la celda. Estábamos en el tercer piso y hoy se sabe que en el segundo piso de donde estábamos nosotros estaba la sala de parto del médico (Jorge) Bergés. Tuvimos tres situaciones de ésas. Golpeábamos la celda, las venían a buscar y después escuchábamos el llanto del bebé. Nosotros, tanto los adolescentes que estábamos en el traslado final como las mujeres embarazadas, a las que el único cuidado apuntaba a lo que tenían dentro de la pancita, éramos residuos. Como tales, éramos mantenidos. No teníamos un destino presupuesto”.
Allí padecieron la tortura, simulacros de fusilamiento y el vano intento de imponerles otra mentalidad, la forma correcta de “procesar” aquel país y aceptarlo tal cual era en 1976, un país atendido por sus dueños. Tuvieron sus cuerpos pero no su obediencia. Como dicen las pancartas de los estudiantes de hoy, aquellos lápices siguen escribiendo.

El caso tomó notoriedad pública en 1985, luego del testimonio de Pablo Díaz, uno de los sobrevivientes, en el Juicio a las Juntas. Además Díaz participó de la creación del guion que llevó la historia al cine días antes de cumplirse una década de lo ocurrido, en el filme homónimo. Cuatro de los estudiantes secuestrados sobrevivieron a las posteriores torturas y traslados impuestos por la dictadura.

Las víctimas

  • Claudio de Acha (17 años) desaparecido desde el 16 de septiembre. Alumno del Colegio Nacional Hernández. Desde 2004 un aula del mismo lleva su nombre. 
  • Gustavo Calotti (18 años secuestrado el 8 de septiembre, sobreviviente. Aunque fue secuestrado antes que el resto, se le considera un sobreviviente puesto que varios de los secuestrados eran sus ex compañeros de secundaria y pasó con ellos meses de prisión y tortura clandestina.
  • María Clara Ciocchini (18 años) desaparecida desde el 16 de septiembre. Fue secuestrada junto con María Claudia Falcone.
  • Pablo Díaz (19 años) Secuestrado el 21 de septiembre. Sobreviviente. En 1985 hizo público el caso en el Juicio a las Juntas.
  • María Claudia Falcone (16 años) Desaparecida desde el 16 de septiembre. Fue secuestrada en casa de su tía abuela junto a María Clara Ciocchini, quien era oficial de Montoneros y superior jerárquica de Maria Claudia, que en ese momento era aspirante en la organización. Hacía sólo un mes que había cumplido 16 años.
  • Francisco López Muntaner (16 años) Desaparecido desde el 16 de septiembre.
  • Patricia Miranda (17 años) Secuestrada el 17 de septiembre. Sobreviviente. Era una estudiante de Bellas Artes sin militancia política alguna y tampoco había participado de los reclamos por el boleto estudiantil. Estuvo en los centros clandestinos de detención de Arana, Pozo de Quilmes, Valentín Alsina y en la cárcel de Devoto, donde quedó a disposición del Poder Ejecutivo Nacional hasta marzo de 1978.
  • Emilce Moler (17 años) Secuestrada el 17 de septiembre. Sobreviviente
  • Daniel A. Racero (18 años) Desaparecido desde el 16 de septiembre. Fue secuestrado en casa de Horacio Ungaro.
  • Horacio Ungaro (17 años) Desaparecido desde el 16 de septiembre